Cuando
la injusticia se ceba con nosotros, todos pensamos que, en algún momento, algo
superior se encargará de poner a cada uno en su sitio. Aunque, no es lo que suele pasar, cuando surge…
«Problemas
en el paraíso». Pienso, y me pongo en marcha para solucionarlos. Una llamada al profesional y
un mensaje a la vecina, para decir que todo se va arreglar.
Feliz
con mi gestión, caliento de nuevo las lentejas y me dispongo a meter la cuchara. Móvil que vuelve a
sonar y yo que pensaba que me iban a dar las gracias, leo el mensaje.
¡Infeliz!
Las gracias, no aparecen en ningún párrafo y tengo que releerlo, porque no me lo puedo creer, o la señora no
me ha entendido o definitivamente, se ha vuelto loca.
“Me
da igual lo que hagáis. ¡Fuiste tú! ¡Tú la que me mando el mensaje!” Me vuelve a repetir.
Me
costa que hay mucho problema mental. Yo misma soy un clarísimo ejemplo de ello,
pero lo de esta señora, se me escapaba por completo.
Cojo el teléfono y la llamo para aclararlo, que no sé, lo que está leyendo. La señora, que no me escucha y sigue con su cantinela:
— ¡Seguro que hacéis lo que os dé la gana! — Me gritaba.
—
¡Señora, déjeme hablar!
— ¡¡Tú, tú fuiste quien lo mandaste!!
— ¡Si señora! Lo he mandado yo. Pero, no se puedes enfadar por hacer lo que me pide. ¡No tiene ningún sentido!
— ¡No,
ese mensaje, no, el otro so…!
—
¡Señora, señora, que se pierde y no sé de qué me habla! — Le cortó, para evitar la tragedia.
— ¡El mensaje de los toldos! ¡¡Fuiste tú!! Tú me lo mandaste y yo los había puesto bien, en color azul, como se aprobó. Son los demás, los que los han puesto mal, so ignorantes.
«Estará para que la encierren, pero hay que ver que memoria tiene la jodía. — Me digo para mis adentros. — Llevaba doce años guardándomela. ¡Será rencorosa!».
— ¡A
ver señora, que no nos estamos entendiendo! — Le dije en un tono más serio. ¿Me está echando la bronca porque hace doce años le mandé un
mensaje? — Señora que me grita que sí. — Señora que eso ha prescrito y usted ha
hecho lo que le ha dado la gana. Por eso los toldos siguen ahí. ¡Esta bronca no
tiene ningún sentido! Guarde fuerzas, para cuando se acabe el presupuesto, que a este paso, todo se andará.
— ¡¡No, porque yo, llevaba razón, digáis lo que digáis!!
A la señora se le había rallado el disco y le digo que cuando se calme, ya hablaremos.
La señora, que entra en cólera y yo cuelgo que veo que no hay manera de hacerla entrar en razón. Miró las lentejas que empiezan a espesar y las caliento por enésima vez. Mientras, me da por pensar. «¿Y sí la mujer lleva razón...?»
Sinceramente, me dio igual. Son los daños colaterales derivados de dirigir este manicomio que tenemos por comunidad.
Desde
entonces, yo sólo puedo pensar: ¡El karma existe!
TODA LAS IMÁGENES, ESTÁN SACADAS DE BLUSH.