Hace unos días un bloguero publico un post en el cual denunciaba el acoso de un anónimo. Yo muy solidaria le escribí un comentario para apoyarle, ya que me gusta su blog y no me cabe en la cabeza que algunos intenten molestar, creo que la cosa es mucho más simple si algo no te gusta, no lo lees y en paz.
En fin que al anónimo no le gusto mi comentario, entró en mi blog y dejo 3 comentarios, en los cuales imagino que quería pinchar un poco, bueno para que nos vamos a engañar, fue bastante despectivo, yo no me lo podía creer, había que verme encima de la cama con el portátil y más feliz que una niña con un juguete nuevo.
- ¡Nene, nene! – Llame corriendo a mi Lucero.
- ¿Qué te pasa Odry?
- Me han puesto tres mensajes para meterse conmigo en el blog.
- ¿Y que te ponen?
- En el primero me explica por que se mete con el blog que defendí, el segundo es ofensivo y el tercero machista. ¡Está súper completo!
- ¿Y eso te hace feliz?
- ¡Un montón!
- No hay quien entienda a las mujeres.
- No bobo, muchos de los blogs que visito, tienen este tipo de comentarios y algunos los terminan haciendo privados.
- Hazlo privado tú.
- Si hombre y me pierdo los comentarios.
- De veras que no consigo entenderte.
- Con lo caro que se venden los seguidores, sobre todo y teniendo en cuenta que soy nefasta como escritora, como para no dejar a los anónimos que se explayen. Esto empieza ya a parecer un blog en condiciones.
- Tú estas fatal.
- Sí, ¿verdad? Si es que se borran más seguidores, que los que se apuntan.
Así es que en vez de hacer lo normal que hubiera sido, sentirme ofendida, me hizo tanta ilusión ver estos mensajes en mi blog, que lo que hice fue darle la bienvenida, e invitarle a mi casa, por que no me importaba su forma de expresarse, aunque sea despectiva, que se le va hacer, nadie es perfecto.
El caso es que después de darle la bienvenida, el anónimo dejo un mensaje de lo más correcto y no ha vuelto ni para ofender, ni nada. No soy capaz ni de mantener a los anónimos.
Una pena de blog.