Nos la prometíamos muy felices,
cuando pensando en llegar lo antes posible y después de una bochornosa noche de
calor, nos levantamos a las seis de la mañana, para comenzar nuestro viaje a
bordo de nuestra casita móvil en busca de mar, paisajes, cultura y mucha paz
(¡Infelices!)
Paz, que el
caprichoso destino hizo que apenas recorriéramos los primeros 104 kilómetros,
surgiera nuestro primer percance, “bomba de agua rota”, no nos dejaba otra que
darnos la vuelta. Pensando, que si no encontrábamos un mecánico, tendríamos que
dejar nuestro tan ansiado viaje para el lunes o martes, perdiendo así 3 o 4
días y desbaratando nuestro planning por completo.
El destino juguetón quiso que al
pasar por Alcalá de Henares, paramos en Caravanig K12 y allí encontramos a dos
encantadoras personas que nos solucionaron el problema en un momento y con la
mejor de las sonrisas, mucha voluntad y una bomba nueva de agua.
Arreglada
la bomba vuelta a empezar y a volver a recorrer los casi 100 kilómetros que llevábamos
avanzados.
No estábamos
dispuestos a perder nuestra tarde en Barcelona, aunque en nuestro caso estas
afirmaciones son más temerarias que reales, dada nuestra disposición, (Creedme
involuntaria) a percances, desventuras y roturas varias, por no hablar del las
previsiones meteorológicas, que son las que en este caso nos hiciera replantear
nuestro tour turístico por tan maravillosa ciudad.
El calor
era sofocante cuando llegamos a un parking “BSM” que se ofrecía por Internet
como una joyita, bajo techo y arreglado de precio, justito al lado de la playa.
Lo último fue lo único en lo que no mentía. Y claro una llega a las 6:30 sin
apenas fluidos corporales, ya que estaban todos en la camiseta y viendo el mar,
no pudimos resistir, los cinco peleábamos por quien se ponía el bañador antes y
corríamos que nos las pelábamos mar adentro, sin abusar, que tampoco hay que
arriesgar, vamos que nos cubría por la cintura.
Después de
un par de horas de gloria y recompensa por el calor sufrido, nos pusimos monos
o lo intentamos, sobre todo algunos y en bici llegamos hasta el club náutico
donde ha orillas del mar disfrutamos de una maravillosa cena, algo más que
merecida y cuando ya nos sentíamos plenos y dichosos, por tomar conciencia de
que realmente estábamos de vacaciones y era el momento de disfrutar y ser
felices, llego la noche más calurosa de mi vida, muy por encima de aquella que
sufrí un 1 de agosto en pleno Jaén arropada con una manta, que os juro que no
era por frió, si no por evitar las picaduras de aquellos bichos de tamaño
desproporcionado, para ser simples insectos.
A las 3:50
de la madrugada, salíamos de aquel horno subterráneo, donde la brisa del mar no
se asomaba, ni por la puerta, deshidratados y moribundos, por falta de líquidos
y sueño, era la segunda noche que no pegábamos ojo, en plena desesperación nos
dirigimos a las afueras de la ciudad, donde nos encontramos con una
autocaravana de Italianos que dormían en una gasolinera, por que no habían
podido conseguir que en el tan soporífero parking les dejará entrar, lo de
veinticuatro horas, también era mentira, y el precio el doble de lo que ponía
en la tarifa de entrada, vamos que es ideal para descartar y no volver.
La cosa
mejoró en cuestión de clima, pero ya sabéis soy Odry desastrosa y sin remedio,
el lugar elegido estaba al lado de la autopista, nos os quiero contar las veces
que esa noche soñé que me atropellaba un camión.
A las siete
de la mañana con las ojeras puestas por las dos noches anteriormente citadas, emprendimos
camino a Narbonne (Francia) No os voy a negar mi incertidumbre, pero aún así
merece la pena, en esta casita móvil tengo 4 de las personas que más quiero en
el mundo y que son mi familia y entre desventura y desventura las risas están
garantizadas y la sensación de estar viviendo algo increíble y sentirse pleno
también.
¡Qué bien nos vamos de viaje!
ResponderEliminarTesoro,más bien es el recuerdo que nos queda...
ResponderEliminarUn besote.
Mal recuerdo te quedará entonces de Barcelona....
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