15 ene 2023

¡MADRE MÍA!


 

Creo que mi madre está perdiendo vista. Ella dice que es capaz de enhebrar una aguja sin problemas y la creo, con tal de no ponerse las gafas, es capaz de hacerlo hasta con los ojos cerrados. Aunque hay momentos…

Llegamos mi hermana y yo a casa de mi madre y la vemos trajinando como si no hubiera un mañana.

A la típica frase de: — ¿Qué haces mamá? Le sigue un monologo de diez minutos, que ya quisiera “Dani Robira”, y que se puede resumir en que, la mujer, se había pasado toda la mañana limpiando y cambiando las cosas de sitio. ¡Vamos! Lo de todos los días. Entre los cambios de ese día, una fotografía que, mi querida hermana, odiaba con toda su alma.

— ¡Para que luego digas que no te hago caso, Sandra! Mira la nueva fotografía que he puesto en el salón. ¡A ver si esa te gusta!

Mi hermana se va al salón y cuando veo que no vuelve, me puede la curiosidad y me asomo a ver que foto a puesto mi madre en su altarcito.

— ¿Qué haces? — Le preguntó a mi hermana, al ver que miraba la repisa de las fotos como si fuera la primera vez en su vida que la viera.

— ¡Buscar la foto!

— ¡Nena que es una foto, no la aguja del pajar!

— Échale tú un vistazo, que yo no me encuentro.

— ¡Jolín! ¿De qué época, ha puesto la foto nuestra madre?

Le echo un vistazo y hasta dos, para terminar por decir:

— ¡No te encuentras, porque no estas!

— ¡Mamá! — Dice a gritos mi hermana. — ¿Dónde dices que has puesto mi foto, que en el altarcito no está?

— ¡Qué altarcito ni que ocho cuartos! ¡Está puesta en el marco blanco que hay en la estantería del mueble!

Mi hermana y yo nos miramos y volvemos a mirar en la estantería del mueble. Todos los marcos son blancos y allí está toda la familia, menos mi hermana.

— ¡Mama! ¡Qué yo no estoy!

— ¡¡Me vas a hacer ir para nada!! ¡Es que no ves que estoy cocinando, como se me pegue la sopa te vas a enterar!

Madre que viene por el pasillo como un miura en la salida de chiqueros. Se limpia las manos en el trapo de Maricastaña que, hasta que no se hacen buenos agujeros, mi madre, no lo cambia, y cogiendo la foto de una desconocida, le dice a mi hermana:

— ¡Toma! ¡So cegatona! ¡Ves como aquí estás más guapa! Si esta no te gusta, te aguantas, que ya no las cambio más.

Mi hermana aparta la foto para verla mejor y me la muestra. Ambas nos miramos y nos volvemos hacía mi madre.

— ¡Que pasa! ¿Qué tan poco os gusta está? — Dice mí madre, poniéndose en lo peor, al ver nuestras caras.

— ¡Mama! ¿quién es? — Le preguntó, mientras le ofrezco la foto.

— ¿Cómo, qué quién es? ¡Es Sandra! Aquí tenía dieciocho años.  Le contesta mi madre tan fresca. Que pensé yo, para mis adentros, encima dale datos.

— ¡Mamá! Esa no soy yo. — Le dice mi hermana, que no hace más que mirar la foto, como si no se lo pudiera creer.

— ¿Cómo no vas a ser tú? 

— ¡Mama que es mi amiga, Tania! Con la que iba a la guardería.



— ¡Ahh! Pues no sabía yo, que os parecíais tanto.

— ¡Claro! ¡Porque no nos parecemos!

2 comentarios:

  1. Madremía!!! Qué hinchá de reírme he dado jajaja. Desde luego el humor en la vida y en la escritura más es lo mejor que hay, miles de gracias por el rato que me has hecho pasar.
    Y miles de besos de agradecimiento, hoy necesitaba estas carcajadas a borbotones.

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