COMO DISFRUTAR DE LAS VACACIONES Y NO MORIR EN EL INTENTO

                    

            Viajar es uno de los placeres más anhelados por el hombre, no se muy bien, si por ese gen nómada de nuestro primeros ancestros, los cuales recorrían la tierra detrás de sus presas, Mamut viene, Mamut va, o por ese afán aventurero que desde siempre nos acompañado en pos de descubrir algo. Cual Colón o Marco Polo en busca de las preciadas especias, el primero se encontró un Continente de por medio, habría que haber visto la cara del pobre hombre y las conclusiones que habría sacado de primeras al ver tanto verde y tanto hombre en porreta pica, algo impagable.

        

    La realidad es que no podemos dejar de soñar, ciudades, pueblos, playas y un sin fin de lugares paradisíacos, en los cuales llevar a cabo todas nuestras fantasías, las ocultas y las que no, esquivando la crudita realidad del día a día, trabajo, problemas, agobios y demás.

           
 Todo ello consigue que nos sintamos libres en el mismo momento de coger la maleta, es más, sólo el echo de planearlo, ya nos hace sentir una especie de felicidad inexpicable, que hace que todo sea posible.
                                                      

         
 
             Mi viaje comienza en el momento en que la puerta de mi autocaravana se cierra y comenzamos a rodar, como cada año, cargaditos de ilusión y con ganas de sentirnos unos expedicionarios, en pos de grandes descubrimientos, desde un lugar, a un vino, a una buena pastelería o un simple rastro de artesanos, si yo con poco me conformo, que a veces lo aparentemente pequeño e intrascendente, es lo mejor que te puede pasar en la vida.

                       

              ¡Eso sí!, tras la ultima ola de calor, necesitábamos urgentemente mojarnos los pies y a ser posible el cuerpo entero, así que, nuestra primera parada estaba clara. Calpe nuestro sitio elegido, lugar tranquilo, donde hay un área de autocaravanas, en el cual nos tratan con un cariño especial, Paraiso Camper se llama y la verdad es que hace honor a su nombre.

              La aventura empieza cuando uno desea extender su toalla en la playa. Agosto, Mediterraneo y sol, mezcla explosiva que hace de un simple día playero una misión de alto riesgo, ahí tenemos a los abuelillos madrugadores que se hacen fuerte en primera línea de playa, en la segunda y hasta en tercera regional, que buen ojo tienen los jodios para ocupar lo mejor de cada playa, y haber quien les tose, estos se hacen fuertes y te montan un dos de mayo en cuantito hagas un gesto.

               

              En fin que al final aparcas entre el giri de turno y la parejita acaramelada, todo esto en posición rígida, con mucho cuidado de no sacar los codos de la toalla, dando a la parejita que te mira de reojo perdonándote la vida, mientras los pequeños de los giris hacen guerra de agua con la dichosa pistolita, corriendo sin parar, metiéndote la arena en los ojos, cada vez que intentas abrirlos, eso cuando no te dan un balonazo, ganitas te dan de decir eso de "¡niño deja de joder con la pelota!» que cantaba Joan Manuel.

               

              He visto guerras con menos heridos,que puntería tienen los jodios niños, una vez pasas el primer día y las ampollas de los pies, por las quemaduras de la arena, que terminan en hacerse callo, esto es una prueba superada. Llegas a la playa con una nueva intención, metes codo a la parejita, a los niños les miras como si te gustarán, no como compañía, si no vuelta y vuelta, que todavía están tiernecitos y paseas por la playa como si fueras alguien, es verdad que has conseguido el último sitio de la playa y tienes que andar cerca de doscientos metros antes de llegar al agua, mientras te quemas los pies con la arena a 100 grados por los bajini, pero cuando llegas merece la pena y te sientes bien y no se te ocurre pensar en la vuelta, ya que seguramente, para cuando llegues a la toalla, te has secado, te has quemado por falta de crema y los críos dichosos te han dejado tu toalla como un solar.
                       

              Aún así las vacaciones en la playa merecen la pena y uno sale nuevo, aunque con quemaduras de tercer grado, arena en los oídos para todo el año y un posible cáncer de piel a la vista, pero ilusionado y con ganas de volver, por que se nos hace corto (manda huevos, lo taraos que estamos)
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              En fin este es el principio de un viaje al cual estoy segura no le faltarán las desventuras y desgracias varias, que para eso soy Odry desastrosa y sin remedio.