La
autocaravana tiene muchas cosas buenas, menos una, no puede volar. Desde aquí
mi suplica, me consta que están haciendo prototipos de coches voladores, haber
si se lo curran un poquito y se lo apliquen a las casitas móviles.
Llegamos a
Cannes tarde para poder bañarnos, en esas tranquilas y filmatográficas aguas,
el sol se despedía y nosotros decidimos seguir camino, ya por autopista hacía
Italia.
A las 2 de la madrugada llegamos a tan peculiar
lugar, donde dormimos en la puerta del área italiana de La Spezia, desde donde visitaríamos
los parajes naturales y los pueblos costeros de Quinqueterre (cinco tierras)
A primera
hora nos registramos. Los voluntarios que hacen posible la existencia de un
lugar donde dar servicio a los viajeros como nosotros, merecen una mención
especial, por que no sólo nos ayudan a los autocaravanistas, también lo hacen
con toda la gente de la zona que lo necesitan, son como una especie de cruz
roja, así que desde aquí mi reconocimiento y agradecimiento.
Nos aseamos y acicalamos y tras
informarnos de lo más básico, salimos dispuestos a vivir una nueva aventura,
está vez en tren, el cual nos llevaría a lo largo de todo el día por los
pueblos que componen tan idílica postal.
Todos nos hablaban de tarjetas
turísticas y demás, pero cuando llegamos a la taquilla a pedir la dichosa
tarjeta que nos diera la oportunidad de subir y bajar todas las veces que quisiéramos,
nos dieron dos billetes con una duración de seis horas cada uno, lo mejor, el
precio unos 4 € por tarjeta, lo peor la ignorancia, con el billete en la mano,
vimos que el tren se iba y lo cogimos, sin activar el dichoso billete y sin saber
donde demonios nos llevaba, por que además de los trenes que hacen las paradas
en todos los pueblos, pasan un montón de trenes más, que no hacen ninguna.
Nuestra primera parada era Riomaggiore, pero como cogimos un tren al azar, la incertidumbre, admito que sólo propia de mí, ya que a mis
acompañantes les importaba un pito y estaban felices, riendo y haciendo
conjeturas, sobre donde terminaríamos. Llegamos al pueblo, donde
el tren se detuvo, abrió sus puerta y casi beso el suelo, como si fuera el
Papa, por que creía que terminaba en Génova, mis hijos y amado esposo, se
estuvieron tronchando de risa a mi costa, el resto del día, que se le va hacer,
una debe ser consecuente de sus miedos y neuras.
Lo compenso todo el momento en
que entramos en un túnel de techo azul, que asimilaba un acuario, sin peces,
por que en la pintura no pueden nadar. Delante de nosotros un pueblo de casitas
de colores calidos, con ventanas de madera, siguiendo la ladera de la montaña
sobre las que están construidas, como si se ofrecieran al mar, a cambio de
disfrutar de su brisa y su luz.
Un lugar
mágico y privilegiado, lleno de belleza y a la vez increíblemente acogedor, que
te enamora a primera vista, subimos las callejuelas y desde los puntos más
altos admiramos todo lo que nos rodeaba, entre una frondosa vegetación que
cubría las montañas, aparecían las cientos de casitas y edificios aferrados a
ella desde lo más alto hasta una pequeña cala, que entre la rocas se abría al
mar, desde donde los pescadores vienen y van con sus pequeñas barquitas,
conviviendo con una paciencia infinita con la escuela de buceadores, la piraguas
y la pesadilla de los cientos de miles de personas que día tras días, llegan a
su tranquilo pueblo, a llenar sus calles, de ruido y suciedad, que lo
fotografían todo, sin ningún respeto o pudor por sus moradores, cual manada de
elefantes en una cacharrería, eso sí, al caer la tarde, todo vuelve poco a poco
a la normalidad, la muchedumbre se va y tan sólo se quedan sus pacientes
habitantes y aquellos que deciden pernoctar en tan increíble lugar.
Después de un merecido chapuzón, en las aguas azules de tan precioso lugar, volvimos a emprender nuestra marcha, dispuestos a descubrir todos y cada uno de los rincones de esta magnifica tierra, para ello vuelta a la estación de tren, donde por fin active todos los billetes y viajé tranquila, justo al lugar donde queríamos ir.
Cuando pasamos por ahí tan solo pudimos disfrutar de La Spezia, me quedan pues cinco tierras por visitar y viendo la muestra, merece a vuelta.
ResponderEliminarSeguimos viajando.
Si tesoro, merecen la pena, si vas en verano, que no se te olvide el bañador, je je je
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