Mi hermana dice que mis
historias, no la trasladan a los lugares que he visitado, para lo poco que me
lee, el coñazo que me da “la jodia”. Que ya le he dicho yo “Nena, mira las
fotos como todo el mundo, que Paco y Borja se han arriñonao, cargando con el
equipo todo el viaje, para algo y no le pidas más peras al olmo, que lo mío son
los desastres y de eso este blog va sobrao.”
Abduslam (El guía), nos encandilo
con sus historias, hombre culto y sensible consiguió trasmitirnos su amor por
aquel lugar, recorriendo sus laberínticas calles, plazas llenas de color y esos
rincones que sólo conocen unos pocos y que hacen las delicias de los
visitantes. Hasta que llegamos al lugar donde vivió su infancia y la nostalgia
brotó, aplacada con la mejor de sus sonrisas.
Serían las dos y media cuando
llegamos al restaurante elegido por David y Sole. En Marruecos nada es lo que
parece, por fuera sencillo, humilde, austero, pero al cruzar la puerta, lejos
de lo que una espera encontrar, te sorprende la magia de su interior, un gran
comedor con una zona central que va hasta el mismo cielo y que deja pasar la
luz a todas las salas. Pues, la comida marroquí sigue estás directrices, en apariencia
sencilla y humilde, pero llena de matices y sabores adictivos, que una vez que
se prueban, ya no se quieren olvidar.
Nos mostró como aquella ciudad había
cambiado, comenzaron limpiando una plaza diecinueve personas y la terminaron
más de doscientas. Como siempre he pensado, cuando uno muestra lo que es capaz
de hacer por los demás, la gente se anima y se ilusiona, siguiendo un camino que
nos hace crecer y sentirnos mejores.
Cinco de la tarde, unos 38 grados
a la sombra y a pesar del madrugón, estábamos felices, (iba a escribir “tan frescos”
pero no me lo creo ni yo). Cual Dora la exploradora y su panda andábamos pueblo
para arriba, pueblo para abajo, de vez en cuando nos sorprendían con alguna
curiosidad. Así llegamos a un horno de leña. La idea era buena, pero el horno
estaba a pleno rendimiento, así que fue la más rápidita.
Nos quería mostrar lo
importante que es para este país el pan, que se utiliza a modo de cubiertos. Además
de mostrar las distintas pastas y dulces típicos del lugar. A mi me sorprendió
que yo estuviera a punto de fundirme cual mantequilla y el panadero, estuviera
como si no hicieran 60 grados como poco. Aquí la gente es de otra pasta, para
mí que no tienen glándulas sudoríparas. Mientras a mí, no me quedaba líquido que
perder, dejándome la axila en carne viva con las toallitas
desodorantes, mientras ellos, por mucho que te acercaras, no manifestaban olor
alguno y mira que de narices voy bien servida, no se me escapa uno.
Nos repartió algunos dulces, de
sabor maravilloso, pero de masa compacta, era como meterse un polvorón, que son
mi debilidad, pero sin un líquido para pasar puede ser una deliciosa forma de
morir y apuntito estuve con un ataque de risa, por culpa de Marisa, elocuente como ninguno, hace que cualquier circunstancia termine en carcajada.
Marisa salía del lugar agarrada a
Ángeles a la que le mostraba lo que le había dado el panadero, en plan niñas que acaban de hacer una trastada.
-
¿Pero a ti cuántos te ha dado enchufa? – Le dije
yo al verlas tan contentas.
-
Dos o tres.
-
¿Y eso?
-
Me habrá visto desnutrida. - Lo decía con
ironía, porque piensa que le sobran un par de kilitos, pero la verdad es que la
rubia de ojos azules, no le había pasado inadvertida al panadero
-
Lo que te ha visto, es muy guapa, que a mí me ha
dado uno y me ha dicho que lo compartiera.
Por fin a eso de las seis y pico, se apiadaron de nosotros y
nos tomamos un té, sentados en una preciosa plaza, Aunque, si en vez de agua, se le añade ron
y unos cúbitos de hielo, hubiera sido un mojito espectacular, por la cantidad
de hierbabuena que llevaba. Pero en un país musulmán y su coctelera se basa en
increíbles tés y cafés aromatizados, poniendo el punto de color con unos zumos
naturales, que no necesitan azúcar porque la fruta es pura miel. Lo mismo debieron
pensar las abejas de la plaza, que no me dejaron vivir, ni poniendo encima de
la mesa azucarillos.
No me como una rosca con el panadero, pero atraigo a todo
bicho viviente, humano o no. Por si la presión de aquellos insectos no fuera
suficiente, un autóctono muy cansino en pos de conseguir propina decidió
cantarme, disfrazado con unas gafas rosas y una pandereta que golpeaba con
mucho malaje, arrítmico y desafinado, no le faltaba detalle. En un proyecto de
canción, que intentaba hacer pasar por el “Baila morena” de la cual, sólo
conocía el estribillo que cantaba a bocinazos. Yo no quería ni mirar, por muy
fuerte que fuera el dolor de cabeza, ya que se había empeñado en que tenía que
bailar.
¡Y qué tarde! Que me decía yo
para mis adentros ¡Qué viajecito me espera…!
FOTOGRAFÍAS REALIZADAS POR PACO MORENO VAZQUEZ Y BORJA MORENO
Entretenido y detallado post, un abrazo desde mis vacaciones
ResponderEliminarSolo me echa "patrás" el intenso calor.
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