12 ago 2014

VIAJE A JAPÓN


            Hay muchas formas de describir un viaje, se puede contar desde fuera, simplemente relatando lo que se ve, como y cuando, y se puede contar desde los sentidos, yo como mujer pasional y visceral que soy, no podría hacerlo de otra manera, aunque eso no quiere decir, que no os de la lata con los detalles.

                           
            El simple echo de montar en un avión ya hace que se despierten en mi una multitud de sensaciones, felicidad por compartir con los míos unos días en los cuales solo nosotros somos importantes, dejando atrás trabajo, rutinas y demás. Incertidumbre, lo desconocido siempre me produce algo de angustia que podría estar entre el gustirrinin y el pánico, igual que al lanzarte por una montaña rusa. Y miedos, miedo a que salga algo mal, esta parte la dejo a vuestra imaginación.
                           
            Todo empieza en el momento en que el avión comienza a dejar el suelo atrás y te sientes suspendida en el aire, no hay cables, ni raíles, sólo cielo, un cielo que a medida que asciende, es más azul y limpio, es en esos momentos, cuando entiendes que haya gente que dedique su vida a volar o a soñar con que vuelan, esa sensación de libertad, es un sentimiento que termina enganchando. Mantengo los sentidos en alerta, cualquier cosa por insignificante que sea, merece mi atención, con lo cual por muy largo que sea el viaje, no consigo pegar ojo. Tal es el estado que llego a saborear la comida del avión, tan denostada por muchos.
                               
El primer vuelo duró cuatro horas, al ir con retraso, al estrés de al escala, había que sumarle la incertidumbre de si llegaríamos a tiempo, o nos tocaría dormir en Estambul, que dicho sea de paso, tampoco hubiera estado mal.

            Corrimos de un sitio para otro, pasaporte en mano y billetes listos, ya montados en el autobús que nos llevaría a las escalerillas del avión, el estrés dejo paso al cachondeo, la obsesión de mi sobrino por conseguir un amigo nipón que nos facilitara información sobre posibles destinos, lo convirtió en una anécdota surrealista.

- ¡Primo!, mira ese chico, esta sólo, dile algo.
- ¿Y qué le digo?
- Lo que sea, pero que te entienda.
- ¡Claro! como manejo el japo con soltura.
- Pues no se nos puede escapar, que no hay otro.
- ¡Javi! ¿Qué no hay más?- Le dijo su madre, a la vez que un gesto de su mano nos indicaba el centro del autobús, al darnos todos la vuelta, pudimos comprobar que éramos los únicos occidentales.
                             
- Mira el lado positivo primo, muy mal se nos tiene que dar, para no conseguir un par de coleguitas de aquí a Japón.

            Entre risas e intento de acoplamiento, para poder soportar en turista las diez horas de vuelo hasta Narita, en una noche larga que continuaría a nuestra llegada, trascurrió el viaje, con el que no daré el coñazo, describiéndolo.
           
            Y por fin el avión tomaba tierra, la tarde se cerraba sobre nosotros con una lluvia suave, pero continua (Chirimiri, que dirían los del norte), Es en ese momento cuando todos miramos a mi Lucero, después de darnos la lata toda la mañana mandando fotos de los chubasqueros que pensaba llevar, resultaba que se los había dejado encima del sofá, junto con mi brújula, no me importaba la mofa de los días anteriores, con el apodo de “Dora la exploradora”, una siempre tiene que estar preparada y una brújula es esencial, sobre todo si no queríamos perder el Norte (cualquiera de ellos).
                                      
            Ya en Narita todo iba sobre ruedas, nos pasamos de una terminal a otra en un autobús que encontramos a la primera, para esperar a mi otro sobrino que venia de China, con algo de retraso. Así que decidimos dividir el grupo, unos iríamos con las maletas al hotel, y los chicos esperarían a mi sobrino.
                                      
            La paciencia, consideración y respeto con el que éramos tratados por todos y cada uno de las personas con las que tuvimos que tratar en el aeropuerto. Nos llevo hasta el tren con dirección a Tokio y que por cierto nos salió mucho más barato de lo que suelen decir, 1200 yenes, unos 9 €, aunque esto depende del cambio ¡Claro!

            Y montamos en nuestro tren rumbo a la aventura…




           



5 comentarios:

  1. Japón!!! Qué buenas vacaciones!!! Estoy deseando saber cómo sigue, sobre todo por cómo lo cuentas. A mí me gustan mucho más los viajes contados desde las emociones que desde la descripción pura y dura.
    Un abrazo

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  2. La pena es que ya estoy de vuelta, espero no te aburra.

    Un besote guapísima

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  3. Si es que es muy largo, y os voy a saturar.
    Un besote

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  4. Pero que lejos te has ido muchacha.
    Pues vete preparando que hay muy pocas cosas baratas en Tokyo.
    Pero de verdad es otro mundo.

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