26 mar 2023

DÍA MUNDIAL DEL TEATRO (27 de marzo)


Mañana es el día mundial del teatro y no podía dejar pasar esta oportunidad sin dedicarle un post.


Tenía ocho años, la primera vez que mis padres me llevaron. Era uno de esos teatros de alfombra roja y palcos de madera muy bien decorados. Recuerdo sentarme en las butacas aterciopeladas de color rojo y ver como la luz desaparecía y en el escenario se recogía el telón que daría paso a la magia.


 Desde ese día, mi amor por el teatro ha sido incondicional. No voy tanto como me gustaría, pero aprovecho cuando puedo, aunque siempre quiera más.


La última obra que vi hace dos semanas, fue La discreta enamora, de Lope de Vega, en el teatro Karpas. Es uno de mis teatros favoritos, aunque en él, no encontrareis alfombra roja, ni palcos decorados. Aquí, se respira una atmosfera que te lleva a vivir un maravilloso sueño. Uno se acomoda como si estuviera en el salón de su casa y espera que los actores obren su magia.


Si no consiguierais entradas para esta obra, hay otra en cartelera que también merece la pena, Melocotón en almíbar, de Miguel Mihura, si pasáis o vivís en Madrid, no podéis perder esta oportunidad. Os aseguro que no os dejará indiferentes.


Por supuesto, hay teatros más grandes y obras igual o quizás, más divertidas como La cena de los idiotas o Toc toc, que van a reponer próximamente. También están los musicales, el último que vi, fue el de Queen, We will rock you. Si eres amante de su música no te lo puedes perder.


Me dicen que hago post demasiado largos, cuando leen mi novela. Creo que todavía no se han dado cuenta de que la estoy publicando, así que, no me quiero exceder demasiado, con lo cual, tendréis que descubrir el resto de cartelera, que es casi infinita por vosotros mismos.



Feliz día mundial del teatro.

25 mar 2023

AOJAR (CUANDO EL ODIO TRASPASA LA MIRADA) CAPÍTULO 7

 


7. CAPÍTULO

E

staba recogiendo sus cosas del escritorio, le faltaban diez minutos para salir. Era viernes y la semana había sido algo intensa en la oficina. El ambiente era cada vez más desagradable y Lys tan solo quería olvidarse de todo aquel fin de semana.

Tenía planes para arreglar las cosas con Mario. La situación había mejorado algo, pero seguía existiendo una calma tensa entre ellos. Por esa razón, Lys había planificado una velada romántica. Prepararle su cena favorita y sentarse tranquilamente con una copa de vino a resolver sus diferencias.

No tenía ningún sentido enzarzarse en una lucha de egos. Se querían y estaban perdiendo un tiempo precioso que jamás volvería.

Sin embargo, no resultó como lo había previsto. Lejos de aunar posturas, terminaron discutiendo. Mario no la entendía o no la quería entender.  Seguía insistiendo en que era culpa suya.

«¿Por qué demonios era tan importante adjudicar la culpa a uno u otro? ¿Qué ganaba el vencedor? Al fin y al cabo, el daño ya estaba hecho». Pensaba Lys, completamente defraudada por aquella actitud.

No conseguía entender lo que ella sentía. Daba igual que le hablara de amor, convivencia o comprensión. Mario sacaba de contesto cada una de sus palabras para retorcerlas y tergiversarlas.

—¡No te das cuenta! Me paso la vida viajando de un lado para otro. Comiendo en restaurantes del tres al cuarto y cuando llego a mi casa, quiero descansar. Si me pasara todo el día sentado en una silla como tú, quizás tuviera las mismas ganas de estar de fiesta todo el día. ¡No puedo seguir así, no soy feliz!

Lys no sabía qué responder. Ella trabajaba más y nunca se había quejado. Lamentó haber mencionado, lo frustrante que era para ella, ver como siempre estaba disponible para sus amigos y compañeros. Nunca le había oído quejarse de ir al fútbol todas las semanas, liga, champions, selección… Todo le resultaba de lo más apetecible y no se saltaba ni una fiesta. Si ganaban, lo tenían que celebrar, si perdía, tenían que olvidarse bebiendo y lamentando el arbitraje.

Él perdió los nervios y comenzó a decirle cosas tremendamente hirientes. Sabía cómo hacerla daño.

Al final se hizo el silencio. Lejos de arreglarlo, lo habían empeorado.

Lys se fue a la habitación. Tenía que salir a dar un paseo. Necesitaba tomar el aire o terminaría explotando. Se pondría a gritarle todo lo que llevaba acumulado en los dos últimos años y él la trataría como si fuera una loca.

Si él quería quedarse en casa, estaba en su derecho, pero ella no tenía por qué enterrarse en vida.

Al verla vestirse, Mario decidió acompañarla. Los celos eran más fuertes que su orgullo. Lys a punto estuvo de pedirle que la dejara en paz. Pero no dijo nada. Quizás, fuera de esa maldita casa, consiguieran olvidarse de aquella tensa discusión.

La cena fue un auténtico fracaso. Los restaurantes estaban llenos y terminaron tapeando en la barra del primer bar donde encontraron sitio.

Lys intentaba mostrarse amable y divertida, pero Mario no se lo puso nada fácil. Seguía mohíno y no dejaba de quejarse por todo: las croquetas de jamón, sosas; la tortilla de patata, salada; los calamares, duros y el vino, el vino tan peleón como él.

Lys pidió su segunda copa. Prefería emborracharse a escucharlo. Había salido a pasárselo bien y pensaba hacerlo de una u otra forma.

—¡Hay que ver lo que tarda el camarero! ¡Esto es una mierda! Así no se organizan las …

Lys no le dejó terminar la frase. Lo había intentado todo: charlar, recordar anécdotas divertidas, hacer algún plan para el verano; incluso, había llegado a preguntarle por cómo iba su equipo de fútbol en la liga. Pero ni eso, había conseguido que se relajara.

Intentó respirar hondo y no pensar en nada. Necesitaba evadirse de aquel momento tan frustrante. Lejos de parar ante su silencio, volvió a la carga. Comentó, que, si tuviera las mismas ganas de sexo que de salir, su relación sería otra.

Lys reventó.

—¡Vete! —Le dijo, señalando la puerta. —Tan solo quería estar un rato contigo. Si tanto te disgusta, no haber venido. Si no lo hacemos, es porque nunca estas en casa y cuando estás, has bebido tanto que no te tienes en pie. Pienso disfrutar por mucho que te empeñes en fastidiarme. Eres un egoísta y, conociéndote, vas a seguir incordiándome hasta que me rinda. ¿Verdad? Pues no lo voy a hacer. Me voy a quedar y después me voy a ir a tomar una copa contigo o sin ti.

Se giró hacía la barra y llamó al camarero para pedirle la otra copa de vino. Estaba dispuesta a cumplir su palabra, aunque se pasara toda la noche sentada en un banco frente a su casa.

Mario no se fue, pero se mostró serio durante toda la noche. Quería que Lys se sintiera mal y lo consiguió. Se pasaron todo el camino de vuelta sin dirigirse la palabra. Al llegar, se acostaron dándose la espalda el uno al otro.

Lys se sintió terriblemente defraudada. Se había portado de forma despreciable y comenzaba a estar cansada de intentarlo.

No durmió mucho aquella noche. Tuvo varias pesadillas y a las ocho de la mañana se levantó.

Desayunó en la barra de la cocina y reflexionó sobre lo ocurrido la noche anterior. Cogió su taza de té caliente y miró por la ventana. A pesar de ser una mañana bastante fría, el sol lucía e invitaba a salir a la calle. Decidió arreglarse e irse de compras. Hacía mucho tiempo que no se compraba nada. El teletrabajo, había cambiado sus trajes por el chándal o el pijama.

Planeó todo el fin de semana. Cogió el móvil y mandó unos mensajes a sus amigas por si se animaba. Podrían tomar el vermut y comer de tapas.

Sabía que Mario tenía entradas para el fútbol. El Madrid jugaba a las siete de la tarde y llegaría a las tantas. Eso, si llegaba.

 

Pasaban las nueve de la noche cuando llegó a casa. Llevaba un par de bolsas con ropa. Había sido un día agotador, pero había merecido la pena. No había pensado en nada y se había reído muchísimo con su amiga de la facultad.

Al día siguiente, quedó con Carmen. Esa mujer tenía toda la vida social que a ella le faltaba. Los domingos solía quedar para tomar el vermut. La cosa se fue alargando y terminaron en casa de Ángela cenando.

Fue el mejor fin de semana de los dos últimos años. Se sintió tan bien, que se propuso hacerlo más a menudo. Siempre estaba pendiente de los planes de Mario, como si ella no tuviera derecho a tener los suyos propios. Lo que más la molestaba, es que había tenido que ser precisamente él, quien la abriera los ojos sobre su dependencia.

Llegó a casa y se preparó el pijama para darse una ducha. Dejó toda la ropa en el cesto de la colada. La bombilla fluctuó ligeramente y Lys fue en busca de su móvil por si se apagaba. Ya había tenido algún susto y no quería repetir la última experiencia. Se puso música en el móvil y se metió en la ducha.

Estaba enjabonándose el cabello, cuando la bombilla volvió a fluctuar y Lys sintió un escalofrió que la hizo estremecerse. Tuvo la sensación de que algo helado había tocado su piel. Abrió el grifo de agua caliente y dejó que el agua corriera sobre su cuerpo un buen rato. En la calle estaban a menos dos grados. Era normal que se quedara helada mientras se jabonaba.

Estaba concienciada con el medio ambiente, pero tampoco era necesario coger una pulmonía.

Cogió la crema suavizante. No quería parecer una leona al día siguiente. Tuvo que emplearse a conciencia para desenredar un mechón de su cabello. Algo muy frio volvió a rozar su hombro izquierdo. Lys levantó la cabeza y se recogió el pelo en una especie de coleta.

La canción terminó y comenzó a sonar un adagio terriblemente triste. No le gustó, pero no era plan de salir llena de jabón a cambiarlo.

 La cortina se movió y Lys se puso en alerta. Pensó que podía haber entrado Mario en el baño. Por un momento, le vino a la mente la imagen de psicosis.

Retiró la cortina de la ducha de un tirón. La puerta estaba cerrada. Comprobó que todo estaba tal y como ella lo había dejado. Respiró hondo y siguió cepillándose el cabello. Se estaba sugestionando de nuevo. Allí no había nadie.

Volvió a bajar la cabeza, para seguir desenredando el pelo. Apenas había comenzado, cuando sintió como una mano recorría su espalda de abajo arriba por el medio de su columna vertebral.

La impresión, le hizo gritar despavorida y pegarse a la pared de la ducha. Miró aterrada a su alrededor, respirando entrecortadamente. No iba a ser capaz de soportar aquello ni un minuto más.

¿Qué estaba pasando? ¿Quién intentaba atormentarla de aquella manera? Tenía las preguntas, pero le aterraba hacer frente a las respuestas.

Se quedó quieta, esperando que ocurriera algo más. No sabía qué hacer. Estaba llena de jabón y con el pelo chorreando suavizante. Intentó tranquilizarse un poco, cuanto antes terminara de ducharse, antes podría salir de allí. Abrió de nuevo el grifo de agua caliente, se estaba quedando helada de frío y no paraba de tiritar.

A pesar del agua caliente, su cuerpo no reaccionaba. Se apartó un mechón de pelo de la cara y el suavizante entró en sus ojos. Levantó la cara en dirección a la alcachofa de la ducha, para que el agua pudiera limpiarlo. Le escocía mucho y apenas podía abrirlos.

Desesperada por no poder ver lo que sucedía a su alrededor, notó como algo rozaba su cuello. Retiro su melena y la sujeto intentando hacer un moño. Con la otra mano, tocó la parte del cuello donde había tenido la desagradable sensación, no fuera a ser que la quedara algún pelillo suelto.

El frio le llegó por su lado derecho. Noto un cosquilleo en su abdomen que fue subiendo hacia a su cuello rápidamente. Algo que no podía ver, se enroscaba en él y comenzó a sentir la presión. Lys se quedó petrificada. Tenía todo su pelo paralizado y, aun así, podía sentir como la presión iba aumentando por momentos. Se echó mano al cuello, en un desesperado intento de quitarse de encima aquella presión que la ahogaba.

No encontró nada, pero aquella presión se fue intensificando hasta el punto de no dejarla respirar. Quería huir, pero la fuerza que la sujetaba era más fuerte y la arrinconó contra la pared de la ducha.

El pelo le cubrió la cara, mientras el agua caía sobre ella. La presión en su garganta resultaba insoportable y notaba como la asfixia iba mermando sus fuerzas. Inútilmente, se golpeó con fuerza, en un desesperado intento de liberarse de aquello que la estaba estrangulando. No consiguió nada y se preparó para el final.

Su cuerpo se contraía una y otra vez, ante la falta de aire. Absurdamente intentó escapar hacía un lado, lejos de conseguirlo, termino bajo el chorro de agua que penetró a través de sus fosas nasales. Con cada bocanada, notaba como sus pulmones se encharcaban de agua. Aterrada intentaba buscar algo a lo que aferrarse para escapar.

Su cuerpo comenzó a convulsionar. Por un instante, sintió que la fuerza aflojaba y comenzó a toser atropelladamente al intentar respirar. Las piernas le temblaban y su cuerpo se agitaba incontroladamente bajo aquellos espasmos.

El final se acercaba para ella, si no le asfixiaba la fuerza, se ahogaría bajo el agua de la ducha. Sintió como el suelo desaparecía bajo sus pies. En un estado de semi-inconsciencia, quedó sujeta en el aire por el cuello. No pudo luchar, no la quedaban fuerzas.

Pensó en aquella extraña sensación de vacío que tuviera días atrás. Cuando su estómago le avisó de que algo terrible estaba por suceder. Nunca imaginó, que fuera a morir de aquella manera…

En un último intento de supervivencia, hizo un movimiento brusco. Arremetiendo con su cabeza hacia delante, cómo si intentara partirle la crisma al maldito “ente” que la estaba estrangulando. Su cabeza no encontró nada en su camino, pero sintió que la fuerza aflojaba y aprovechó el momento para liberarse.

Sintió como sus pulmones volvían a llenarse de aire. Tosió fuertemente, mientras se tocaba la garganta. Estaba asustada y miró a su alrededor, en busca del causante de su asfixia. No podía creer lo que la estaba pasando.

No encontró nada y derrotada por la situación, se dejó caer hasta el interior de la bañera. Hubiera salido corriendo, pero sus piernas a penas la mantenían en pie y tuvo miedo de resbalar. Hundida en el fondo de la bañera, se abrazó a sí misma y se quedó en silencio, mientras el agua corría sobre su cuerpo.

Seguía sintiendo la sensación de aquellos dedos apretando con fuerza su cuello e intentó masajearlo, como si con ello pudiera borrar lo sucedido.

Poco a poco se fue recomponiendo. Cerró el grifo e intentó ponerse en pie. Salió despacio de la bañera, su cuerpo seguía sufriendo convulsiones repentinas y tenía miedo de caer. Nunca podría olvidar lo que acababa de suceder. Aquella casa estaba maldita o quizás, la maldita era ella. Todo resultaba tan espeluznante, que Lys tan solo quería gritar y gritar para que alguien la salvara de las garras de su destino.

Se colocó el batín y limpió el espejo. La volvió a ver junto a la bañera. La miraba curiosa, con aquellos grandes ojos y una especie de sonrisa que no terminaba de definir. No hizo nada, pero Lys se asustó. Salió del baño como alma perseguida por el diablo y se chocó con Mario que acababa de llegar.

Ante el inesperado encuentro, Lys comenzó a gritar desesperadamente. Tardó unos segundos en darse cuenta de quién era.

Mario se quedó pálido. No es que las cosas estuvieran muy bien, pero tampoco era como para ponerse a gritar.

Cuando ambos consiguieron calmarse. Lys le explicó que no lo esperaban que se había llevado un susto de muerte.

Avergonzada por lo que acababa de suceder, se dirigió a su dormitorio. Allí pudo comprobar frente al espejo las marcas de su cuello. Todo lo que había ocurrido, por mucho que le costara creerlo, había sido real. Tan real como los surcos enrojecidos de su piel.

 

Cuando el despertador comenzó a sonar, a Lys la dieron ganas de lanzarlo contra Mario. Entre el susto del baño y sus ronquidos, apenas había podido dormir unas horas. Al darse la vuelta en la cama, se dio cuenta de que ya se había ido.

De pronto, recordó que había salido de viaje y quiso morirse. Tendría que pasar tres o cuatro noches sola en aquella casa.

Llegó quince minutos antes a la oficina. Se fue al baño a lavarse la cara y maquillarse un poco. Su baño se había convertido en el pasaje del terror e intentaba entrar lo menos posible. Pasó por la salita a tomarse un té y buscó en los armarios algún bollo o galleta para acompañar. Apenas había podido desayunar.  

La oficina estaba desierta y Lys lo agradecía.

«Un poco de paz para variar». Pensó, mientras le daba un buen sorbo a su bebida.

Había preparado unos curriculums para mandar y aprovechó que no había nadie para hacerlo. No le apetecía dar explicaciones.

Según se acercaban las ocho, comenzaron a llegar sus compañeros. Lys se apresuró a guardar su pendrive. Cogió el montón de papeles que tenía sobre su escritorio y comenzó a trabajar sobre ellos.

Serían las diez, cuando Laura hizo su entrada estelar en la oficina. Entrando a semejantes horas, no le extrañaba a Lys que su departamento estuviera en boca de toda la empresa.

Lys escuchó pacientemente la misma retahíla de la semana anterior. A ese paso, se lo terminaría memorizando.

¿Cómo alguien que no daba un palo al agua? Se veía capacitada para darle clases sobre cómo organizar el tiempo. Aquella mujer, tenía la cara más dura que el hormigón. Podría sacar de sus casillas al mismísimo buda, pero Lys no estaba allí. Había desconectado nada más verla entrar por la puerta. La veía gesticular y hacer ademanes en dirección a las carpetas, pero no le prestaba atención. Estaba concentrada en respirar para mantener el control.

Salió del despacho y Lys volvió a conectar con la realidad, al ver entrar a Carmen en su despacho. Era lunes y por lo visto tocaba chino.

Carmen la preguntó si se encontraba bien. Lys le comentó que estaba un poco cansada.

—¡Eso es la falta de costumbre! Necesitas entrenamiento. ¿Te apetece salir hoy?

—¿En lunes?

—Es el mejor día de la semana. —Y la guiñó un ojo.

A Lys le pareció buena idea. Cualquier cosa, era mejor que volver sola a “la casa de los espíritus”.  

Carmen sospechó que los problemas con Mario iban más allá de unos simples desacuerdos. A pesar de llevar cuello alto, pudo observar bajo las orejas, unas marcas a ambos lados del cuello de su amiga. Ella lo tenía claro, pero no sabía cómo enfocarlo para que Lys no se sintiera incomoda.

—¡Tienes que dejar a Mario!

—¿Por qué iba a dejarlo?

—Porque es un sieso al que solo le importa el fútbol y sus amigos. No iba a decirte nada, pero creo que se está pasando y tú deberías hacer algo, antes de que sea demasiado tarde.

—¿De qué hablas?

—Puedes negarlo, pero deberías maquillar mejor esos moratones. El jersey no llega tan arriba.

—¿Piensas que me maltrata?

Carmen guardó silencio, no quería herirla, pero tampoco estaba dispuesta a mentir.

—Me resbalé en la ducha y me agarré a la cortina, esta se rompió y soy tan pato que termine enrollada en ella. ¡Casi me ahogo! Lo pasé fatal.

—¡Vaya! La típica caída en la ducha.  ¡Qué original!


23 mar 2023

¡DICHOSO TELÉFONO!



Teléfono fijo que suena en el salón y corro por las escaleras para cogerlo. Cualquier día llego, pero sin dientes. Puede que mi Lucero arrancara el cable de teléfono de la habitación, pero yo lo rematé quitando la barandilla de la escalera. Como si a esta casa de locos le faltaran emociones fuertes.

Consigo llegar antes de que cuelguen y al otro lado de la línea, mi santa madre dispuesta a ponerme fina por algo que ni siquiera he hecho.

—¿Se puede saber qué demonios estás haciendo que no me coges el teléfono?

—¡Mama! Que estaba arriba y casi me mato por las escaleras para llegar a tiempo.

—¡No me refiero a este, sino al móvil!

Que pienso yo, lo de matarme por las escaleras… ¿Lo habrá escuchado y me ignora o está tan metida en su papel de madre ofendida que lo ha pasado por alto? Me quedaré con la segunda, aunque estoy segura que es la primera opción.

—Mama, el móvil no ha sonado.

—¡¡Que sí ha sonado!! Si hasta oía el puuuu, puuu, puuu.

Yo miro a las alturas, en busca de paciencia y de alguna idea que calme a mi santa madre que está que fuma en pipa.

—¡Mamá, que no! Que no ha sonado. Que lo acabo de mirar y no tengo ninguna llamada perdida.

—¡Pues cámbialo! Que ese móvil es una birria.

—¡¡Mamá que lo he cambiado!! ¿No será qué has llamado a otro?

Para que te quiero contar, madre que se cabrea y me pega un bocinazo.

—¡¡Me estás llamando tonta??

—¡No, mama! Si lo mismo es la cobertura. —Digo para apaciguarla, que casi es peor el remedio que la enfermedad, porque ella sigue a lo suyo.

—¡Pues estate quieta! Porque yo habló con todo el mundo y no tengo problemas.

Que pienso yo para mis adentros. Eso sí que es verdad. Yo la he dejado en la puerta de correos y cuando he vuelto, me ha presentado a una desconocida, como si fuera amiga suya de toda la vida.

—¡Mamá! Que ahora estamos hablado por el fijo. Me refería a la llamada de móvil.

—¡Espera que me llaman al móvil!

Es en esos momentos, cuando me quiero morir. Mi madre es capaz de tenerme media hora esperando, para no perder baza. Acto seguido la escucho.

—¡No! Yo no te he llamado... ¡Uff! Pues habrá sido sin querer… Espera que cuelgo a tu hermana y me cuentas eso de tu suegra.


—Te vas a reír —Me dice descojonada de la risa. — Que no te he llamado a ti, que he llamado a tu hermana. —Y la muy puñetera, antes de que le pueda decir un par de cositas, remata diciendo. —Te dejó que tendrás cosas que hacer.

Sí que tengo que hacer. Quitar el teléfono fijo, para no matarme…

20 mar 2023

AOJAR (CUANDO EL ODIO TRASPASA LA MIRADA) CAPÍTULO 6


6. CAPÍTULO

C

ada lunes ocurría lo mismo. Pareciera que no descansaran, ni en fin de semana.

Nada más llegar, le comentaron que alguien había tenido acceso a la lista negra de los despidos. Por supuesto, nadie podía afirmar quien había sido el iluminado. Tan solo, juraban y perjuraban que la fuente era de lo más fiable, ya que lo había filtrado alguien de arriba.

Lys no estaba muy segura de sí se referían al jefe o al santísimo. En realidad, le importaba un bledo de donde procediera, porque estaba segura de que sería una burda mentira.

Eso sí, en los corrillos ya se hacían apuestas. Los más osados, daban por hecho “quién o quiénes” terminarían siendo los elegidos para abandonar la empresa. Abriendo una guerra sin cuartel entre los departamentos que estaban dispuestos a demostrar su valor dentro de la empresa.

La reestructuración, estaba en marcha y los despidos serían inminentes. Anunciaban como si estuviera llegando el apocalipsis.

Carmen no era ajena a tanto trajín. Iba y venía con noticias de un lado para otro. Si la noticia se había filtrado para hacerlos trabajar, habían pinchado en hueso. El cotilleo era más fuerte que el miedo a perder el puesto de trabajo.

Lys, en cambio, lo tenía claro. Llegado el momento, daba igual lo que pudieran hacer o decir. Una vez tomada la decisión, todos estarían igual de fastidiados: los que se iban, porque se quedaban sin trabajo; los que se quedaban, porque trabajarían el doble por el mismo sueldo. Lo mejor que podía hacer, era ir buscando otro trabajo, resultaría más fácil estando en activo.

—¿No estás preocupada? —Le dijo Carmen a Lys, al escuchar a Silvia que su nombre estaba en la lista.

—Si te soy sincera, no. Algo me dice que esa lista es pura ficción y estoy un poco harta de ese tipo de tejemanejes. Si me despiden, buscaré otro trabajo y listo. Me niego a seguir viviendo con miedo. Tengo problemas más importantes en los que pensar. ¡Créeme!

—¿Sigues con insomnio?

—No soy un lirón, pero algo duermo.

—¿Entonces?

Lys tuvo dudas, sobre si contarlo o no. No la gustaba hablar de su vida personal.

—Últimamente, noto a Mario muy distante.  Sé que he estado muy agobiada con el trabajo y, creo que le he descuidado tanto que… —Lys, no pudo terminar la frase.

—¿Te ha puesto los cuernos?

—¡No seas bruta! ¡Claro que no! Que yo sepa, pero no pasamos mucho tiempo juntos. Cada vez que hago planes, a él le surge algo, cuando no es el fútbol, es el trabajo o los amigos.

—¡Te ha puesto los cuernos! —Dijo afirmando con la cabeza

—¡Qué no!

—¿Has hablado con él?

—¿Cuándo? Si nunca está en casa. Ya ni siquiera practicamos sexo. ¿Qué será cuando llevemos diez años?

—¿Que te habrás echado un amante? Porque digo yo, que algún día abrirás los ojos y te darás cuenta de que te ha puesto los cuernos. —Lys se echó a reír ante la ocurrencia.

—¡Que no me ha puesto los cuernos, cansina!

—Soy práctica. Cuando un tío no te busca en la cama, es que las cosas están peor de lo que una se imagina.

 

Lys no iba a ceder. Mario se había pasado y no pensaba dejarle que siguiera jugando con ella y con sus sentimientos. Hizo planes con Carmen y una amiga de facultad, con la que mantenía contacto. No iba a quedarse en casa esperando a que él se diera cuenta de lo mal que lo estaba haciendo. Le daría dosis extra de su propia medicina.

 

El intrépido ritmo de trabajo, hacía que el tiempo volara. Estaba organizando su agenda, cuando se dio cuenta de que aquel miércoles tenía sesión con Ángel. Miró la hora en el móvil y soltó un exabrupto. Cogió el abrigo y salió pitando. Tan solo tenía quince minutos para llegar.

Llegó corriendo a la consulta y según entraba por la puerta, el anterior paciente salía.

«¡Por los pelos! Pensó, mientras se quitaba el abrigo y se disponía a entrar.

Ángel solía comenzar con las típicas preguntas de cortesía. Ayudaba a romper el hierro y Lys se lo agradecía. Ella nunca sabía por dónde empezar, era como ir al ginecólogo, no sabía si primero tenía que contarle los síntomas o directamente quitarse las bragas para la exploración.

Hablaron de trabajo y Lys le puso al día sobre los problemas de la empresa. Algo poco novedoso, si se tenía en cuenta la situación del mundo en aquellos momentos. La nueva ola de Covid, estaba dando al traste con la expectativa de volver a la normalidad y muchos empresarios comenzaban a rendirse.

—¿Te angustia la situación? Hay gente a la que la incertidumbre, le puede causar cuadros severos de estrés.

—Me importa, pero no me preocupa.

—Es una respuesta un poco ambigua ¿No crees?

—¡Entiendo! No me preocupa quedarme sin trabajo, aunque, como todo el mundo, tengo facturas que pagar. Esta, sin ir más lejos. Confío en mi capacidad de trabajo, además, tengo contacto con muchas empresas y en alguna ocasión, me han ofrecido algún que otro puesto. Ahora sería cuestión de tocar todas las puertas y esperar a ver si suena la flauta. Lo peor de mi trabajo, no es la inseguridad, es una compañera que se ha empeñado en fastidiarme.

—¿Es tu jefa?

—No, tenemos el mismo puesto, pero ella cree que va a heredar la empresa y quiere que yo la cubra sus carencias. Cosa que he hecho, pero ya no puedo más y ella no lo acepta.

—En resumen, te hace la vida imposible.

—¡Exacto!

—¿Por eso quieres dejarlo?

—En parte sí. No quiero terminar metida en una guerra de egos, no es mi estilo. Sé lo que soy capaz de hacer y ella no me va a convertir en un monstruo, por mucho que se lo proponga.

—¿Por qué te iba a convertir en un monstruo? ¿Tienes mal carácter? Quiero decir ¿Te cuesta controlarte? Porque, por lo poco que he visto, creo que tú problema es el inverso. Pareces estar siempre midiendo tus palabras.

—¡Exacto! Puedo controlar mis palabras y mis actos, pero, hay otras cosas que no puedo controlar.

—¡Me mata la curiosidad! ¿Qué es lo que no puedes controlar?

—No la puedo controlar a ella.

—¿Quién es ella?

—Alguien que siempre pensé que me protegía

—¿Protegerte? No termino de entenderte.

—De alguna manera, ella forma parte de mí, aunque parezca imposible. Dicen que es normal en las gemelas.

—¿Tienes una hermana gemela?

Lys negó con la cabeza y cogió aire. Sabía lo que vendría acto seguido.

—Ella murió, cuando tenía seis años. Un desafortunado accidente. A partir de ese momento, sentí que me faltaba algo y cuando todo iba mal… 

Lys se quedó con la mirada perdida en algún punto. Ángel esperó paciente a que encontrara la forma de seguir, pero Lys, parecía no reaccionar.

—¡Lys! ¿Qué pasaba cuándo las cosas iban mal? —Preguntó Ángel lleno de curiosidad, ante el cariz que estaba tomando el asunto.

—¿Crees en esa conexión entre gemelos? ¿Que uno pueda sentir el sufrimiento del otro y viceversa?

—Creo que no está demostrado, pero parece que el vínculo que puede haber entre ellos es muy fuerte. Aunque no sé, cómo puede estar afectándote su pérdida.

—Su pérdida me dejó vacía y me convertí en una auténtica superviviente. No era difícil sufrir accidentes en mi casa.

—¿Lo dices por la pérdida de tus padres?

—¡Claro! Dos desdichados accidentes. En el mismo sitio, pero en meses diferentes. Soy la única superviviente. A veces me he preguntado: ¿por qué? Sé la respuesta, pero….

 —¿Piensas que es culpa tuya?

—En parte. Yo sufrí tanto que llegué a desearlo….

—Perder a alguien, cuando te has enfadado con él, suele generar ese sentimiento de culpa. Ocurre más de lo que te imaginas.

—No es la primera vez que me lo dicen, pero, cuando te ocurre algo tan traumático… ¿Cómo estar segura? ¿Y sí volviera a suceder? Yo no quiero hacer daño a nadie, por muy mal que me caiga.

—Y el hecho de que estés aquí, así lo demuestra.

—Gracias, pero eso no me consuela. A veces, tengo la sensación de que me persigue… —Lys se dio cuenta de que no debía seguir. No era el momento.

—¿Quién te persigue?

«¡Su alma!» Pensó, pero no lo dijo en voz alta.

—Lo que usted ha denominado “sensación de culpa”. —Mintió para evitar seguir hablando del tema.

—¿Qué les paso a tus padres?

—Murieron. —Dijo de forma tajante Lys.

—¡Entiendo! No vas a hablar del tema. ¿Puedes contarme, algún episodio que me ayude a entender lo que dices?

—Claro que sí. No estoy tan loca como parece, pero es que no son cosas importantes. ¡Son chorradas!

—Y, sin embargo, están muy presentes en tú vida ¿No? La mayoría de los traumas que tenemos de adultos, se han generado en nuestra infancia. Las fobias y manías, tienen el mejor caldo de cultivo en ese periodo de tiempo.

Lys respiró con resignación. Pensó en lo infantil que le resultaría a Ángel su relato. Aun así, retrocedió en el tiempo, hurgando en sus recuerdos. Se encontró en el salón de unos amigos de su padre. Sentada en un sofá de eskay marrón con el respaldo en capitoné sujeto por botones del mismo color. Tenía ante sí, una mesita de café, convertida por un día, en mesa de comer para los más pequeños de la casa.

Su amigo Raúl, quería jugar y Lys, no le hacía caso. Estaba hambrienta y esperaba su plato de sopa impaciente.

Los padres charlaban en la mesa del comedor. Su madre iba sirviendo los platos. La sopa humeaba y les dijo que soplaran para no quemarse.

Raúl seguía jugando. De vez en cuando, le pellizcaba por debajo del brazo. Lys protestaba muy enfadada, pero él no la dejaba en paz. Quería regañarlo, pegarlo, quitárselo de encima; pero no podía o la castigarían.

 La dio una patada y Lys se revolvió. Estaba tan rabiosa que, al mirar su plato, deseo con todas sus fuerzas que explotará.

El plato estalló en mil pedazos y Raúl comenzó a llorar. La sopa lo había quemado. Lys miró a su padre, temía su reacción. Nadie la regañó, todos estaban centrador en atender a Raúl.

Lys miró a Ángel. Esperaba alguna reacción. Él se limitó a hacer un gesto con su mano para que continuara.

—Esa fue, la primera vez que la vi. Obviamente, ahora sé que no fui la causante. La sopa estaba ardiendo y el cambio de temperatura, hizo que el plato se desintegrara. Pura física, que me hizo ganar el apodo de “Bruja”.

—¿Eso te molestaba? —Lys negó con la cabeza. —¿Hubo algo más?

—Estábamos en clase de matemáticas y yo me balanceaba en mi silla mientras escuchaba al profesor. Este se dio la vuelta y al verme balancear, montó en cólera regañándome a gritos.

—¡No eres consciente del daño que te puedes hacer! —Me decía fuera de sí. —¿Y si te caes hacia atrás? —Seguía gritando. —¡Podrías desnucarte y entonces yo sería el responsable! ¿Te das cuenta?

El profesor se iba poniendo rojo a medida que se acercaba y me asusté. En un momento dado, se volvió a su butaca y comenzó a balancearse bruscamente. No paraba de hacer aspavientos, en un absurdo intento de ridiculizarme.

Estaba avergonzada, todos los compañeros me miraban.

—¡Ojalá se caiga! —Dije en voz bajita, llorando a moco tendido.

El profesor cogió impulso y las patas traseras de la silla se resbalaron hacía adelante, mientras él era incapaz de mantener el equilibrio. Durante unas milésimas de segundo, aleteo con sus manos intentando no caerse hacia atrás. Al final, la ley de la gravedad fue más fuerte que su impulso y terminó chocando contra la pared. Comenzó a sangrar por la brecha que se hizo en la cabeza y tuvieron que llevarle al hospital.

Al castigo de escribir quinientas veces “No me balancearé nunca en la silla”, se le sumó la acusación de mis compañeros de ser una bruja.

Lys se quedó en silencio, esperaba algún comentario jocoso. Ángel no dijo nada y ella siguió.

—Aquella fue la segunda vez que la vi. Nadie quería jugar conmigo y yo corría sola por el patio, como si ella estuviera persiguiéndome.

—¿Una amiga imaginaria?

—Puede.

—Entiendo. ¿Por eso, ahora te controlas tanto? —Lys volvió al afirmar con la cabeza. —¿No te ha vuelto a pasar?

—Bueno, hubo otras experiencias. Con diez años me acusaron de pinchar un balón con la mente. Las chicas queríamos jugar al escondite y los chicos al fútbol. Lo dije de broma, pero ocurrió. Hubiera pasado de cualquier manera, jugaban entre escombros. Lo raro es que el balón no se hubiera reventado antes.

—¿También la viste entonces?

—No recuerdo. Sé que no reventé el plato ni tiré al profesor de la silla ni hice nada de lo que me han querido culpar, pero… —Se paró y cogió aire. —Ella siempre aparecía…

—¿Forma parte de tus pesadillas? —Lys negó de nuevo.

—¿Qué sueñas exactamente?

—Casi siempre estoy en la cama o en mi casa. Veo todo lo que hay a mi alrededor, escucho los ruidos propios de la casa a esas horas. Como si hubiera alguien trasteando por ella. Intento moverme, pero mi cuerpo no responde, está completamente paralizado. Después, siento que hay alguien a mi lado. Puedo escuchar su respiración, incluso, siento el aire cálido de su aliento. A veces creo que es Mario, mi pareja, pero cuando tomo consciencia de la realidad, él no está en casa... —Contuvo el aliento unos segundos, cómo si lo estuviera reviviendo. —Entro en pánico. Intento moverme, hablar, preguntarle quien es, qué es lo que quiere de mí, pero, no consigo emitir ningún sonido. Al final, termino por romperme. La desesperación se apodera de mí y quiero morir. No sé cuánto tiempo estoy así. Imagino que hasta que me duermo dentro del sueño o algún ruido me despierta. Tardo un buen rato en tomar consciencia de la situación. No consigo distinguir, si forma parte del sueño o es real y eso me aterra.

—Puede que te ayude saber, que este tipo de pesadillas pueden darse en alguna de las fases del cambio del sueño. Tu mente puede despertarse, mientras tu cuerpo este en fase “Mor”. De ahí, que tomes consciencia de donde te encuentras, pero no puedas interactuar. En realidad, tu cuerpo sigue dormido, por decirlo de alguna manera.  Otra posible explicación, menos científica, puede indicar miedo. El miedo a no poder reaccionar; de ahí que sientas esa parálisis que tanta angustia te produce.

—¿Y qué puedo hacer?

—Vas a tener que trabajar esa obsesión por el control. Lo estás llevando al límite y puedes llegar a convertirte en una prisionera de ti misma. No se trata de volverse loco, haciendo o diciendo todo lo que se le pase por la cabeza; eso suele tener consecuencias y te haría sentir peor. Una primera pauta, sería poder expresar tus opiniones tal y como a ti te gustaría que te las manifestaran. ¿Me entiendes?

Lys asintió con la cabeza.

Salió de la consulta con un sabor agridulce. Las pautas eran buenas, pero ella no había sido del todo sincera. Aquellas historias infantiles, tapaban los episodios más escabrosos de su vida…

                              


19 mar 2023

EL DÍA DEL PADRE




En estos tiempos en los que algunos quieren borrar la imagen paterna, yo quiero recordar al hombre que puso la semilla para que yo llegara a este mundo y me acompañó en este adverso camino que es la vida.

Nunca le dieron el premio al mejor padre del año. Su alma libre y sus ansias de vivir, no eran compatibles con el concepto que hoy se tiene de “padre”. Aun así, se ganó mi amor incondicional, como el del resto de personas que lo llegaron a conocer. Con el paso de los años, comprendí lo que escondía esa coraza que cubría su corazón de gominola.


Él, era un hombre capaz de ver más allá, quizás por eso, pudo pasar de machista a feminista cuando un gesto de amor, le enseñó lo que una mujer necesitaba: paso de ausente a presente, cuando se dio cuenta de lo mucho que nos amaba y paso de sus vicios de la noche a la mañana, porque su voluntad era titánica.

Mi padre me enseñó muchas cosas y gracias a él, soy lo que hoy muestro, con sus luces y sus sombras. De él aprendí a ser fuerte, pero sensible; a ser tenaz, pero respetuosa; a luchar por lo que considerara justo sin rendirme y, sobre todo, aprendí a ser libre de cuerpo y alma.

En sus últimos días me buscaba y preguntaba, creía tanto en mí… más que en nadie en este mundo. Me admiraba tanto, que me abrumaba. Él pensaba que yo era capaz de todo y yo tan sólo soy humana.


Hoy más que nunca, le echo de menos y aunque sé, que este no será mi mejor post, necesitaba recordarlo y sacar todo ese dolor que me acompaña desde el día en que se marchó. No pude evitar su dolor ni parar el cáncer que se lo lo llevó, tan sólo, pude organizar su funeral y recordar esos domingos en los que me traía almendras y me contaba sus cosas…

Sé que está cerca de mí y algún día, os contaré la razón para asegurar semejante cosa. Como todo en mi vida, es algo original y si no lo es, ya estoy yo para darle ese punto de locura irreverente que lo pueda trasformar.

¡FELIZ DÍA DEL PADRE!

Allá donde estés, te quiero papa.

 

 

18 mar 2023

AOJAR (CUANDO EL ODIO TRASPASA LA MIRADA) CAPÍTULO 5


 

5. CAPÍTULO

L

a situación en la oficina, se estaba complicando por momentos.

¡Cómo si ella no tuviera suficiente! Pensaba Lys, cada vez que alguien le contaba algún cotilleo absurdo.

Un chico de contabilidad le reprochó el retraso que llevaban algunos contratos. A punto estuvo de lanzarle la grapadora a la cabeza. Total, el muy imbécil no usaba su sesera para nada.

A medida en que se iban intensificando los rumores sobre los recortes de personal, el ambiente era más insoportable. La amenaza de los despidos era como una espada de Damocles que iba despertando en algunos su lado más oscuro.

—No me extrañaría, encabezar esa lista de la que tanto se está hablando. —Le había comentado Lys a su compañera mientras comían.

—¿Por qué dices eso? ¡No seas pájaro de mal agüero! Laura no da un palo al agua. Si te vas, ¿quién va a hacerle el trabajo a esa bruja?

—¡Tú no la conoces! Es como un perro de presa, cuando consigue enganchar a su víctima no la suelta. Buscará la forma de conseguir sus propósitos, cueste lo que cueste. Laura es una mujer caprichosa y apática. Todo le importa un comino: la gente, el trabajo, la empresa... Cree que el mundo no puede seguir girando sin ella.

—¿Lo dices por la discusión del viernes? Hoy ya se le habrá pasado, no tienes que darle más vueltas.

—Sí. Pues me puso una queja formal en recursos humanos. ¿No te lo había contado Silvia?

—Algo dijo, pero no la tomé en serio, pensé que era una de sus maldades.

—Tan solo, le dije que hiciera su trabajo y me dejara en paz.

—¡Esa es mi chica! ¿Y ahora qué vas a hacer?

—De momento, nada. Ya aclaré lo que tenía que aclarar con recursos humanos.

—¡Por si no lo sabías, Ana y Laura son intimas! Yo, en tú lugar, hablaría con el jefe. Cuéntale como está la situación antes de que ella se adelante.

—Lo mismo ya lo sabe.

—¿Y no vas a pelear? Aunque sea un poquito. ¡Por incordiar más que nada! No se lo pongas tan fácil a esa víbora, no se lo merece.

Lys sonrió ante el comentario de su compañera. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Lo tendría que haber hecho desde el primer día, pero durante mucho tiempo había evitado la confrontación.

—A veces, hay que dejar que las cosas sigan su curso. Por muy raro que te parezca, tengo la sensación de que, en algún momento, se darán cuenta de cómo es.

Carmen se echó las manos a la cabeza. No podía creer que Lys fuera tan ingenua. Su pobre amiga no era rival para ella. En realidad, Lys no era rival para nadie.

—¿De verdad piensas eso? —Le dijo Carmen resignada.

—¡Claro que lo pienso! Tengo que esperar el momento oportuno. No quiero que vayas con el chisme a nadie. ¡Por una sola vez! Ten paciencia, verás cómo todo se resuelve.

—¡Tú sabrás! Es tu puesto de trabajo el que está en juego. Por muy incompetente que sea, no te olvides de que es capaz de hacer determinados apaños mejor que nadie. Y si no, pregunta.

—¡Qué bruta eres! No puedes hablar así, como te oigan, la que va a encabezar esa lista, vas a ser tú. Ahora tengo cosas más importantes en las que pensar. No voy a enzarzarme en una guerra absurda que no me llevará a ningún sitio. A diferencia de ella, nosotras tenemos escrúpulos. No somos capaces de jugar con el pan de nadie.

Carmen se fue del despacho de su amiga preocupada. Antes de llegar Lys, Laura se había cargado a tres compañeros en dos meses. Era “vox pópuli”, que el jefe la toleraba todo, aun sabiendo que era un lastre para su empresa.

 

Lys trabajaba en su despacho, cuando se repitió la extraña sensación que la traía por la calle de la amargura. Era como un nudo que estrujaba su estómago, le produciendo una fuerte sensación de asfixia que terminaba convirtiéndose en un inmenso vacío.

Sus manos comenzaron a temblar y tuvo que soltar los papeles antes de que se la cayeran al suelo. El temblor se extendió por todo su cuerpo y ella se abrazó fuertemente para intentar pararlo.

«¿Qué será esta vez…?» Pensó desesperada.

Se levantó de su silla y se fue corriendo al baño. Necesitaba echarse agua fría por la nuca. No sabía muy bien por qué. Quizás, tan solo necesitaba huir: huir de sus miedos, huir de la gente, huir de sí misma…

¿Qué ocurriría está vez? No le faltaban frentes abiertos, por un lado: estaba Mario con síndrome de Peter Pan; Laura con sus deseos de expansión y ella, ella estaba aterrada por unas pesadillas que, en los últimos días, se habían trasladado a la realidad.

No necesitaba dormir, para pasar un mal rato. Su vida se había convertido en su peor pesadilla. Todo lo que intentaba construir, parecía desmoronarse sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo. Una vez más, parecía tenerse que resignar a perderlo todo: pareja, trabajo…

Movió la cabeza de un lado al otro. No quería ni pensarlo. Daba igual lo que fuera a ocurrir. Lo único que ansiaba, era que desapareciera. Ella no era adivina y no quería jugar a serlo. Tan solo quería descansar.

Respiró hondo y cerró los ojos durante unos segundos. Escuchó que alguien estaba hablando y esperó a que se fuera para salir del cubículo del wáter. No quería que nadie la viera en aquel estado.

Una hora antes de salir, ya había revisado todos sus contratos e informes. Como de costumbre, Laura le había entregado los suyos con la excusa de tener unas reuniones ficticias. La debía de haber tomado por idiota y dado que los estaba haciendo, no le faltaba razón.

Estaba revisando uno, cuando Laura entró en su despacho. A Lys, aquella actitud altiva y déspota no dejaba de alucinarla.

¡Encima de que le hacía su trabajo! Era como para ponerse a gritarle un par de cosas. No dijo nada, su cuerpo estaba allí, pero su cabeza, su cabeza estaba imaginando cosas muy desagradables para aquella mujer.

Un chasquido de sus dedos, la hizo volver a la realidad. Observó que llevaba puesto el abrigo. Estuvo por preguntarle: si había solicitado una reducción de jornada. Pero no estaba el horno para bollos y se abstuvo de volver a provocarla. De todas formas, Laura iba a lo suyo.

—¿Has terminado los contratos? —Le dijo mientras comenzaba a colocarse uno de sus guantes de cuero negro.

—Los míos sí, quedan los tuyos.

—Pues a ver cómo te las apañas, porque mañana los tengo que entregar y como últimamente no se puede contar contigo….

Lys respiró hondo y se mordió la lengua. Tenía muy presente el maldito dolor de estómago y no quería problemas.

—Los dejaré en tú mesa, como siempre.

—¡Ves, que fácil resulta ser competente! —Aquella frase la removió algo por dentro y no pudo evitar contestar como se merecía.

—He dicho que los dejaré, no que los vaya a corregir. Todas las cifras están mal y están mal redactados. Más que corregirlos, te aconsejaría que los hicieras de nuevo y ese, querida compañera, es tu trabajo.

—¡En eso te equivocas! —Ni siquiera la miraba a la cara. —Todo lo que salga mal, es cosa del departamento y ambas somos sus titulares.

Lys la miró y sintió la ola de calor que ascendía desde su pecho a su cabeza. Le quemaba la sien y a punto estuvo de decirle todo lo que pensaba. La costó contenerse, apretó tanto los dientes que se hizo daño en las encías.

Laura no era consciente de lo mucho que la estaba encendiendo. Tenía que calmarse antes de que perdiera las formas o algo peor. Todo el mundo tenía carácter y el suyo era más fuerte que ella misma. Tenía que controlarlo con todas sus fuerzas antes de que se tuviera que arrepentir.

La vio salir de su despacho, como si fuera una actriz de Hollywood el día del estreno. Saludando cual reina a todo con el que se cruzaba. La importaba un bledo que la vieran irse antes de tiempo.

Lys cogió el teléfono. Después de lo ocurrido aquella tarde, era consciente de que necesitaba ayuda. Por muchas dudas que tuviera, tendría que seguir con sus visitas al psicólogo.

El resto de la semana pasó sin pena ni gloría. Laura parecía haber cedido después de que Lys se plantara. Dejarla aquellos expedientes y contratos sin revisar, era lo mejor que podía haber hecho. No pensaba discutir con ella, pero tampoco iba a seguir actuando como si fuera su secretaria.

Lys canturreaba dentro de la ducha.

¡Por fin! Había llegado el viernes y había quedado con Mario. Tenían muchas cosas de que hablar y para evitar la discusión, lo harían en terreno neutral.

Lo tenía todo planeado, como se peinaría, que se iba a poner. Parecía una adolescente en su primera salida.

Tenía tantas expectativas, que llegó a olvidarse de lo ocurrido en las últimas semanas.

Tenía veintinueve años y vivía como una abuelita. Aunque, si lo pensaba bien, los abuelitos tenían más vida social que ella. Solo había que ver a su suegra. No había parado en casa ni en el confinamiento.

Quería retomar su vida, la pandemia la había parado en seco y necesitaba volver a la normalidad, aunque fuera con mascarilla. Iba a descartar las cenas en pijama y los maratones de fin de semana frente a la televisión. Su relación, necesitaba algún estímulo y ella también. Se moría de ganas de salir, ya no recordaba la última vez que cenaran con amigos, que fueran al teatro o salieran a bailar. Quería volver a divertirse y estaba dispuesta a hacerlo con o sin Mario, eso iba a depender de él.

Salió cantando y miró el reloj. Mario se estaba retrasando, habían quedado en salir a las nueve y media.

Marcó su teléfono y esperó escuchar el tono. No se lo cogió y decidió mandarle un mensaje.

Se maquilló y secó el pelo, pero ni rastro de Mario. Cerca de las nueve y media, recibió un mensaje de voz.

«Seguro que se retrasa como siempre». Pensó, antes de escucharlo.

¡Cari, se me había olvidado por completo! Estoy cenando con unos amigos. Después saldremos a tomar unas cervezas. Mañana si quieres, hablamos en la comida. ¿Te parece bien que invite a mi madre?

Lys le contestó.

Mañana tengo cosas que hacer, ya quedaré con tú madre en otra ocasión.

—¡Será cabronazo! —Dijo enfadada.

No solo la había plantado, además, pretendía que arreglaran los suyo delante de su madre. Aquello la desestabilizó por completo. Sabía que las cosas entre los dos no estaban bien, pero aquello pasaba de castaño a oscuro.

Se dirigió al baño para desmaquillarse. Su cabeza era un polvorín y en aquellos momentos, tan solo quería salir corriendo de aquella casa y abandonarle.

Era un cara dura y ya estaba cansada, cansada de sus excusas y de su forma de hacerse la víctima cada vez que intentaba hacerle entrar en razón. Raro era el día que no terminaban en medio de una discusión en la que él no paraba de hacerla reproches. Le hablaba de cómo se pasaba la vida trabajando como un desgraciado, por un futuro común. Cómo si ella no estuviera haciendo lo mismo. Lo peor de todo, era cuando hablaba de cómo había perdido el tiempo, cuando estuvieron encerrados en la pandemia. Cómo si estar con ella hubiera sido un castigo. El resto era un clásico, tenía derecho a ir al campo de fútbol y salir a tomar una cerveza con sus amigotes. Según él, no podía estar todo el día bajo sus faldas.

—¿Una cerveza? —Dijo Lys, con cierta nostalgia, tras recordar el estado en que solía llegar.

Sin entender cómo, Lys pasaba de víctima a verdugo en menos de cinco minutos. Querer pasar algo de tiempo con su pareja, la convertiría en la bruja malvada del cuento y ella, ya conocía el final. Un par de semanas de enfado, hasta que cediera y le pidiera perdón.

«¡Manda huevos!» Pensó Lys, mientras movía la cabeza negativamente. Aquello no podía continuar así y ella mejor que nadie lo sabía.

 No quiso darle más vueltas. Dejó el móvil en la encimera del baño y se puso música. Que no saliera a una disco, no significaba que no pudiera bailar.

Sacó la leche limpiadora del mueble y cerró la puerta con un golpe de cadera. Se movía al ritmo de la música a la par que pasaba la esponjilla húmeda por su rostro.

En otro tiempo, se habría dejado el maquillaje y le habría esperado despierta para hacer el amor de madrugada, pero una vez ni siquiera apareció y le salieron un montón de granos en la cara. A la mañana siguiente, le tocó cambiar las sábanas manchadas por el maquillaje.

Se hizo un sándwich mixto y se sirvió una generosa copa de vino. Dejando la botella en la mesa del salón, por si le apetecía otra. Era su noche de diversión, con o sin Mario.

Se puso una película antigua y se acurrucó en el sofá con su mantita de pelo.

Se despertó sobresaltada. La música estaba a todo volumen y Lys miró en todas las direcciones buscando la fiesta. Tardó unos segundos en ser consciente de que no había nadie en la casa.

La antigua cadena de música, se había vuelto a encender sola. Lo que pasaba en aquella casa no era normal. Se levantó corriendo del sofá para desenchufarla, antes de que los vecinos aporrearan la puerta o llamaran a la policía.

Debía tener algún tipo de temporizador que la conectaba y de vez en cuando, se encendía a todo volumen. Siempre le pasaba a ella y cualquier día le iba a dar un síncope.

Mario solía reírse de ella, hasta que una noche, los levantó de la cama a las tres de la mañana. Se pasó una semana leyendo las instrucciones para programarla, pero se negó a deshacerse de ella.

Miró el reloj del móvil. Eran cerca de las tres y media de la noche. Apagó la televisión y se fue a la cama.

Mario no había llegado. Seguiría de fiesta con sus amigos. Eso significaba que se pasaría todo el sábado entre la cama y el sofá.

Al meterse en la cama, notó que las sábanas estaban heladas y se colocó su pijama de felpa y los calcetines de lana. Visto lo visto, el sexo quedaba descartado. Mario llegaría tan borracho que el simple hecho de llegar a la cama ya le supondría un reto.

Se estaba quedando traspuesta, cuando comenzó a oír una especie de zumbido. En principio no le dio importancia. Seguramente, la ventana de la cocina se habría vuelto a desencajar. Volvió a acurrucarse entre las sábanas.

El ruido siguió intensificándose hasta el punto de convertirse en un zumbido muy molesto. Lys no pudo evitar concentrarse en él. La intensidad iba de menos a más y volvía a comenzar de nuevo, una y otra vez.

Intentó hacer memoria para recordar si había apagado el televisor. Estaba casi segura de haberlo hecho, pero terminó levantándose para cerciorarse.

Primero pasó por la cocina a comprobar la dichosa ventana. En algún momento, tendría que llamar al casero para que la arreglara.

Parecía estar bien cerrada, aun así, se aseguró. Repasó los electrodomésticos que no eran precisamente nuevos. La nevera emitía un sinfín de sonidos, pero nada que ver con el zumbido.

Todo parecía estar bien y se encaminó al despacho. Por si hubiera dejado encendido el ordenador. Dio una vuelta por toda la habitación, sin encontrar nada.

Terminó entrando en el salón y el sonido se intensificó. Si no fuera una locura, hubiera jurado que de alguna manera la estaba llamando.

A pesar de no querer darle importancia, el vello de su cuerpo se erizó. El ruido procedía de los altavoces de la cadena, la misma cadena que acababa de desenchufar. Zumbaban y zumbaban como si dentro hubiera un enjambre de abejas.

Con más miedo que vergüenza, se acercó por detrás de la mesa. Tampoco era cuestión de hacerse la valiente.

Lo primero que se la vino a la cabeza fue: si la cadena no tiene corriente, ¿por qué demonios están encendidos estos altavoces?

Se pellizcó el brazo. No se le ocurrió otra forma de comprobar que no fuera una de sus pesadillas.

—¡¡Ay!! —Exclamó, sintiéndose completamente estúpida.

Aquellos altavoces, parecían tener vida propia y eso, le daba mucho miedo. Quería que pararan de una vez por todas, no lo soportaba.

«¿Cómo iba a cortar una energía que no recibían? —Razonó incrédula. —¿Por qué se producían aquellos fenómenos? Era por ella, por la casa o ¿por qué?».

Lys estaba al borde de la desesperación. Si no podía pararlo, por lo menos que la sirviera para algo. Salió corriendo hacia la habitación. Volvió con el móvil en la mano dispuesta a grabarlo. Tenía que conseguir pruebas de que no se estaba volviendo loca.

Nada más entrar en el salón, el zumbido cesó y el pequeño pilotito se apagó.

 

14 mar 2023

MINDFULNESS PARA CASOS PERDIDOS





Hay que estar muy chiflada para llevar la comunidad, vivir en ella y no morir en el intento. Así soy yo, temeraria e inconsciente, porque si fuera reflexiva e inteligente, huiría de estos saraos como alma llevada por el diablo.


Ya os conté que los jardineros derrumbaron la farola. Farola que sobrepusieron para ver si colaba y que ha estado así, hasta que un día, mi vecina Carmen, casi la troncha contra mi cabeza al apoyarse en ella.

¡Para haberme matao!

Lo peor de todo no es el accidente ¡No! Lo peor es la puñetera burocracia.

El jardinero dio parte a su seguro. ¿Lo normal, no sería que la arreglaran? ¡Pues no! Sería demasiado fácil y contraproducente para su negocio. No sé, si me entendéis

El seguro del jardinero, nos dicen que se tiene que tramitar a través de nuestro seguro y es aquí, donde comienza mi calvario. Cual peregrino haciendo el camino de Santiago, me veo día sí y día también, contando a todas las operadoras del seguro, como había sido el accidente. Además, les dejaba muy claro, que ellos no tenían que pagar nada, que el seguro del coche se haría cargo de todo.

Por supuesto, cada vez que llamaba tomaban nota. ¡No sé para que! Si nadie me llamaba. Es más, a día de hoy, siguen tomando nota y no se cansan. Tienen que tener la papelera hasta arriba las criaturitas.

 Desesperada les contaba que aquello no podía continuar así. Era como que elegir entre susto o muerte. La farola se podía caer en la cabeza de cualquiera (doy fé) y en caso de quitarla los cables quedarían al alcance de cualquiera (niños sin ir más lejos).

No lo pueden tener así. Llamen a un electricista urgentemente. Me dijo una de ellas.

Entonces ¿Podemos quitarla sin que lo vea el perito?

No se les ocurra. Me contestó y se quedó tan ancha.

Yo no sabía si darme golpes contra la pared o ponerme a gritar como una loca. Con permiso de los locos que viendo cómo va la humanidad, empiezo a tener serías dudas de quien son realmente los cuerdos.

Un mes diciéndome que lo tramitaban como urgente. Que yo pensaba: ¡Menos mal! Si no, nos caduca el seguro y la farola sigue sin instalarse.  

Al final, me pasan con los servicios jurídicos para tramitarlo.

Emprenderemos las acciones legales necesarias para reclamar. Me dijo la señorita de servicios jurídicos.

¿Y no se les podía mandar un correo electrónico en plan coleguis? Que nos han dicho que la van arreglar y lo mismo se lo toman a mal y no nos la pagan.

Si mujer, las acciones legales comienzan después de haberlo solicitado de manera amistosa.

¡Mujer, empiece por ahí! Porque si tenemos que pagar abogado y procurador, con lo que nos den, no nos llega ni para poner un palo con una bombilla.

¡Por fin! Se presenta el perito. Manuela que lo ve y me vuelve a preguntar como todos los días, si ya van a arreglar la farola. Le digo que no y me concentro en el perito por lo que pueda necesitar. Este le hace tres fotos y me dice que no entiende porque no la hemos quitado. Es en momentos como ese, cuando yo me quiero arrancar los ojos.

Una semana después consigo un electricista, que se presenta justo el día en el que ando cuidando de mi nieto.

Nieto que tiene quince meses y es más activo que Dora la Exploradora. Quiere ser electricista, a decir por como charlaba en un idioma no contrastado con el hombre. Debe ser cosa del gremio, porque yo no entendía a ninguno de los dos.

El Electricista me cuenta cómo van a ser las cosas, niño que corre y Manuela que se asoma a la ventana para saber si ya van arreglar la farola. Aprovecha y me pregunta: ¿Cómo se llama el niño?

Luca. Le respondo mientras agarró al niño para que no se caiga en el escalón y le suplico al hombre que haga lo que le venga en gana, pero que no se electrocute nadie o me matan.


¡Miguel! Llama Manuela al niño.

Electricista que me mira como si no entendiera nada. Yo que miro al cielo en busca de ayuda divina y Luca que corre feliz, porque lo de Miguel no le suena nada.

Ni todo el mindfulness del mundo arregla lo mío, pero sigo en ello y lo mismo algún día hasta lo consigo.

JUICIO LEVE DE FALTAS

  VECTOR PORTAL Como ya os conté, Manuela tuvo un brote y, en plan chungo, me dejo claro que no era su vecina favorita y que, en cuanto me d...