No os voy a negar que en algunos de mis
retos, existe lo que viene siendo peligro real, la tensión y adrenalina terminan
siendo intimas, tanto que a poco que me soplen, soy capaz de volar. Aunque para
seguir con mis locuras adelante, siempre me excuso diciendo
- ¡Por lo menos, lo intento!
Es el pobre de mi Lucero, el que me preocupa,
por que en una de las mías, me lo cargo, así que sólo le suelo avisar al final,
que ya me dice el:
-
Si me avisas antes tú, no llegas tan lejos.
- ¡Ves, por que no te aviso¡
- ¡Ves, por que no te aviso¡
Todo comenzó un día frío y lluvioso, cuando
fui a encender la caldera, que hacía aguas por todos lados, en una ocasión normal,
hubiera llamado al técnico y santas pascuas, pero algo en mi interior me
empujaba al abismo y me puse a buscar en Internet. No tarde más de media hora
en buscar la solución, era una simple llave. Hice cálculos y convencí a mi
Lucero, para ponernos manos a la obra, cambie la llave de vaciado y listo,
también cambie la de llenado, por si acaso(mujer prevenida, vale por dos.
Fue
entonces cuando empecé a flojear, la presión de la caldera subía como alma que
pierde al diablo y eso iba a ser más gordo, después de la consulta con Internet,
resultó que era el vaso expansor.

Para el que no lo sepa, viene a ser el pulmón
de la caldera. Me puse a operar, desmonte la caldera, ya no me quedaban tuercas
y allí no había forma de encontrar el dichoso vaso. Miraba las instrucciones y
como al manitas de mi padre, me faltaban piezas, ¿donde demonios estaba el
dichoso vaso? Sí es de un color naranja butano que acojona, tendría que verse a
cien metros.
Me
rendí a la evidencia y llame al técnico.
Puedo jurar y no como los políticos, que yo
le explique a la señorita el problema y la pieza a cambiar, tanto o más que
ella me explicara, que de no arreglarse me cobrarían igualmente 40 €
Al
día siguiente un señor encantador al que le llame técnico(ahora entenderéis por
qué) llego a mi casa.
-
¡Buenos días! ¿Cual es el problema?
-
Pues, que la caldera pierde agua.
-
Eso va a ser la válvula de seguridad.
-
No, la cambie ayer.
-
¿La cambió usted?
-
Sí, pero esta perfecta puede mirarlo.
-
Entonces va a ser la llave de llenado de la
caldera.- Lo dijo después de constatar lo que yo le había dicho.
-
Pues creo que no, también la cambiamos ayer.
-
¿Lo hizo usted?
-
Sí, señor, por lo que le he llamado es para
que cambien el vaso expansor, se lo dije a su compañera.
-
¿Y esto?- Me dice horrorizado, mientras
contemplaba entres sus dedos, la bomba de la bici de mi hijo.
-
Se lo que está pensando y no, no la e usado,
por que no e encontrado el dichoso vaso de expansión, que sí no vamos que le
enchufo aire, por si no tiene presión.
-
¿Usted es un peligro?
-
Eso mismo dice mi marido.
El hombre me explico que el dichoso vaso
estaba justo detrás de la caldera y que la única manera de cambiarlo era
llamando a una empresa instaladora y desmontando totalmente la caldera y los
muebles de la cocina, el confirmó la comunicación de vasos, ya que el agua y el
aire salían mezclados.
Eso no fue lo peor, lo peor es que me cobro
los 40 €, por que resulta que el no pertenecía a una empresa instaladora, solo reparaba, y cosas simples. Que ya me decía para mis adentros, mira poco estoy en el paro lo mismo monto mi propia empresa, 40 € por la patilla y sin despeinarme.
Debo reconocer que sentí estafada y
frustrada, ¿por qué no me lo dijeron cuando llamé? El señor debió de pensar lo
mismo, así que me dijo.
-
Si no te quieres gastarte la paga de Navidad,
lo que puedes hacer es comprar un vaso de expansión y ponerlo al lado de la caldera,
sólo va conectado por una válvula y con un manguito lo tienes listo por unos
50€, sin correr ningún tipo de riesgo.
Convencer a mi Lucero no me costo mucho,
entre la paga de Navidad y 50€ no había color. Eso sí, cuando vio con sus
propios ojos el dichoso vaso.
Creo que se vino abajo, entre el reluciente naranja brillante y su tamaño, le vi flojear. Mi padre nos acompañaba y no dejaba de mirarnos con una expresión, entre incrédulo y alucinado, pero el pobre que ya se quemo vivo en una explosión, decidió ayudarnos. La experiencia siempre es un grado.
Creo que se vino abajo, entre el reluciente naranja brillante y su tamaño, le vi flojear. Mi padre nos acompañaba y no dejaba de mirarnos con una expresión, entre incrédulo y alucinado, pero el pobre que ya se quemo vivo en una explosión, decidió ayudarnos. La experiencia siempre es un grado.
El caso es que no tuvimos contratiempos en la operación, eso si la tensión se mascaba cual película de terror, cuando desenroscamos el antiguo vaso y una explosión de agua, puso a mi lucero tibio de un agua turbia mezclada con gas, pero aún así, con el corazón en un puño, seguimos montando la nueva.
Al ponerla en marcha, el silencio se podía
cortar con cuchillo y sólo a mi padre se le ocurría decir, desafiante.
-
Tranquilos que estás caldera antes de
explotar, se paran.
Mi Lucero y yo le miramos incrédulos, parecía
un torero frente a un miura desafiando el peligro.

-
Si, eso dicen, pero no cuando las has
manipulado, ¡Por Dios papa, quitate de ahí, que estás justo en frente y va
haber que recogerte con pinzas de depilar!
Que pensaba para mis adentros, lo que le
gusta a este hombre salir ardiendo, ¿Tendrá complejo de hombre antorcha?
El caso es que no exploto y que funciona a
las mil maravillas, la presión es estable, no como yo, que debo confesar que e
tenido ataques de ansiedad debido al estrés y el miedo, los voy superando,
tranquilos, de echo ya estoy metida de lleno en otro follón con la de cuenca, que esa si que es peligrosa y no mi caldera.