1 mar 2016

DE AREZZO A FLORENCIA

              Al señor dueño de Microsof:
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       !Quiere estarse quietecito leñe!

                            
              ¡El muy petardo! ha decidido que tenemos que actualizar nuestros windows y no hace otra cosa que jorobar ordenadores, ¡Dos llevo en un mes! y sin atisbos de reanimación con las dichosas actualizaciones, que dicho sea de paso son la mayoría incompatibles con los programas que tengo instalados, además de otras pegas, que sería una pesadez describir.


         

            En fin, como imagino que dicho señor me ignorara, y mi pataleta no llegará más allá de mis sufridos lectores, yo seguiré contando mi viaje. Que va camino de convertirse en la historia interminable.
           
                                                                         


       Después de una noche algo más que movidita, carretera viene, carretera va (Nunca mejor dicho) Se nos presentaba un nuevo y encantador día en la ciudad de Arezzo. Lugar elegido para rodar algunas escenas de la película «La vida es bella». Una de las pelis favoritas de mi «Lucero», que dicho sea de paso, tiene la misma capacidad que el protagonista para cambiar una realidad negativa, por una ilusión


       
   
              Arezzo era y es una ciudad prospera. La muralla que la rodea, sale como brazos que se extienden desde el castillo de los Medici, envolviendo la ciudad para su protección. En su interior la belleza obvia de su plaza Grande, donde se da lugar el mercado de los anticuarios y desde donde se accede a las calles más comerciales y turisticas. Además de disfrutar de edificios, tiendas y restaurantes varios se puede visitar las casas de Varasi y Petrarca, ya que nacieron aquí.







              Debo reconocer que aunque disfruté de todo lo que veía a mi alrededor, la impaciencia por llegar a Florencia me podía, es curioso como siempre nos anticipamos al futuro, sin apenas saborear el presente, por mucho que este nos ofrezca. Así que después de comer, dejamos atrás Arezzo y nos dirigimos a Florencia. Una de mis debilidades, ya que una vez pongo los pies en está ciudad, mi corazón se acelera y una sensación de felicidad me invade y me atonta a la vez (¡Sí! más de lo habitual)
           
              Llegamos sobre las cinco de la tarde, el calor era abrasador, pero como había hecho mis deberes, el área para pernoctar estaba junto a una piscina publica, que para nuestro deleite ese día tenía una fiesta y la entrada era gratuita a partir de las siete de la tarde, hasta la media noche.
           
              Organizamos la auto, nos pusimos los bikinis, cogimos las toallas y derechitos a la piscina.
              Empezamos con el aperitivo, que los italianos toman a partir de las siete de la tarde, pagas la copa y puedes comer lo que te apetezca, pizzas, ensaladas y como no, pasta.
              La fiesta trascurría alrededor de la piscina, entre hamacas y tumbonas, repletas de gente de lo más vario pinto, por un lado los díscolos bañistas en camisetas, pareos, trajes de baño, sin nada de maquillaje y unos pelos que ni el nanas de la abuela, por otro los sumisos de la etiqueta, polos, vestidos, bermudas, zapatos de tacón, maquillajes dorados y peinados como para una boda, el contraste era divertidísimo y lo mejor y por una sola vez, era que el ir echa una andrajosa tenía la recompensa de la piscina, que a 38 grados a las 10 de la noche, se agradece.
     
              La música sonaba, la bebida y los platos de comida corrían desde el bar a las hamacas y viceversa en una noche que disfrutamos como niños entre baños y risas, de más está decir, que caímos como benditos en brazos de Morfeo, en cuanto acabo el sarao.


            

             Al día siguiente con el buen sabor de boca por la diversión y con muchas ganas de disfrutar de toda la belleza que ofrece esta ciudad, cogimos el autobús, que nos dejo en el mercado, desde el que apenas un minuto andando te lleva hasta la catedral «Duomo Santa María del Fiore de Florencia» Donde miles de personas se aglomeran alrededor del conjunto de edificios y donde esperas que las puertas del paraíso se abrán en cualquier momento, para ver que más te pueden mostrar. Intentar describir algo tan hermoso sería una temeridad por mi parte. Sobre todo si la que escribe, soy yo. Así que hoy, mas que nunca ese refrán de «una imagen vale más que mis palabras».


       
              Es increíble como pasan las horas, sin apenas darte cuenta, cuando disfrutas de aquello que tanto te apasiona, es como si el tiempo se aliara en tu contra. No os voy a dar una lista de lugares para visitar, ni siquiera voy a intentar describir sensaciones o momentos, por que lo único que hay que hacer en esta ciudad, es dejarse llevar, caminar y disfrutar de cada edificio, de cada escultura, de cada cuadro, sin más intención que la de deleitar a cada uno de los sentidos, con todo lo que nos rodea, llevarte en tu subconsciente y en el consciente también todas esas sensaciones que te invaden.
              Lo mejor de la vuelta a la realidad, era que ha escasos 20 metros de la autocaravana nos esperaba la piscina, menos atestada que el día anterior, pero igual de agradable y relajante.

       
               
              Un par de días en Florencia y el Sindrome de Stendhal ya había echo estragos en nosotros, yo la más lunática de los cinco, estaba al bordecito de mismo de la locura. Claro que hay muchos que piensan que ya salí así de casa, pero os aseguro que era el arte y no mi demencia, lo que influía en mi cerebrito desvocado.
        
                     
       
              ¿Y que daño hago pensando que respirar, absorber y ver tanto arte, harán que las musas vuelvan a mi?
                     
              En fin, que si estuvieron o no las musas, nunca lo tuve claro, ¡como soy tan desastrosa y lo peor, sin remedio!






24 ene 2016

BRACCIANO Y CIVITA DI BAGNOREGIO

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Los días pasan muy rápido cuando una disfruta de todo aquello por lo que vive, amor, familia, amigos y los pequeños placeres en lugares increíbles.

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Dejamos atrás los días de relax en las playas cercanas a Roma, pero como atraídos por el azul del infinito que se refleja en el agua, terminamos en Bracciano, un pueblo precioso, con un castillo de cuento, al pie de un lago de ensueño que lleva el mismo nombre, lago al cual se asoman otros dos pequeños pueblos. Postal de la que disfrutamos, después de un paseo corto, pero intenso por el pueblo, para terminar en la orilla del lago, dando de comer a los patos y disfrutando de un merecido chapuzón.

Resultado de imagen de civita di bagnoregio ENTRE NUBES

Con el atardecer, nos ponemos en marcha esta vez rumbo a Civita di Bagnoregio (la ciudad que no muere)

            

                   
            

Como describir un lugar, que en los días de niebla queda suspendido en el cielo, en la cúspide de la pequeña montaña que lo alberga, unido tan solo por un puente, donde los cascabeles se mecen al son del viento, anunciando que el cielo está cerca.

             

                        

            

Los culpables de está joya una vez más fueron los etruscos, construyeron una fortaleza inexpugnable, que sobrevivió a los ataques de ejércitos, pero hoy en día lucha contra su peor enemigo “el tiempo”. Construida sobre terreno arcilloso está condenada a la lenta muerte de la erosión. 

   
          
                 
            

            Mientras recorríamos el largo puente peatonal que da acceso a este pintoresco lugar, no dejaba de admirar toda la belleza que lo envuelve, los valles que lo rodean, las murallas que lo proteger.

                 

                             

                

            Una vez pasado el pequeño arco que da acceso al pueblo una siente algo especial, no hay rincón en el que la belleza más añeja no resurja para llamar la atención, la madera vieja en tonos grises, las bisagras oxidadas, la piedra de los muros de las casas y las verjas de hierro forjado retorciéndose en la lenta agonía del tiempo.

               

                                 
        
             

            A veces nos empeñamos en contar lo bello que es un lugar, pero en este caso más que en cualquier otro, “una imagen vale más que mil palabras”.

     

            Cenamos en un restaurante del pueblo y ya de noche con la luz de los farolillos nos despedimos de uno de los sitios más increíbles que he visto en este viaje, no se si el más hermoso, por que elegir entre el abanico de ciudades y pueblos que hemos recorrido hasta el momento es muy difícil, lo único evidente es lo diferente que es, quizás sea esto, lo que lo hace tan especial.

           

                                 

                

            Embebidos de tanta belleza, nos echamos a la carretera, la noche estrellada invitaba a recorrer unos kilómetros más, para adelantar la marcha y llegar a Arezzo.

           
                                      
                       

              

Quien nos iba a decir que nos íbamos a recorrer cerca de cien kilómetros de más, y es que cada vez que decidíamos coger el peaje para adelantar, en Italia, resultaba nefasto, la salida de Arezzo estaba cerrada, nos dimos la vuelta con la esperanza que sólo fuera la ida, pero que va, la de vuelta también, y sin indicación alguna, terminamos en la carreteras comárcales, que son las únicas fiables, pero después de un día perfecto, quien me mandaría a mí querer seguir disfrutando, olvidando por completo quien soy. “Odry desastrosa y sin remedio”

                      













JUICIO LEVE DE FALTAS

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