Cada vez que dejamos un
lugar y volvemos a la carretera tengo sentimientos encontrados. Por un lado,
está la nostalgia de dejar atrás lugares y momentos inolvidables; p
Dejando los
sentimentalismos a un lado, que no es que no sea sentimental, es que cada vez que me pongo, me
pasa algo, en este caso fue una carretera traidora.
Yo iba dispuesta a hacer un post diferente, lleno de florituras y
momentos melancólicos, dejándome llevar por los paisajes bucólicos que nos íbamos encontrando, cuando a la vuelta de una curva, apareció un vehículo que venía de
frente justito hacía nosotros.
Sí, se lo que estaréis
pensando: «Es lo normal en una carretera». Y no os faltaría razón, si la carretera fuese normal, pero por el proyecto de carreterilla por el que libamos circulando,
no lo era y resultaba contraproducente para la supervivencia.
Y es que, en un momento dado, la calzada se estrechó tanto que apenas pasaba la auto y ver aparecer aquel coche nos hizo temernos lo peor.
No vi mi vida pasar por delante de mis
ojos, pero lo que si vi y muy de cerca, tanto que arañó el cristal de la ventanilla, fue la rama del árbol donde una ardilla miraba ojiplática como una
humana con el pelo encrespado cual león de la sabana, se echaba las manos a la
cabeza, como si con ello fuera capaz de poder evitar el golpe.
Gracias a que mi Lucero tiene la sangre fría de un cirujano, porque si la que conduzco soy yo..., no quiero ni pensarlo. Y no, no le estoy dando emoción, que podría. De echo estuve a punto de grabar el inmortal momento, pero soy cobarde (mucho), y ante lo que estaba a punto de suceder, preferí soltar el móvil y sujetarme las ideas no fueran a salir todas tan espantadas como la pobre ardilla.
Conseguimos llegar, no
me preguntéis como, entre taparme los ojos, esconder la cabeza entre las
piernas y comerme las uñas, no tengo recuerdos claros de tan grato viaje (pura
ironía para el que no me conozca)
Debo reconocer que la
visita mereció la pena y que el hecho de salir inmunes nos hizo ver el precioso pueblo con otros ojos. Esta pequeña comuna francesa nos
sumergió directamente en la época medieval. Pasear por sus encantadoras calles, donde muchas de las casas datan de los siglos XII al XV, fue una auténtica fantasía.
Compré unas deliciosas
nueces locales y algunas figuras hechas a mano para mi pequeña colección de
sueños. Apenas media hora más tarde, el fatídico trayecto se había convertido en una
divertida anécdota. Una batallita para contar a nuestros amigos, conocidos y como no, a mis sufridos lectores que siguen viajando conmigo a pesar de mis desastres.
Siempre se añora lo vivido, lo visitado aun cuando ocurren cosas inesperadas, poder referirlas y reir es maravilloso. Sigue con tu viaje y sigue pensando que el mundo es una maravilla.
ResponderEliminarQue sería un viaje sin anécdotas...
EliminarMil gracias por comentar
Si nunca nos vamos de un lugar nunca llegaremos a conocer otro. La cuestión es seguir adelante hasta que el camino nos devuelva al punto de partida.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Estoy contigo, lo importante es volver.
EliminarMil gracias por comentar
Qué guapos los dos y sobre todo ¡¡¡VIVOS!!!
ResponderEliminarCreo que el paisaje era mucho más bonito que nosotros, ja ja ja
EliminarUn besote
hermosas fotografías, y que susto que tuvieron
ResponderEliminarsaludos!!!
Puede ser mejorables que se nos da fatal, pero el sitio es precioso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué bella se te ve,Gracias por la intensidad de tus palabras
ResponderEliminarNo digo nada que no te merezcas.
EliminarUn besote.
Estar enamorados es una maravilla Bella pareja hacen preciosa
ResponderEliminarBonito viaje. Un beso
ResponderEliminarcuanto te pareces a él tienen casi la misma nariz ,tu bella él no tan lindo, pero se parecen
ResponderEliminar