6. CAPÍTULO
C |
ada lunes ocurría lo mismo.
Pareciera que no descansaran, ni en fin de semana.
Nada más llegar, le comentaron que alguien había tenido
acceso a la lista negra de los despidos. Por supuesto, nadie podía afirmar
quien había sido el iluminado. Tan solo, juraban y perjuraban que la fuente era
de lo más fiable, ya que lo había filtrado alguien de arriba.
Lys no estaba muy segura de sí se referían al jefe o al
santísimo. En realidad, le importaba un bledo de donde procediera, porque
estaba segura de que sería una burda mentira.
Eso sí, en los corrillos ya se hacían apuestas. Los más
osados, daban por hecho “quién o quiénes” terminarían siendo los elegidos para
abandonar la empresa. Abriendo una guerra sin cuartel entre los departamentos
que estaban dispuestos a demostrar su valor dentro de la empresa.
La reestructuración,
estaba en marcha y los despidos serían inminentes. Anunciaban como si
estuviera llegando el apocalipsis.
Carmen no era ajena a tanto trajín. Iba y venía con noticias
de un lado para otro. Si la noticia se había filtrado para hacerlos trabajar,
habían pinchado en hueso. El cotilleo era más fuerte que el miedo a perder el puesto
de trabajo.
Lys, en cambio, lo tenía claro. Llegado el momento, daba
igual lo que pudieran hacer o decir. Una vez tomada la decisión, todos estarían
igual de fastidiados: los que se iban, porque se quedaban sin trabajo; los que
se quedaban, porque trabajarían el doble por el mismo sueldo. Lo mejor que
podía hacer, era ir buscando otro trabajo, resultaría más fácil estando en
activo.
—¿No estás preocupada? —Le dijo Carmen a Lys, al escuchar a
Silvia que su nombre estaba en la lista.
—Si te soy sincera, no. Algo me dice que esa lista es pura ficción
y estoy un poco harta de ese tipo de tejemanejes. Si me despiden, buscaré otro
trabajo y listo. Me niego a seguir viviendo con miedo. Tengo problemas más
importantes en los que pensar. ¡Créeme!
—¿Sigues con insomnio?
—No soy un lirón, pero algo duermo.
—¿Entonces?
Lys tuvo dudas, sobre si contarlo o no. No la gustaba hablar
de su vida personal.
—Últimamente, noto a Mario muy distante. Sé que he estado muy agobiada con el trabajo
y, creo que le he descuidado tanto que… —Lys, no pudo terminar la frase.
—¿Te ha puesto los cuernos?
—¡No seas bruta! ¡Claro que no! Que yo sepa, pero no pasamos
mucho tiempo juntos. Cada vez que hago planes, a él le surge algo, cuando no es
el fútbol, es el trabajo o los amigos.
—¡Te ha puesto los cuernos! —Dijo afirmando con la cabeza
—¡Qué no!
—¿Has hablado con él?
—¿Cuándo? Si nunca está en casa. Ya ni siquiera practicamos
sexo. ¿Qué será cuando llevemos diez años?
—¿Que te habrás echado un amante? Porque digo yo, que algún
día abrirás los ojos y te darás cuenta de que te ha puesto los cuernos. —Lys se
echó a reír ante la ocurrencia.
—¡Que no me ha puesto los cuernos, cansina!
—Soy práctica. Cuando un tío no te busca en la cama, es que
las cosas están peor de lo que una se imagina.
Lys no iba a ceder. Mario se había pasado y no pensaba
dejarle que siguiera jugando con ella y con sus sentimientos. Hizo planes con
Carmen y una amiga de facultad, con la que mantenía contacto. No iba a quedarse
en casa esperando a que él se diera cuenta de lo mal que lo estaba haciendo. Le
daría dosis extra de su propia medicina.
El intrépido ritmo de trabajo, hacía que el tiempo volara.
Estaba organizando su agenda, cuando se dio cuenta de que aquel miércoles tenía
sesión con Ángel. Miró la hora en el móvil y soltó un exabrupto. Cogió el
abrigo y salió pitando. Tan solo tenía quince minutos para llegar.
Llegó corriendo a la consulta y según entraba por la puerta,
el anterior paciente salía.
«¡Por los pelos! Pensó, mientras se quitaba el abrigo y se disponía
a entrar.
Ángel solía comenzar con las típicas preguntas de cortesía.
Ayudaba a romper el hierro y Lys se lo agradecía. Ella nunca sabía por dónde
empezar, era como ir al ginecólogo, no sabía si primero tenía que contarle los
síntomas o directamente quitarse las bragas para la exploración.
Hablaron de trabajo y Lys le puso al día sobre los problemas
de la empresa. Algo poco novedoso, si se tenía en cuenta la situación del mundo
en aquellos momentos. La nueva ola de Covid, estaba dando al traste con la
expectativa de volver a la normalidad y muchos empresarios comenzaban a
rendirse.
—¿Te angustia la situación? Hay gente a la que la
incertidumbre, le puede causar cuadros severos de estrés.
—Me importa, pero no me preocupa.
—Es una respuesta un poco ambigua ¿No crees?
—¡Entiendo! No me preocupa quedarme sin trabajo, aunque,
como todo el mundo, tengo facturas que pagar. Esta, sin ir más lejos. Confío en
mi capacidad de trabajo, además, tengo contacto con muchas empresas y en alguna
ocasión, me han ofrecido algún que otro puesto. Ahora sería cuestión de tocar
todas las puertas y esperar a ver si suena la flauta. Lo peor de mi trabajo, no
es la inseguridad, es una compañera que se ha empeñado en fastidiarme.
—¿Es tu jefa?
—No, tenemos el mismo puesto, pero ella cree que va a
heredar la empresa y quiere que yo la cubra sus carencias. Cosa que he hecho,
pero ya no puedo más y ella no lo acepta.
—En resumen, te hace la vida imposible.
—¡Exacto!
—¿Por eso quieres dejarlo?
—En parte sí. No quiero terminar metida en una guerra de
egos, no es mi estilo. Sé lo que soy capaz de hacer y ella no me va a convertir
en un monstruo, por mucho que se lo proponga.
—¿Por qué te iba a convertir en un monstruo? ¿Tienes mal
carácter? Quiero decir ¿Te cuesta controlarte? Porque, por lo poco que he
visto, creo que tú problema es el inverso. Pareces estar siempre midiendo tus
palabras.
—¡Exacto! Puedo controlar mis palabras y mis actos, pero,
hay otras cosas que no puedo controlar.
—¡Me mata la curiosidad! ¿Qué es lo que no puedes controlar?
—No la puedo controlar a ella.
—¿Quién es ella?
—Alguien que siempre pensé que me protegía
—¿Protegerte? No termino de entenderte.
—De alguna manera, ella forma parte de mí, aunque parezca
imposible. Dicen que es normal en las gemelas.
—¿Tienes una hermana gemela?
Lys negó con la cabeza y cogió aire. Sabía lo que vendría
acto seguido.
—Ella murió, cuando tenía seis años. Un desafortunado
accidente. A partir de ese momento, sentí que me faltaba algo y cuando todo iba
mal…
Lys se quedó con la mirada perdida en algún punto. Ángel
esperó paciente a que encontrara la forma de seguir, pero Lys, parecía no
reaccionar.
—¡Lys! ¿Qué pasaba cuándo las cosas iban mal? —Preguntó
Ángel lleno de curiosidad, ante el cariz que estaba tomando el asunto.
—¿Crees en esa conexión entre gemelos? ¿Que uno pueda sentir
el sufrimiento del otro y viceversa?
—Creo que no está demostrado, pero parece que el vínculo que
puede haber entre ellos es muy fuerte. Aunque no sé, cómo puede estar
afectándote su pérdida.
—Su pérdida me dejó vacía y me convertí en una auténtica
superviviente. No era difícil sufrir accidentes en mi casa.
—¿Lo dices por la pérdida de tus padres?
—¡Claro! Dos desdichados accidentes. En el mismo sitio, pero
en meses diferentes. Soy la única superviviente. A veces me he preguntado: ¿por
qué? Sé la respuesta, pero….
—¿Piensas que es
culpa tuya?
—En parte. Yo sufrí tanto que llegué a desearlo….
—Perder a alguien, cuando te has enfadado con él, suele
generar ese sentimiento de culpa. Ocurre más de lo que te imaginas.
—No es la primera vez que me lo dicen, pero, cuando te
ocurre algo tan traumático… ¿Cómo estar segura? ¿Y sí volviera a suceder? Yo no
quiero hacer daño a nadie, por muy mal que me caiga.
—Y el hecho de que estés aquí, así lo demuestra.
—Gracias, pero eso no me consuela. A veces, tengo la
sensación de que me persigue… —Lys se dio cuenta de que no debía seguir. No era
el momento.
—¿Quién te persigue?
«¡Su alma!» Pensó, pero no lo dijo en voz alta.
—Lo que usted ha denominado “sensación de culpa”. —Mintió
para evitar seguir hablando del tema.
—¿Qué les paso a tus padres?
—Murieron. —Dijo de forma tajante Lys.
—¡Entiendo! No vas a hablar del tema. ¿Puedes contarme,
algún episodio que me ayude a entender lo que dices?
—Claro que sí. No estoy tan loca como parece, pero es que no
son cosas importantes. ¡Son chorradas!
—Y, sin embargo, están muy presentes en tú vida ¿No? La
mayoría de los traumas que tenemos de adultos, se han generado en nuestra
infancia. Las fobias y manías, tienen el mejor caldo de cultivo en ese periodo
de tiempo.
Lys respiró con resignación. Pensó en lo infantil que le
resultaría a Ángel su relato. Aun así, retrocedió en el tiempo, hurgando en sus
recuerdos. Se encontró en el salón de unos amigos de su padre. Sentada en un
sofá de eskay marrón con el respaldo en capitoné sujeto por botones del mismo
color. Tenía ante sí, una mesita de café, convertida por un día, en mesa de
comer para los más pequeños de la casa.
Su amigo Raúl, quería jugar y Lys, no le hacía caso. Estaba
hambrienta y esperaba su plato de sopa impaciente.
Los padres charlaban en la mesa del comedor. Su madre iba
sirviendo los platos. La sopa humeaba y les dijo que soplaran para no quemarse.
Raúl seguía jugando. De vez en cuando, le pellizcaba por
debajo del brazo. Lys protestaba muy enfadada, pero él no la dejaba en paz. Quería
regañarlo, pegarlo, quitárselo de encima; pero no podía o la castigarían.
La dio una patada y Lys
se revolvió. Estaba tan rabiosa que, al mirar su plato, deseo con todas sus
fuerzas que explotará.
El plato estalló en mil pedazos y Raúl comenzó a llorar. La
sopa lo había quemado. Lys miró a su padre, temía su reacción. Nadie la regañó,
todos estaban centrador en atender a Raúl.
Lys miró a Ángel. Esperaba alguna reacción. Él se limitó a
hacer un gesto con su mano para que continuara.
—Esa fue, la primera vez que la vi. Obviamente, ahora sé que
no fui la causante. La sopa estaba ardiendo y el cambio de temperatura, hizo
que el plato se desintegrara. Pura física, que me hizo ganar el apodo de
“Bruja”.
—¿Eso te molestaba? —Lys negó con la cabeza. —¿Hubo algo
más?
—Estábamos en clase de matemáticas y yo me balanceaba en mi
silla mientras escuchaba al profesor. Este se dio la vuelta y al verme
balancear, montó en cólera regañándome a gritos.
—¡No eres consciente del daño que te puedes hacer! —Me decía
fuera de sí. —¿Y si te caes hacia atrás? —Seguía gritando. —¡Podrías desnucarte
y entonces yo sería el responsable! ¿Te das cuenta?
El profesor se iba poniendo rojo a medida que se acercaba y me
asusté. En un momento dado, se volvió a su butaca y comenzó a balancearse bruscamente.
No paraba de hacer aspavientos, en un absurdo intento de ridiculizarme.
Estaba avergonzada, todos los compañeros me miraban.
—¡Ojalá se caiga! —Dije en voz bajita, llorando a moco
tendido.
El profesor cogió impulso y las patas traseras de la silla
se resbalaron hacía adelante, mientras él era incapaz de mantener el
equilibrio. Durante unas milésimas de segundo, aleteo con sus manos intentando
no caerse hacia atrás. Al final, la ley de la gravedad fue más fuerte que su impulso
y terminó chocando contra la pared. Comenzó a sangrar por la brecha que se hizo
en la cabeza y tuvieron que llevarle al hospital.
Al castigo de escribir quinientas veces “No me balancearé nunca en la silla”, se le
sumó la acusación de mis compañeros de ser una bruja.
Lys se quedó en silencio, esperaba algún comentario jocoso.
Ángel no dijo nada y ella siguió.
—Aquella fue la segunda vez que la vi. Nadie quería jugar conmigo
y yo corría sola por el patio, como si ella estuviera persiguiéndome.
—¿Una amiga imaginaria?
—Puede.
—Entiendo. ¿Por eso, ahora te controlas tanto? —Lys volvió al
afirmar con la cabeza. —¿No te ha vuelto a pasar?
—Bueno, hubo otras experiencias. Con diez años me acusaron
de pinchar un balón con la mente. Las chicas queríamos jugar al escondite y los
chicos al fútbol. Lo dije de broma, pero ocurrió. Hubiera pasado de cualquier
manera, jugaban entre escombros. Lo raro es que el balón no se hubiera
reventado antes.
—¿También la viste entonces?
—No recuerdo. Sé que no reventé el plato ni tiré al profesor
de la silla ni hice nada de lo que me han querido culpar, pero… —Se paró y
cogió aire. —Ella siempre aparecía…
—¿Forma parte de tus pesadillas? —Lys negó de nuevo.
—¿Qué sueñas exactamente?
—Casi siempre estoy en la cama o en mi casa. Veo todo lo que
hay a mi alrededor, escucho los ruidos propios de la casa a esas horas. Como si
hubiera alguien trasteando por ella. Intento moverme, pero mi cuerpo no
responde, está completamente paralizado. Después, siento que hay alguien a mi
lado. Puedo escuchar su respiración, incluso, siento el aire cálido de su
aliento. A veces creo que es Mario, mi pareja, pero cuando tomo consciencia de
la realidad, él no está en casa... —Contuvo el aliento unos segundos, cómo si
lo estuviera reviviendo. —Entro en pánico. Intento moverme, hablar, preguntarle
quien es, qué es lo que quiere de mí, pero, no consigo emitir ningún sonido. Al
final, termino por romperme. La desesperación se apodera de mí y quiero morir. No
sé cuánto tiempo estoy así. Imagino que hasta que me duermo dentro del sueño o
algún ruido me despierta. Tardo un buen rato en tomar consciencia de la
situación. No consigo distinguir, si forma parte del sueño o es real y eso me
aterra.
—Puede que te ayude saber, que este tipo de pesadillas
pueden darse en alguna de las fases del cambio del sueño. Tu mente puede
despertarse, mientras tu cuerpo este en fase “Mor”. De ahí, que tomes consciencia
de donde te encuentras, pero no puedas interactuar. En realidad, tu cuerpo
sigue dormido, por decirlo de alguna manera.
Otra posible explicación, menos científica, puede indicar miedo. El
miedo a no poder reaccionar; de ahí que sientas esa parálisis que tanta
angustia te produce.
—¿Y qué puedo hacer?
—Vas a tener que trabajar esa obsesión por el control. Lo estás
llevando al límite y puedes llegar a convertirte en una prisionera de ti misma.
No se trata de volverse loco, haciendo o diciendo todo lo que se le pase por la
cabeza; eso suele tener consecuencias y te haría sentir peor. Una primera
pauta, sería poder expresar tus opiniones tal y como a ti te gustaría que te
las manifestaran. ¿Me entiendes?
Lys asintió con la cabeza.
Salió de la consulta con un sabor agridulce. Las pautas eran
buenas, pero ella no había sido del todo sincera. Aquellas historias infantiles,
tapaban los episodios más escabrosos de su vida…
He venido antes pero no he terminado de leer, que facilidad tienes para escribir, ahora he vuelto a terminar el capitulo, gracias y un abrazo
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBrindemos por Usted escritorA
ResponderEliminarBESO
Gracias cielo
ResponderEliminarUn besote.