29 sept 2017

COLMAR, EGUISHEIM Y UN LUCERO SIN CAFÉ


Llegamos a Colmar con mucha ilusión, habíamos oído hablar mucho acerca de su arquitectura, arte y belleza, que además figura en todas las guías como cuna del vino alsaciano ¿Se podía pedir más?
¡Pues sí! Un poco de buena suerte, para variar.

Y no, no es que la ciudad nos defraudara, es una preciosidad, pero la verdad es, que, a lo largo de todo el viaje, he usado todos los adjetivos que me sabía y sus sinónimos. He intentado describir todo tipo de pueblos y ciudades, algunas con ciertas similitudes. Con lo cual la descripción de esta ciudad se me hace harto difícil. Es lo que tiene visitar tantos sitios increíbles y bellos, que al final hablar de sus canales, de las flores de sus fachadas o de la arquitectura que la caracteriza, termina siendo repetitivo y monótono, por no decir obvio.

Si que pasamos por una pequeña feria vinícola que ofrecía tapas y vinos a muy buen precio y que recorrimos hasta el último rincón en busca de ese edificio o lugar curioso, donde poder sacar la mejor de las imágenes para el recuerdo.



Al fin y al cabo, viajar trata de eso, de conocer gentes, lugares, costumbres y gastronomía. Ampliar nuestra forma de ver el mundo, he incluso a veces, cambiar la forma de pensar sobre aquellas cosas, que alguien nos contó o leímos en algún lugar y que poco o nada tiene que ver con nuestras vivencias.
Si mencionaré a pesar de haberlo hecho durante todo el viaje, es el calor sofocante, pero en este caso es para añadir otra catástrofe a la serie que este verano ha tenido a bien acompañarme y que aún hoy llevo conmigo, como una crucecita.


Volvimos a nuestra casita-móvil, cuando nuestras neuronas fundidas por el insoportable bochorno no daban para más (obvio que las mías ya venían fundidas de nacimiento, al menos la mayoría, razón por la cual, estoy para que me encierren)



Decidimos poner el aire, a ver si conseguíamos sobrevivir, sin derretirnos, mientras atacábamos la nevera en busca de agua fresquita, que nos supo a gloría, poco a poco nos recuperamos he hidratamos ambos dos a la vez, para volver a emprender la marcha.

Cuando el generador, decidió pasar a mejor gloria, por segunda vez, que yo creo que nos tiene manía. Por si no tuviéramos suficiente, con no tener gas, ahora tampoco teníamos luz, menos mal que el viaje estaba a punto de terminar, si no a ver quién aguantaba a mi lucero sin su café mañanero, hasta llegar a la primera cafetería.



               
Primero dijo adiós a su cafetera italiana, por falta de fuerza en el gas, ahora también decía adiós a su cafetera de George Clone, por falta de generador, que largo se me iba a hacer el viaje de vuelta.



Es así como llegamos a Eguisheim. El cual se encuentra entre los 10 pueblos más bellos de Francia, al menos en el ranking que yo miré, no quiero herir sensibilidades.


                         
    


El área estaba situada en el parquin de una bodega, al principio nos chocó un poco, pero está buena gente debe abrir sus puertas a todo el mundo. Lo digo porque mientras nos poníamos en marcha, los vecinos de enfrente, que habían debido celebrar algo, venían cargados con mesas y taburetes que dejaron en el interior de la nave central de la pequeña bodega. Por si todo eso no fuera suficiente, nos ofrecía a los autocaravanistas todos los servicios, incluidos agua y luz, sin ningún tipo de coste y confiando en el buen hacer de todos los visitantes.


Como los dueños no se encontraban, decidimos ir a visitar el pueblo y a la vuelta, intentaríamos saludarlos.


El pueblo es pequeño, pero tiene un recorrido en forma de circulo que bordea una especie de anillo que lo envuelve, que es una delicia. Sus calles de adoquines y sus casitas antiguas acompañándote todo el recorrido, hacen que sea uno de los pueblos con más encanto de todos lo que he visitado.


Eguisheim, ha sido la guinda a este viaje. Pueblo pequeño, pero encantador, diferente a todo lo visto, he imprescindible para un recorrido por Alsacia. La cual perdurara por siempre en mi cabeza y en mi corazón, por lo visto y lo vivido, a lo largo de este pequeño gran viaje, que tanto he disfrutado y tanta felicidad me ha dado.



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