Nuestra
idea era dormir en Siena, pero terminamos en medio de los campos de labranza,
entre olivos y viñedos, a los pies de la muralla de Monteriggioni. Donde el
silencio invitaba al descanso, tan ansiado después de un día lleno de
emociones.
Monteriggioni,
es un pequeño pero encantador pueblo medieval, rodeado por murallas construidas
en el siglo XIII por
los señores de Siena para controlar la vía Cassia, que discurría a través de Val
d'Elsa y Val Staggia. Con catorce torres, que ya nombró Dante en el infierno de
la Divina Comedia (Canto XXXI del Infierno), comparando las catorce torres de
Monteriggioni con un círculo de gigantes rodeando el abismo infernal y por las
que hoy puedes pasear, por las pasarelas que las bordean
Las puertas
de la muralla se abren ante nosotros, mostrando una vez, como los italianos han
cuidado de su patrimonio, trayendo edad media a nuestros días, a través de
estas construcciones tan bien conservadas, por si esto no fuera suficiente, lo
aderezan con mercadillos medievales que hacen las delicias de grandes y
pequeños.
Paseamos
por las pequeñas calles, fuimos de norte a sur y de este a oeste. En una visita
corta, pero deja muy buen sabor de boca y no me refiero sólo al café.
20 kilómetros separan Monteriggioni de Siena
otra joya de esta tierra increíblemente bella y que nos tiene totalmente
embelesados.
En Siena agradecimos
en el alma, las escaleras mecánicas para subir a la zona más turística de la
ciudad. Donde la catedral Duomo di Santa Maria dell’Assunta cuya
fachada rayada por el verde-oscuro y coloreada por el rosetón de la Última
Cena, se abre desde paso desde las estrechas calles, para mostrar todo el poderío
de la iglesia en esa época. Il Duomo esconde una cúpula impresionante y un
campanile cuyo número de ventanas crece en función de la altura, convirtiéndose
en el punto de mira de la ciudad medieval.
En La Piazza del Campo, se
encuentra el Palacio Público, del Siglo XIV, cuya torre (llamada del Mangia)
busca el cielo con su perfecto remate almenado. Es en esta Piazza donde se
celebra la famosa fiesta del Palio, que comienza con el desfile de los Mazzieri
(Pregoneros), tras ellos los Centuriones, los representantes de los
contrade y por último, el carro tirado por bueyes que porta el palio, premio
que se entrega a la contrada vencedora. Todo con una estética medieval digna de
ver. Los corredores con sus respectivos caballos toman la salida cuando suena
las campanas del Mangia y caiga una soga (canapo) al suelo, dando tres
vueltas a la plaza, ganando sólo uno de los diez participantes.
Recorrer la ciudad es un placer,
tanto en arquitectura, como en los detalles de gran belleza que cubren sus
fachadas, uno no sabe donde mirar, cada calle, cada plaza, cada edificio
conservan el sabor añejo y cautivador del ayer, pasado y presente de la mano en
busca de un futuro, donde poder seguir disfrutando de tanta belleza.
La Piazza de San Francesco,
regida por la gran Basílica de San Francesco, construida en el Siglo XIII. La Vía
dei Rosi hasta que la seccionó Via Banchi di Sopra, la avenida más importante por
sus comercios, sus boutiques y los hoteles de lujo.
Recorrer Los arcos de la Loggia della Mercancía y tesoros
renacentistas como La Fuente Gaia. Y algún que otro lugar que se me escapa, por
algo soy Odry, desastrosa y sin remedio.
En estos días tan de política, es un placer perderse en la Toscana de vuestra mano. Qué precioso Siena!
ResponderEliminarUn beso
Llevas a razón, corazón.
EliminarSiena me encantó.
ResponderEliminarLas 14 torres son de San Giminiano, en Montereggioni no.
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