29 abr 2023

METODO INFALIBLE PARA SALIR BIEN EN UN SELFIE SIN FILTROS.


Viernes por la noche, cenita con mis amigas y me aplico una ampollita rejuvenecedora que me ha traído mi querubín.

—Nena para que te gastas el dinero, si lo mío no tiene arreglo. —Le había dicho el día anterior, cuando apareció con la ampolla rejuvenecedora. —Así, no ahorras para el piso.

—Mama, si me ha costado un euro. —Me dice la muy generosa.

—No será del todo a cien, que veo que se me cae la cara y más que estirarme la piel, me la van a tener que reconstruir.

—Que no, era una oferta por caducidad.

—¡Ves! Ya me quedo más tranquila. No solo se me va a caer la cara, además me van a salir salpullidos o rojeces por toda la piel.

—¡Que exagerada eres! Por un par de meses, no pasa nada. Además, ¿cuándo fue la última vez que te compraste un maquillaje? Si lo tienes todo caducado.

«Hay me ha dado la puñetera». Pienso yo para mis adentros y miro la fecha de caducidad de la ampolla, que la niña es miope y no fío.

—¡Un par de meses, puñetera! Si pone: octubre 2022. —La niña se encoje de hombres y yo arriesgo por no tirarla. Que no está la economía como para despilfarrar.

Después de aplicarme la ampollita, espero unos minutos. Cuando parece que no se me cae nada, me pongo manos a la obra, que la última vez que me maquille, era hasta joven.

Me miro en el espejo del baño que es muy agradecido y pienso: «Pues no he quedado del todo mal. Es el momento de hacerme el selfie para renovar mi perfil». Voy a buscar a la niña y le digo:

—¡Nena! ¿Me haces una foto de esas en la que una sale bien?

—¡Vale! Pero rapidito que he quedado.

Me pongo y hace la primera foto. Me la enseña y casi me da un parraque.

—¡Nena! ¡Qué así de mal, también me saco yo y no necesito fotógrafo!

—¡Mama! Es que si miras al suelo te salen sombras y se te ven bolsas.

—¡Vale, hija! —Y miro al cielo.

—¡Mama! Céntrate, que te pones bizca.

Sopló y me quedo mirando al horizonte, cual descubridor de las Américas.

—¿Por qué pones esa cara?

—¡Nena, la que tengo!

—¡No me fastidies! Sonríe un poco por lo menos, que parece la foto de una ficha policial.

Que ganitas me daban de decirla: —Pues esa guárdala, que al paso que vas, voy a cometer un matricidio. Pero te contienes, porque es un delito y porque en el fondo, muy en el fondo, quieres a tú querubín, aunque te putee.

—¡Es que si sonrió me salen las patas de gallo! —Le terminó explicando para que lo entienda.

—¡Y si te pones tan sería te salen arrugas entre cejo!

—¡Pues, ponme un filtro!

—¡Mama! Ya no tengo filtros, que ahora se lleva lo natural.

—¡Vaya por Dios! Siempre llego tarde.

Diez fotos más tarde, me rindo ante la evidencia. Que no es que sea fea (que puede ser), según mi hija; es que soy poco fotogénica. Y es justo en esos momentos, cuando pienso¡: «Por qué no me estaré quietecita! Son ganas de traumatizarse a lo tonto».

Dejé el trauma en casa, que tenía ganas de pasarlo bien y cuando llegué a eso de la una y media de la noche. Me fui a desmaquillar y al mirarme al espejo tuve un flash back.

No sé si por el sueño que tenía o por las dos copas de vino que me había tomado en la cena, pero yo me veía bien. 


Cogí el móvil y me hice una sesión que ni las Kardashian. Sin dejar el subidón, escogí la que más me gustaba y la puse, antes de que me diera el bajón y viera la triste realidad.

Conclusión: Para salir guapa no hay que sufrir, hay que tomarse un par de copas y no perder el buen humor.

















22 abr 2023

TODO LO QUE NO DEBES HACER AL EMPAPELAR.

 


Necesitaba un cambio y no se me ocurrió otra cosa, que poner papel pintado en la pared del cabecero de mi cama. Quizás me lo debí pensar dos veces, pero que le voy a hacer, si Odry, desastrosa y sin remedio.

Todo empezó un día en que, a pesar del sol, yo lo veía todo gris. No, no entendáis mal, la habitación era gris y yo decidí pasarme al gris azulado. Según mi lucero, apenas hay diferencia, pero eso para una pintora aficionada es un sacrilegio.

Cuanto más me lo imagina, más bonito lo veía. Y me lance a comprar todo lo que necesitaba, incluso un terciopelo gris oscuro para resaltar el tapizado del cabecero

Compré el papel en una plataforma china. Tenían una gran oferta y buenas puntuaciones. Estos todavía tienen el rollo por poner, que os lo digo yo.

Mi lucero se fue de viaje y dije: —¡Esta es la mía! Así, no le tengo que aguantar protestando.

La intención era buena, pero mover la cama yo sola, no fue la mejor de mis ideas y ya van unas cuantas. Hice lo que pude y conseguí distanciarla de la pared, lo suficiente como para meter la escalera. El viernes cuando llego mi Lucero, me explicó que las ruedas del canapé tenían un seguro para evitar que se desplaza. Maldije mi suerte y el seguro de las ruedas del canapé, pero ya estaba colocada (yo no, la cama)

Quitar el antiguo papel, resultó tan sencillo que me vine arriba pensado. «¡Esto, esta chupao!». ¡Infeliz…!

Con la pared lista, echo los polvos del pegamento para empapelar en un cubo con agua y comienzo a remover. Cinco minutos más tarde, aquello más que pegamento, parecía hormigón. El palo de remover, se había quedado clavado y ni para adelante ni para atras. Cojo la caja y leo en las instrucciones; cincuenta gramos de polvo por ocho litros de agua. Le dio la vuelta al paquete y ponía.

Este paquete contiene 500 gr,

—¡Hay mi madre, ya la he liao! —Exclamó, mientras intento sacar el palo, que más me hubiera valido meter una pala.

Obviamente, las proporciones, eran completamente desproporcionadas y tengo que coger otro cubo urgentemente para añadir más agua.

El palo se parte, yo, mecagüen en too lo que se menea. Cojo una espátula. Consigo meterla, dándole bien con el martillo, que esto parece que seca rápido. Hago palanca y saco algo de argamasa y la disuelvo en agua, mucha agua.

 Unto la primera tira. Me vengo arriba y convierto la pared en una pista de patinaje para el papel. He visto vaselinas menos eficientes que el condenado pegamento.

El papel se desliza, cada vez que lo coloco y tengo que volver a subirlo una y otra vez, hasta que se queda. Bajo de la escalera a por la siguiente tira. A estas alturas, el pegamento ya es prescindible porque rebosa por todas partes: la pared, el suelo y hasta mi persona. Tenemos mejunje para empapelar el museo de prado y sus aledaños.

La segunda tira no fue mejor y eso, que iba sin pegamento. Con la tercera parece que le he cogido el tranquillo y cuando terminó. Suspiro hondo, porque ha quedado mejor de lo que pensaba.

Toda hacendosa, me dispongo a limpiar los restos de pegamento que han quedado en el papel antes de que se seque y no haya manera.

—¡Mecagüen…!  —Maldigo a los chinos, al trapito húmedo, al pegamento y al papel pintado azul noche que según pasó la bayeta deja un restregón azul cielo. —¡Toma buena calidad!

Le doy con el rotulador azul oscuro de la niña. Con la esperanza de disimular los ronchones, pero va de mal a peor y lo dejo.

Con sumo cuidado, comienzo a retirar la tira de papel pintarrajeado. Rasco con la uña el filo superior y parece que se desprende bien, pero no solo el papel, con el iban el millón de capas de pintura que se han dado a lo largo de los últimos treinta años. La pared queda a rodales como la piel de la jirafa y lo hubiera dejado así, de no ser porque cada capa era de un color diferente.

Comienzo a hiperventilar y como no me queda chino al que mal decidir, cojo la espátula y comienzo a sanear hasta llegar al yeso. Cuando terminó me pongo a limpiar los suelos, la pintura, el polvo, los restos de papel y el maldito pegamento.

—¡Lavable! ¡Que el papel era lavable! —Me lamento mientras vuelvo a leer las instrucciones para ver en que he podido fallar. —¡Pues será en seco!

Colocó la única tira de papel que había retirado, con algo de pegamento, a ver si hay suerte y lo consigo ajustar. Veo que le faltan unos milímetros y lo intento estirar.

—¡Por Dios, que era del mismo royo! no puede haber encogido. —Me caen los sudores de la muerte y empiezo a estirar del lado y su contrario, hasta que, no me preguntéis como, quedo un filo hilo entre medias que pinte con el rotulador. —Ya de perdidos al río. —Vuelvo a hablar sola, que es lo menos que me puede pasar con esta odisea.


El pegamento se reproducía y el papel se encogía. Yo a este efecto no le encuentro explicación, ya podían sincronizarse y no joderme más el día. Si Murfhy levantara la cabeza, se olvidaría de la tostada y me pondría como ejemplo de su Ley.

Cinco horas más tarde, me quería tirar por la ventana, pero como es un primero, lo descarto. Con la suerte que tengo, lo mismo me doy mal golpe y me quedo atontada. Justito lo que me faltaba.

Pienso en arrancarlo todo y pintar, pero son las nueve de la noche y llevo desde las ocho de la mañana. A ver, quién es la valiente que lava el pegamento de la pared, le da aguaplast a los socavones, lo lija, lo pinta y vuelve a limpiar. Opte por hacer pucheros, no arregla el problema, pero desahogas y te quedas tan ancha.

        Dentro de lo malo, entre el cabecero, la cama, los cuadros, las lamparitas y los libros, hemos tapado casi todos los restregones.

Y, aunque mi Lucero me amenace con el divorcio, estoy deseando volver a cambiar…



15 abr 2023

TELEFONILLO ESTROPEADO

 


Doce de la mañana y salgo con mi carrito de compra derechita al supermercado a que me den un buen sablazo. Cuando estoy cerrando la puerta, escuchó la voz de mi hija a través del telefonillo y aprieto la tecla para avisarla.

— ¡Si!

— ¡Beatriz! Cuelga bien el telefonillo, que estoy oyendo la conversación que tienes con tu novio.

— ¡Vale Mami!

Espero a ver si lo hace y sigo escuchándolos. Vuelvo a tocar al botón.

— ¡Sí!

— Lo sigo oyendo. ¿Lo has colgado bien? Mira a ver…, por si tengo que llamar al técnico.

Espero pacientemente y no escucho nada. Tocó de nuevo para avisarla de que ya está arreglado (Sí, no me digáis nada. Hice el gilipollas, bien hecho). Al colgarlo, vuelvo a escucharlos y me pregunto: ¿Por qué no me habré cortado el dedo?

— ¡Mama! Si ahora cuelgo y no oyes nada, no vuelvas a llamar. ¡Vale! —Me advierte mi Querubín después de estar un buen ratito dale que te pego.

—Vale hija, cuelga.

—¿Quién es?

—¿Ali?

—¡Sí! ¿Me has llamado?

—No, estaba comprobando mi telefonillo.

—¡Ahh! Pues debe de haber algún problema, porque ha sonado el mío. Prueba otra vez. A ver qué pasa.

Aprieto la tecla del telefonillo y este, no emite sonido alguno. Aprieto con más fuerza.

—¿Qué pasa? ¿Se sigue escuchando? —Me responde Beatriz cabreada como una mona.

—No, es que le ha sonado a Alicia y estaba probando.

—¡Prueba con otro, que llevo diez minutos delante del telefonillo! —Y cuelga enfadada.

—¿Mar has llamado? —Preguntó Alicia, casi al unísono.

—Sí ¿No lo has oído?

—Ahora no, lo mismo ha sido una interferencia.  —Respondió Alicia

—¿Quién es?

—¿Quién es? —Escuchó decir a un par de voces, mientras sigo oyendo a mi hija de fondo.

Miro el telefonillo, miro el carro y decido irme a la compra. Total, me iban a mandar a freír espárragos en cualquier momento. Mejor si los voy comprando.





8 abr 2023

LA PEOR ESCRITORA DEL MUNDO.

 

Cuando decidí publicar mi novela para que todo el mundo tuviera acceso a ella sin tener que pagar. Pensé que estaba haciendo algo positivo.


Si, ya sé que soy una cachonda y que más de uno estaréis pensando: ni que se creyera Ken Foller, J.K. Rolling, Isabel Allende o Pérez Reverte. Pero, qué queréis que os diga, me hacía ilusión. Será, porque como me dice mi trol favorito (de momento solo tengo uno, aunque todo se andará, como siga escribiendo así), escribo una mierda y soy una bruja.

 

Lo que nunca imaginé, es que lo único que preocupara del texto, es que fuera muy largo. Y, es justos en esos momentos, cuando una piensa (Si, ya sé, quizás debería haberlo hecho antes): —«¡Mar, que has hecho! —Y te contestas llena de argumentos: —El idiota».

  Porque una está preparada para que la critiquen la historia o le digan eso de: te has equivocado en esto o en aquello…, esta parte no está clara…, tu personaje hace aguas por todas partes…, no describes correctamente al personaje o las situaciones que vive…, en fin, todo en lo que una se ha equivocado a la hora de escribir su obra. No para que me dijeran que escribo mucho y que, probablemente, omitieran por amabilidad, que escribo mal.



Esto me recuerda a la primera vez que dije que había escrito un libro, no os podéis imaginar la alegría y el apoyo que tuve de amigos, conocidos y familiares. Con la segunda novela, ya hubo bajas y cuando les conté que estaba con la tercera, creo que, quitando a mi madre; mi Lucero; mis tres mejores amigos y mi prima, que es la que me corrige, me he quedado sola.


Es lo que tiene ser una mala escritora o como es mi caso, una mala contadora de historias, todavía sigo en prácticas con lo de escritora y a decir por lo resultados, quizás no lo consiga nunca.


  Lejos de desmotivarme, me anima a seguir, debo tener algún tipo de gen tonto que no da más de sí.


Por todo lo contado, creo que lo mejor que puedo hacer, antes de seguir atormentado a los pobres incautos que se atrevan a visitar mi blog, es dejar de publicar la dichosa novela. Volveré a mis historias absurdas, pero reales y a intentar divertir a todo el que, por una u otra razón, termine aterrizando en está mi casita.









5 abr 2023

REMEDIOS CASEROS: EL CLAVO OLOROSO


Decía mi abuela: Cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata moscas.

Y no le faltaba razón. Soy aficionada al YouTube y cuando ando cocinando o comiendo, me suelo poner todo tipo de vídeos: idiomas, economía, decoración, manualidades, recetas y cosas sanas.

Un día, te dicen que comer el ajo crudo, es lo más saludable que probaras en tu vida; otro, que si tomas el agua de cocer la alcachofa, dejaras tú hígado más limpio que el jaspe; el famoso vaso de agua con limón que dejará tus arterias como los chorros del oro y los batidos milagrosos que adelgazan y te sientes rejuvenecer.

Sinceramente soy incapaz de tomarme la mayoría de las recetas que nos aconsejan, pero esta mañana, estaba trasteando y veo un vídeo en el que aseguraban que, comiendo dos clavos en ayunas, te cambiaba, no te volvías más guapa, pero lo arreglaba todo: el estómago, el dolor de muelas, el mal aliento, contiene vitaminas y minerales, regula el azúcar en sangre, tiene propiedades antiinflamatorias y cardiovasculares, etc. La lista era más larga que la de los reyes godos.

Y yo me digo para mis adentros, «La receta es fácil y los clavos se me están caducando».

 Y allá que voy, abro el cajón de las especias, cojo el clavo oloroso y lo comienzo a masticar como si fuera el turrón de navidad.

Las primeras reacciones no fueron muy positivas, pero como estaba metida en faena y soy tan burra, me lo trague para no desperdiciar la oportunidad de meterle al cuerpo algo sano.

¡Me caguen en el You Tube y en los clavos de olor! Que cosa más asquerosa.

Que curaba el mal aliento, decían. «Si no me van a acercar ni las ratas». Reflexioné, al ver que cada vez que respiraba, me venía todo el aroma desde el interior de la garganta.

Me enjuague la boca y nada, bebí agua y tampoco, al final opte por otro de los remedios y pensé. «Voy a matar dos pájaros de un tiro». Me exprimo medio limón en un vaso de agua y para dentro, que hoy estoy más sana que una manzana.



        Hasta las pepitas que habían caído del limón me trague y todo me sabía al clavo del infierno. Comí pan, fresas, plátanos, frutos secos (Ni los rancios me sabían a nada) y hasta un yogur de chocolate, que eso nunca falla. Pero todo seguía igual y desesperada, me tomo el té sin azúcar ni nada.

Paso al plan B, Me lavo los dientes, me enjuago con el colutorio, pero aquello no se pasa.

Después de pasarme toda la mañana con el desagradable sabor en la boca y con nauseas (menos mal que las quitaba).

En pos de encontrar algún que me lo quitara, preparo un potaje que estamos en semana santa. Si el bacalao, los garbanzos y toda la acompaña, fallan, ya no me queda nada.

Según mi Lucero, el potaje estaba de lujo y a mí, ganitas me daban de guardármelo para mañana, a ver si con un poco de suerte consigo que me sepa algo.

Termino el potaje cabreada por no poder disfrutarlo como tocaba, me como un níspero de los que me había dicho el tendero que estaban un pelín ácidos, pero buenísimos.

Hijo de la gran chingada, si se te caen las lágrimas no es ácido es una auténtica putada. Pues con lágrimas y todo, el sabor y el olor del dichoso clavo ahí estaba.

Vuelta al cepillo de dientes y cambio hasta de pasta, pero sigo sin conseguirlo y como siga restregando hasta el esmalte me cargo. Con razón dicen que el clavo espanta a los mosquitos, a los mosquitos y al resto de la humanidad, a ver quien es el guapo que se acerca a alguien que se ponga el clavo oloroso encima.

Siete de la tarde y el estómago que me arde. Lo mismo lo he entendido mal y en vez de que te calma el dolor, te lo poner, porque a mí, no me dolía nada.

Es en momentos como este, cuando me pregunto: ¿por qué todo lo que le mandan a una en ayunas, es tan asqueroso? Ya podían recomendar: el bocata de lomo para curar las penas, el pan con tomate y jamoncito para sanar el alma, la tortillita de patata para la depresión y la ensaladilla con bien de mahonesa para lo que haga falta.

En fin, el clavo no es tan bueno como dicen. Prevenidos quedáis, ya, hacer lo que os venga en gana.

Feliz semana Santa.

2 abr 2023

AOJAR (CUANDO EL ODIO TRASPASA LA MIRADA) CAPÍTULO 9

   Este post, forma parte de la publicación por capítulos de un libro que ya está publicado. Quizás me repita, pero sigue habiendo gente que me dice que es demasiado largo. 

   Hay relatos breves y novelas de 350 páginas. Está es una de esas novelas y yo lo he dejado claro desde el primer capítulo publicado. Quizás, este no sea el lugar apropiado para hacerlo, pero mi intención no es otra que reglar mi trabajo a las personas que tienen a bien visitar esta blog y si alguna lo considera oportuno, criticarlo abiertamente, sin censura.


 


9. CAPÍTULO

L

ys se despertó temblando, aterrada por la última imagen de su sueño. Miró a su alrededor desconcertada. Le invadía una terrible sensación de angustia. Tardó unos segundos en reconocer su dormitorio.

El sueño parecía tan real….

Se incorporó y miró la hora en el despertador. Eran las seis y media. Se apartó el pelo de la cara y soltó el aire de forma contenida. Con la desagradable sensación que le había dejado la pesadilla, iba a ser imposible dormirse de nuevo.

Se levantó de la cama y organizó la ropa que se iba a poner. Tenía que ir al baño y se lo pensó dos veces. Tan solo pasar por la puerta, hacía que su corazón se acelerara, su estómago se contrajera y se le pusiera todo el vello de punta.  

Se encontraba tan incómoda que, una vez realizadas las funciones propias de aquel habitáculo, decidió sacar de allí todas sus cremas, cepillos y maquillaje. Prefería arreglarse en el espejo del pasillo, a pesar de que la luz fuera pésima. La tranquilizaba saber que tenía la puerta de la calle a un palmo de distancia.

Se arregló como pudo y salió pitando de la casa. Llegaría un poco antes a la oficina, así podía ir organizando el trabajo y aprovechar para mandar los currículums que tenía preparados. Cambiar de trabajo, más que una opción, se había convertido en una necesidad.

Podía ser una paranoica, pero no era estúpida. Veía lo que estaba pasando y prefería dejarlo antes de que los despidieran a todos. La reestructuración, tan solo sería la antesala del fin de la empresa. Podría resultar muy histriónico quedarse hasta el final, pero ella nunca había presumido de ser valiente.

Cuando llegó a la oficina, las luces no estaban encendidas. Lys se fue directamente a buscar a Tasio o a su compañero Paco.

La salita estaba vacía y Lys se entretuvo buscándolos por los monitores. Intentaba localizar a cualquiera de los dos para salir a buscarlos.

Sintió un repelús y se estremeció. Le daba algo de grima ver la oficina sumergida en aquella especie de penumbra tenebrosa. Apenas se podía intuir lo que había en cada sala con aquellas cámaras de infrarrojos.

«¿Cómo podrían pasarse noche tras noche observando aquellos monitores?» Reflexionó Lys, dispuesta a no volver a quejarse de su trabajo.

Le pareció ver un reflejo en uno de los monitores y agudizó la vista. Debía ser la sala de juntas por la mesa alargada. No encontró nada y se pasó a otro monitor. En la pantalla se podían observar varios pasillos. Estaban algo más iluminados por las luces de emergencias.

El guardia debía ir a buen paso y ella no conseguía discernir nada con la poca definición de la pantalla. Volvió a revisar uno por uno todos los monitores de la sala.

Comenzaba a pensar que no había nadie en el edificio y eso no le gustaba nada. Tampoco sería tan descabellado que, con la reestructuración, hubieran quitado la seguridad nocturna.

 Hubo algo que llamó su atención y se acercó un poco, para determinar a qué sala pertenecía aquel monitor. Había algo moviéndose, apenas se apreciaba, pero Lys hubiera jurado que había una silla balanceándose.

«Como aparezca una calavera me da un infarto». Pensó Lys, sin poder apartar la vista de la pantalla. Estaba llena de pequeños granillos grises y era prácticamente imposible distinguir la silla.

Tan absorta estaba en intentar averiguarlo que….

—¿Me buscaba?

A Lys, la inesperada presencia del guardia le pilló por sorpresa. No pudo evitar soltar un exabrupto. El pobre hombre la miró desconcertado y se apresuró a disculparse. No esperaba aquella reacción de la joven y se sintió algo culpable por haberla asustado.

Lys se llevó la mano al pecho, en un absurdo intento de que el corazón no se la fuera a salir.

El guardia se preocupó por ella. No llevaba mucho tiempo en la empresa y cargarse a uno de sus trabajadores, dejaría en el aire la renovación de su contrato.

Lys tardó unos segundos en poder hablar, le costaba respirar y su voz sonaba entrecortada.

—No ha sido culpa suya. —Consiguió decir. —Estaba tan absorta buscándole a través de los monitores que….

No pensaba decir nada más. Con un guarda de seguridad que pensara que estaba como una regadera, era más que suficiente.

Mientras el guardia hablaba con su compañero por el walkie, Lys volvió a mirar al monitor. Al comprobar que nada se movía, respiró más aliviada. Las chiribitas de las pantallas y la sugestión fruto de los últimos días, podrían haberla jugado una mala pasada.

Intentó entablar una conversación con el joven. Después del grito, el pobre chico no se atrevía ni a mirarla. Para romper el hielo, Lys le recordó la cara que había puesto al oírla y los dos se echaron a reír.

Una vez se encendieron todas las luces. Lys le dio las gracias y se despidió de él. Dejó las cosas en su oficina y se fue directa a por una taza de té. Pasó por delante de la sala en la que había visto mecerse la silla. Se preguntó: «¿por qué no lo dejaba estar?». Su vida ya tenía alicientes de sobra, como para andar buscando más.

Entró en la sala y observó con atención. Realmente no sabía lo que buscaba. Respiró profundamente y movió su cabeza. Aquello no estaba bien. Era absurdo buscar razones a sus desvaríos, lejos de dejarla más tranquila, tan solo conseguirían asustarla más.

Andaba calentando el agua para el té, cuando miró la hora en el reloj de la pared.

 —¡Ostras! —Exclamó alarmada. En apenas unos minutos, comenzarían a llegar sus compañeros a la oficina. Con tanta tontería, se le había pasado el tiempo y no había hecho nada de lo que había planeado.

Se fue a su despacho y se puso a trabajar como loca. Mandó un par de currículums y repasó los correos recibidos. Entre ellos, un par de respuestas a los currículums enviados días atrás. La emplazaban a mantener una entrevista personal para tratar sus perspectivas laborales y salariales.

Aquellos mensajes, le habría nuevas expectativas y se sintió halagada por la premura en que habían contestado a su petición.

Carmen entró en la oficina pletórica de felicidad. Lys la miró con admiración, pareciera que nada la afectaba. En aquella ocasión, manifestaba haber quedado con el hombre de sus sueños. Esto solía ocurrir una vez al mes, más o menos. A Lys, lo que le preocupaba es que perdiera la perspectiva por completo. La había visto hacer auténticas locuras por hombres que no se lo merecían.

—¡Vaya, vaya! ¿Y cómo es ese caballero andante?

—Es abogado, alto, guapo y es el directivo de una empresa. Me tiene Loca.

—¡Me alegro mucho! ¿Hace mucho tiempo que lo conoces?

—Bueno….

—Asegúrate que no es un vende burras. Hay mucho psicópata suelto, recuerda el último.

—¡No era un psicópata! Tenía gustos sexuales raritos.

—¡Te propuso atarte y darte de latigazos!

—¡Le iba el sado! Desde que sacaron “Cincuenta sombras de Grey”, mucha gente se ha lanzado a investigar nuevas formas de sexualidad.

—¡Si, claro! Cuando tu pareja te revienta a latigazos, lo llamamos sado y entonces, ¿cómo llamamos a los que te dan una paliza?

—¡Maltratadores! ¿Cómo les vas a llamar? Una cosa no tiene que ver con la otra.

—Eso lo dirás tú, si te dejan el trasero como un tomate reventón, para mí, es una agresión. Te cuenten lo que te cuenten.

—¡Jolín como vienes hoy! ¿Es que no te ha llamado Mario?

—Sí, me ha llamado y estuvimos hablando un buen rato, pero no desvíes el tema. Me preocupo por ti y no quiero que te vuelvan a hacer daño. Tú ya sabes por donde voy.

—¡Si, mama! No tienes de qué preocuparte, no soy tan cortita cómo crees.

—No creo que seas cortita, es más, eres una mujer muy inteligente, pero demasiado confiada. Hay mucho sinvergüenza por el mundo y tú pareces tener un imán para atraerlos.

—Dejemos lo mío que al final me lo gafas. ¿Seguro que estás bien? Tienes rímel en la mejilla.

—¡No me fastidies! —Sacó un espejito del primer cajón.

«Voy a tener que poner alguna lamparita en el pasillo». Pensó mientras se restregaba con un clínex las rayas negras de su mejilla.

—Se me ha fundido la luz del baño y he tenido que maquillarme en el espejo del pasillo. Hoy compraré un par de bombillas. —Mintió Lys, para evitar dar explicaciones.

—¡Haré, como que me lo creo! Pero te conozco como si te hubiera parido y esos ojitos tristes, me dicen que algo más anda rondando en tu cabeza.

Lys sonrió. La puñetera era más perceptiva de lo que parecía.

 

Tras lo ocurrido en la ducha, Lys había estado buscando en internet casos parecidos al suyo. En un principio, pensó olvidarse del tema y no removerlo, pero tenía miedo a que se repitiera y esperaba encontrar algún tipo de amuleto o similar que sirviera para alejar cualquier ente o espíritu.

Había leído mucho al respecto, aunque la mayoría de las historias le resultaban inverosímiles, casi tanto o más que la suya. No podía haber tanta gente loca por el mundo, algo de verdad tendría que haber en aquellos relatos.

 Encontró una historia que le llamó la atención, en ella hablaban de una tienda de esoterismo en la que vendía amuletos y cosas por el estilo. La buscó en internet y tomó nota de la dirección.

«Si comprando algunos cachivaches, evitara que se repitiera, valdría la pena intentarlo» Se dijo a sí misma.

Al salir de la oficina se fue directamente a la tienda. Aunque una vez allí, comenzó a sentir serias dudas sobre qué hacer. No estaba segura de querer contarlo, la tomarían por lo que no era.

Paso hasta en tres ocasiones por la puerta de la tienda. Se detenía e intentaba ver lo que había dentro, pero en cuanto la dependienta miraba, ella seguía su camino.

Sentía miedo, pero más miedo le daba volver a su casa, respiró profundamente y decidió dejarlo.

Aquello era una estupidez. Un amuleto no resolvería sus problemas, nadie lo haría.

—¿Por qué no entras? Así podrás verlo mejor.

Lys se dio la vuelta y se encontró con la mujer a la que había visto organizando la tienda. Se quedó pensativa, no sabía qué hacer y la mujer prosiguió.

—No te voy a cobrar nada por mirar. —Y la hizo un gesto con la mano a modo de invitación.

Lys volvió sobre sus pasos y entró en el pequeño establecimiento. Había un sinfín de objetos, pero ninguno tenía nada que ver con lo que había visto en las películas, ni patas de conejo ni botes de cristal con animales conservados en formol. Allí, solo había: piedras, tarot, infusiones, aceites, inciensos y algún que otro atrapa sueños.

Ante el contrariado rostro de Lys, la mujer comentó:

—Parece que no era lo que esperabas. Mucha gente viene buscando alas de murciélago o rabo de lagartijas, pero nosotros no estamos a favor del maltrato animal.

Lys asintió con la cabeza, pero no se atrevió a decir nada. Siguió mirando a su alrededor en busca de algo bueno para lo suyo.

—¿Si no encuentras nada, puedo echarte las cartas?

—¿Cuánto cuesta?

—¡Nada! La primera consulta es gratuita.

Lys se encogió de hombros y se sentó en el lugar indicado por la mujer. La mesita tenía una especie de paño negro, le defraudó no ver una bola de cristal y encontrar solo una baraja de cartas gastada sobre la mesa.

—¿Es la primera vez que te echan las cartas? 

Lys movió la cabeza afirmativamente y la mujer se puso a barajar. Le hizo cortar la baraja en varios montones y le pidió que eligiera uno. Lys siguió los pasos que le indicaba y espero el veredicto.

La mujer fue colocando las cartas y su rostro se tornó serio. Lys respiró con resignación. Pensó que formaría parte de la representación. Imaginó, que le pondría las cosas muy feas para que se comprara un sinfín de amuletos y esencias que limpiaran su aura o cosas por el estilo.

—Veo mucho dolor en tú infancia, aparece una niña y una mujer. Las dos murieron, pero de alguna manera sigues vinculada a ellas.

Lys asintió inconscientemente. Tanto la muerte de su hermana, como la de su madre, habían marcado su vida.

— El colgado, me indica que no estás en el mejor de los momentos, aunque no compartes ese sufrimiento con los demás; el Loco, indica que prefieres huir, a afrontar los problemas; el ocho de espadas, indica que lo tendrás que hacer, aunque no quieras, es la única forma de solucionarlos; el Diablo, nos habla de la traición y la esclavitud. Está situada en el centro, con lo cual, indica que te sientes atrapada. Parece que no sabes cómo terminar con tú pareja, también, parece que alguien cercano a ti va a traicionarte. Deberás estar alerta, porque la traición viene por lados diferentes. Por último, tenemos a la Papisa, me dice que le ocultas algo a los que te rodean.

—¿No ve nada bueno? —Interrumpió Lys algo molesta.

Aquella sesión estaba resultando muy desagradable. La mujer, parecía seguir los pasos de un guion y estaba haciendo justo lo que ella había supuesto que haría.

La mujer sacó tres nuevas cartas y las puso sobre la mesa. A decir por su cara, no debían ser mejores.

Se pasó un rato estudiándolas y Lys se removió impaciente en la silla.

—La emperatriz junto a la papisa, me indica lo perceptiva que eres. A pesar de ello, no podrás evitar lo que está escrito. Ten mucho cuidado, a tú alrededor pueden ocurrir graves accidentes.

—¿Lo dice por la muerte? —Lys señaló la carta.

 —No solo por la muerte, esta carta puede indicar trasformación, pero junto a la torre…

—¡Claro, claro! Y ahora viene esa parte, en la que usted me ofrece un montón de amuletos que me protegerán para que no muera. ¿No?

—Veo que eres un poco escéptica. —Le dijo con una sonrisa. —Lo entiendo, mi negocio consiste en vender. Aunque debo decirte, que nunca he engañado a nadie. Si quieres hacerte con algún amuleto, estaré encantada de ayudarte, pero, ningún amuleto podría evitar lo que he visto en esas cartas. Eso, solo puedes cambiarlo tú.

—Ya me quedo más tranquila. ¿No ve nada más?

—Desprendes mucha energía, quizás por ello, alguien haya intentado aojarte.

—¿Aojarme? ¿Qué demonios es eso?

—Significa malograr o desgraciar a una persona. Lo que comúnmente entendemos como “mal de ojo”. A veces por odio, a veces por celos, e incluso, por miedo. Según las cartas podría haber sido la anciana.

—No era su nieta preferida. ¿Se puede quitar?

La mujer asintió con la cabeza.

—¿Cuánto me costaría la broma?

—Cincuenta euros.

—¡Madre mía! ¿Eso lo arreglaría todo? —La mujer, negó con la cabeza. —¡Claro! Eso costaría más dinero. ¿No?

—Creo que no me has entendido, pueden haberte aojado, pero eso no significa que te afecte.

—No lo entiendo. Puede ser más precisa.

—Hay cosas que yo no puedo arreglar o evitar. Tendrás que canalizar adecuadamente tú energía. Creo que has heredado el don de tú abuela.

—Yo no he hecho daño a nadie en mi vida y menos, he tenido envidia o celos de nadie. —Le contestó Lys molesta.

—No he dicho que lo hagas a propósito. Creo que sabes de lo que estoy hablando.

—No tengo ni idea, pero mejor dejarlo.

La mujer, se levantó de la silla y buscó dentro de un cesto de mimbre lleno de ramilletes. Luego se dirigió al mostrador y cogió una de las piedras.

—Este ramillete está hecho con plantas como la lavanda, romero, ruda y alguna más. Debes utilizarlo a modo de incienso para limpiar de malas energías y esto…. —Deposito una piedra en la mesa. —Es un ojo de tigre, protege contra las malas energías. Nada es infalible, pero te puede ayudar.

—¿Cuánto es? —Preguntó Lys obviando sus palabras. Como marketing no estaba mal, pero le resultaba poco creíble.

—La piedra son tres euros, el ramillete te lo regalo. Además, te dejo este panfleto, quizás te sirva.

Lys lo guardó y se despidió, dándole las gracias.


1 abr 2023

AOJAR (CUANDO EL ODIO TRASPASA LA MIRADA) CAPÍTULO 8

 

Este es un capítulo de una novela que voy publicando los fines de semana. Lo vuelvo a explicar para todos aquellos que piensan que es demasiado largo...



8. CAPÍTULO

C

uando llegaron las cinco, Lys no sabía qué hacer. No quería volver a su casa. No le gustaba nada la idea de estar allí sola y pensó acercarse al gimnasio. Un par de horas haciendo algo de ejercicio no le vendría mal. Después cenaría con Carmen y llegaría lo suficientemente agotada, como para acostarse y no enterarse de nada.

Tan solo tendría que coger la bolsa de deportes y meter la muda y el secador.

Al salir del metro, se acercó al supermercado y compró algo para dejar en la oficina. Las tristes galletas que había encontrado en la salita estaban bastante rancias.

Caminaba despacio, como si no quisiera llegar nunca. En realidad, no quería llegar. Hubiera dado lo que fuera por tener algún lugar a donde ir. Incluso, había barajado la posibilidad de pasar esas tres noches en la habitación de algún hotel, pero Mario aportaba lo justo a la cuenta común y con su sueldo no se lo podía permitir.

Tarde o temprano tendría que entrar. No era la primera vez que se quedaba sola y probablemente no sería la última. No iba a solucionar nada huyendo del problema. Aunque, no fuera lo mismo la teoría que la práctica.

Comenzó a lloviznar y Lys maldijo su suerte. No llevaba paraguas y el abrigo de lana, no tardaría en empaparse.

Al cruzar la calle, el fuerte pitido de un claxon, le hizo pegar un brinco y subirse a la acera. Estaba tan absorta en sus pensamientos, que no se dio cuenta del vehículo que venía por su izquierda.

Al pasar, el hombre se lo recriminó a gritos, pero ella no fue capaz de reaccionar. Notaba su corazón latiendo con fuerza y era consciente de que aquello acababa de empezar.

«No podía seguir así». Se dijo, mientras miraba en todas direcciones antes de volver cruzar.

Con el susto en el cuerpo, siguió su camino y torció a la derecha para meterse en su calle. Escuchó el sonido de unos pasos tras ella y no pudo evitar prestarle atención.

No quería mirar atrás y parecer una paranoica, pero ya no se fiaba de nada ni de nadie. Al llegar al portal, fingió que buscaba las llaves. En realidad, lo único que quería, era saber quién caminaba tras ella.

Reparó en la figura de un hombre al principio de la calle, pero llevaba una capucha y no pudo distinguir los rasgos de su rostro.

Abrió la puerta y entró en el portal. Buscó rápidamente el interruptor y corrió escaleras arriba. Al cruzar por el descansillo del primer piso, escuchó la puerta del portal. Pensó que aquel tipo había corrido mucho para alcanzarla.

En la segunda planta, con el corazón a punto de salirle por la boca, se paró un segundo. La idea de entrar en su casa, la heló la sangre, era como si tuviera que elegir entre susto o muerte. ¿Cómo evaluar la opción más peligrosa? ¿Qué sería mejor, ser atacada por un extraño o por algo a lo que ni siquiera podía nombrar?

Aceleró ligeramente el paso y su perseguidor hizo lo mismo, algo que no le pareció normal.

«¿Por qué no habré cogido el ascensor?». Razonó a punto de echar el hígado por la boca.

Entre los sustos, la carrera y la angustia que sentía en aquellos momentos, su perseguidor no iba a necesitar mucho para acabar con ella, un simple soplido, sería más que suficiente.

Cuando llegó a su descansillo, le faltaba el aire y se sentía morir. Estaba tan nerviosa que no acertaba a meter la llave en la cerradura. Incluso, llegó a pensar que se había equivocado de planta.

Percibió como los pasos se acercaban. Intentó meter la llave de nuevo. Sus manos temblorosas hicieron que el llavero cayera al suelo y se agachó rápidamente a recogerlo. Escuchó como cruzaba el descansillo de la planta inferior. Unos segundos serían suficiente para que la alcanzara.

—¡Entra por Dios, entra! —Dijo en voz bajita, ante la desesperación de ver que la llave no penetraba en la cerradura.

Pensó en correr escaleras arriba, pero lo descartó. Era una idea pésima, allí no tendría ninguna salida.

Se sujetó la mano derecha con la izquierda y consiguió meter la llave. Justo en ese momento, el tipo de la capucha aparecía por la escalera en dirección a ella.

Se metió corriendo y cerró la puerta tras de sí. Se quedó apoyada en ella, intentado evitar que el intruso pudiera entrar. Se tapó la boca con la mano para poder escuchar lo que estaba haciendo aquel tipo.

Percibió como los pasos cruzaban el descansillo y seguían su camino al piso de arriba. Unos segundos después, escuchaba cómo cerraban la puerta del cuarto piso.

Soltó todo el aire retenido en sus pulmones y dejó caer la bolsa de la compra en el suelo.

«¿Qué estaba haciendo?». Reflexionó, mientras miraba a su alrededor.

La casa estaba sumida en la penumbra. Ni siquiera había dado al interruptor para que el vecino no viera la luz.

«¡Otra idea absurda! —Pensó al darse cuenta de que la había visto entrar. —Será la falta de oxígeno en el cerebro».

Sin moverse de la puerta, estiró la mano y apretó el interruptor. No estaba segura de que era lo que esperaba, pero seguía inmóvil sin separarse de la puerta. Observó con atención cada rincón de aquel pasillo.

No la gustaba aquel silencio, era como sentir la calma chicha que precede a la tempestad. La resultó tremendamente triste, no sentirse segura ni dentro ni fuera.

Cerró los ojos unos segundos, intentó concentrarse en su respiración, está ser hizo más fluida y acompasada. Cogió la bolsa de la compra que tenía a sus pies y la dejó en la cocina con el abrigo aun puesto. Recogió todo lo que necesitaba del dormitorio y salió disparada en dirección al gimnasio.

Cuando salió de la ducha del gimnasio, se encontró un mensaje en su móvil. Carmen cancelaba la cena. Al parecer, le había surgido un imprevisto.

Lys se imaginó lo que le habría surgido, pero lo entendió y no le dijo nada.

Cuando volvió a su casa, parecía que hubiera llegado de la guerra. Si alguien quisiera perseguirla, no pensaba poner la menor resistencia. Estaba tan exhausta, que apenas podía arrastrar sus piernas. Dos clases seguidas de Fitness y spinning habían sido un error.

Llevaba un par de semanas sin aparecer por el gimnasio y le iban a salir agujetas hasta en las pestañas.

Soltó la bolsa en la entrada y sacó la ropa sucia. Se preparó la cena y comió en silencio. Tenía todos sus sentidos en alerta. Ni siquiera se había atrevido a encender la televisión.

Miró sus manos temblorosas, iban a ser las tres noches más largas de su vida. Escuchó un ruido que venía del piso de arriba. Los vecinos estaban discutiendo y casi agradeció poder escucharlos, aunque eso la convirtiera en una cotilla.

Cogió el mando y puso el televisor. Las noticias no eran buenas. Rusia amenazaba con invadir Ucrania. La cosa parecía seria a pesar de que Putin negaba la invasión. Los países europeos no creían en su palabra y comenzaban a posicionarse en uno u otro bando. El mundo se había vuelto loco, tanto o más que ella.

Entró en el baño y dejó la puerta abierta. Retiró la cortina de plástico para comprobar que no hubiera nada detrás. Mientras se lavaba los dientes se mantuvo en alerta. Sabía que no podría evitar que volviera a pasar, pero, por lo menos, lo vería venir.

De vez en cuando, paraba de cepillarse los dientes. Escuchando atentamente cualquier rumor: el sonido de las cañerías, las cisternas adyacentes, las voces de sus vecinos... Cuando sentía la seguridad de que todo estaba bien, volvía a lo que estaba haciendo.

Andaba poniéndose el pijama, cuando el teléfono comenzó a sonar. Se alegró al escuchar la voz de Mario, aunque después de oírlo unos minutos, la ilusión se fue desvaneciendo. Tan solo hablaba de trabajo, ni un “te echo de menos o te quiero”.

Colgó con la sensación agridulce del que sabe que algo no anda bien, pero tiene que disimular para que no termine peor. Estaba tan agotada, que ni siquiera Mario le quitaría el sueño esa noche.

 

El martes, tuvo que aguantar la ironía de Carmen. Se había molestado por no poder acompañarla a la hora de comer. Le acusaba de estar resentida por no haber cenado juntas la noche anterior.

«¿Cómo podía ser tan retorcida?» Pensó Lys, al verla salir de su despacho sin querer escucharla. A veces se comportaba como una niña pequeña.

Aquella tarde, tenían una reunión importante y ella, tenía que terminar el dosier con los puntos a tratar antes de las cuatro.

Se pasó toda la mañana pegada al ordenador. De vez en cuando, miraba el reloj y se desesperaba al ver como el tiempo corría más que ella. Era una situación tremendamente frustante. Le recordaba las pesadillas en las que, por mucho que corriera, no conseguía avanzar.

El documento que le había hecho llegar Laura, estaba plagado de errores y ella no los podía dejar pasar. Aquel dosier era muy importante para la imagen de la empresa. Lys, no quería que pensaran que trataban con unos ineptos.

No había ni una página bien redactada. Era un auténtico calvario de cuatrocientos folios. Laura parecía ignorar intencionadamente lo pactado en el precontrato. Había hecho una auténtica chapuza.

 Miró el sándwich que había sacado de la máquina. Se moría de hambre, pero si paraba no conseguiría entregarlo a tiempo. Estaba tan estresada que, a pesar del frio, a punto estuvo de abrir la ventana de su despacho para que entrara el aire que a ella le faltaba.

Respiró hondo e intentó seguir, pero después de cinco horas, comenzaba a ver borroso. Como si tuviera una telilla en los ojos que no la dejara fijar la vista. Sacó un pequeño espejo que tenía en la cajonera de su escritorio para mirarse en él.

Al verse, se quedó horrorizada, tenía los ojos inyectados en sangre. La piel de su rostro se había vuelto prácticamente gris y los labios blanquecinos. Tenía el mismo aspecto que su abuela el día que la incineraron.

Cerró los ojos un momento, intentando calmar el escozor. Estaba tan agobiada que probablemente llevaba sin pestañear las últimas tres horas. ¿Cómo nos los iba a tener rojos? Lo raro es que no se la hubieran caído.

No la vio venir. Laura entró en su despacho y se puso a gritarla, al verla apoyada contra el respaldo de la butaca.

—¿Lo has terminado?

Lys abrió los ojos y negó con la cabeza, lo que provocó que Laura se encolerizara más.

—¡Te he dicho que es urgente! ¿Se puede saber qué haces durmiendo? ¿Te crees que esto es un juego? ¡El puesto de mucha gente depende de ese informe! ¡Eres una irresponsable! No es momento para siestas. Hay que trabajar, o estaremos todos en la puñetera calle antes de lo que te imaginas.

—¡No estoy durmiendo! Solo necesitaba….

Laura no la dejó terminar, levantó su mano y siguió gritando, mientras Lys la observaba en silencio, como si no se lo pudiera creer.

—¿Te crees que soy estúpida? ¡Lo he visto con mis propios ojos! ¡Esto no va a quedar así! Ahora mismo voy a subir al despacho del director general. Tiene que saber que, si este informe no llega, será única y exclusivamente por tu culpa.

Fue como una revelación. Lys comprendió lo que Laura estaba haciendo. Ella sabía perfectamente que su trabajo era una basura, e iba a utilizarlo para echarle toda la culpa a ella.

Carmen tenía razón, al final siempre se salía con la suya. Era una malísima persona, pero debía reconocerle una inteligencia innata como estratega.

Intentó calmarla y explicarla lo que había ocurrido.

—Tan solo estaba descansando la vista, no he parado desde que me lo diste, ni siquiera he comido.

Ni un segundo, tardó Lys en darse cuenta de que su suerte estaba echada. Laura era una mujer rencorosa. No iba a dejar pasar la oportunidad de deshacerse de ella y mucho menos, después del enfrentamiento que habían tenido días atrás.

—¿Y crees que a mí me importa? Si no estuvieras perdiendo el tiempo ya estaría terminado. Estoy cansada de tus excusas. No te involucras en el trabajo y yo necesito a alguien que esté dispuesto a darlo todo. Tú eres una incompetente y está vez, todo el mundo se dará cuenta de ello.

Lys miró al cielo en busca de ayuda divina, pero lo único que vio fue un desconchón en el techo.

Lys estaba a punto de reventar, su cabeza era un polvorín: el hartazgo, la rabia, la incompetencia y la migraña, se mezclaron peligrosamente. Toda la tensión acumulada en las últimas semanas, estaba a punto de estallar. Aquella bruja la quería contra las cuerdas. No solo pensaba pedir su cabeza, quería hundirla para que no pudiera encontrar otro empleo y explotó.

—¿Qué tú estás cansada? —Preguntó Lys casi en un susurro, aunque con la suficiente profundidad, como para que Laura se diera cuenta de que no era una pregunta de cortesía. —¿Qué no me involucro? ¿Incompetente? —Continuó hablando, mientras movía la cabeza negativamente. —¡Yo!

Lys se levantó de la silla y se dirigió hasta donde se encontraba Laura colocándose frente a ella. Laura la ignoró deliberadamente. El tintineo en su móvil, anunciaba un mensaje y bajo la mirada para leerlo.

 Lys se lo quito de las manos y lo dejó sobre la mesa. Laura la miró, como si no pudiera creerlo.

—¡Mírame! —Laura seguía mirando su móvil y parecía no reaccionar. —¡¡Qué me mires!! —Grito y Laura se sobresaltó. —Llevo dos años haciendo tu trabajo y el mío. ¡¡Dos años!! En los que me has tratado como a una mierda. Aquí solo hay una inútil y esa, mi querida compañera, eres tú. Toda la oficina sabe que, de no haberte tirado al jefe, ahora mismo estarías en la calle. Le tienes cogido por los huevos y por eso no te hecha a pesar de tu ineptitud. Llegas la última y te vas la primera, lo único que haces es pavonearte por la oficina jodiéndole la vida a todo el que se cruza en tu camino. Este informe no tiene ni pies ni cabeza, le faltan datos y le sobran faltas de ortografía. Por si no fuera suficiente, está plagado de palabras incomprensibles que te has inventado y que tan solo para una analfabeta como tú, podrían tener algún significado. Estoy cansada de tus amenazas. ¡Pide mi cabeza si tienes huevos! Porque estoy deseando ver tu cara, cuando te manden a la mierda.

—Esto te va a costar algo más que tu puesto de trabajo. Pienso hundirte tanto, que jamás te volverán a contratar. Vas a terminar de patitas en la calle y no podrás hacer otra cosa que no sea limpiar la mierda que otros dejen. Porque eso es lo que tú eres, un saco de basura.

—¿Tú crees? —Le respondió con una sonrisa malévola Lys.

Laura la miró y dudó en contestarla. Acababa de ver una cara de Lys, que no esperaba.

 —Tu problema es que nunca me has valorado ni a mí ni a ningún compañero. Te has aprovechado de tus amistades, creyéndote un ser superior y menospreciando nuestro trabajo. Yo no quería entrar en guerras, pero te aseguro que si alguien va a limpiar mierda no voy a ser yo.

Lys ya no medía sus palabras, le daban igual las consecuencias y no iba a parar.

—¡Es un farol! Estás mintiendo ¡¡Mientes, mientes!!

Laura estaba histérica, durante años se había creído inmune, pero al escuchar a Lys, comenzó a dudar. ¿De qué narices estaba hablando? ¿Qué sabía Lys, que ella ignoraba? Algo tenía que haber pasado y ella se había quedado fuera. ¿Estaban jugando con ella? No, eso no podía ser.

—¿Eso crees? ¿Cuántas amantes tiene Jorge? ¿Estás segura de ser la única? ¿Cuánto tiempo crees que tardara en cansarse de ti? En el fondo me das pena. Te lo has jugado todo a una carta y ni siquiera sabes si va de farol.

—¡Yo no tengo miedo! No vas a conseguir lo que te propones. No tengo dudas. Lo sé todo. Tan solo eres una miserable que quiere sembrar la discordia, dividirnos para salirte con la tuya.

—¡Tú misma! Me conoces, nunca te he mentido. Cuando caigas en picado te acordarás de lo que hoy te he dicho.

Laura la miró con la cara desencajada. Siempre había tenido la sartén por el mango. Lys había conseguido desestabilizarla y parecía disfrutar con ello. Reculó como pudo, no quería que aquella discusión llegara a los oídos de Jorge. Se suponía que todo era un secreto. No podía arriesgarse a caer en ninguna trampa. Lys podía olerse algo, pero no tenía ni idea de lo que estaba pasando y no sería ella, quien la pusiera sobre la pista.

—Creo que esta discusión no nos va llevar a ningún sitio. Tenemos media hora para arreglarlo. Las dos nos hemos excedido y hemos dicho cosas de las que estoy segura, estamos arrepentidas. Voy a pasar por alto cómo me has quitado el móvil de las manos. Puede, que te haya presionado demasiado y por ello; te perdono. Espero que no se vuelva a repetir, porque una amenaza más y me encargaré personalmente de ti. ¿Lo entiendes? —Terminó con una falsa sonrisa.

—¡La que no lo entiende eres tú! Ya no hay marcha atrás. Esto se acaba aquí. Voy a entregar tu informe. ¿No está tan bien redactado…? Pues que todo el mundo tenga conocimiento del “por qué” han fracasado unas negociaciones imprescindibles para la buena marcha de la empresa. Puede que a Jorge le de igual, pero, ¿y al resto del consejo…? Me va a encantar ver la cara del socio mayoritario cuando se entere lo que andas tramando. —La cara de Laura, se descompuso y Lys supo que había dado con la tecla. Al menos, era lo que pensaba en aquellos momentos. —Lo has dejado para el último momento a propósito, querías vengarte y quitarme del medio. ¡No podías dejarlo pasar! ¿Verdad?

Laura se quedó en silencio. Estaba descolocada por completo y Lys, no pensaba dejarla que volviera a tratarla de aquella manera. No trabajaba para ella y no era su jefa.

Lys se acercó a su escritorio y cogió un montón de carpetas con documentación. Laura la miraba sin saber qué hacer. Comenzó a balbucear excusas. Lys no atendió a sus razonamientos y siguió caminando. Laura le pidió perdón mientras salía por la puerta del despacho.

La gente las miraba sin entender muy bien qué era lo que estaba pasando. Nunca habían visto a Lys tan seria. Laura la perseguía suplicándola algo, mientras Lys hacía oídos sordos.

Lys se dirigió a las escaleras para no tener que esperar al ascensor. No pensaba parar, iba a llegar hasta el final. ¿No quería dejar las cosas claras?, pues iban a quedar cristalinas. Aquella situación no podía seguir prolongándose en el tiempo ya se había sacrificado más de lo que nadie haría por ella.

Laura pasó por delante de ella y consiguió pararla en lo alto de la escalera. No dejaba de repetirle que se parara a hablar y Lys la contestó con ironía.

—¿Ahora quieres hablar? Creía que me ibas a hundir. ¿Cómo eran tus palabras? ¡Espera ya las tengo! Estabas harta de mi incompetencia. ¡Ja! Cómo si tú supieras lo que es eso. —Le dijo Lys gritando para que todo el mundo le pudiera escuchar.

—¡Me he pasado y te pido perdón! ¡Por favor! No saquemos las cosas de quicio y hablemos como personas civilizadas.

—¿Me lo estás diciendo en serio? Has sido de todo, menos civilizada. Has atropellado a todo el que se te ha puesto por delante y eso se acabó. Deberías haberlo pensado antes. Te has metido con la persona equivocada. ¡Has metido la pata y no sabes hasta donde! ¡Déjame pasar!

Laura intentó quitarle las carpetas y Lys apartó su mano con rabia. Al ver que no podía convencerla, Laura la amenazó.

—¡No vas a pasar! Vete por dónde has venido o me veré obligada a…—Se quedó callada y Lys la dijo desafiante.

—¿A qué?

—¡¡No me provoques Lys!!

—Voy a pasar con o sin tu permiso.

Lys intentó bordearla y Laura la empujó con todas sus fuerzas. Lys no lo pudo evitar, intentó agarrarse a la barandilla de metal, pero no pudo. Perdió el equilibrio y cayó de espaldas, sintiendo como los escalones se iban clavando en su cuerpo a medida que iba rodando escaleras abajo. Su cabeza se golpeó con fuerza a la altura de la nuca y su cuerpo quedó tendido en el suelo entre cientos de folios esturreados que comenzaban a mancharse de sangre.

Lys no podía moverse, vio como Laura se acercaba a ella sonriendo....

JUICIO LEVE DE FALTAS

  VECTOR PORTAL Como ya os conté, Manuela tuvo un brote y, en plan chungo, me dejo claro que no era su vecina favorita y que, en cuanto me d...