En estos momentos en el que los
virus campan a sus anchas por nuestros cuerpos y pertenencias. Encerrándonos en
nuestros hogares, cual inquisidor tirano que intenta arrebatar lo más preciado
que tenemos, que es la salud y la vida de aquellos más sensibles de perderla. No
puedo evitar la añoranza de aquellos días en los que disfrutábamos de nuestras
andanzas en Marraquet.
Íbamos caminando por la calle,
dirección a la plaza en busca de un fresquito y dulce vaso de zumo de naranja
recién exprimido. Hasta hace bien poquito, resultaba la mar de sano y natural y
ahora casi está en los alimentos prohibidos por exceso de azúcares naturales y
poca fibra. Que es lo único que recomiendan en estos tiempos.
En nuestro camino nos encontramos
una pequeña tienda de teteras. Ángeles quería una y andaba regateando. Yo al
verlas tan brillantes y bonitas, cada vez me parezco más a una urraca. Me sume
a la operación, con el fin de conseguir el mejor precio. Según nos dijo Sole, “la
cantidad importa”.
No tardaron en echarme con cajas
destempladas. Declarándome “persona non grata” en cualquier tipo de compra, que
requiera del arte de regatear. Estas profesionales, consideraron mi actitud,
una deshonra para el turista y las prácticas milenarias de estos lares, con la
que disfrutan vendedores y compradores desde hace siglos.
Debo reconocer que mi grado de
empatía, es incompatible con esta forma de comercio ancestral y no, por qué no
lo intente, es algo innato en mí. Al final, estas profesionales del regateo,
las consiguieron a muy buen precio y ahora luce preciosa en mi salón, junto a
la que compre en Japón.
El zumo tardo más en hacerse que en beberse y después como locos a por las compras, el tiempo apremiaba y habíamos visto demasiadas cosas, una ya no sabía ni por dónde empezar. La zona de los artesanos era una de las favoritas y había que apresurarse porque no tardarían en comenzar a cerrar sus puertas.
Cenamos en la plaza rodeados de
gentes que iban y venían en un organizado caos, los puestos callejeros ofrecen
multitud de productos. David se vino arriba y pensó que en vez de dieciséis,
éramos treinta y dos, pidió comida como para que comiera media plaza y de
alguna manera así ocurrió.
Se nos acercó una mujer de
avanzada edad pidiendo dinero, instintivamente, miré el plato de comida que
nadie había tocado, repleto de pescado recién hecho y se lo ofrecí, la mujer
sacó una bolsa y lo lleno de comida, dándonos las gracias y alejándose,
mientras dejaba en nosotros una sensación de semifracaso.
Cuando la gente nos pide dinero,
una nunca sabe si realmente es para alimentarse, pero en este caso, cuando
alguien agradece de esa manera el alimento que le ofreces, se te cae el alma a
los pies y te das cuenta de cuan privilegiado eres y cuanta suerte tienes de
tener una familia y dinero para subsistir.
No tardó en extenderse la voz y
apareció otro anciano, con su bolsita para llenarla de comida, después una
mujer que nos traía a su pequeña, no aparentaba más de cinco años y la niña
pinchaba la carne, mientras la madre metía salchicha marroquí y otras viandas
en media barra de pan.
Hubo silencio, incluso alguna que
otra lágrima furtiva, conscientes de nuestra propia impotencia. Los
sentimientos quedaron a flor de piel y el pesar se hizo fuerte durante unos
segundos. Por unos instantes nos sintiéramos culpables por pasarlo bien, por
tener lo que a otros les faltaba. De la algarabía a la conciencia de la
realidad, hay un solo segundo. Miramos a nuestro alrededor con otros ojos.
Podemos tener pequeños gestos, pero somos meros trabajadores que disfrutan de
un viaje, invirtiendo sus ahorros ¿Cómo salvar al mundo?
Conscientes de nuestras
limitaciones, nos animamos como pudimos y seguimos nuestro camino entre
multitud de sensaciones, entre las dudas y los miedos, cualquiera de nosotros
puede tener un mal momento, perder el trabajo o la casa. Nadie está exento de
sufrir la idas y venidas de la vida.
En este pequeño grupo, cada uno a
su manera, intentaba aportar lo que pudiera o consideraba oportuno, por
desgracia las limitaciones existen. Pero es en pequeños gestos, donde las
personas se muestran tal como son. Es lo que me hace querer ser mejor persona,
porque seguro que todavía no estoy a la altura de todos ellos.
La velada llegaba a su fin. De
la plaza al estacionamiento de las autos, solo unos metros, aunque intensos. Por un lado, las
manos que intentan llegar a cuerpos que nos le pertenece, por otro los
raterillos que intentan hacerse con su botín, sustrayendo de las mochilas, objetos que el turista deja a su descuido. Distrayéndote con venta de clínex
y envolviéndote en un grupo de pequeños que viven en la calle y han hecho de ello su forma de vida.
Así es la vida, uno piensa salvar
al mundo y al instante siguiente, tan sólo quiere proteger lo poco que lleva
encima, sobre todo la documentación, imprescindible para volver a nuestro
hogar.
Holaaaaaaaaaaa mi querida Odry mi niña que hacia tiempo que no te veía en la lista de lectura publicar, al menos nos ha sacado un ratito de tanto virus y tanto estar encerrados, me encantan tus historias tienes que tener cuidado cuando salgas por ahí que hay muchos que te quieren robar y ni cuenta te darás FELIZ TARDE MI NIÑA BESITOSSSSSSSSSSS DE CON CARIÑOOO
ResponderEliminarAinsss si, y aún ahora, que muchos no cobrarán por quedarse en casa, seguimos teniendo suerte de poder comer caliente todos los días.
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