El tiempo mejoraba y los días se volvían calurosos, y decidimos volver a el“Fushimi inari-Taisha”, Pasado el santuario dedicado al Dios Inari (Dios del arroz) comienza una especie de pasadizo a base de Toriis naranjas con escritos, que se extiende por una montaña escarpada y sinuosa de unos 4 kilómetros, disfrutar de un monumento en plena vegetación entre árboles centenarios y pequeños recovecos, llenos de ofrendas y pequeñas estatuas de zorros, mensajero del Dios Inari era una autentica delicia. Es increíble como los Toriis donados por la gente que emprender un negocio y quiere conseguir la tan ansiada prosperidad, se ha convertido en un monumento tan original y lleno de energía, casi mágico.
Otra aventura digna de mencionar,
fueron nuestros intentos, 3 para ser exactos de visitar el palacio imperial.
La primera vez llegamos, pasadas
la cinco, era domingo y nos dijeron que no estaba cerrado los domingos. Al día
siguiente, nos dijeron que se cerraban a las cinco y al tercer día, que había
que inscribirse a primera hora en información, aportando todos nuestros
pasaportes y haciendo una declaración jurada. Vamos, más requisitos que para
pasar la aduana. Una hora más tarde nos convocaban a las puertas de tan curioso
lugar y comenzaba nuestro periplo por el castillo. Jardines impresionantes,
estancias sencillas y vacías, únicamente decoradas con pinturas de lo más
variopinto, que indicaban a que tipo de personas estaban destinadas las
estancias.
Realmente, no es el monumento que
más huella dejó en mi, es más el echo de ver las cosas desde las barrera,
pierde encanto, muestran un poquito, y uno se quede con ganas de más, con la
sensación de que te estas perdiendo cosas, y no terminas de hacerte a la idea
de cómo sería la vida en tan curioso e importante lugar, aunque entiendes que
la humildad en los materiales utilizados y su fragilidad, lo hacen necesario.
Al otro
lado de Pontocho, el río, donde las terrazas de los restaurantes se muestran
abiertas, para que sus clientes disfruten de una cena en plena ribera, cientos
de velas y farolillos iluminan las terrazas, haciendo que la postal sea
perfecta, tanto o más que una Geisha.
Cruzamos el
puente y llegamos al barrio de Gion. Allí se supone que viven las Geishas,
aunque también cuentan las malas lenguas, que no todas las Geishas que se ven son autenticas. Es como que de vez en cuando sale una japonesa disfrazada, no lo tengo confirmado, así que yo prefiero el cuento, el de ver un personaje del pasado, en las calles de Gion paseando al lado del canal de Shirakawa, con su pequeño balanceo al compás de sus pasitos, sobre sus zori.
aunque también cuentan las malas lenguas, que no todas las Geishas que se ven son autenticas. Es como que de vez en cuando sale una japonesa disfrazada, no lo tengo confirmado, así que yo prefiero el cuento, el de ver un personaje del pasado, en las calles de Gion paseando al lado del canal de Shirakawa, con su pequeño balanceo al compás de sus pasitos, sobre sus zori.
Las noches en este canal son de ensueño y pasear a lo largo del río un momento que es difícil olvidar.
Los días van pasando y los templos y
jardines que hemos visitado, permanecerán en nuestros recuerdos por siempre, el
final de nuestra estancia se acerca y mucho nos queda por descubrir. Aprovechar
la mañana para ir hasta el río Hozu y pasear por el puente Togetsukyo, haciendo
fotos maravillosas, que nos mostraran a lo largo de nuestra vida, un lugar
increíble, otro más de tantos.
Visita este
lugar y no acercarse al templo más conocido de la zona, no sería normal, el
templo Tenyu-ji, patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, es un lugar
encantador, rodeado de esos maravillosos jardines y que a su salida te lleva
directamente al bosquecillo de bambú, donde recorrer el sendero, es toda una experiencia.
Ese día
como otros, terminamos comiendo en uno de esos pequeños restaurantes
familiares, que realmente son hogares, donde dedican algo de tiempo a alimentar
a los curiosos turistas, con manjares deliciosos y caseros. Regentado por la
familia, mientras la hija sirve las cuatro mesas, la madre y abuela preparan la
comida, sin esconderse, en una cocina abierta y sencilla, dejándonos participar
de su día a día.
La ultima noche, caminos hacía la
estación central, donde somos recibidos, por una fuente de colores, que lleva
el ritmo de la música, embobados, contemplamos el pequeño concierto de luces y
sonido, perfectamente conjuntados y nos preguntamos si esto será todo o habrá
algo más. ¡Incrédulos! esto es Japón y todo puede pasar. Una vez dentro de la
estación, unas escaleras enormes, nos invitan a subir, iluminadas con dibujos y
palabras de bienvenida, en la oscuridad de la noche resaltan cual estrellas
fugaces, sobre una alfombra, en algún lugar del cielo, y es allí donde nos
dirigimos, para llegar a un mirador, con un pequeño jardín, lugar de paz y
calma, donde parejillas acarameladas, se besan fugazmente y donde el resto de
los mortales se deleitan con las maravillosas vistas de la ciudad a uno y otro
lado de la estación.
En la parte
central, el ir y venir de gente, de un lado otro, sin detenerse a contemplar el
espectáculo de luz que inunda la gran sala, al lado contrario, unas escaleras
mecánicas te llevan a otro mirador, más romántico y cursi, con un pequeña
pérgola iluminada con cientos de bombillas.
En fin un
despliegue de luz y color, que hacen de esta majestuosa estación un lugar
diferente, donde el turista que llegue de noche, quedará hipnotizado y tan atónito
como nosotros.
La estancia
en Kyoto llega a su fin, y me preparo para dejar atrás los Templos, palacios,
bosques, santuarios, tiendas y restaurantes, que durante estos ocho días hemos
visitado, dejándome un trocito de corazón, en todos y cada uno de los lugares,
que hemos visitado con tanta ilusión, con la esperanza de que algún día podamos
volver, por que hay muchos lugares que nos quedan por ver y muchas experiencias
que nos quedan por vivir.
Ohhhh....nos ha gustado mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias guapa
EliminarDe verdad que quiero ir a Japón despues de tu descripción del viaje... mira que yo fui a China y ya no me pilla en frio.. pero creo que Japón es un sitio super especial.
ResponderEliminarBesos
La verdad es que si, i sobrino lleva 4 años en China y ha estado con nosotros y dice que es un mundo totalmente diferente, la limpieza, el respeto y ese especial sentido de ver la vida, es un mundo fascinante.
EliminarUn besote y gracias por comentar.
A ver dejo de venir un tiempito y tu me dejas la comunidad y ¿te me piras a Japón? Esto no es justo killa ¿porque no me llevaste contigo? jejeje
ResponderEliminarMe encanta me alegra mucho volver a verte
Besotes