8 mar 2016

VENECIA

                    
              Unida por el Puente de la Libertad, dentro de la laguna salada que la rodea, se mantiene a duras penas, junta a otras 118 islas.
      
                              
              Durante siglos, muchos intentaron plasmar toda su belleza, Caravallo, Turner, Monet y un sin fin de pintores y fotógrafos, que aunque genios, sólo consiguieron plasmar pequeños pedazos de un lugar único, he increíblemente bello, como Venecia.

      

                



              Ciudad llena de leyendas, misterios e historias, que a lo largo del tiempo surgieron a la orilla de sus canales entre palacetes y mansiones, acrecentados por los bailes de mascaras, tan comunes en carnaval.




    


              Era mi tercera visita y tenía la misma ilusión que la primera vez. A pesar de conocer muchas de sus calles, canales, sotoportegios y puentes, siempre descubro algo nuevo, un edificio encantado, una capilla en pleno pasadizo o un coqueto puentecillo, que hace que merezca la pena volver una y otra vez.

    

                 

    

              Lo mejor de Venecia es callejear, dejar el plano en el bolsillo he ir descubriendo todos y cada uno de los bellísimos rincones que convierten esta ciudad en un maravilloso laberinto. La autenticidad de este lugar es evidente en sus casas envejecidas por el tiempo, con los colores que cualquier pintor desearía obtener en su paleta o en los canales infinitos que la recorren en un sistema perfecto, que trae y lleva a propios y extraños en vaporettos, barcas y góndolas, haciendo la delicia de los miles de turistas que cada día invaden la ciudad. Entre tanto sus habitantes, inconscientes privilegiados, viven su día a día al borde del ataque de nervios, ante tanta intromisión desconsiderada.

    
            

           El Vaporetto, no sólo recorre los canales de la principal isla, también recorren las islas cercanas, como Murano y Burano, pequeñas, pero coquetas, llenas de encanto que se reflejan en los cristales de mil colores que se hacen de forma tradicional y que se venden por doquier.




     

   
 En el corazón de la ciudad o de la plaza que Napoleón llamo «El salón más bello de Europa». Se encuentra una de las Basílicas, más bonitas del mundo, la «Basílica de San Marcos», situada en la parte más baja de la isla, se inunda cuando sube la marea y es gracioso ver como muchos chapotean alegremente, sin ser conscientes que este agua no es sólo agua de la laguna, si no que también son los residuos de la ciudad.

     

               

    
          


   Muy cerca de la plaza el famoso puente de los suspiros, después vuelta a callejear, hacía el puente Rialto. Llegar hasta el mercado y como reto esté año tenía encontrar el Palacio Contarini del Bovolo, pero debo reconocer que al final siempre termino tirando de mapa, para encontrar la preciosa escalera de caracol, que tanto me gusta.


    
               
           
  Lo más curioso de Venecia es que mientras unos viven las historias más románticas en sus calles, otros como era nuestro caso, nos dedicamos a encontrar sus lugares más misteriosos y tétricos y es que está ciudad tiene para todos.



   

                 

   

              Lo más difícil siempre es decir Adíos, después de unos inolvidables días, vuelta a la carretera. Un nuevo destino, una nueva ilusión, un nuevo lugar que descubrir



























1 mar 2016

DE AREZZO A FLORENCIA

              Al señor dueño de Microsof:
Resultado de imagen de ordenador loco       
       !Quiere estarse quietecito leñe!

                            
              ¡El muy petardo! ha decidido que tenemos que actualizar nuestros windows y no hace otra cosa que jorobar ordenadores, ¡Dos llevo en un mes! y sin atisbos de reanimación con las dichosas actualizaciones, que dicho sea de paso son la mayoría incompatibles con los programas que tengo instalados, además de otras pegas, que sería una pesadez describir.


         

            En fin, como imagino que dicho señor me ignorara, y mi pataleta no llegará más allá de mis sufridos lectores, yo seguiré contando mi viaje. Que va camino de convertirse en la historia interminable.
           
                                                                         


       Después de una noche algo más que movidita, carretera viene, carretera va (Nunca mejor dicho) Se nos presentaba un nuevo y encantador día en la ciudad de Arezzo. Lugar elegido para rodar algunas escenas de la película «La vida es bella». Una de las pelis favoritas de mi «Lucero», que dicho sea de paso, tiene la misma capacidad que el protagonista para cambiar una realidad negativa, por una ilusión


       
   
              Arezzo era y es una ciudad prospera. La muralla que la rodea, sale como brazos que se extienden desde el castillo de los Medici, envolviendo la ciudad para su protección. En su interior la belleza obvia de su plaza Grande, donde se da lugar el mercado de los anticuarios y desde donde se accede a las calles más comerciales y turisticas. Además de disfrutar de edificios, tiendas y restaurantes varios se puede visitar las casas de Varasi y Petrarca, ya que nacieron aquí.







              Debo reconocer que aunque disfruté de todo lo que veía a mi alrededor, la impaciencia por llegar a Florencia me podía, es curioso como siempre nos anticipamos al futuro, sin apenas saborear el presente, por mucho que este nos ofrezca. Así que después de comer, dejamos atrás Arezzo y nos dirigimos a Florencia. Una de mis debilidades, ya que una vez pongo los pies en está ciudad, mi corazón se acelera y una sensación de felicidad me invade y me atonta a la vez (¡Sí! más de lo habitual)
           
              Llegamos sobre las cinco de la tarde, el calor era abrasador, pero como había hecho mis deberes, el área para pernoctar estaba junto a una piscina publica, que para nuestro deleite ese día tenía una fiesta y la entrada era gratuita a partir de las siete de la tarde, hasta la media noche.
           
              Organizamos la auto, nos pusimos los bikinis, cogimos las toallas y derechitos a la piscina.
              Empezamos con el aperitivo, que los italianos toman a partir de las siete de la tarde, pagas la copa y puedes comer lo que te apetezca, pizzas, ensaladas y como no, pasta.
              La fiesta trascurría alrededor de la piscina, entre hamacas y tumbonas, repletas de gente de lo más vario pinto, por un lado los díscolos bañistas en camisetas, pareos, trajes de baño, sin nada de maquillaje y unos pelos que ni el nanas de la abuela, por otro los sumisos de la etiqueta, polos, vestidos, bermudas, zapatos de tacón, maquillajes dorados y peinados como para una boda, el contraste era divertidísimo y lo mejor y por una sola vez, era que el ir echa una andrajosa tenía la recompensa de la piscina, que a 38 grados a las 10 de la noche, se agradece.
     
              La música sonaba, la bebida y los platos de comida corrían desde el bar a las hamacas y viceversa en una noche que disfrutamos como niños entre baños y risas, de más está decir, que caímos como benditos en brazos de Morfeo, en cuanto acabo el sarao.


            

             Al día siguiente con el buen sabor de boca por la diversión y con muchas ganas de disfrutar de toda la belleza que ofrece esta ciudad, cogimos el autobús, que nos dejo en el mercado, desde el que apenas un minuto andando te lleva hasta la catedral «Duomo Santa María del Fiore de Florencia» Donde miles de personas se aglomeran alrededor del conjunto de edificios y donde esperas que las puertas del paraíso se abrán en cualquier momento, para ver que más te pueden mostrar. Intentar describir algo tan hermoso sería una temeridad por mi parte. Sobre todo si la que escribe, soy yo. Así que hoy, mas que nunca ese refrán de «una imagen vale más que mis palabras».


       
              Es increíble como pasan las horas, sin apenas darte cuenta, cuando disfrutas de aquello que tanto te apasiona, es como si el tiempo se aliara en tu contra. No os voy a dar una lista de lugares para visitar, ni siquiera voy a intentar describir sensaciones o momentos, por que lo único que hay que hacer en esta ciudad, es dejarse llevar, caminar y disfrutar de cada edificio, de cada escultura, de cada cuadro, sin más intención que la de deleitar a cada uno de los sentidos, con todo lo que nos rodea, llevarte en tu subconsciente y en el consciente también todas esas sensaciones que te invaden.
              Lo mejor de la vuelta a la realidad, era que ha escasos 20 metros de la autocaravana nos esperaba la piscina, menos atestada que el día anterior, pero igual de agradable y relajante.

       
               
              Un par de días en Florencia y el Sindrome de Stendhal ya había echo estragos en nosotros, yo la más lunática de los cinco, estaba al bordecito de mismo de la locura. Claro que hay muchos que piensan que ya salí así de casa, pero os aseguro que era el arte y no mi demencia, lo que influía en mi cerebrito desvocado.
        
                     
       
              ¿Y que daño hago pensando que respirar, absorber y ver tanto arte, harán que las musas vuelvan a mi?
                     
              En fin, que si estuvieron o no las musas, nunca lo tuve claro, ¡como soy tan desastrosa y lo peor, sin remedio!






LA SINCERIDAD ESTÁ SOBREVALORADA

Jueves por la tarde y llamo a mi madre, que hoy no tenía cole, por que la profesora de informática estaba pachuccha. —¿Qué haces, madre? —...