19 ene 2024

AMENAZAS Y UN CALVARIO

 

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Superada la gripe y viendo que mi vida sigue siendo un auténtico caos. Hay veces en las que miro al cielo y me pregunto: ¿Por qué a mí?

La verdad es que nadie me contesta y si lo hicieran, lo más probable es que me diera un parraque.

¿A qué viene este repentino optimismo? (Es una pregunta irónica)


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A la vuelta de Manuela la del bombo. Hace más de veinticinco años que irrumpió en nuestras vidas, como un elefante en una cacharrería. Pocos vecinos se salvaron de sus desaires, insultos y hasta agresiones. La mujer es de armas tomar y traía por la calle de la amargura a todo bicho viviente.


Una pasada de frenada, la obligo a tener que dejarnos por un tiempo, tiempo en el que su encantador exmarido ocupo su lugar en el vecindario. La tranquilidad y el descanso inundó nuestras vidas, y pensamos que, aquello, podía ser lo más parecido al paraíso.

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Pero, parece que las personas buenas, son requeridas antes para irse, haya a donde sea que van las almas cuando abandonan nuestro mundo. Diez años más tarde de que nos dejara, con piel de cordero y aspecto ausente, Manuela se incorporó de nuevo a nuestro día a día. 

Algunas como yo, pensamos que había cambiado y que merecía una oportunidad. Nos equivocamos. Poco a poco, comenzó a mostrarse tal y como la conocimos años atrás, y ahora vuelve a estar desatada. Solo espero, que en esta etapa nos ahorremos los striptis. Aquel tanga rojo y sus socorridos pechos eran usados como arma arrojadiza contra hombres, mujeres, he incluso ancianos. Nunca entendimos, que daño pretendía hacer con semejantes exhibiciones. Puede que la primera vez nos sorprendiera su perversa moral, pero con los años, nos acostumbrados y al final, podías ver a Manuela perseguir a la gente en ropa interior y ni inmutarte. Eso sí, mas me vale entrenar que la jodía, además de mala leche, mira que es rápida. 

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También espero que cueste menos detenerla. Había que ver, la desesperación de aquellos fornidos policías que ya no sabían ni de dónde cogerla para meterla en el coche patrulla. Hasta siete llegamos a contabilizar en sus buenos momentos.

Algún súper poder tenía que tener, porque una mujer de apenas metro cincuenta y cinco, que no llegara a los cincuenta kilos, repartía que daba gusto.

Ahora, algo más desmejorada (al menos físicamente), la ha vuelto a tomar conmigo y tras unos meses de gritarme desde el otro lado del patio, ayer vino a amenazarme.

—¡No me abras que voy a matarte! —Me grito, mientras aporreaba mi puerta.

Que pensé para mis adentros: —¡Ésta, está desentrenada! Para que llama, si no quiere que abra. Claro, que si me avisa de que me va a matar, tampoco iba a ser tan tonta como para abrirla.


Cuando terminó de desahogarse, no me quedó otra que poner una denuncia. La primera vez en mi vida y sin salir de casa. ¿Es o no es de 
récord?


El policía me preguntó, ¿si pensaba que realmente podría ejecutar sus amenazas? o ¿era algo que solía decir y luego quedaba en aguas de borrajas?

Solo tuve que dar su nombre y DNI para que vieran sus antecedentes penales. Me hicieron pasar inmediatamente (tampoco es que hubiera nadie esperando) y hasta me ofrecieron escolta policial. Algo, que yo decline. Sólo le faltaba a Manuela, ver a la policía en el patio para venirse arriba y liarla con más gana, que tener público, siempre le gustó.


Por la noche debieron informarle de la denuncia, porque mi amiga me dijo que, a eso de las nueve, andaba dando gritos jardín para arriba, jardín para abajo.


No quise presté atención, con una dosis al día voy más que sobrada. Eso sí, está mañana a las siete en punto, para que no me relajara, metía una nota de su puño y letra por debajo de la puerta. En ella, me volvía a avisar (hay que ver que considerada) de que en cuanto se duchara, me iba a denunciar por acoso y eso, eso sí que me ha indignado. Creía que, para acosar a alguien, había que llamar por teléfono, ir a buscarle a su casa, dejarle notitas, arañarle la puerta o insultarle cada vez que a una le venga en gana. Básicamente, lo que ella hace conmigo.


Aunque, después de imaginarme esa conversación entre el policía y Manuela, me he quedado más tranquila:


—Mi vecina me acosa.

—¿Cómo lo hace? ¿Qué le dice?

—Nada, no responde cuando la insulto o amenazo ¿Se lo puede usted creer?

—No, pero sigamos. ¿La llama por teléfono? ¿Le manda mensajes? ¿Cartas?

—Ni uno, me tiene bloqueada.

—¿La persigue, va a su casa?

—¡Ni que se le ocurra!

—¿Seguro que le acosa?

—¡Sí! Tiene fijación conmigo.

Bromas aparte, a Manuela no hay que menospreciarla, puede que le falte algún tornillo, quizás todos. Pero se conoce los juzgados y la ley como la palma de su mano y eso, eso siempre resulta una desventaja para una novata como yo.

En fin, Manuela ha vuelto a tocar el bombo y como diría mi abuela: —¡Qué Dios nos pille confesaos!

 

 

 

 

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4 comentarios:

  1. Vaya. Siento mucho tu problema. Deberíais denunciarla todos juntos. Un beso

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    Respuestas
    1. Es una situación complicada y aunque intento sacar mi lado más irónico, se que todos mis vecinos están dispuestos a apoyar en caso necesario.
      Mil gracias.

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  2. Si no es un relato, una historia creada como texto literario, entonces tienes un problema, estas personas no paran, su obsesión es molestar para no sentirse solas. graba cualquier amenaza, y guarda las notas que te deje en la puerta. Un abrazuco

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  3. Lo sé tesoro y para mi desgracia no es una historia inventada. Llevas razón en todo lo que me has aconsejado, en mi comunidad, todos los hacemos. Ya pasamos por este infierno y cuando la condenaron fue un descanso. Contarlo de forma irónica es mi manera de intentar superarlo.
    Un besote enorme.

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