

Carnac, no sólo son minhires, también son playas de arenas blancas y una especie de microclima, ya que
es la zona que cuenta con más días de sol de toda la Bretaña.


Que digo yo señores de turismo, el dibujito del pintor se hace en su sitio y no donde le nazca a uno, que puede llevar a error y eso un día de lluvia ininterrumpida y unas calles con un desnivel del 30 % como mínimo (quizás exagere) por no hablar de la adherencia de las mismas o de mis zapatillas, que no es cuestión de herir sensibilidades, puede ser peligroso, que no es que el pueblecito no merezca una visita, tiene la «iglesia abacial Sainte-Croix», la mar de mona y un arco romano muy echo polvo, además de un pequeño mercado monísimo, pero no hay artistas, no hay cuadros, no hay pintores, ni galerías, en fin que después de resbalar en no se cuantas ocasiones, con el peligro que eso conllevaba para mis reblandecidos glúteos, de terminar mojaditos hasta la ropa interior y de ver los tres monumentos dignos de mencionar, decidimos seguir nuestro camino en busca del dichoso pueblo de pintores, donde el arte rebosa allí por donde vas, con la única esperanza de ver si se me pega algo, que ya no recuerdo la ultima vez que mi musa me hizo una visita.
Claro está que lo mismo la pobre musa vino vio el panorama y salió corriendo por que lo mio no tiene remedio alguno.
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