Hay muchas
formas de describir un viaje, se puede contar desde fuera, simplemente
relatando lo que se ve, como y cuando, y se puede contar desde los sentidos, yo
como mujer pasional y visceral que soy, no podría hacerlo de otra manera,
aunque eso no quiere decir, que no os de la lata con los detalles.
El simple
echo de montar en un avión ya hace que se despierten en mi una multitud de
sensaciones, felicidad por compartir con los míos unos días en los cuales solo
nosotros somos importantes, dejando atrás trabajo, rutinas y demás.
Incertidumbre, lo desconocido siempre me produce algo de angustia que podría
estar entre el gustirrinin y el pánico, igual que al lanzarte por una montaña
rusa. Y miedos, miedo a que salga algo mal, esta parte la dejo a vuestra imaginación.
Todo
empieza en el momento en que el avión comienza a dejar el suelo atrás y te
sientes suspendida en el aire, no hay cables, ni raíles, sólo cielo, un cielo que
a medida que asciende, es más azul y limpio, es en esos momentos, cuando
entiendes que haya gente que dedique su vida a volar o a soñar con que vuelan,
esa sensación de libertad, es un sentimiento que termina enganchando. Mantengo
los sentidos en alerta, cualquier cosa por insignificante que sea, merece mi
atención, con lo cual por muy largo que sea el viaje, no consigo pegar ojo. Tal
es el estado que llego a saborear la comida del avión, tan denostada por muchos.
El primer vuelo duró cuatro
horas, al ir con retraso, al estrés de al escala, había que sumarle la
incertidumbre de si llegaríamos a tiempo, o nos tocaría dormir en Estambul, que
dicho sea de paso, tampoco hubiera estado mal.
Corrimos de
un sitio para otro, pasaporte en mano y billetes listos, ya montados en el
autobús que nos llevaría a las escalerillas del avión, el estrés dejo paso al
cachondeo, la obsesión de mi sobrino por conseguir un amigo nipón que nos
facilitara información sobre posibles destinos, lo convirtió en una anécdota surrealista.
- ¡Primo!, mira ese chico, esta
sólo, dile algo.
- ¿Y qué le digo?
- Lo que sea, pero que te
entienda.
- ¡Claro! como manejo el japo con
soltura.
- Pues no se nos puede escapar,
que no hay otro.
- ¡Javi! ¿Qué no hay más?- Le
dijo su madre, a la vez que un gesto de su mano nos indicaba el centro del
autobús, al darnos todos la vuelta, pudimos comprobar que éramos los únicos
occidentales.
- Mira el lado positivo primo,
muy mal se nos tiene que dar, para no conseguir un par de coleguitas de aquí a Japón.
Entre risas
e intento de acoplamiento, para poder soportar en turista las diez horas de
vuelo hasta Narita, en una noche larga que continuaría a nuestra llegada,
trascurrió el viaje, con el que no daré el coñazo, describiéndolo.
Y por fin
el avión tomaba tierra, la tarde se cerraba sobre nosotros con una lluvia
suave, pero continua (Chirimiri, que dirían los del norte), Es en ese momento
cuando todos miramos a mi Lucero, después de darnos la lata toda la mañana
mandando fotos de los chubasqueros que pensaba llevar, resultaba que se los había
dejado encima del sofá, junto con mi brújula, no me importaba la mofa de los
días anteriores, con el apodo de “Dora la exploradora”, una siempre tiene que
estar preparada y una brújula es esencial, sobre todo si no queríamos perder el
Norte (cualquiera de ellos).
Ya en
Narita todo iba sobre ruedas, nos pasamos de una terminal a otra en un autobús
que encontramos a la primera, para esperar a mi otro sobrino que venia de
China, con algo de retraso. Así que decidimos dividir el grupo, unos iríamos
con las maletas al hotel, y los chicos esperarían a mi sobrino.
La
paciencia, consideración y respeto con el que éramos tratados por todos y cada
uno de las personas con las que tuvimos que tratar en el aeropuerto. Nos llevo
hasta el tren con dirección a Tokio y que por cierto nos salió mucho más barato
de lo que suelen decir, 1200 yenes, unos 9 €, aunque esto depende del cambio
¡Claro!
Y montamos
en nuestro tren rumbo a la aventura…
Japón!!! Qué buenas vacaciones!!! Estoy deseando saber cómo sigue, sobre todo por cómo lo cuentas. A mí me gustan mucho más los viajes contados desde las emociones que desde la descripción pura y dura.
ResponderEliminarUn abrazo
La pena es que ya estoy de vuelta, espero no te aburra.
ResponderEliminarUn besote guapísima
Nena, cuenta, cuenta.
ResponderEliminarSi es que es muy largo, y os voy a saturar.
ResponderEliminarUn besote
Pero que lejos te has ido muchacha.
ResponderEliminarPues vete preparando que hay muy pocas cosas baratas en Tokyo.
Pero de verdad es otro mundo.