Las carreteras de Marruecos,
aunque van mejorando, siguen siendo lentas, muy lentas y las distancias
resultan largas, muy largas. Y por esa razón, David buscaba de vez en cuando,
algún lugar donde poder bajar para estirar las piernas y disfrutar de algún té
o café, para espabilarnos.
Encontramos un bar de carretera, que disponía
de una gran explanada vacía, donde poder acoplar nuestras autos. Al entrar no,
nos resultó extraño que no tuviera clientes, tal y como estaba el parking, lo
raro hubiera sido lo contrario.
El dueño, nos miró entre
incrédulo y esperanzado, aunque una vez descubrimos que tan sólo disponía de té
o café, no le agenciaba yo las ganancias y por ende la esperanza de una buena
caja.
Los cafés comenzaron a rular como
la falsa moneda, que de mano en mano va y ninguno se la queda. No sé si con la
esperanza de conseguir alguno en mejores condiciones. Había que ver, el
lustre que tenía el cristal de los jodios vasos. Como para sacar huellas
dactilares en una investigación criminal. Las tenía todas, hasta las del
fabricante.
Alguna mente brillante, pensó en
lo bueno que estaría el café con hielo. Que pensé yo, para mis adentros. “Será
lo único puro de este brebaje”. En ese momento el camarero nos confesó que no
tenía nevera. Y Yo que siempre me pongo en lo mejor, pronostiqué unas cuatro
bajas por gastroenteritis, que equivalía a aquellos valientes, cuya bebida consistía en café con “leche”.
Sole trajo un cuenco con hielo de
su autocaravana, pero los vasos eran tan pequeños, que los cubitos no entraban o
dejábamos derretir el hielo o cambiábamos los vasos. Dado que no tenía más
tamaños y para que engañarnos, tampoco tenía más vasos, optamos por ponerlos
encima y esperar que el deshielo los encestara dentro, con el consiguiente
peligro de desbordamiento. A pesar de las perspectivas, ninguno cesó en su
empeño por beber aquel viscoso y oscuro líquido.
Faltaban tres cafés y David
descubrió que no quedaban más vasos “limpios” (por decir algo) metido por
completo en su papel, se dirigió a la pila para fregarlos, momento en el cual el
camarero confesó, que tampoco tenía agua corriente.
Hubo cruce de miradas, pero
habíamos venido a vivir la aventura y el café iba a formar parte de la misma.
El camarero, cogió los tres vasos,
dio un par de vueltas con disimulo y mientras pensaba que no le mirábamos (Infeliz,
como si hubiera algo mejor que hacer) los sumergiendo en un barreño de agua oscura
y espumosa. Supusimos, que era el equivalente a lo que entendemos por
lavavajillas, muy ecológico y de bajo consumo, pero sin aclarado, alguna pega
tenía que tener.
Hubo un momento en que dejo a
David dentro de la barra organizando el chiringuito, mientras él desapareció,
supusimos que habría ido al baño, que debían de estar como los chorros del oro,
sin agua corriente para limpiarlo. Nos abstuvimos de cualquier tipo de
inspección, con la limpieza de los vasos, ya nos dábamos por satisfechos.
No tardó en aparecer con un bonito
chaleco y el pelo bien relamió con la raya al lado, justo como nos peinaban las
abuelas cuando éramos pequeños. Quería unas fotos del grupo para colgar en su
negocio, imagino que como prueba de que había entrado algo más que el polvo que
decoraba el bar, junto con una flor de tela desteñida en cada mesa.
Después de una sesión de fotos,
que ríete tú del calendario Pirelli, nos pusimos en marcha con las
consiguientes dudas ¿Cómo se tomaría nuestro intestino, semejante coctel de
bacterias, no acto para colon irritable? ¿Cuánto tiempo aguantaba la leche sin
nevera? ¿sería fresca o Uperizada? …
Todas aquellas preguntas,
tendrían que quedar en el aire, hasta ver los efectos secundarios. Aquel
divertido, peligroso y aventurero día, no había terminado, nos quedaba por descubrir
nuestro lugar de pernocta y alguna que otra sorpresa que han hecho de este, un
increíble y maravilloso viaje…
FOTOGRAFÍAS REALIZADAS POR PACO MORENO VÁZQUEZ Y BORJA MORENO.