7 feb 2020

MARRAKECH



                          Resultado de imagen de marrakech al anochecer


El atardecer se adelantaba. Que no es lo mismo que nosotros llegáramos tarde por tomar zumos de naranja. Nos quedaba la entrada a MARRAKECH, que según David se preveía complicada. La verdad es que se quedó corto, más que complicada, caótica diría yo. Al denso y peligroso tráfico, había que añadir un descontrol absoluto, en el que adentrase era toda una aventura.


Por los carriles de aquella carretera, circulaban vehículos de todo tipo y composición, más de uno, te digo yo que era de fabricación casera. Ingenio no les faltaba, pero el diseño se observaba ciertas carencias. Podías encontrarte desde carromatos, a moto sin luces con tres ocupantes sin casco, como algún que otro vehículo aparente de gente más pudiente, la mezcla era de lo más curiosa.

Además, estaba el tráfico en los arcenes, de lo más variopinto y variado, carretas, carretilla y carricoches y por qué no se me ocurren más sinónimos, que también serían válidos, porque cualquier objeto con ruedas es válido para cargar, ya fueran tirados por burros, bicicletas o personas. Todos ellos, cargados con enormes fardos. Cual hormiguitas en las galerías de un gran hormiguero, la gente se movía en ambas direcciones, trabajadores, jóvenes, o familias completas que, volvían a casa después de un largo día de trabajo.

Tuvimos muchísimo cuidado, sobre todo con aquellos vehículos más propios de los autos locos, a los cuales les faltaba de todo menos las ruedas, lo más peligroso era la falta de luz en los faros, porque hasta que no los tenías justo enfrentito, pasaban inadvertidos cual fantasmas. Es en momentos como este, cuando las serpientes y escorpiones, no me parecían ni tan peligrosos, ni letales.


Aún así, nuestros intrépidos conductores, con Sole a la cabeza (Según ella de los nervios, seguramente por no darse importancia. Si me hubiera visto conducir a mí, sí que se hubiera puesto de los nervios y hasta suplicado el abandono), conseguimos llegar a nuestro destino.


Él carácter marroquí impuso su ritmo, nos tenían que haber reservado un espacio en el parking donde íbamos a pernoctar, pero mientras llegábamos, ellos habían dejado que las plazas fueran ocupadas. Así que, aparcamos en la calle donde se encuentra la mezquita “Koutubia”, una de las más famosas por su torre, muy similar a la Giralda de Sevilla. Mientras dábamos tiempo a que se vaciara el parking que quedaba al otro lado de la calle.

Nos sorprendió, la vida en aquella plaza, donde la gente cantaba y actuaba, amontonándose entorno a los espectáculos más variopintos que se encontraban por doquier. Eran casi las doce de la noche y la plaza rebosaba vida. No es de extrañar que está expresión de arte, también tenga su protección por diversa y extraordinaria, proclamada Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2001.



Los puestos funcionan mientras haya gente en las calles y la gente no quería irse a dormir en aquella espectacular noche de verano. Vi coches de caballos, como en Sevilla, decorados vistosamente como atracción para turistas, lo malo es el tufillo especial que desprenden sus bolsas recoge excrementos. A los amantes de los animales, decirles que no montamos, ya que es una excursión solo acta para aquellos que tengan atrofiada la pituitaria.

Resultado de imagen de callejon de nocheLlegamos hasta lo que se presuponía era un restaurante. yo he visto callejones menos peligrosos en las pelis de terror, pero según David comeríamos el mejor cordero de la ciudad y eso compensaba, lo que a las doce de la noche parecía un rincón abandonado y tétrico.

Después de aquella primera toma de contacto, agotados por el día tan completo que habíamos tenido, nos fuimos a descansar, esta vez sí, en nuestras plazas reservadas. A diferencia de lo que se pudiera pensar, la noche fue tranquila y dormimos como angelitos, puede que fuera el agotamiento o simplemente que según avanzaba el viaje, nos sentíamos más a gusto y confiados.
   
El domingo amaneció tranquilo en la ciudad y nuestra guía Fátima, nos fue mostrando la medina a lo largo de toda la mañana, desde la mezquita que, tanto a la luz del día, como iluminada por la luna, era un auténtico regalo para la vista (No es de extrañar que Marrakech, sea una de las ciudades imperiales más visitadas), hasta sus grandes murallas de adobe, pasando por la plaza Djema Fna.





No voy a mencionar todos lo lugares o edificios que visitamos, por que resultaría un relato aburrido y nuestro viaje a Marruecos a sido de todo menos eso. Lo mejor de los viaje es sumergirte entre sus calles, ya sea con guía, con amigos o con mapa. Pero dispuesto a disfrutar, teniendo en cuenta siempre en qué tipo de lugar estás.


            

NUESTRO ILUSTRE FOTÓGRAFO Y SU AMADA ESPOSA
                
                                      
Como no podía ser de otra manera, recorrimos los edificios más emblemáticos, visitamos un palacio impresionante, paseamos por la medina y descubrimos calles repletas de puestos, donde a diferencia de Fe. La gente me resultó algo más abierta y cordial. No es que en Fe no lo fueran, pero allí las indicaciones se pagan y aquí, te indicaban constantemente sin pedirte dinero y sin perder la sonrisa, lo que te hace sentir como en casa.



A las dos y media, nos moríamos de hambre y fuimos de nuevo al restaurante, que a la luz del día era completamente distinto, la calle estaba llena de puestos y gentes, los camareros iban y venían de un lado para otro, con bandejas llenas de comida y bebida. Unas horas antes, nos habían mostrado como los corderos se asaban dentro de unas tinajas gigantes, metidas en el subsuelo del local, rodeadas de tierra con una hoguera que los cocinaba, sin más, ni grasas, ni misterios, pero unos de los mejores corderos que he comido en mi vida.



      

Aunque los autóctonos, no usan cubiertos, a nosotros nos los pusieron, pero olvidamos nuestros modales y nos sumergimos en tal delicioso manjar, tal y como lo hacen allí, disfrutando como enanos de aquel festín para nuestros sentidos. A duras penas me pude levantar después de habérmelo comido todo, menos el envoltorio donde venía y por que en algún lugar había que dejar los huesos.


Teníamos que seguir, es la droga del viajero, que siempre quiere más y no se conforma con ver, también necesita participar.



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