1 mar 2017

MORLAIX


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  La Bretaña francesa es increíble, cada pueblo, cada ciudad llenas de maravillas y curiosidades, rodeadas de naturaleza, ríos que les dan una belleza especial y el mar, la que no tiene una cosa, tiene otra, algunas incluso lo tienen todo.

Resultado de imagen de pueblo le faou              De camino a Le faou, recogimos un par de autoestopistas, nos dio pena ver a los pobres chicos en la carretera con sus mochilas, hacia muchísimo calor y mi lucero que se había quedado con la espinita, al no coger a un chico en una de las zonas de descanso de la autopista, decidió que era el mejor momento para compensar aquel momento de presión por no poder parar, por las prisas de los coches que nos precedían.

Resultado de imagen de autoestopistas              Eran muy jóvenes y encantadores y la verdad es que los pocos kilómetros que estuvimos juntos fue muy agradable, su ingles y el mio eran parecidos( igual de malos los dos), pero con acentos diferentes (para más inri), lo que hacía que entendernos fuera complicadamente divertido, al final el idioma de la mímica y de los gestos hizo su magia y nos entendimos a la perfección, ¿hay mejor idioma que la risa?

              Curiosa la sensación de felicidad, cuando uno sabe que está haciendo algo bueno por otro. A mi, se me queda cara de tontaina (que puede que sea de serie) y me siento mejor persona (aunque mi madre dice que soy una bruja) En fin que yo lo práctico siempre que puedo, menos cuando quiero estrangular a alguien, entonces se me olvida ser buena (lo mismo mi madre lleva razón).

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              Llegamos a Le Faou, que ha conseguido mantener casi intactas 23 fachadas medievales de granito y pizarra y que cuenta con la iglesia Saint Sauver, que tiene un curiosísimo campanario. Aunque el lugar era encantador, sólo le dedicamos unas horas, para así poder seguir con nuestro periplo por estas tierras.

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  Pasamos por Brest, pero es una ciudad muy grande y la verdad, es que el tiempo, no nos permitía una parada lo suficientemente larga, como para poder ver todo lo interesante de esta preciosa ciudad, es duro tener que elegir en los viajes que ver y que no, ya que siempre te queda el sin sabor de pensar ¡seguro que me estoy perdido algo digno de verse, de ser admirado y visitado! es el sabor agridulce de los viajes y la lucha del hombre contra el tiempo.



              Al atardecer llegamos a Morlaix, otra preciosa y sorprendente ciudad, en este caso no sólo por la belleza de sus edificios, si no por su viaducto, que te permite el lujo de poder observar esa parte de la ciudad más desconocida y que a mi siempre me llamó la atención, «los tejados» y lo que es mejor, a través del callejón de Prétres que comunica la primera planta del viaducto, una diadema de piedra va por encima de la maraña de estas pequeñas joyas de pizarra, los tejados suben y bajan como pequeños toboganes, divertidos y majestuosos, asomándose a través de los voladizos que marcan donde empieza y acaba la fachada. Desde el centro del viaducto puedes observar la impresionante ciudad-puerto y sus campanarios y ganas te dan de volar sobre tanta maravilla, si no fuera por que sabes que te descoñas viva, si lo intentas.

   

              Morlaix se encuentra al fondo del estuario, entre las comarcas de Léon y Trégor. Es una ciudad animada, hay guías turísticas donde no la incluyen, por eso es mucho más apetecible. Y eso que la bahía de Morlaix, está entre una de las más bellas del mundo, va desde el cabo de Bloscon hasta el de Diben.

 
  

              Otra de las cosas que uno no debe perderse en esta increible ciudad son las casas con "pondalez", edificadas en el siglo XVI por los comerciantes de lino, sus entramados de madera sobresalen en voladizo en las callejuelas que rodean la plaza Allende. Destacan la casa de la Duquesa Ana y la de la Grand Rue.




              Para no estar muy recomendada a mi me gusto muchísimo y me sentí genial en esta acogedora ciudad. y curiosa ciudad.
               
               
             

26 feb 2017

QUIMPER Y LOCRONAN (LEYENDAS Y CAMINOS SAGRADOS)








              En Quimper se mezcla las leyendas pasado con la historia de sus inicios, lo seguro, es que los romanos pasaron por allí dejando alguna muestra que ha llegado a nuestros días.

  


              Mi única recomendación es callejear por sus calles y seguir la orilla del río Odet, cruzar sus puentes románticos, he incluso pasar por encima, ya que alguna parte del río, pasa por debajo de las calles o edificios, es imprescindible para encontrar esos pequeños detalles, que a veces no figura en las guías, pero que puede llamar nuestra atención y hacer que nuestra visita pueda ser diferente a aquello que nos invitan a ver, todos llevamos en nuestro interior un explorar dispuestos a buscar algo que o nadie vio o nadie mencionó .

 

              Describir tanta belleza es imposible, ya sabéis que no sólo no soy buena escribiendo, si no que además soy un poco desastrosa o mucho, para que negar la evidencia, describiendo, pero como trasmitir lo que sientes, lo que hueles, lo que te rodeada, edificios medievales con mil detalles a destacar, calles empedradas, puentes con flores y el agua corriendo salvaje en busca de su libertad, hay algo más «Chic».


  

               Mientras una se para en uno de los puentes, en plan romántico, casi místico, ocurre algo y el encanto se va con el agua ria abajo. Cuando unos monitores a grito pelao (que digo yo, si con el ruido del agua, no se oyen ni ellos mismos), bajan haciendo piragüismo con unos niños que contarían entre los 7 y 12 años, y que los pobres seguían a duras penas las explicaciones dadas, seguramente unos momentos antes en tierra firme y donde todo parece mucho más fácil, con los nervios, el agua pasando con fuerza a su al rededor, terminaban por hacer, que el que no encallara por ser una zona menos profunda y le tocaba remolcar en unas agua gélidas, le tocara volcar en uno de los remolinos que hace el agua en las curvas que rompe contra las roca.


              Reconozco que no puedo evitarlo (Soy un bicho), alguna risa se me escapó, en alguna de las caídas, pero luego lo corregí con la preocupación justa de madre, que siente que los pobres o se inmunizan o cogen una pulmonía. En mi caso sería hacer que el profe sufriera un accidente ¡el listo!, mucho grito, mucho grito, pero anda que se bajó para echar un cable a las pobres criaturitas.


           
   Accidente aparte, en una de las calles, encontré una tienda de decoración, me vuelve loca, ese estilo de madera envejecida por el tiempo, haciendo bello hasta los pequeños defectos (lo siento, salió de mi, la cursi que llevo dentro). Tapicerías con algo de añejo, pero reluciente he impecables y el gusto por el detalle más pequeño en todo lo que tiene que ver con la decoración.

        
      Visitar la catedral y las pequeñas plazas, mientras el sol va diciendo adiós, anunciando una noche mágica, donde la luz de las farolas, sacan lo más hermoso de cada edificio y dejando a uno preparado para seguir soñando una noche más, con todo lo que ha vivido, visto y disfrutado, de un viaje que empezó desde la inconsciencia de ver los monumentos más turísticos y que al final, nos ha absorbido de tal modo, que hemos terminado por sentirnos parte de sus gentes, pueblos y curiosidades mil.



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              Cada día despertamos en un lugar diferente, lo que hace que a veces perdamos el sentido de donde nos encontramos, está vez un pequeño pueblo, «Locroman», cuenta con la etiqueta de uno de los pueblos más bellos de Francia y la verdad es que hasta su historia invita a ello, por lo visto los celtas lo eligieron para un «nementon», un recorrido sagrado jalonado con paradas que simbolizaban los meses del año.

  

              Si algo nos acompaña en este viaje, además de los gerseys a rayas blancas y rojas, que parece que viajo con Willy, es la magia de muchos de sus lugares, donde o bien las leyendas o bien los monumentos y restos arqueológicos encontrados, nos invitan a ello y no es que se me haya pegado nada, por que soy igual de negada como tarotista, no te cuento como vidente, si cada vez veo menos, voy a terminar cegatona perdía. Así que me conformo con admirar la belleza y cotillear las curiosidades de sus leyendas, que no por asombrosas son menos creíbles.




 A partir del siglo XIV, gano riqueza y belleza debido a sus tejidos para velas, las calles se adornaron con adoquines que son autenticas obras de arte en el suelo, sobre todo se pueden ver alrededor de la iglesia. Los pequeños comercios conservan sus fachadas y carteles sin neones luminosos, con un atractivo especial, donde los artesanos especializados, muestran sus obras.


              Encontré una tienda de plumas, tintas y papel que era un mundo a parte, anclado en un pasado donde la tecnología no existía y sólo queda el ser humano, su agilidad, paciencia y saber hacer, para ser capaz de crear algo, aunque sean unas letras, que el artesano hacía en forma de poesía y pequeños dibujos.



              La magia envuelve cada recoveco de este acogedor lugar, las piedras gris azuladas de sus fachadas conservadas con trabajo y mucho corazón, trasmiten la belleza de lo que fué y perdura, a pesar de que el tiempo se empeña en dejarlo atrás.

            


        En fin que me pongo pedorra y cursi, Estas historias merecen profesionalidad (que no tengo) ingenio (ni de coña) y mucha fiabilidad (desastrosa y sin remedio, ¡no te dio más!) Descubrir el mundo por vuestros ojos y no se os olvide, que sólo vuestros recuerdos son lo suficientemente importantes como para trasmitir vuestros viajes. 






               


23 feb 2017

PONT AVEN Y CONCARNEAU (ARTE E HISTORIA)




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Henry Bacon

    
          Un precioso día de julio de 1864, una diligencia que hacía el trayecto de Concarneau a Quimper (donde se encontraba la estación de ferrocarril), iba Henry Bacon, pintor americano, asentado en Paris.
 


      La diligencia tenía parada en Pont Aven, y fue esta parada, la que cambió la vida de este precioso pueblo que limita con el rio Aven, Henry quedó tan hechizado por lo autentico de este lugar, donde la naturaleza, los molinos, el rio y todo lo que veía a su alrededor, formaba parte de un maravilloso cuadro viviente. Tanto es así que nada más llegar a Paris, habló a sus amigos artistas, de tan idílico lugar. Pont Aven se convirtió en lugar de inspiración para un sin fin de pintores, que buscaban en lo sencillo, en lo autentico y en la naturaleza la inspiración necesaria, para poder sacar todo el talento, arte y genialidad que llevaban dentro.


  
        
    Desde Henry a Gauguin, muchos son los pintores que pasaron por esta especie de escuela al aire libre, hoy en día la pequeña población esta completamente entrega al arte, las galerías están en todas y cada una de las calles más comerciales, donde puedes encontrar todo tipo de pinturas, esculturas y arte de lo más diverso. Impresionismo, realismo, abstracto, cubismo y un sin fin de estilos, que hacen de un paseo por esta pequeña ciudad, una visita a un museo de arte, comercial eso sí, pero arte al fin y al cabo.

 
              Debo decir en mi contra, que no se me pegó nada, yo pasee, respire e intente absorber toda la magia que rodea esta población, desde el embarcadero, al camino del bosque de los amantes, pasando por el paseo de Xavier-Grall, que te conducen de una orilla a otra por puentecitos escondidos, junto a los lavaderos y molinos, vestigio de un pasado rural y encantador.

  

              En fin que volví a la auto con una depresión de caballo, me quería quedar allí, recorrer una y otra vez las laderas del río, sentarme en su puerto, recorrer los senderos, una y otra vez, esperando esa musa, que haga de mi una pintora de provecho y observar como el arte fluye a mi alredor al igual que el río que lo acompaña.

  
              Unos meses después, doy fé que las musas estaban de vacaciones y yo frustrada como una mona y es que, ni reboso arte, ni pinto (las paredes y las uñas, sí) ni escribo, ni nada, mira que soy negada.
  

              Menos mal que mis depresiones duran lo gusto, en lo que descubro cualquier otra cosa que llame mi atención y es que, en cuanto llegue a Corcaneu, se me pasaron todos los males ( si soy una veleta, en un día de ventisca y feliz que me hace).


              Esta ciudad era allá en la alta edad media una pequeña isla, a la cual se podía acceder cuando la marea bajaba y desde la que se dominaba la pequeña bahía, lugar indicado para protegerse de las invasiones, es por ello que terminó por convertirse en un guarnición militar, rodeada de murallas, a la cual sólo puede accederse por un punto.

      

 Por supuesto la ciudad se
ha desarrollado a lo largo de la bahía y sigue siendo un puerto pesquero importante, pero ha quedado una pequeña parte de historia, construida en piedra gris, que te lleva a sentirte pirata, que yo no ando ya para ser princesa, pero pirata de pata de palo y parche en el ojo, que estoy para pocos trotes.

          


  Los cañones, las puertas de la fortaleza , la casa del gobernador y los restos de la iglesia Saint Guénolé, te alejan de la realidad y trasforman todo lo que hay alrededor, enfocando al turista en forma de tiendas de suvenier, pero no le quitan ni un ápice de belleza a este coqueto lugar.


 
         Sigo persiguiendo musas, pero las jodias son más rápidas y listas que yo, si consigo pescar alguna, lo notaréis (lo mismo hasta aprendo a escribir en condiciones), por que ha día de hoy sigo siendo desastrosa y sin remedio.

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JUICIO LEVE DE FALTAS

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