El echo de vivir a escasos 20 metros de distancia de mis adorados padres, hace que la vida de una no sea muy sencilla, el sólo echo de ir a votar (Si se lo que estaréis pensando, soy una temeraria) puede convertirse en una misión sumamente peligrosa y eso que sólo tienes que entregar el DNI y meter un par de sobre en dos urnas, pero resulta que mi Lucero cumple los años el día 20, fecha bien señalada en el calendario, por motivos varios y claro teníamos comida familiar, después de votar.
Todos teníamos preparados nuestros dos sobres, pero mi padre decide que le habíamos cambiado el voto en casa y que quería coger el las papeletas, dichoso padre el mío, que para torturarme un poco más, por que mi hermana se hace la sueca, se le habían olvidado las gafas.
- Pero si los has guardado tú, en casa.
- Os creéis que soy tonto, me lo habéis cambiado.
- ¿Por qué íbamos a hacer eso?.
- Por que sois unas arpías.
- Y tú un cascarrabias, pero no es motivo para cambiar la votación de una persona.
- ¡Vete tú a saber!
Veo que se acercan dos policías hacía nosotros.
- ¡Haz lo que te de la gana guapo!
A lo largo de los años yo he intentado saber la opción política de mi padre, pero dado el estado de confusión y de caos que reina es su pequeño cerebro. Creo que me moriré sin saberlo, por que una cosa es lo que se defiende y otra lo que se dice y no voy a entrar en detalles, que ya hemos tenido bastante con la campaña.
Después de mirar un buen rato, me dice:
- Nena, cojéeme la papeleta.
- ¡Toma! Métela en el sobre.
- Pero está es la que te he dicho.
- Sí, papa, léela.
- Es que no llevo las gafas.
- ¿De dónde la has cogido?
- De aquí.
- A vale.
- ¡Me estas vacilando! ¿Verdad? Si no llevas gafas, te sabes donde colocan las papeletas de memoria.
- No, o sea me estás engañando.
- ¡Que no papa! – Mientras pensaba que era una gran bocazas, me doy la vuelta y tengo a los dos policías detrás de mí, con cara de ¡Se la estás colando al hombre!
- ¡Vale! Creo que reconozco el simbolito, ahora el senado.
- Hay que tachar tres casillas papi. – De reojo miraba a los policías que no se movían de mi ladito.
- Táchalos tú que no llevo las gafas.
- ¿Bien dime?
- Tal, cual y pascual.
- Toma papi mételo en el sobre.
- Esto no son.
- ¡Contra papá, si no llevas gafas como leches me dices que no!- Ya me veía yo entre rejas por manipulación de voto, en vez de ir a celebrar el cumple de mi Lucero.

- Espera que lo mire.
- ¡Que soy tú hija, como te voy a engañar! - Haber si así me libro de la cárcel.
- ¿Dónde están las cruces?
- ¡Dios mío!, ¿si no ve ni las cruces, como va a ver los nombres? Los policías se impacientaban y yo no encontraba a ningún otro miembro de la familia, y mira que venían hasta los niños, serán cabritos.
- Ha, e visto una.
- ¡Pues mira bien! Que están todas y como sigas montando el numerito me veo entre rejas.
- Sí no quisierais engañarme.
- ¡Nadie te está engañando, so besugo, coge la papeleta y métela en el maldito sobre o te prometo que te lo comes! -Tenía los ojos inyectados en sangre y la voz guardaba todo el rencor del que era capaz.
Un policía se acerca al final.
- Todo bien, caballero.
- Si, ya e encontrado las cruces y creo que me a echo caso.
- ¡Crees! Condenado.
- Sí, ya puedo votar.
- Yo si que te voy a botar, por que puedo terminar el chirona que si no el mamporro no te lo quita nadie – Se lo dije entre dientes, para que no me oyera el policía, pero mi padre se partía de risa, para mí que lo hizo a drede.
Casualidades de la vida en cuanto mi padre voto, la familia apareció como por arte de magia.