Nuestra
primera comida, fue al lado de la estación de Ueno, como el preludio de muchos
momentos divertidos, sobre todo cuando elegimos los restaurantes por lo típicos
que pueden ser, o parecer, sin tener ni idea de que íbamos a comer y a que
demonios iba a saber, algo que me hacía disfrutar como a una enana, en una
tienda de chuches. Si, soy una zampona y quería probarlo todo, incluidas
aquellos platos que pudieran parecer repugnantes a la vista, que una nunca sabe
donde puede encontrar un placer oculto.
los platos andaban como la falsa
moneda, que de mano en mano va y ninguno se la queda, eso por no hablar de un
refresco, por lo visto riquísimo, que se hacía con sake y que había probado
algún amigo viajero de mi Lucero. Pero del cual no recordaba el nombre. En
algún momento, vio pasar a la camarera con un baso de liquido verdoso y decidió
que era aquello. La camarera nos miraba raro. No hablaba Ingles y mi sobrino se
dio cuenta de que era china, por un gesto que nos hizo, para indicarnos un
número, así que la hablo en chino, pero ni aún así, terminaron por levantarse y
preguntar al matrimonio japonés que había recibido el líquido verdoso. Con la
amabilidad que les caracteriza, se lo dijeron y pidieron uno. Había que ver
como rulaba el dichoso refresco, cual litrona en horas bajas por calentorra,
aquello estaba malo de narices y todos, excepto mi Lucero llegamos a la
conclusión de que era sal de frutas japonesa.

Los
japoneses personas tranquilas y poco habladoras en los trasportes públicos, nos
miraban atónitos, y es que 8 españoles venidos arriba por la emoción y
disfrutando debía de ser todo un espectáculo para esta gente, sólo espero que
no perturbáramos su paz o sus sueños, ya que parece ser este lugar el sustituto
ideal a sus maravillosos futones, durmiendo esnucaitos, más que a pierna suelta,
pero descansando como angelitos.
El
contraste lo podías ver en el cruce de Shibuya, es aquí donde los fines de
semana, los japoneses más jóvenes, dan rienda suelta a su imaginación, y cuando
cae la noche, aquellas personas tan serias y correctas, pasan a ser divertidos
personajes de comics, manga, o lolitas aniñadas de rostros angelicales, sin
miedo al ridículo o el que dirán, tribus de lo más variopintas se mezclan en
una especie de desfile interminable, donde los fashion victime, pasean junto a
las mujeres vestidas con los kimonos más clásicos, en un cruce ya famoso, y que
por mucha gente que haya, no hay ni choques, ni contacto, como si todos
estuvieran programados para ello, eso sí, siempre sin perder la sonrisa y sin
mirar a los ojos en señal de respeto.
Cuando el
pasado es capaz de convivir con el futuro, dejando que los avances, no hagan
olvidar de donde venimos, resulta una mezcla tan deliciosa, que una se plantea,
por que el ser humano no es lo suficientemente inteligente, como para ir
recogiendo a lo largo del camino aquello que nos hace mejores personas, por que
la modernidad nos hace olvidar lo verdaderamente importante, y nos conformamos
con vienes materiales, que lejos de saciarnos, nos hacen desear más.
Si a todo.
ResponderEliminarCuando puedas mira los programas de españoles por el mundo en Tokio.
Los vi todos antes de hacer el viaje, mucha gracias guapa
ResponderEliminar