25 mar 2020

ULTIMA NOCHE EN MARRAKECH


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En estos momentos en el que los virus campan a sus anchas por nuestros cuerpos y pertenencias. Encerrándonos en nuestros hogares, cual inquisidor tirano que intenta arrebatar lo más preciado que tenemos, que es la salud y la vida de aquellos más sensibles de perderla. No puedo evitar la añoranza de aquellos días en los que disfrutábamos de nuestras andanzas en Marraquet.

Íbamos caminando por la calle, dirección a la plaza en busca de un fresquito y dulce vaso de zumo de naranja recién exprimido. Hasta hace bien poquito, resultaba la mar de sano y natural y ahora casi está en los alimentos prohibidos por exceso de azúcares naturales y poca fibra. Que es lo único que recomiendan en estos tiempos.

En nuestro camino nos encontramos una pequeña tienda de teteras. Ángeles quería una y andaba regateando. Yo al verlas tan brillantes y bonitas, cada vez me parezco más a una urraca. Me sume a la operación, con el fin de conseguir el mejor precio. Según nos dijo Sole, “la cantidad importa”.

No tardaron en echarme con cajas destempladas. Declarándome “persona non grata” en cualquier tipo de compra, que requiera del arte de regatear. Estas profesionales, consideraron mi actitud, una deshonra para el turista y las prácticas milenarias de estos lares, con la que disfrutan vendedores y compradores desde hace siglos.



Los primeros, maestros en el drama por conseguir el mejor negocio, los segundos, inquietos viajeros habidos de emociones fuertes, que consideran un triunfo conseguir el objeto deseado, aún sabiendas que, a pesar de haber pagado la mitad, te han engañado igual.



Debo reconocer que mi grado de empatía, es incompatible con esta forma de comercio ancestral y no, por qué no lo intente, es algo innato en mí. Al final, estas profesionales del regateo, las consiguieron a muy buen precio y ahora luce preciosa en mi salón, junto a la que compre en Japón.






El zumo tardo más en hacerse que en beberse y después como locos a por las compras, el tiempo apremiaba y habíamos visto demasiadas cosas, una ya no sabía ni por dónde empezar. La zona de los artesanos era una de las favoritas y había que apresurarse porque no tardarían en comenzar a cerrar sus puertas.

Cenamos en la plaza rodeados de gentes que iban y venían en un organizado caos, los puestos callejeros ofrecen multitud de productos. David se vino arriba y pensó que en vez de dieciséis, éramos treinta y dos, pidió comida como para que comiera media plaza y de alguna manera así ocurrió.

Se nos acercó una mujer de avanzada edad pidiendo dinero, instintivamente, miré el plato de comida que nadie había tocado, repleto de pescado recién hecho y se lo ofrecí, la mujer sacó una bolsa y lo lleno de comida, dándonos las gracias y alejándose, mientras dejaba en nosotros una sensación de semifracaso.

Cuando la gente nos pide dinero, una nunca sabe si realmente es para alimentarse, pero en este caso, cuando alguien agradece de esa manera el alimento que le ofreces, se te cae el alma a los pies y te das cuenta de cuan privilegiado eres y cuanta suerte tienes de tener una familia y dinero para subsistir.

No tardó en extenderse la voz y apareció otro anciano, con su bolsita para llenarla de comida, después una mujer que nos traía a su pequeña, no aparentaba más de cinco años y la niña pinchaba la carne, mientras la madre metía salchicha marroquí y otras viandas en media barra de pan.

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Hubo silencio, incluso alguna que otra lágrima furtiva, conscientes de nuestra propia impotencia. Los sentimientos quedaron a flor de piel y el pesar se hizo fuerte durante unos segundos. Por unos instantes nos sintiéramos culpables por pasarlo bien, por tener lo que a otros les faltaba. De la algarabía a la conciencia de la realidad, hay un solo segundo. Miramos a nuestro alrededor con otros ojos. Podemos tener pequeños gestos, pero somos meros trabajadores que disfrutan de un viaje, invirtiendo sus ahorros ¿Cómo salvar al mundo?

Resultado de imagen de soliradidadConscientes de nuestras limitaciones, nos animamos como pudimos y seguimos nuestro camino entre multitud de sensaciones, entre las dudas y los miedos, cualquiera de nosotros puede tener un mal momento, perder el trabajo o la casa. Nadie está exento de sufrir la idas y venidas de la vida.

En este pequeño grupo, cada uno a su manera, intentaba aportar lo que pudiera o consideraba oportuno, por desgracia las limitaciones existen. Pero es en pequeños gestos, donde las personas se muestran tal como son. Es lo que me hace querer ser mejor persona, porque seguro que todavía no estoy a la altura de todos ellos.

Resultado de imagen de niñosLa velada llegaba a su fin. De la plaza al estacionamiento de las autos, solo unos metros, aunque intensos. Por un lado, las manos que intentan llegar a cuerpos que nos le pertenece, por otro los raterillos que intentan hacerse con su botín, sustrayendo de las mochilas, objetos que el turista deja a su descuido. Distrayéndote con venta de clínex y envolviéndote en un grupo de pequeños que viven en la calle y han hecho de ello su forma de vida.

Así es la vida, uno piensa salvar al mundo y al instante siguiente, tan sólo quiere proteger lo poco que lleva encima, sobre todo la documentación, imprescindible para volver a nuestro hogar.

10 mar 2020

EL HAMMAM



El día estaba resultando de lo más completo y por si no tuviéramos suficiente. Sole y David, animados por el grupo (estos se apuntan a un bombardeo) tuvieron la brillante idea de visitar un Hammam, pero no el típico Haman para turistas, no. Ellos buscaron uno autóctono, sin lujos, compartiendo baño con la gente de la zona. Tal era la cosa, que cuando lo estábamos buscando, casi nos lo pasamos de largo. Lo encontramos en una modesta calle de adobe rojizo y con una puerta pequeña que daba a un conjunto de estancias que iban siendo más grandes, cuanto más al fondo llegábamos. Nosotros queríamos vivir la experiencia, desde la cotidianidad de sus habitantes y vamos que si la vivimos.


Habíamos ido dando un paseo a por nuestros bañadores y toallas. Debo reconocer, que no tenía ni idea de en qué consistía exactamente un Hammam y como una tiene una imagen. Aunque a estas alturas ande algo distorsionada, debe ser la presbicia, que no yo. Decidí en un momento de enajenación mental transitoria, colocarme un triquini verde para la ocasión.


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¿En qué momento pensé que era el mejor atuendo para recibir una buena exfoliación, acompañada de un baño y masaje? La respuesta era evidente, en ninguno “No pensé”. Le echaría la culpa al alcohol, pero dado que sólo bebí agua, lo único que me queda es el cordero de la comida. A saber, con que lo habían condimentado.

Resultado de imagen de el hammam marroquíUna vez en el pequeño Hammam. David negoció el precio y nos propuso écharle un vistazo al lugar. A simple vista podía ser una carnicería o unos baños públicos, tenía el mismo azulejo sencillo en blanco mate cuadrado de ambos, lo que confundía un poco, también es cierto que yo soy muy impresionable y dada a la tragicomedia.

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Aparecieron dos mujeres una de ellas con camisetas a rayas y pantalón pirata de complexión fuerte, la segunda, vestía toda de negro camiseta y pantalón, algo más menudita. Las seguimos con cierta curiosidad y sin entender ni una palabra de lo que nos decía. Llegamos a la conclusión que, observando el sitio y las cestas que nos ofrecían, debíamos quedarnos en paños menores, fue todo un alivio ver que íbamos bien encaminadas. No hay que olvidar que este, es un país con cierto recato.


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La mujer de camiseta a rayas, comenzó a desnudarse, quedándose en bragas y por un instante aquel lugar tomó diferentes connotaciones, si no fuera porque las bragas eran idénticas a las de mi santa madre. Totalmente actas como paracaídas en caso de emergencia.

Pensé de todo, mientras la mujer nos guiaba hacía el final de aquel lugar. Menos en la trata de blancas. Para eso, no estoy en edad. Llegamos a una sala del Haman menos iluminada que el resto, La mujer abrió los grifos y comenzó a llenar unos cubos. Nosotras nos mirábamos como si esperáramos algo y ella nos miraba, como si no fuéramos las aventajadas del local, por decirlo finamente.

Resultado de imagen de fiesta del aguaAl ver el panorama, la mujer pasó a la acción y cogiendo unos cazos, nos comenzó a regar cual margaritas en primavera. Sin contemplaciones, tan cual lo hacía mi abuela. Con una energía que me decía yo para mis adentros, “¡Si nos tira así el agua! ¿Cómo exfoliará está mujer? No os creáis, que no me dieron ganas de salir corriendo, pero el suelo resbalaba cosa fina y me hubiera escorromoñao en la primera curva.

Una vez limpitas y sin secarnos, casi se agradecía dado los cuarenta grados que debíamos tener allí dentro. No sentamos en espera de que comenzara el espectáculo, nos iba cogiendo una por una y tumbándonos en una especie de camilla de obra con un azulejo que resbalaba que para que te cuento, comenzó el ritual. Alguna tuvo que sujetarse para no salir disparada cual misil. La sangre no llego al río, pero no por que la mujer no exfoliara con fuerza, la jodia.

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La temperatura iba en aumento y el sudor se confundía con la humedad de nuestros cuerpos, sólo podíamos aliviarnos de una manera, regándonos con más agua fresquica. No seáis mal pensados. Una vez embadurnadas de aquel jabón de argán, nos sentaba en una silla y con un cepillo que todas compartimos. Cualquiera ponía una hoja de reclamación, nos peinaba y lavaba el pelo a la antigua usanza, con unos meneos, que de haber sido de pelo frágil, ahora estaría calva. Mientras, el resto se quedaban esperando quietecitas y como mucho, de vez en cuando cogíamos el cazo y nos regábamos un poco, para bajar la temperatura.


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La mujer pasaba aquel guate de lija por todos los recovecos de mi cuerpo, incluso los más sensibles. Y no, no disminuía la presión, creo que mis zonas erógenas no volverán a ser las mismas. Y yo preocupada por el PH del gel de baño, “infeliz”. Por si no fuera suficiente, de la piel salían pelotillas como si fuera un criadero de champiñones, no me quedó una célula muerta en el cuerpo, creo que viva tampoco, pero salí de un suave que ni “Mimosin”.

Entre cubazos, cachondeo y unos masajes que llegaban mucho más allá de las capas más profundas de la piel, se nos pasó media tarde. Salimos deshidratadas. Tomás nos esperaba con más paciencia que el santo Jo, apoyado en un saliente de la pared. Para avisarnos, que los chicos lejos de haber tenido suficiente con su aventura en el Haman, se habían ido al barbero.




Resultado de imagen de cary grantNo tardamos en encontrarlos, estaban esplendidos, afetaditos y muy guapos, mi chico, cada día se parece más a Cary Gran, creo que después de treinta y tres años juntos, parece que he acertado y eso que no se cortó el pelo, que tampoco le hubiera venido nada mal, ya que los rizos le tapan los ojos y mi Cary, siempre fue muy bien peinao.

JUICIO LEVE DE FALTAS

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