Tal día como hoy, hace un año,
comenzó nuestro viaje rumbo a Marruecos. Una panda de aguerridos caravanitas,
habidos de aventuras, nos reuníamos en Tarifa, para coger el barco que nos
dejaría en el mismísimo Tanger, donde comenzó nuestra aventura, el mismo punto,
donde iba a terminar.
Dicen que es una de las ciudades más
cosmopolitas del país, refugio de intelectuales y artistas, que buscaban inspiración
a mediados del siglo pasado y por lo que yo pude comprobar, no les faltaba
razón. La ciudad está llena de encanto, del que mana una energía especial.
Hassan fue el encargado de
mostrarnos, los recovecos y lugares más emblemáticos de esta ciudad. Relatando
la historia desde varias perspectivas, su alma marroquí y su educación
española, no se terminaban de poner de acuerdo en algunos puntos, aflorando sin
tapujos sus sentimientos encontrados.
Nos confesó que, a pesar de su
aspecto juvenil, tenía setenta y dos años y a las féminas del grupo, no nos
pasó inadvertido el dato. He intentamos sonsacarle a lo largo de toda la
visita. Siento comunicaros que lo único que conseguimos fue una dieta. Según
él, había que comer lo justo y levantarte de la mesa, sin saciarte del todo.
Vamos lo que viene siendo pasar
hambre de toda la vidita de Dios. Que pensé yo, para mis adentros “¿Cómo esa
técnica rejuvenece las células y te deja el cutis terso, como el de un niño? Puedes
perder peso, pero de ahí a evitar las patas de gallo, va un mundo. Vamos que
voy camino de convertirme en pasa, porque el jodio no soltó prenda.
A lo largo de la excursión,
descubrimos el Tanger de postal, con bonitos paisajes bañados por el mar , el mismo que, separa estos dos continentes de una forma tan bella como radical. Convirtiendo
sin proponérselo en las dos caras de la moneda que muestra por un lado el
desarrollo, la tecnología y el acceso a la cultura y la medicina, mientras que
la cara b, la hambruna, las guerras por hacerse con el poder o las materias
primas, asolando un continente tan rico en minerales, como en paisajes y naturaleza.
Desde la zona del puerto, donde
nos mostraron como se intenta recuperar sus antiguas murallas, seguimos camino
hasta la zona de los artesanos, donde tienen los telares en los que trabajan
día tras día, tal y como lo hicieran nuestros antepasados. Para mi resulto un
poco triste, ver cómo tanto trabajo, reporta tan poco.
De allí pasamos a los mercados de
frutas, especias, carnes y pescados. Descubrimos una amplia gama de productos
locales. Es cierto que en las carnicerías no verás cámaras frigoríficas, según
su filosofía de vida, sólo exponen la carne que tienen claro que van a vender
ese día. De ahí, que no las consideren imprescindible, el puesto se cierra, una
vez se ha vendido el género.
No podía faltar el barrio judío,
si algo he descubierto a lo largo de este viaje, es lo vinculado que estaban
ambos pueblos en el pasado, iban casi siempre parejos, hasta que las cosas
cambiaron.
Después de caminar toda la
mañana, llegamos al restaurante. La comida marroquí ha sido la guinda perfecta
de este viaje, con la que he podido disfrutar, en todos y cada uno de los
lugares que hemos visitado. Aquí he comido los platos de cordero más deliciosos
que he probado en mi vida, disfrutados como no, en la mejor de las compañías.
Dejamos que un grifo marcara
nuestro destino y nos encontramos con el mejor de los regalos, donde lo más
importante no han sido los monumentos, sino todo lo que nos encontramos en nuestro
recorrido, los paisajes, la gente y las emociones de lo que hemos aprendido
La última cena del viaje, fue muy
especial, desde lo alto de la montaña donde nos encontramos, vimos el atardecer
que se despedía, al igual que lo hiciéramos nosotros de aquel lugar de
fantasía.
Menos mal, que la vuelta era
cuesta abajo. Porque aquella pendiente, no tenía rival como destroza piernas. Buena prueba de ello es el siguiente vídeo.
Si me preguntaran si mereció la
pena, diría que sí, ha sido fascinante y revelador en todos los sentidos,
incluso en mi interior.
Si me preguntarán, si el viaje
fue perfecto, diría que no. Hubiera sido aburridísimo y este fue todo lo
contrario, divertido, autentico, vibrante. Por cada momento que no salió tal
cual se había planeado, sacamos una aventura intrépida y fascinante.
Si me preguntaran, si lo volvería
a hacer, diría que sí, pero sólo si es en la misma compañía y con el mismo
organizador. Era como ir en brazos, nos cuidaba, protegía y achuchaba, como si
fuera nuestro propio padre.
Si me preguntaran, si cambiaría
cosas, sólo cambiaría una, aumentaría mi estancia allí.
Si me preguntaran, que me llevo
de este viaje, diría, que me llevo sentimientos encontrados, el yin y yan de
una cultura que por un lado admiro y por otro me chirría, un aprendizaje, un
cambio en mi forma de ver la vida y lo más importante, unos recuerdos que
espero no borrar jamás, porque después de todo lo vivido en este año, han sido
una gran compañía.
Como diría José Vasconcelos
“Un libro es como un viaje, se
comienza con inquietud y se termina con melancolía.”
Fin
Un día de estos publico yo también sobre tánger ¡qué casualidad!
ResponderEliminarSoy una enamorada de marruecos y de Tánger... ¡ni te cuento!