9 abr 2024

JUICIO LEVE DE FALTAS

 

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Como ya os conté, Manuela tuvo un brote y, en plan chungo, me dejo claro que no era su vecina favorita y que, en cuanto me descuidara, me mataba bien muerta. Por su puesto, todo ello aderezado con todo tipo de insultos y amenazas para darle un mayor efecto a sus amenazas.

Hace unos días tuvimos el juicio, y como no podía ser de otra manera, empezó siendo un desastre y acabó convertido en el club de la comedía. ¡Qué le vamos a hacer! Si hay que morir, por lo menos que nos echemos unas risas.

tomapoma | Depositphotos
Mientras mi abogada trazaba la estrategia de defensa, la presidenta que me acompañaba como testigo, no le quitaba ojo al pasillo, por si apareciera Manuela. Al no verla, pensamos que no se iba a presentar y nos explayamos recordando nuestras desventuras con ella. No os podéis imaginar, la cara que se nos quedó, cuando nos llaman para entrar y Manuela aparece levantándose del banco que teníamos justo a nuestro lado (si existe una capa de invisibilidad, esa, la tiene Manuela. Que don para pasar inadvertida, ni Houdini).

¡A tomar morcillas la estrategia de defensa (si es que la tuviéramos)! Por si eso no fuera suficiente, el nuestro, era el último juicio y la jueza se quejó de una fuerte jaqueca en cuanto nos vio entrar. Apenas le dio la palabra a mi abogada, sólo le faltó decirla: —¡Vamos, vamos, que nos vamos!

Declaré en menos de un minuto, no fuera a declararme culpable por explayarme. Luego llamó a Manuela que reconoció haber llamado a mi puerta, sí, y muchas veces. Aunque sin especificar el día, eso sí, siempre desde el respeto, la educación y la cordialidad.

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A mí casi se me cae la mandíbula al suelo, ni Santa Teresa de la Cruz, y es ahí cuando me dije: —«¡Nena, da gracias que es un juicio por falta leve y no trae abogado! Porque de haberlo hecho, todavía se lo hubieras tenido que haber pagar».

La interpretación era sublime y la jueza estaba de su parte. Por lo visto son más condescendientes si no llevas abogado. Pero, aun así, insistió. Manuela, aparentemente afligida, le dijo que la única vez que fue a mi casa, no me amenazo, y comenzó a hablar del dichoso aire acondicionado.

La jueza que no entendía nada, la cortó y le enseñó la carta que me había mandado para ver si la reconocía. Ella afirmó con la cabeza, apenas vio el papel, declarando que también le había mandado otra a mi vecina por meterse con ella e insultarla. Y apuntó: —Le digo que sea feliz.

—También la llama ejemplar y le dice que no va a parar. —Le recordó la jueza.

Que yo pensé. «No la provoque, que ejemplar es lo más bonito que me ha llamado».

Entonces Manuela le volvió a explicar que todo venía por el aire acondicionado. La jueza que se mosquea y le dice que no la entiende y ella que le responde; que las amenazas tienen un por qué. La jueza le pregunta que si me ha amenazado y ella le dice: —Solo le dije, que tuviera cuidado por la calle, porque le iba a tirar una piedra en la cabeza que se la iba a reventar.

A la jueza se le abren los ojos como platos y le advierte de la gravedad de sus palabras. Manuela le responde con todo su papo: —Sí, la amenace de muerte, pero no lo he hecho.

«No, si todavía le voy a tener que darle las gracias». Pensaba yo que no salía de mi asombro.

La jueza que se pone seria y le recuerda que, si me hiciera daño, terminaría con sus huesos entre rejas. Pero Manuel iba a lo suyo y lo justificaba todo, diciendo que estaba harta de recibir cartas del ayuntamiento multándola por haber puesto mal el aire acondicionado.

—¿De qué me está usted hablando? —Le pregunta la Jueza a punto de declarar el desacato. Y yo me muevo en el asiento pensando; «Ahora, es cuando la liamos».

Manuela que se empeña en contarle su historia, la jueza que lo finiquita diciendo que le dará la última palabra y hace pasar a mi testigo, que esperaba fuera y no tenía ni idea de lo que había pasado.

Entra la presidenta y le pregunta si tiene animadversión por Manuela. La presi se queda a cuadros y dice que no. La jueza le vuelve a preguntar, cual es el trato que tiene con Manuela.

—Hola y adiós. —Contesta la presi.

—Entonces, ¿usted na la ha insultado? —La presi que niega con la cabeza y Manuela que se levanta como un resorte diciendo que no ha sido ella, sino mi vecina (una mujer de ochenta años que está enferma y no sale de casa).

—¿Pero cuantas vecinas son?

—Veintiocho. —Contesta la presidenta y yo pienso para mis adentros; «Te faltan dos».

—¡Válgame! Pues le pido disculpas. ¡Cuénteme! ¿Qué es lo que pasó?

La presidenta que le cuenta lo ocurrido y la jueza que le pregunta, si conoce el tema del aire que tanto le preocupa a la denunciada. Ella le dice que sí y le explica brevemente que la denuncia parte de la comunidad, que yo no tengo nada que ver y que nadie entiende porque le ha dado conmigo.

La jueza toma nota y le dice que se siente, dándole la palabra de nuevo a Manuela. Manuela que se enroca con el aire. La jueza que le dice que eso no le compete a ella y que le diga cuánto cobra porque la pena va de acuerdo con lo que se gana. Manuela que le dice dos mil cien y la jueza que le pone una pena de dos meses de multa a seis euros diarios, total tres cientos sesenta euros.

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Manuela que se cabrea y le dice que no está de acuerdo. La jueza que le invita a recurrir y ella que quiere recurrir allí mismo. La jueza que se niega, Manuela que se enfada y pide que se me juzgue, porque me denunció por acoso. La jueza que le dice que no le compete y levanta la sesión.

ºManuela que se encara con la jueza y empieza a desvariar, diciendo que la han pegado toda mi familia, sólo le faltó mi mencionar a mi nieto. La jueza que la ignora y nosotras que vamos saliendo de puntillas por detrás, no vaya a ser que nos toque algo.

Llegamos a la puerta y escuchando a Manuela despotricar. Nos despedimos de la abogada y nos largamos antes de que saliera, no nos la fuera a liar.

Y así pasan mis días, entre desventuras y desatinos varios que no me dejan parar.

4 comentarios:

  1. En la caravana no tenias vecinos, jajaja, Vivir en comunidad tiene sus inconvenientes... y su gracia se pueden escribir novelas. Un abrazo

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  2. Respuestas
    1. La verdad es que sí y lo triste es que hay gente que lo pasa peor y sufre más. Manuela al fin y al cabo, esta mejor que hace diez años, cuando aquí no había quien viviera.
      Un besote.

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