Cuando comenzamos nuestro viaje, nos dimos cuenta de como han cambiado las cosas, en el tema de la seguridad, años llevamos pasando por Francia, para recorrer ciudades y países de Europa y nunca habíamos vista nada igual.
No había centro comercial que no tuviera seguridad revisando
bolsos y mochilas o militares patrullando por los pueblos turísticos (incluso los más pequeños) y como no, en las ciudades, armados y con el dedo en el gatillo, la verdad es que al principio te acojonas un poco, sobre todo yo, con la suerte
que tengo, entre la alergia (todo el día estornudando) y lo patosa que soy, se me cae una lata o me sale un ¡achis! y me llevo un tiro de Rambo. Bromas a parte, aunque ponían cara de pocos amigos, (ellos estaban metidos en
su papel) no molestaban a nadie, sólo observaban y terminó convirtiéndose en algo familiar, aunque es inevitable sentir algo de tristeza, por saber que hay una amenaza constante, a gente que vive tranquila su día a día.
Siguiendo con nuestra ruta llegamos a Vannes (Puerto del golfo de Mornihan) un lugar mágico.
Yo pensaba que no se podía superar la belleza de lo ya visitado, me equivocaba y de que manera, si un pueblo es bonito el siguiente más, esta ciudad medieval es un sueño, tanto por sus murallas y su centro, como por su historia. La ciudad
fue fundada por los romanos tras su victoria sobre los vénetos en el 56 aC. Por el ejército de Julio César.
Accedimos por un puente de piedra, la muralla estaba rodeada por unos jardines preciosos, llenos de flores, todo muy Disney, pero es que cruzas el arco de la puerta y te encuentras unas casas medievales con sus estructuras en madera de diferentes colores que hacen la delicia de propios y extrañas.
Después de embriagarnos de tanta historia y belleza,
terminamos la tarde paseando por el puerto, contemplando un atardecer que invitaba al más puro romanticismo. Yo casi me escoño viva por mirar alelaita el paisaje y no ver el escalón gigante que bajaba a la zona más cercana
a los barcos.
Los días vuelan cuando estas de vacaciones y todavía
nos quedaba mucho por ver, cuando llegamos a Auray, debo decir que no me pareció para tanto, pero claro es que el área de autocaravanas, estaba algo alejado del casco histórico.
Con el plano en la mano y empeñada en superar a Dora
la Exploradora, termine metiéndome en una residencia de ancianos, en vez de bajar hacía el puente que cruza el río y te lleva al casco antiguo, pero que sería un viaje sin mis Jaimitadas.
En lo alto del pequeño puente, decimos inmortalizar
el pueblo que se veía al otro lado, y un italiano encantador y negado para la fotografía decidió ayudarnos el resultado es visible y no por que el pobre no lo intentara, hasta en tres ocasiones, pero no había manera, mi
Lucero, intento indicarlo, pero el hombre estaba resuelto a demostrar su arte y nosotros nos lo estábamos pasando también que no quisimos desanimarlo, la foto más salvable es la que os enseño
y el Italiano que llevado dos cámaras al cuello, terminó algo rebotado, ante la impotencia de no poder demostrar todo su arte.
Al menos se intuye que somos nosotros y es que está visto que en este viaje y el reportaje fotográfico, es al menos tan desastroso como yo.
Bueno, la foto tiene su aquel, entre luces y sombras.
ResponderEliminarSi que sólo se nos intuye, JA JA JA
Eliminarhola odry mi niña que guay tu entraita siempre estas tan divertida jajaja es que me lo paso muy bien leyendote besitossssssss
ResponderEliminarGracias cielo
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