Con una salida de vacaciones tan atropellada, Conseguimos
llegar a la hora de la cena. Que dada la velocidad crucero que le pone mi
Lucero a nuestra casita móvil, es todo un milagro.
Sobre las siete de la tarde, estábamos dando vueltas como una
peonza en torno a la universidad de San Sebastián, buscando algún sitio donde
pernoctar. No íbamos solos, otras seis o siete autocaravanas tenían el mismo
plan y había que estar ojo avizor para que no nos levantaran el sitio.
Como suele ocurrir en verano y más, si es fin de semana, el área de Donostia estaba desbordada y no había forma de encontrar un hueco donde dejar nuestra casita móvil. Tres vueltas más tarde a la universidad (yo apuntito estuve de matricularme). Encontramos un hueco bajo unos árboles. Aunque la noche era fresca, viendo el cambio climático, no está demás buscar una sombra para el día siguiente.
Nos duchamos y pusimos de tiros largos que los de San
Sebastián, siempre van muy guapos y bajamos la moto de la autocaravana para ir
al centro de la ciudad.
Antes íbamos en bici. Había que ver como corríamos en las
bajadas, ni Induráin en sus mejores tiempos. Ahora las subidas, las subidas eran otra cosa. He visto abuelitos con andador en mejor forma que nosotros.
La de veces que he subido yo la bici, en vez de subirme la bici a mí.
La culpa no es mía, por no practicar ningún deporte. La culpa
es de la gastronomía vasca que va a hacer daño. A ver quién se resiste a una
barra llena de colores, olores y sabores actos para todos los públicos. No os
lo recomiendo si estáis a dieta, porque allí, el que no peca, es que no está en
plenitud de sus facultades.
Todos los años me digo lo mismo: —Odry, con moderación que
tienes todo el fin de semana. —Pero no hay manera. Sé que me estoy poniendo
gocha, pero sigo probando, hasta que el botón de los pantalones, se dispone a
salir disparado. Por si comer no fuera suficiente, una tiene que beber algo
para limpiar el paladar y no mezclar sabores y se toma unos, dos o tres txakolis
que entran como agua, pero suben como vino.
Al final de la noche, no eres capaz ni de subirte a la cama.
Que, en el caso, está muy bien traído porque duermo en las alturas, encima de
la zona del conductor. Para llegar, he tenido que practicar la escalada, no os
digo más. Lo malo es que cuando bebes demás, te olvidas de la técnica. En más de
una ocasión, mi lucero ha estado a puntito de ponerme un arnés de seguridad. Una ya no está para literas, aunque con el precio que tienen las
autocaravanas, no me va a quedar otra, que no llega el presupuesto para una
integral.
En fin, que me disperso. La ciudad estaba rebosante,
literalmente hablando. Entrar en cualquier bar, restaurante o taberna, era una
misión imposible, solo acta para los más osados. Y, hay estaba yo, abriendo
codos y saludando como si fuera de la casa, para que me fueron dejando hueco,
que una está curtida en bares y hay que echarle mucha cara.
Aunque de pie, los pinchos nos supieron a gloria. No sé, la de
veces que brinde con mi Lucero. Hasta que el pobre me aclaró que no quería
brindar más, que lo único que él necesitaba, era que le sujetara la copa para
poder pinchar en el plato. A lo que yo le dije algo decepcionada:
—Ya decía yo, que estamos muy romántico.
—¿Romántico? Más de cien personas en diez metros cuadrados
gritando, no dan para tanto, reina.
—Eso es porque no le echas imaginación…
Nos recorrimos todo el paseo marítimo y el puerto, en pos de
bajar un poco la cena, Después volvimos a nuestra moto y dimos tres o cuatro
vueltas a la ciudad. No por admirar Donostia de noche, que debo reconocer,
estaba preciosa, sino porque han cambiado de sentido la mitad de las calles y
no hay manera de llegar a la universidad.
Que sería de un viaje sin contratiempos, que no sería Odry,
desastrosa y sin remedio.
Un gusto leerte, ODRY. Gratamente desastrosa y sin remedio : )
ResponderEliminarMil gracias.
EliminarQue contratiempos más bien contados y envida de pisar la mejor ciudad del mundo. Un abrazuco
ResponderEliminarGracias preciosa, la verdad es que es una pasada de ciudad y siempre que puedo me escapo.
ResponderEliminarUn besote enorme