27 ago 2017

KARLSUHE

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Foto internet, para disfrutarla sin obras


La última ciudad Alemania, que visitamos fué Karlsuhe. Ya la llegada, nos daba una pista de lo que podríamos encontrar, pero nuestro coeficiente no debe ser muy alto, porque, no nos dimos por enterados y seguimos como borregos al matadero.


La autopista de acceso estaba levantada parcialmente y los atascos eran infinitos, casi como la paciencia de más de un conductor, que no la mía, que ya sabéis que no tengo ninguna. Esta gente levanta más las carreteras, que mi madre los felpudos, así las tienen, como los chorros del oro.

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Los alemanes dicen que aprovechan hacer las obras con el buen tiempo, ¿Buen tiempo? ¡Si no bajamos de los 40 grados!  A este paso se les van a fundir hasta las grúas. Pero bromas aparte, fijémonos en la ciudad, que al fin y al cabo es de lo que se supone que escribo (Echándole mucha imaginación ¡Claro!).


Como siempre, llegamos en bici a la ciudad, el carril iba más allá del área de autocaravanas, hasta poblaciones cercanas, si es que están en toó, ¡Cómo no nos van a caer bien!

Yo me puse un mono blanco, a quien se le ocurre, parecía un anuncio de detergente y todo para visitar, otra ciudad totalmente levantadita ¡Estúpida de mí! pensé, si ya tienen obras en la carretera, la ciudad descansará. Para mí que esto ya es vicio, está a sido de las peores, hice un par de fotos, para dar fe de mi visita, pero me costó encontrar las localizaciones, sin andamios, calles levantadas o grúas por doquier, por no hablar, de que, al cabo de un par de horas, paseando por la ciudad, el mono blanco, se acercaba más al gris claro.

Vi una torre desde la plaza y me empeñé en encontrarla, para inmortalizarla, pero resulto para mi decepción, que estaba situada entre dos edificios modernos, que nada tenían que ver con ella y en medio del único lateral visible de la torre, un intercambiador, entre ambos edificios, casi se me caen las lágrimas, puede que no tenga ningún interés cultural o ni siquiera sea antigua, pero ¿era necesario destrozarla así?


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De todas las ciudades esta es la que vi más gris, tiene algunos edificios preciosos, como el Palacio, pero no sé, si por el polvo de las obras o por el calor, no le encontré todo el encanto, que seguro tiene en distintas circunstancias y es que aún sin estarlo, parecía algo sucia, nada que ver, con el resto de sitios visitados, cuidados y limpios como la patena.

En fin, que me van a odiar, pero me gustaría volver a esta ciudad cuando las obras hayan concluido y poder disfrutar de ella, sin que pongan un Cartel de mi cara, prohibiéndome la entrada.









24 ago 2017

BADEN BADEN Y LA IMPORTANCIA DE HABLAR INGLES.

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¡No tengo remedio! imagino que os suena, pero es que mi Lucero tampoco, que “una tiene la fama y el otro escarda la lana”.

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¡MÁQUINA DEL DEMONIO!
                Llegamos al área de autocaravanas de Baden Baden, no sin complicaciones, que estos alemanes, tienen espíritu albañil y les ha dado por la construcción, de lo que sea y donde sea. El Tom Tom de las narices, que nos tira por una calle cortada. Nosotros que intentamos pasar por otro lado, la cosa que se complica. Hay atascos y más obras, conseguimos encontrar un acceso y aparcamos nuestra casita.

                Mientras yo preparo algo para comer, que eran cerca de las tres y está gente come muy temprano, mi Lucero busca la máquina para pagar la estancia.

-          ¡Nena!
-          ¿Qué?
-          No encuentro la máquina, ven conmigo, que sólo he visto la de rellenar agua.
Bajo de la auto y nos ponemos como dos peonzas a dar vueltas.
-          ¿Seguro que, en la máquina de agua, no tiene para el parking?
-          No ¡Míralo tú!

Voy a la máquina, la miro de frente y sólo vi lo de rellenar agua, tal y como él decía
-          Voy a preguntar por el interfono de la caseta de entrada. - Aprieto el aparatero, rezando para que, el que contestara hablara algo de español.
-          ¡Gunter Tag! O lo que viene siendo ¡Buenas tardes!
-          Do you speak spanish? - ¿Habla usted español?
-          No

Hay trague saliva y en mi inglés (sólo yo me entiendo) le dije que hablaba muy poquito inglés y que no encontrábamos la máquina del parking, por ningún sitio. Él me dijo, que, si veía la máquina de agua y yo que sí, y me decía cosas (no creo que bonitas) pero se tronchaba cada vez que yo le decía eso de:

-          I do not know


Un buen ratito estuvimos de chachareta, hasta que, en vista del empeño del señor en la máquina de agua y el cachondeo a mi negativa, me dio por echarle un vistazo. Por delante, nada; por detrás; nada, pero al mirar uno de los laterales, lo veo, mire a mi Lucero:

 
-          ¡Con que lo habías mirado todo!
-          Hombre, como iba a imaginar que estaba hay.
-          ¡Llevo cinco minutos hablando en un dialecto, que ríete tú del zulú! ¡se ha reído de mí, hasta el señor del interfono! Sabes que cualquier día te escorgorcio vivo ¿No?
-          ¡Jolín Nena, que carácter! Tú quédate con lo importante, lo hemos encontrado y has practicado inglés, es más yo creo que deberías ir al interfono y explicarle que ya lo hemos encontrado.
-          ¡Si, eso! Encima guaséate de mí.


Después de aquello nos tocó investigar cómo iba lo de la luz, que ya le dije yo a mi Lucero:

-          Investiga, que esto sale.
-          Si yo le meto la moneda, pero no hace nada, creo que tienes que preguntar al señor del interfono. - Le eche una mirada, que casi lo fundo, y no por los 40 graditos, que llevamos padeciendo. Que tengo unas ganitas de echarme a la cara al Primito de Rajoy, para explicarle en que consiste un cambio climático, que la que te cuento.


Con tal de no llamar al interfono, investigué y le metí una de moneda de 50 céntimos, mano de santo, encendimos el aire y comimos en la gloria.

Cuando salíamos en bici, para visitar la ciudad, nos encontramos un francés, dale que te pega al euro, para conseguir conectarse a la luz. Mi lucero me miró, con cara de te toca, yo negué con la cabeza:

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-          No te da penilla, que hace calor.
-          Ya no hace tanto.
-          Que tiene perrito.
-          ¡Jolín! Otra vez a guasearte de mí. – Y para allá que fui.







Le pregunté si hablaba español, pero no hubo suerte, así que vuelta a las andadas, el hombre me miraba raro, pero entendió lo que le decía, aunque el pobre no tenía monedas y yo le cambié un par, hice la buena obra, y nos fuimos a visitar la ciudad.




Baden Baden es muy bonita y sus calles muy limpias y eso que algunas estaban levantadas por obras, se la veía una ciudad que desprendía cierto glamur, en una de sus calles encontramos un coche muy antiguo, que le daba el pequeño toque que necesitaba, para trasladarte a otra época y soñar.



Pasamos una tarde encantadora, paseando entre risas, mientras disfrutamos, de un empalagoso helado de mango, que se fundía más rápido de lo que mi lengua era capaz de absorber, terminé como las niñas pringada hasta riba, pero feliz de poder disfrutar un día más.








20 ago 2017

OFFENBURG Y SU BUENA GENTE

De Gengenbach a Offenburg sólo a hay 10 kilómetros. Así que era visita obligada.


Mi queridísimo y yo, habíamos buscado un área para dejar nuestra auto, pero cuando llegamos, vimos que estaba un poco alejada del centro y como soy tan vaga (y sincera, ¡así me va!) iba haciendo ojitos (y no bizcos, que soy estrábica). Por si con un poco de suerte, buscábamos un lugar más cercano al centro.

Dio resultado y decidió pasar del área y según nos acercábamos al centro, vio un parking con coches y autocaravanas de todos los tipos, y allí que se fue, la aparcó y se dispuso a bajar las bicis, porque todavía quedaba un buen paseo hasta el centro.

Yo mientras tanto, me estaba calzando y guardando las cosas en la mochila, cuando le oigo hablar con alguien y pienso para mis adentros, que majo mi chico, saluda a todo el que se encuentra y eso que entiende lo mismo que yo ¡Nada!.

Cuando salgo, le pregunto:


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-          ¿Con quién hablabas guapo?
-          Con el dueño del negocio.
-          ¿Qué negocio? ¿Qué dices? Ya te estás poniendo la gorra que el sol es muy malo.
-          Que hemos aparcado en el parking de una tienda de compra venta de vehículos y autocaravanas.
-          ¡No me fastidies! ¿y por qué bajas las bicis? ¡Vámonos!
-          ¡No! Si es muy majo, le he dicho que sólo queríamos visitar la ciudad y me ha dicho que no había problema.
-          ¡Me estás vacilando! Si lo único que sabes decir en alemán es gracias y buenos días.
-          También hago mímica,
-          ¿Y seguro que te ha entendido?
-          Sí, así que date brio que no tenemos todo el día que cierra a la una para comer.
-          ¡Dios mio! Cuando no nos colamos, nos metemos en un parking privado, ¡Que viajecito, me estás dando!
-          ¡Y tu preocupada! Anda que tienes un morro.

No habíamos andado ni cien metros y vimos un supermercado, donde podíamos haber aparcado, sin meternos en el negocio de nadie. Somos lo peor, eso sí, siempre pedimos permiso, es la gente, que es muy maja y nos consiente.

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La primera vez que vimos de lejos a la chica con la cara manchada de rojo, me quede un poco asustada, iba en bici a todo trapo y aunque no habíamos oído nada y todo parecía tranquilo, me acojone. Después empezaron a aparecer más y cuando pensaba en darme la vuelta, vi los carteles, estaban en una semana de eventos musicales y todas llevaban las caras con pinturas de guerras cual “sius”.

La verdad es que a Offemburg, aunque no es el pueblo más bonito que hayamos visitado en este viaje, yo le saqué partido, además de visitar los lugares más turísticos de la ciudad, tuve la oportunidad de visitar las rebajas. Todo es mucho más caro que en España, pero siempre se encuentra alguna ganga si se busca bien.
Se acercaba la hora de cierre del parking invadido, y como somos muy formales, con la buena gente, volvimos a por la auto y nos fuimos a comprar al LIDL. No terminábamos de aparcar y vemos una marabunta de chicos y chicas adolescentes que invadía el parking, en dirección a la tienda, mientras otra tanda salía de la tienda con todo tipo de refrescos, zumos y cosas de comer.




Mi Lucero y yo nos miramos, como si esta no hubiera sido la mejor de nuestras ideas, si es que alguna vez tuvimos una buena.



16 ago 2017

GENGENBACH Y EL ENCANTO DE LO SENCILLO


Por la tarde llegamos a Gengenbach, un pueblecito de cuento que tiene un área de autocaravanas, super mona y cuidada, en pleno valle, me sentía cual Heidi (ya se que me he desviado un poquito) pero era tan cuqui, como su pequeño, pero adorable pueblo.

Cuenta con unas casitas típicas, casi todas alrededor de una preciosa plaza, que en un día tan caluroso, estaba llena de gente que iba y venía, algunos comprando en sus puestos, un sin fin de productos locales y otros disfrutando de las terrazas con las cervecitas de rigor, helados y vinillos de la tierra, que ha sido otro de mis descubrimientos (de Dora la exploradora a Cristóbal Colón hay un paso).




Los vinos alemanes no suelen llevar tapón de corcho, de ahí que yo pensara que serían tan malos, como el que venden en el Ikea (Sí sólo a mi se me ocurre probar, no tengo remedio).





Los vi en fribourg y compré una botella, tenía muy buen precio y pensé “de algo hay que morir” . Al contrario de lo que creía, me gustó. Bien es cierto, que como dice mi Lucero, mi opinión no es buena, porque me gustan todos.



Era un vino blanco, joven y afrutado, que resultaba delicioso, sobre todo cuando tomas una copita muy fría al atardecer, disfrutando de todo el recorrido hecho durante el día y agradeciendo que el sol de una vez por todas, vaya desapareciendo, a ver si llega algo de brisita. Que no me he venido yo hasta Alemania, para sufrir un golpe de calor. En fin, al final mi Lucero se decidió a probarlo (va a ser igual de hocicón que yo) y tubo que darme la razón, aunque no encontramos botellas con tapón de corcho, no significa que no merezca la pena disfrutar de un buen vino y un gran momento.

En fin delicateses aparte, nada más poner los pies en la plaza una pareja de estudiantes se acercó a nosotros, nos explicaron en tres idiomas diferentes (no capte bien ninguno de los tres, todavía sigo perfeccionando el castellano) que estaban estudiando español y que si podían hacernos unas preguntas, para un trabajo, les contestamos -¡Encantados! Nos echamos unas risas. Nosotros le contábamos nuestra vida y ellos escribían tres palabras, imagino que luego ampliarían ( porque si no más que un resumen, es un telegrama), diccionario en mano o traductor de Google, que me he quedado muy antigua.


Cuando íbamos dirección a la iglesia, volvieron a interceptarnos, otros tres estudiantes, con la misma copla, volvimos a responderles con el mismo cachondeo. Pa qué preguntan, si no ponen na de lo que contamos, mucha guasa, muchas gracias y a seguir la visita.




Caminabamos por una de las calles y otros tres (apuntito estuvimos de darnos la vuelta, pero nos portamos bien, para no provocar turismofobia), ya no hizo falta que nos dijeran más, mi Lucero se adelantó:




-          ¿Estudiantes de español? ¡Para un trabajo de Clase! ¿No?
-          ¡Sí! - con carita de “nos hemos perdido algo”
-         -  Apunta guapo, venimos en Motorhome, que lo llamáis aquí, es nuestra primera visita a Alemania y lo que más nos gusta además de la arquitectura y belleza de sus pequeñas y grandes poblaciones, por no hablar del precioso y frondoso bosque, son sus habitantes, muy buena gente, agradable, educara y muy trabajadora, que estamos en Julio y no dejáis de darle al intelecto. Muchas gracias y que saquéis muy buena nota.¡A le!
  

Los pobres nos miraban como si nos acabáramos de escapar del manicomio y para mí que no les parecimos fiables, porque a estos si que nos les vi apuntar nada.

 


Entramos de nuevo en la plaza, para volver a nuestra casitamovil y aparecen las dos primeras, cámara en mano, por lo visto la profe no se fiaba y quería una prueba de que realmente habían hablado con dos españoles. Nos hicimos la foto y nos marchamos, habría que ver esa clase intentando convencer a la profe, que éramos los mismos españoles con los que habían hablado todos.

  





14 ago 2017

TRIBERG


El calor era intenso y decidimos que era buen momento para visitar Triberg, un pueblecito adentrado en la montaña, con una gran casa cuco y unos saltos de agua en el bosque, todo aparentemente muy fresquito y tentador.



Poco o nada sabíamos de la arquitectura de sus casas o de lo que nos íbamos a encontrar, que no fuera lo anteriormente mencionado, así que cual Dora la exploradora, blusita sin mangas (desde que estamos en Alemania, no bajamos de 38 graditos) pantalón corto y sandalias. Y mi Lucero que me mira y se atreve a decirme:


-   A ver que yo lo entienda, ayer que fuimos a una ciudad la mar de cuqui, te plantas las playeras, camiseta y peto vaquero y hoy que vamos a caminar por el bosque, te pones sandalias y monísima de la muerte. ¿Me estoy perdiendo algo?

-   ¡Sí, una leche! ¡Calla y anda! - Aunque tenía razón, la verdad es que no me había parado a pensarlo siquiera, sólo que hacía mucho calor y yo iba quitándome complementos.

Lo primero que hicimos, fue dirigirnos a la oficina de turismo, donde nos dieron el plano y nos mandaron al bosque, para disfrutar de los saltos de agua, además de decirnos donde se encontraba “la casa cuco”, según el señor ¡5 minutos!

Vimos un grupo de gente que caminaba hacía al bosque y nosotros les seguimos como corderitos, entusiasmados por la visita y el frescor que venía del riachuelo que bajaba, entre árboles y arbustos, hicimos un montón de fotos, como si no hubiéramos visto un árbol en nuestra vida.

Hay dos caminos, uno corto, para personas con problemas o simplemente vagos y uno largo, estuve indecisa (soy vaga ¿y qué?) pero mi Lucero me dio un empujón y me dijo

-   ¡Andar!
-   ¡Que sólo estaba mirando cual era el más bonito! - no coló.
-    Tu si que eres mona ¡vamos!

El paseo fue de lo más agradable, aunque casi me da un pasmo, cuando vi correr lo que parecía una rata, en realidad eran ardillas, que iban y venían en busca de cualquier fruto seco, que muchos visitantes les iban tirando.


Por lo visto, en este salto se comenzó a aprovechar la energía que genera la caída del agua, hace mucho tiempo, por ponerle a tanta locura un poquito de historia.


Lo peor fue la salida (cualquier día me da algo), cuando me di de bruces con el cartel de 4 euros la entrada, nos habíamos colado sin querer No imaginamos que los alemanes, le pusieran puertas al campo, pero es que tampoco había nadie en la puerta, sólo la caseta con un señor, como todo el mundo pasaba, pensamos que sería el guarda, y si que era el guarda y el cobrador. Cualquier día termino entre rejas por hocicona y cegatona (palabrita, que un día de estos, me vuelvo a poner las gafas).

Fuimos a dar un paseo por el pueblo y sus peculiares tiendas de regalos, al cual más extravagante y de paso buscar la dichosa casa cucho, lo de los cinco minutos de esta gente, es para hacérselo mirar, como llega está gente a los sitios, volando, porque si no, no me lo explico. A no ser que en vez de 5 dijera 50, que pa mí que su pronunciación no era muy buena.



Después de una búsqueda infructuosa, volví a mirar el mapa,
-   Te digo yo, que esto no está a escala
-   ¡Que brutita eres!, no será que está escondida.
-   ¿Dónde, en los saltos de agua, por qué tú me dirás? ¡Si son cuatro casas!

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Comenzamos a dejar el pueblo, cuando nos encontramos la dichosa casa cuco, frenazo y visita ultra rápida, porque es “cuqui”, pero tampoco como para quedarse a vivir.


Lo peor es que después descubrimos que había dos, somos unos turistas penosos…





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