María estaba sola en la casa, cuando sintió al espíritu, esta vez no hacía ruido, nada se encendía, los cuadros estaban quietos, pero en la atmósfera de aquella casa se respira un aire pesado, notaba su furia, este no era el espíritu que tanta paz la había dado, lo sentía como una carga y era consciente de su enfado, sabía que actuaría, pero no como, ni cuando.
Se estremeció, cuando una brisa fría la envolvió en la nada y por primera vez en 16 años sintió miedo de los espíritus en aquella casa.
Pensó en darse una ducha, quizás el correr del agua por su cuerpo, consiguiera hacer desaparecer la sensación de presión y locura que la envolvía, como si el agua pudiera arrastrar todo el dolor y toda la ira que sentía.
Al día siguiente mientras Maria entraba en la habitación de su hijo para despertarle y con el su calvario de cada día. Le sorprendió que su hijo le dijera con una sonrisa – Ya voy mama.
Maria quedó petrificada en la puerta, al ver aquella sonrisa, hacía tanto tiempo, que no se dibujaba en su cara, por un momento volvió a ver aquel muchacho, al que tanto quería y que tanto cariño la había dado. Tuvo el impulso de besarle, pero no quería hacerse ilusiones, no fuera a ser que lo enfadara y comenzarán los insultos, el desprecio y aquel sueño se esfumara antes de comenzar.
Durante el desayuno, todo siguió igual y María a punto estuvo de llorar, ante aquella situación que durante años había sido habitual, pero que los últimos 4 meses se había convertido en un imposible.
Cuando los chicos se fueron al instituto, lo primero que hizo María fue ir a mirar debajo de la cama de su hijo, donde había dejado la mitad de un limón.
El limón comenzaba a tener muy mal aspecto, pero además del verde moho, había cosas negras de extraños dibujos, nunca había visto nada igual, pero recordó las palabras de aquella mujer – No te asustes cuando veas que se pone verde, las cosas negras crecerán llevándose todo el mal que el espíritu quiere hacerle, sin embargo la mitad que coloques bajo tu cama, estará intacta, por que a ti no quiere hacerte daño-. Maria fue a su habitación y comparó la otra mitad del limón, estaba intacto, volvió a ponerlos en su sitio, le parecía una guarrada, pero seguía las instrucciones. Una sola sonrisa ya lo merecía, lo merecía todo.
Las cosas cambiaron, no de forma radical, si no suavemente acompasadas, había momentos de tensión y furia, pero efímeros, nada que ver con los 4 meses de calvario.
Llegaron los besos, los abrazos, los días de sol y aunque a veces se ponía nublado, a María le daba tiempo a prepararse, para lo bueno y para lo malo.
Aún hoy en la casa sigue habiendo algo, quizás un espíritu no se sabe si bueno o malo.
Pd.Anónima tesoro, no me he olvidado de ti, pero me gustaría saber donde quieres que te conteste, si en un post o en un comentario, de cualquier manera si me dejas tu correo también te lo mando, sin cobrar claro, es broma, es por si no quieres que alguien lo lea.
Un besito.