16 oct 2023

SAINT-CIRQ-LAPOPIE.

 

Cada vez que dejamos un lugar y volvemos a la carretera tengo sentimientos encontrados. Por un lado, está la nostalgia de dejar atrás lugares y momentos inolvidables; por otro, la ilusión de seguir descubriendo paisajes, ciudades y pueblos recolectando nuevos recuerdos.

 

Dejando los sentimentalismos a un lado, que no es que no sea sentimental, es que cada vez que me pongo, me pasa algo, en este caso fue una carretera traidora.

Yo iba dispuesta a hacer un post diferente, lleno de florituras y momentos melancólicos, dejándome llevar por los paisajes bucólicos que nos íbamos encontrando, cuando a la vuelta de una curva, apareció un vehículo que venía de frente justito hacía nosotros.


Sí, se lo que estaréis pensando: «Es lo normal en una carretera». Y no os faltaría razón, si la carretera fuese normal, pero por el proyecto de carreterilla por el que libamos circulando, no lo era y resultaba contraproducente para la supervivencia.


Y es que, en un momento dado, la calzada se estrechó tanto que apenas pasaba la auto y ver aparecer aquel coche nos hizo temernos lo peor. 

No vi mi vida pasar por delante de mis ojos, pero lo que si vi y muy de cerca, tanto que arañó el cristal de la ventanilla, fue la rama del árbol donde una ardilla miraba ojiplática como una humana con el pelo encrespado cual león de la sabana, se echaba las manos a la cabeza, como si con ello fuera capaz de poder evitar el golpe.

                                 

Gracias a que mi Lucero tiene la sangre fría de un cirujano, porque si la que conduzco soy yo..., no quiero ni pensarlo. Y no, no le estoy dando emoción, que podría. De echo estuve a punto de grabar el inmortal momento, pero soy cobarde (mucho), y ante lo que estaba a punto de suceder, preferí soltar el móvil y sujetarme las ideas no fueran a salir todas tan espantadas como la pobre ardilla.


Conseguimos llegar, no me preguntéis como, entre taparme los ojos, esconder la cabeza entre las piernas y comerme las uñas, no tengo recuerdos claros de tan grato viaje (pura ironía para el que no me conozca)


 

Debo reconocer que la visita mereció la pena y que el hecho de salir inmunes nos hizo ver el precioso pueblo con otros ojos. Esta pequeña comuna francesa nos sumergió directamente en la época medieval. Pasear por sus encantadoras calles, donde muchas de las casas datan de los siglos XII al XV, fue una auténtica fantasía.


Compré unas deliciosas nueces locales y algunas figuras hechas a mano para mi pequeña colección de sueños. Apenas media hora más tarde, el fatídico trayecto se había convertido en una divertida anécdota. Una batallita para contar a nuestros amigos, conocidos y como no, a mis sufridos lectores que siguen viajando conmigo a pesar de mis desastres.

  


13 comentarios:

  1. Siempre se añora lo vivido, lo visitado aun cuando ocurren cosas inesperadas, poder referirlas y reir es maravilloso. Sigue con tu viaje y sigue pensando que el mundo es una maravilla.

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    1. Que sería un viaje sin anécdotas...
      Mil gracias por comentar

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  2. Si nunca nos vamos de un lugar nunca llegaremos a conocer otro. La cuestión es seguir adelante hasta que el camino nos devuelva al punto de partida.

    Saludos,
    J.

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    1. Estoy contigo, lo importante es volver.
      Mil gracias por comentar

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  3. Qué guapos los dos y sobre todo ¡¡¡VIVOS!!!

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    1. Creo que el paisaje era mucho más bonito que nosotros, ja ja ja
      Un besote

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  4. hermosas fotografías, y que susto que tuvieron
    saludos!!!

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  5. Puede ser mejorables que se nos da fatal, pero el sitio es precioso.
    Un abrazo.

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  6. Qué bella se te ve,Gracias por la intensidad de tus palabras

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  7. Estar enamorados es una maravilla Bella pareja hacen preciosa

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  8. cuanto te pareces a él tienen casi la misma nariz ,tu bella él no tan lindo, pero se parecen

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