Una vez escuché a un psicólogo
decir, “Según vamos envejeciendo, nos
cuesta más entablar nuevas relaciones, nada que ver con los niños que, según
llegan al parque les basta unos minutos para entablar una amistad entrañable”.
Me gustó tanto, que me dije a mí misma: “Nunca
te olvides de la niña que llevas dentro y mira a las personas que se cruzan en
tú camino, como lo mejor que te puede pasar en la vida”.
Nada más bajar de la auto, en el
punto de quedada en Tarifa, nos dimos cuenta de nuestro primer error, sacar la
ropa de invierno de la maleta preparada para Austria.
Cómo soplaba el viento ¡Qué
fresquito! ¡Qué castañeo de dientes! Ni Sara Varas. Ya no sabía que colocarme,
no me faltaba detalle, estaba echa un cuadro, pero de Miró. Esto no lo tenía
planeado, bueno, ni esto ni nada, el viaje lo había planeado destino y se lo
iba a pasar pipa a mi costa.
Sobre las 23:00 de la noche, llegaron
los últimos componentes del grupo, compuesto por siete autocaravanas y
dieciséis personas. Realizamos las presentaciones de rigor y nos retiramos
antes de empezar a volar, como hojas movidas por el viento.
De alguna manera tenía que entrar en calor, pero a poco
pierdo extremidades por congelación, el agua estaba como para criogenizarme.
Debieron conectar las válvulas del grifo al revés, pero como
se apagaba la luz cada vez que abría la ducha, pensé que el problema vendría de
la dichosa batería, que antes de viajar, pedí a mi chico que cambiara y esté
pensó que aguantaba un poco más, lo que no me dijo es en qué condiciones.
Lo único que saqué de aquella ducha, fue una piel
extremadamente suave, debí confundir el gel de baño, con el suavizante para el
pelo. Y es en esos precisos momentos, cuando yo me pregunto: - ¿Porque todo me tiene que pasar a mí? Si en
la auto vamos dos.
Para colmo, salgó rígida como un
tempano y mi queridísimo amorcito, me dice muy feliz.
-
¿Qué tal tesorete? ¿Has entrado en calor? – Hay
que tener valor, si tiritaba como una condenaaa.
-
¡Si me estás vacilando, desde ya no arriesgues!
No ves que soy clavadita a la mama pitufa. Estoy al borde de la hipotermia.
-
¿Qué te ha pasado? Si el calentador está
encendido. Abrió el grifo de la cocina y
el agua salía como para escaldar huevos. – Pues sale super caliente.
-
¡No si calentar, me estás calentando! Pero en la
ducha el agua sale helada
-
Pues a oscuras, no. Que he visto películas de
terror sangrientas, con muchísima menos emoción que mi ducha. Ríete tú de
psicosis.
-
Si me lo hubieras dicho, pongo en marcha la auto
y tira de la batería del vehículo.
-
¡Tendrá valor! Y me lo dice ahora que el
moquillo acaba de formar una estalactita.
Una vez pasados los controles
para él embarque, nos sentamos en una sala y comenzaron a sacar walkie talkies.
Los hombres del grupo, se enzarzaban en una conversación subrrealista.
Julio – ¿En qué frecuencia estáis?
David – Canal cuatro, no salgáis de ese canal. ¿Me recibes? –
Y nosotros nos mirábamos como diciendo ¿Cómo no te va a recibir si lo tienes a
treinta centímetros?
Paco – Pues yo no escucho nada. – Y yo pensaba, pues eso hay
que mirarlo, porque lo está escuchando hasta el capitán del barco.
Tomás – Yo escucho perfectamente – Por fin uno sensato, le dije a mi chico.
Manolo - ¡Paco! Me recibes.
Manolo - ¡Paco! Me recibes.
Paco - ¡Ahora sí recibo! – No lo vas a recibir. Pensé, con
el bocinazo que te acaba de dar en la oreja.
Así estuvieron un buen ratito mientras mi lucero y yo nos mirábamos
y asentíamos con la cabeza. Nos íbamos a sentir como en casa.
Y así comenzó nuestro periplo por
Marruecos, en un viaje que iba a marcar un antes y un después en mi vida
desastrosa vida.
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