Autor, Diego Delso |
Lunes, seis y media de la
mañana y mi Lucero que se pone en marcha.
—¡Nena voy a organizar la auto
para el viaje! Tú sigue durmiendo.
«¿Dónde irá a estas horas? Sí Toulouse
no se va a mover del mapa». Pienso con resignación y me doy la vuelta en la
cama haciendo mentalmente una cuenta atrás.«Tres, dos...»
—¡Nena! ¿Dónde has puesto el
cepillo?
—¿Cómo se nota que no barres?
—Le digo medio mosqueada y me levantó con resignación.
—¡Tampoco tú cambias el baño y
yo no protesto!
Hay lleva razón y me bato en retirada.
Cada uno tiene sus funciones en la autocaravana.
Cojo mi yogurt de chocolate y
le veo que colapsa. La cafetera de Jors Clunie se ha vuelto loca y tira agua por
todas partes, menos por donde tiene que salir el café.
—¿Qué le pasa? —Me pregunta
como si no lo entendiera.
—Que esa antigualla a pasado a mejor vida.
—Voy a desmontarla por si
tiene arreglo.
—¿En serio? Le contesto alucinada.
—¡Qué poca fe me tienes! Me rechista con rabia.
—Fe, te tengo mucha, pero como técnico... —Lo dejo en el aire, no se me vaya a ofender que nos quedan todas las vacaciones por delante. —Podemos comprar otra cuando bajemos por Andorra.. —Le digo para consolarlo y me quedo tan ancha.
—¡Eso es dentro de quince
días! —Me contesta muy airado.
—Puedes usar la
cafetera italiana. —Para que luego diga que no tengo soluciones para todo.
—¡Vale! —Me dice con cara de
mustio que el tío borda el drama. Yo caigo y le pregunto:
—¿A cuánto está Andorra?
—No mucho. ¿Podemos pasar
antes de llegar a Toulouse? —Me dice y se le ilumina la cara, Como si recorrer cuatrocientos kilómetros, fuera lo mejor que le podía pasar en la
vida al muy inconsciente.
Sabía que mi Lucero era adicto, pero no imaginaba hasta donde podía llegar por una cafetera. Cambiamos de planes como tres veces y al final nos ponemos en marcha rumbo a Toulouse que pasar por Andorra nos saca hasta del mapa.
Llegamos a las cuatro de la tarde y los
termómetros del Parking Cité de l'espace marcaban treinta y ocho grados a la
sombra. Y, son precisamente las sombras las más solicitadas. Encontramos un buen sitio y bajamos la moto para ir al centro de la ciudad.
Sudamos como pollos y nos tenemos que dar un agua antes de salir. Es esos momentos, cuando una
piensa: «¿Dónde están el fresquito del sur de Francia? Antes pasabas los pirineos
y una se colocaba la rebequita al atardecer. Ahora cruzas los pirineos y te
fundes como si estuvieras en el desierto del Sahara.
Nos recorrimos la ciudad durante horas, disfrutando de sus calles y plazas, pero como la
orientación no es lo nuestro, nos perdimos a la vuelta y eso que llevábamos mapa. Estuvimos
dando vueltas por la ciudad cerca de una hora y lo peor es que todo nos sonaba. Al final, encontramos la moto y
conseguimos volver al área. Allí, pasamos una de las noches más calurosas de
todo nuestro verano, para que luego digan de España.
A pesar del calor y de
perdernos(Tres veces pasamos por debajo del dichoso mapa), la ciudad es preciosa y merece la pena visitarla. Os describiría sus
grandes avenidas, sus maravillosos monumentos y hasta el diablo que hay sentado
sobre uno de los pilares del puente, pero como una imagen vale más que mil
palabras, os dejo algunas fotos, tanto nuestras como de otros para que disfrutéis tanto como nosotros al recordarla.