Llegamos a Asilah, pasadas las 12:00.
Un precioso pueblecito pesquero azul y blanco, que formo parte del territorio
español al Norte de África.
Nos adentramos en su medina,
donde un lugareño se ofreció como guía y David más por corazón que, por sus
posibles conocimientos, le dejó que nos fuera contando algunas curiosidades de
esta celebre ciudad. Las paredes blancas de sus calles, son usadas como lienzos,
por artistas locales. En las obras, no faltan, ni los mensajes, ni el color. Un
magnifico museo al aire libre, lleno de imaginación y talento. Del espacio,
donde la humana no consigue llegar, es la naturaleza la que se encarga de
ensalzar está preciosa localidad, bañada por un océano infinito que hace de
este, un lugar perfecto para soñar.
Comimos en una terraza pescado de
la zona y disfrutamos de una tarde libre en la playa. Una playa medio vacía,
donde los chicos juegan al futbol y las chicas pasean o se bañan prácticamente
vestidas.
Después de un último paseo al
atardecer, para no perdernos ninguno de los matices, que proporciona la caída
del sol al atardecer, preparamos una cena. El Palinka volvió a salir de paseo,
con la esperanza de no retornar la botella a España y es que llevar está
botella en la bodega es más peligroso que bebérsela. Así que el reto de
fundirla no llegó a consumarse, algo de lo más normal, si se tenía en cuenta
los efectos secundarios que produce tan endiablado brebaje radioactivo en
nuestros metabolismos.
El viaje va llegando a su fin,
apenas quedan lugares que visitar de un recorrido que me ha descubierto un país
diferente al que tenía en mi cabeza. A lo largo del mismo, nos hemos acercado
más a las personas que a los monumentos y eso es lo que ha conseguido que el
recorrido sea más impactante si cabe.
En una
jornada en la que primaba el descanso, visitamos las cuevas de Hércules, que
reciben este nombre porque según el mito, este las habitaba. Un hombre se
ofreció como guía y aunque al principio no estuvimos, muy por la labor. Una vez
entramos en la primera cueva, totalmente desaconsejada por él, que a punto
estuvo de darse calamacos contra la roca, ante nuestro empeño por entrar. Nos
siguió pacientemente, por aquel bazar de los horrores tan bario pinto.
Después, nos adentramos en la auténtica
y es allí, donde nos mostró todos los recovecos y curiosidad de la misma. Demostrando
su buen hacer y conocimiento de la gruta. Conseguimos esas fotos, por las que
todo el mundo se adentra en el lugar y salimos más contentos que unas pascuas y
muy agradecidos a su santa paciencia.
Unos días después de terminar el
viaje, lo encontramos en un reportaje de madrileños por el mundo, el mundo es
un pañuelo y tan sólo viajando se puede llegar a descubrir.
Comimos frente al mar, en un bar
al que le pedimos mesas y sillas a cambio de hacer algo de gasto, sacamos de
nuevo más viandas y finalizamos el día pasando la tarde en el Cabo Espartel.
Dando un precioso paseo alrededor de la costa, a través de caminos para llegar
al punto en el que el Mediterráneo y el Atlántico se unen.
En nuestro camino, encontramos un
grupo de perturbados, que bajaba por una montaña imposible en sandalias y es
que al parecer guiris locos hay en todos los laos.
Por la tarde llegamos a Tanger.
El camping, muy cercano a la zona más céntrica de la ciudad, estaba en lo alto
de una preciosa montaña llena de vegetación. De como llegamos arriba, sólo
puedo decir, que creo en los milagros. Es la única opción factible. En la
subida con una pendiente de 45º y me quedo corta a falta de porta ángulos, para
poder demostrarlo. Una de las Auto-caravanas se quedó en mitad de la cuesta y
el resto tuvimos que parar. La pendiente y el peso de nuestras casitasmoviles
hizo el resto.
Cada vez que intentaba arrancar,
la auto retrocedía, en vez de avanzar. Obligando al resto de la comitiva a
realizar la misma operación, hasta que no hubo espacio por donde escapar. Entre
la tensión y los nervios, los motores echaban humo y las ruedas intentaban
aferrarse a un asfalto, que más que un simple caucho, necesitaba un equipo
completo de escalada.
Todo el viaje paso ante nuestros
ojos, pensando que este no podía ser el fin. Habíamos conseguido algo muy
complicado, que sólo en excepciones se puede dar y es conseguir una cohesión de
grupo prácticamente fundido en uno sólo. Sin dimes, ni diretes, sin malos
royos, sin críticas, ni quejas. Una unión homogénea, entre personas que se
admiran y quieren. Sin celos, ni recelos, desde aquellos que se conocían desde
hacía años, hasta los que como nosotros aparecimos en busca de un grifo y
quedamos enganchados de esta pequeña gran familia, como su hubiéramos crecido
juntos.
Cuando la tragedia se cernía,
ante la falta de espacio para maniobrar y aquella casitamovil perdiendo la
batalla de la pendiente, intentaba aferrarse a lo que sus ruedas no podían, mientras
su motor rujía a punto de explotar y los frenos echaban humo al límite de sus
posibilidades, desesperados por perder la batalla. El milagro se obró y con un
ligero avance, más similar a los primeros pasitos de un bebe, que aún vehículo
a motor. De forma torpe y lenta consiguió llegar hasta un lugar, algo menos
inclinado, donde el motor pudo recobrar algo de fuerza y conseguido llegar
hasta lo más alto de la montaña, que nos había sorprendido, en una trampa
mortal
El resto esperó a que llegara hasta
lo más alto, para iniciar el ascenso y por fin encumbrar la montaña del nuestro
último destino en Marruecos y que a punto estuvo de jodernos un bonito final.
!qué preciosa es Asilah...!
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