25 jun 2023

EL CUARTO OSCURO

 

Hace unos días, recordaba con una amiga, las fiestas de Chon y Lydia en las que terminaba en la cama de uno de los dormitorios, recibiendo uno por uno a todos los invitados de la fiesta que hacían cola para verme.

No penséis mal. A esas fiestas no acudía sola. Iba con mi lucero y aunque todos pasaban por la cama, nunca hicimos ni tríos ni cuartetos ni bacanal romana. La cosa era más surrealista. Ya me conocéis, normal, lo que se dice normal, no soy.


Lo mejor de aquellos encuentros, es que llegaba a conocer a todas aquellas personas de una forma muy íntima. Entre ellos y yo, se generaba un extravagante vinculo que perduraba de un año para otro, cuando me volvían a invitar y volvíamos al dormitorio, con la luz de una pobre lamparilla que alumbraba los más ocultos secretos que cada uno guarda.

  Año tras año, a eso de las doce, cual cenicienta deshechizada, me dirigía al dormitorio, donde en vez de magia, me dedicaba a dar ánimos o consuelo según la cosa resultara.

   Eso no implica, que más de uno se pusiera a la cola de la entrada con otras intenciones. Es lo que tiene recibir en una cama, pero al llegar y ver el percal, casi se alegraban de haberse equivocado. Podía estar a oscuras, pero no estaban lo suficientemente ciegos como querer algo más conmigo, que ya tengo una edad y, allí había mucha chiquillería.

Bromas aparte, lo mejor era volver al año siguiente y ver pasar a todos de nuevo por aquel cuarto oscuro. Algunos incluso, traían apuntadas sus peticiones.

Muchos de aquellos amigos, lo siguen recordando como una de las fiestas más originales en las que hayan estado. Al parecer, a pesar de ser una tarotista en prácticas, hacerte muchas de mis predicciones.


Aunque, si soy sincera, a esas horas y después de haberse tomado más de un par de copas. Si le hubiera puesto la lamparilla del dormitorio a la imagen de la santísima, hubieran salido de allí, creyendo en los milagros.


No me dedico a echar las cartas del tarot. Aunque, en cierta ocasión me contrataran para ello, pero eso, eso tiene otro post.











11 jun 2023

EL TAMAÑO IMPORTA.

 



¿Por qué todo es tan complicado?

Ya os conté que el jardinero se cargó la farola y empezamos una guerra con la aseguradora que, a día de hoy, sigue sin pagar. Cinco meses reclamando y ahora nos piden el parte (Serán…). Eso sí, que tiene guasa.

Mientras llega la indemnización (Todavía creo en los milagros), yo se la encargué al electricista.

Cuatro meses han tardado en conseguir una igual. Hemos estado apuntito de ponerle un altarcito con velas, para que la gente no se tropezara y se partiera la crisma. Pero, la suerte no me acompaña y se ha puesto a diluviar como si Noe hubiera terminado su barca.

El electricista me comenta, que no tenía las mismas bombillas y que nos ha traído una para alumbrar estadios, pero de led, para no despilfarrar energía.

A lo que yo pensé: «Antes los vecinos se me quejaban de ir a oscuras y ahora van a necesitar gafas de sol». Y miro al cielo, en busca de ayuda divina, pero como lo mío no tiene arreglo, en vez de la ayuda divina, aparece Manuela, preguntando si ya tenemos luz, que no ve nada.

Ahí es cuando pienso: «A mí, los mensajes me los mandan del mismísimo infierno, sino, no lo entiendo».

Y para no defraudar a Satán, pienso maléficamente; «¡Mujer limpie las gafas y verá!».

—No se preocupe, que le he traído una bombilla tres veces más potente. —Le contesta la electricista que es la mar de maja.

—¿Qué no voy a poder ver al de enfrente?

«Esta pobre, no sólo necesita aumento de dioptrías, también necesita un sonotone» Pero me lo callo, que llevo un día muy maligno y luego me quejo del Karma.

—¡No mujer! —Le aclaró en voz alta. —Que van a poner una bombilla muy potente. No va a necesitar encender la luz de su casa.

Manuela se queda contentan y el electricista colocan la farola y me llama.

Cuando llego, hay algo que no me cuadra y levanto la mano. La electricista me mira extrañada y me dice:

—¿Qué haces? Puedes hablar sin pedir permiso, que no estamos en el cole.

—No, si lo que estoy haciendo es medir la farola y esta farola es más bajita que las otras.

—¿Estás segura?

—Si no he crecido cuarenta centímetros de mi casa aquí, sí.

—¡Qué va! Cinco o diez, como mucho.

—¿Cómo son los centímetros en tú pueblo, nena? Cómo poco, le falta una parte. ¿No os lo habréis dejado por ahí?

—¡No! ¿No será el efecto óptico?

—¿Qué efecto óptico? —Le digo y me voy a la farola de enfrente. —Si puedo cambiar la bombilla sin escalera y aquí no llego.

—¡Exagerada! —Y le dice a su compañero. —¡Jorge saca el metro! —

Cuarenta centímetros le faltaban a la farola y nos pregunta si la deja o la quita. Le digo que la deje, que ya pondrá la pieza que falta. A lo que Manuela se asoma y dice. —¿Ya tenemos luz?

—¡Si no la hemos cortado, mujer!

—Anda y yo perdiéndome la telenovela. ¡Podías avisar, maja!

Yo sigo mirando al cielo, pero ni ayuda divina ni meteorito ni nada. Está visto que es mi sino y no voy a tener ni un día de calma.

8 jun 2023

LA FERIA DEL LIBRO

Como todos los años, tenía que visitar la feria del libro en el parque del Retiro de Madrid. Donde además de encontrar un sin fin de editoriales y autores, puedes pasear por una arboleda centenaria, visitar el palacio de cristal, el palacio de Velázquez, La fuente del Ángel Caído o dar un paseo en barca por el lago.

         ¿Qué más se puede pedir? En mi caso, poder participar en ella algún día y firmar en alguna caseta, aunque sea la de la limpieza.
         Y si no lo consigo, el próximo año cogeré mis tres novelas y una caja de cartón decorada y me pondré al lado de los grandes, a ver si se me pega algo.

De momento, me conformaré con comprar algún que otro libro para seguir aprendiendo, que nunca está demás.

¡Hala! A seguir soñando, aunque sea despiertos. Porque la imaginación es la mejor medicina para el aburrimiento. Con mucho trabajo y una buena dosis de fantasía, uno puede conseguir que su vida sea extraordinaria.

                



3 jun 2023

INUNDACIONES PROVOCADAS.

 


Día lluvioso y yo que no veo el peligro me voy con mis amigas de compras a una conocida tienda sueca, cuyos nombres son impronunciables.

Apenas habíamos recorrido la mitad, cuando una llamada me puso en alerta.

—¿Mami, tenemos seguro? —Y la llamada se corta.

Mi corazón da un vuelco y comienzo a marcar desesperada. A ver qué demonios está pasando que, con la que estaba cayendo en esos momentos, tampoco era muy difícil de imaginar.

En la tienda no hay cobertura y a mí me va a dar un parraque. Mi amiga me deja su móvil y consigo hablar de nuevo con el pequeño monstruito, no por edad, sino por tamaño, que ha salido a su madre.

—¿Me puedes decir, qué demonios está pasado? Que no respondes ni a los WhatsApps.

—Estaba recogiendo agua mami, que se ha inundado el salón.

Yo cuento a tres y como veo que no es mucho, cuento dos más antes de intentar aclararlo.

—¿El salón? —Pregunto contenida y vuelvo a contar… ¿No serán goteras en los dormitorios?

—No mami, se ha inundado el salón.

—¿Y por dónde a entrado el agua si no hay balcón? 

—No mami, si no ha entrado. !Ha salido!

Ahí, es justo donde colapso.

—A ver nena, que eres la inteligente de la familia. ¿Por dónde demonios está saliendo el agua, que me va a dar algo?

—Por el radiador, iba a cerrar la ventana y me he apoyado sin querer, con tan mala suerte que se ha salido el tubo.

Es en esos momentos, es cuando piensas: «Casi prefería inundación que lo cubre el seguro». Y sigues preguntando.

—Pero, ¿cómo te las has apañado, alma de cantaro? Vete corriendo al baño y cierra la llave de vaciado, para que deje de salir el agua del radiador.

Se vuelve a cortar y yo me caguen en toooo, en el sueco que puso la tienda, en la niña, en el radiador y en la cobertura de este barrio que, en pleno siglo XXI, va a pedales. ¿Para qué narices queremos el 5G, si nos hemos saltado el 1, el 2, el 3 y el 4?

La niña vuelve a llamar, cuando nosotras íbamos en el coche. Mis amigas veían como me salían humo de la cabeza y temían que fuera a explotar.

—¡Mami!

—¡Qué? —Le digo cabreada como una mona.

—No te preocupes que Cristian ha metido él tuvo y ya casi no sale agua.

—¡Cómo va a salir, so besuga! Se habrá vaciado el circuito cerrado de la calefacción.

—¡Aaaahh! Entonces, llamo al seguro o…

—¡El seguro no cubre hijas manazas! —Le interrumpo antes de que termine la frase. —Seca bien el suelo para que no se levante.

—Creo que eso, si lo incluye el seguro. —Me dice mi amiga Olga.

—¿Estás segura? —Le preguntó entornando los ojos y ella se encoge de hombros.

—¡Niña, seca el suelo, por tu madre! —Le digo y salgo corriendo, en cuanto Olga aparca.

En el suelo podrían nadar patos y con dos fregonas no dábamos abasto.

Movimos el sofá, quitamos la alfombra de lana que pesaba un quintal. Saqué el tuvo, que estaba mal colocado, lo enrolle con teflón como si no hubiera un mañana y lo metí hasta al fondo para que no goteara.

Decir que llevo una mala racha es quedarse corto, por eso, al que esté haya arriba pasándoselo pipa a mi costa:

—¡Reparta, por Dios, reparta…!

JUICIO LEVE DE FALTAS

  VECTOR PORTAL Como ya os conté, Manuela tuvo un brote y, en plan chungo, me dejo claro que no era su vecina favorita y que, en cuanto me d...