Yo soy de las que piensa que cada uno de nosotros tiene marcado su destino, a mi que no me digan lo contrario, mi vida al igual que la mucha gente, esta llena de momentos que por simples que parezcan consiguen dar giros de 180º a la vida de uno, y vosotros que ya habéis despertado al monstruito que llevo en mí, os vais a caer con todo el equipo, tengo como para escribir 10 libros, así que blogs, ni os cuento los que me pueden salir.
El momento que mas ha cambiado mi vida fue hace unos veinte años, yo iba con unas amigas a la misma disco todos los fines de semana (por Dios ahora que lo pienso que fidelidad) y un día una de ellas decidió que quería cambiar, todas a regañadientes la seguimos y cuando llegamos a la que le gustaba, no pudimos entrar por que había una redada (¿casualidad o no?), como se nos hacía tarde, ya que solo contábamos con quince años y a la diez y media teníamos que estar en casita (eran otros tiempos) nos metimos en la primera que nos encontramos. Allí en la barra con cara de no haber roto un plato en su vida estaba él, monísimo, alto, rubio (eran mechas, su hermana estaba aprendiendo peluquería y era el único que se ponía en sus manos) y con unos ojitos verdes igualitos a los que pone el gato con botas de la película de Srek. A poco más y nos lo llevamos a casa, el inocentemente le dijo a mi amiga que si le podía pedir la bebida, ya que el camarero no le hacía caso, y yo toda dispuesta le dije
Yo - ¿Qué es lo que quieres?
El – Un vodca con naranja.
Yo – Eso está hecho.
Unos minutos después le ofrecí el vaso que me había puesto el camarero, le dio un sorbo y puso una cara rarísima.
Yo – Pasa algo.
El - ¿Qué es esto?
Yo – Ron con limón. ¿Por qué, no es lo que me habías pedido?
El – No, pero da igual, también me lo bebo.
Y desde ese momento no nos hemos vuelto a separar y ya vamos camino de veintiún años.
Lo mas curioso es que el también estaba allí por casualidad, por que normalmente siempre iba con sus amigos a aquella discoteca, y como había llegado tarde del trabajo pensó que estarían allí, pero sus amigos habían quedado en ir a otra, a sí que el pensaba tomarse su consumición e irse a casa, pero en esas que aparecí yo y se acopló a mí como a una tabla de salvamento. Aunque en realidad fue él, él que resulto ser la mía.
El momento que mas ha cambiado mi vida fue hace unos veinte años, yo iba con unas amigas a la misma disco todos los fines de semana (por Dios ahora que lo pienso que fidelidad) y un día una de ellas decidió que quería cambiar, todas a regañadientes la seguimos y cuando llegamos a la que le gustaba, no pudimos entrar por que había una redada (¿casualidad o no?), como se nos hacía tarde, ya que solo contábamos con quince años y a la diez y media teníamos que estar en casita (eran otros tiempos) nos metimos en la primera que nos encontramos. Allí en la barra con cara de no haber roto un plato en su vida estaba él, monísimo, alto, rubio (eran mechas, su hermana estaba aprendiendo peluquería y era el único que se ponía en sus manos) y con unos ojitos verdes igualitos a los que pone el gato con botas de la película de Srek. A poco más y nos lo llevamos a casa, el inocentemente le dijo a mi amiga que si le podía pedir la bebida, ya que el camarero no le hacía caso, y yo toda dispuesta le dije
Yo - ¿Qué es lo que quieres?
El – Un vodca con naranja.
Yo – Eso está hecho.
Unos minutos después le ofrecí el vaso que me había puesto el camarero, le dio un sorbo y puso una cara rarísima.
Yo – Pasa algo.
El - ¿Qué es esto?
Yo – Ron con limón. ¿Por qué, no es lo que me habías pedido?
El – No, pero da igual, también me lo bebo.
Y desde ese momento no nos hemos vuelto a separar y ya vamos camino de veintiún años.
Lo mas curioso es que el también estaba allí por casualidad, por que normalmente siempre iba con sus amigos a aquella discoteca, y como había llegado tarde del trabajo pensó que estarían allí, pero sus amigos habían quedado en ir a otra, a sí que el pensaba tomarse su consumición e irse a casa, pero en esas que aparecí yo y se acopló a mí como a una tabla de salvamento. Aunque en realidad fue él, él que resulto ser la mía.