3 sept 2014

CAMINO DE KYOTO

Tan sólo tres días después emprendíamos el camino a Kyoto, la gente suele elegir el tren como trasporte, pero nosotros al ser ocho, decidimos alquilar un coche, haciendo números salía mucho más barato, previamente mi Lucero y cuñado, solicitaron en trafico el carné internacional. Es así como comenzó nuestra aventura motorizada por la izquierda.
                             
Nada más salir descubrimos que el GPS del coche, aunque daba las indicaciones en inglés, había que meterle las direcciones en japonés, este escollo lo salvamos con la paciencia de algunos japoneses requeridos a traición y con momentos gloriosos de incertidumbre sobre todo en las autopistas sobrealzadas, las cuales pueden sumar dos carreteras, una encima de la otra y cada una con un destino, pero al final siempre conseguimos llegar a nuestro destino.



Os parecerá surrealista, que cuente mi primera parada en un área de carretera japonesa, pero si no lo hago exploto. Mi hija y yo nos disponíamos a entrar en el baño, cuando vimos una caja de cartón en un rincón, con periódicos en el suelo, entonces pensé ¿Una papelera?, pero mi hija me saco de mis pensamientos, indicándome algo en el techo. Un nido de golondrinas, la caja de cartón era para recoger la posible suciedad que los pajarillos produjeran. No era un gesto aislado, lo pudimos ver en otros lugares, algunos tan protegidos por ellos, como los templos, lo que nos resulto más sorprendente.

Al entrar en un baño japonés, una vive una experiencia única, los he visto de todos tipos, vanguardistas, humildes, clásicos, súper lujo, minimalista, etc., pero en todos, absolutamente en todos, había papel higiénico, parece que no es importante, pero leí que fuera preparada y después de cargar con un paquete de papel higiénico sin abrir por todo Japón, tenía que desmitificar la historia. Es en China donde no encuentras papel en muchos sitios. Aclarada la cuestión, seguiré alabando los baños japoneses. No sólo están limpios, además puedes encontrar detalles de lo más variado y curioso. Empezando por el Toto, ese vater es la novena maravilla. Cierto es que sería conveniente antes de utilizar uno, haber realizado un master o doctorado, para saber donde demonios estaba el botoncito de la cadena, más que nada, por que si no, nunca sabrás que es lo que te enchufara, ni donde y lo más importante a que temperatura. Mi hijo sin ir más lejos tuvo un pequeño percance en el hotel. Andaba trasteando, cuando un tubito traidor le salio por la retaguardia hasta que le rozo salvase la parte y mientras el gritaba y saltaba al otro lado de la diminuta habitación, el chorrito traidor regaba a diestro y siniestro, poniéndolo tibio. Había que ver a ese hijo salir de semejante situación, chorreando y maldición al señor Toto y a toda su familia, días más tarde ya no podía vivir sin el, sobre todo cuando descubrió el botón del agua caliente.
                           
Además de los botones en los baños públicos podías encontrar, sillitas adaptadas para bebes, para que sus madres obren con tranquilidad, adaptadores infantiles, líquido desinfectante, para la limpieza del lugar, quizás sea esta la razón por la que están tan sumamente limpios, e incluso en algunos te lavas las manos mientras se llena la cisterna, a través de un grifo que sobresale en lo alto del Toto, y algún que otro aparetejo o botón que no fuimos capaz de adivinar su fin.
                             
En fin que me disperso, y es que las aventuras en los urinarios públicos, fueron muchas y variadas, una vez pasada la cajita de cartón, admirada las sillitas para bebes y flipar con la cantidad de botones que pueden tener un simple retrete, decidimos lavarnos los dientes, había una habitación en el centro del gran aseo, donde un dibujo parecía indicar, que era allí, donde deberíamos realizar la operación. Cuando entramos, las dos nos miramos con incredulidad. Era una habitación roja con espejos de estrella de cine, con sus lucecitas y todo, unas mesas y sus correspondientes sillas frete a los espejos, incluso tenía un secador de pelo, sin candado ni nada y una polvera de mujer, para los retoques, debo reconocer que mi incredulidad, me dejo atontada, es por ello, que espero confiéis en mi palabra, ya que no se me ocurrió hacerle una foto, a semejante lugar en un área de carretera, una vez más, la delicadeza y el detalle, nos dejaba sin palabras.
                                      

Los viajes en Japón, suelen ser largos en lo que a tiempo se refieren y es que sus límites de velocidad son bajos. Este pueblo es paciente, hasta para conducir, que ya tiene mérito. Llegamos a Kyoto por la tarde, a eso de las siete de la tarde, encontramos el hotel sin problema, y todas las dudas que habíamos tenido, por ser muchísimo más barato que los hoteles de Tokio, desaparecieron. Un hotel de aspecto occidental, nuevo, céntrico, limpio y muy cuco, ¿qué más podíamos pedir?
                              

27 ago 2014

TOKYO EN ESTADO PURO

                                 
Con cada amanecer, una nueva sensación, nuevos olores que una es capaz de ir distinguiendo, poco a poco. En los primeros días se mezclaban sin sentido, ahora tenían significado, el olor a humedad, cuando el monzón reanimaba, el de la comida del restaurante de enfrente, etc.

Nos reuníamos a planear cual sería nuestro próximo destino, disfrutando de un delicioso desayuno occidental, el pescado y el arroz lo dejaríamos para más tarde.

El culto y respeto a la naturaleza nos llevó a varios parques, el de Ueno tan cercano a Asakusa, alberga museos, zoo, y estatuas. Un remanso de paz donde la gente pasea a sus perritos en cochecitos de bebe, contrastando con la zona donde los sin techo tienen su pequeño cobijo entre cartones y arbustos, con un techo estrellado y la luz intermitente, que los deja a oscuras con cada luna nueva, como la vida misma, pero que espero y deseo que con cada luna llena, se ilumine, no solo sus noches, también sus sueños. Estas personas no piden limosna, no tienen letreros que cuenten su situación, es más se avergüenzan tanto de ella, que a veces ni siquiera sus familiares la llegan a conocer, eso para ellos sería deshonrar a su familia.
                                    
El honor, el respeto y la tolerancia se repite a lo largo de mi viaje, todos y cada uno de los días, con gestos, con situaciones, con todas las personas con las que me cruzo en el camino.




Entre torres y edificios inmaculados, limpios y brillantes como espejos, desafiando al cielo que en ellos se refleja, (la tortícolis está garantizada, ante tanto lujo y perfección) se encuentran los jardines del palacio imperial, edificio que se alza rodeado de imponentes murallas de piedra gris y fosos de agua. Y una se traslada a la edad medieval, y espera que los Samuráis aparezcan en cualquier momento, montando caballos engalanados, mientras se abren las puertas del Palacio, pero no, es imposible visitarlo, ya que el emperador tiene allí su residencia.
     


                                  

De vuelta a la ciudad y a la realidad, con sólo cruzar una calle, recorremos Ginza, aquí como en todo Tokio, no encontramos una sola papelera, ni un contenedor de basura o reciclaje, tan sólo al lado de las máquinas expendedoras de refrescos, había pequeñas papeleras para reciclar. Aún así, no encontramos por la calle ni un papelillo, ni un chicle pegado al suelo, ni una hoja de árbol caída en ninguno de los barrios, de obreros o banqueros. La limpieza, la pulcritud comienza cuando bajas del avión y te acompaña en cualquier lugar, por muy perdido o lejano que este.


En Ginza el lujo y el glamour se respira en el aire, mujeres espectaculares que balancea sus caderas al ritmo del movimiento de su bolso de firma carísimo y autentico, coches de lujo a manos de sus chóferes, esperando a la puerta de las grandes firmas, con enormes escaparates que albergan diseños exclusivos y como no, nuestras mujeres vestidas con sus impresionantes kimonos de seda, y sus geta (chancla de madera) que es la mejor forma de distinguir una Geisha de una Maiko, que calzan unas okobo, aunque la cosa se complica ya que ambas puedes calzar las zori, entonces habría que observar su maquillaje, los adornos de su cabello, el obi(cinturón con lazo) y la calidad de sus prendas. Y mientras observas embobada sus andares a base de pequeños pasos vuelves a caer en una especie de ensueño maravilloso, donde quieres quedarte a vivir.
                                 
Unos pasos más y el lujo da la mano a las luces de neón donde todo se anuncia, con colores vivos y llamativos, el gentío aumenta, y al igual que en un hormiguero los obreros y obreras trajeados como si de un uniforme se tratara, pantalones o faldas grises o negros y camisas blancas, con corbatas negras, van de un lado para otro, entrando y saliendo de las estaciones de tren y metro, en busca de su merecido descanso.
                              

Una noche más y un millón de sensaciones difícil de olvidar, hay algo más maravilloso que poder sentir días después lo mismo que la primera vez.

19 ago 2014

TOKYO

            Nuestra primera comida, fue al lado de la estación de Ueno, como el preludio de muchos momentos divertidos, sobre todo cuando elegimos los restaurantes por lo típicos que pueden ser, o parecer, sin tener ni idea de que íbamos a comer y a que demonios iba a saber, algo que me hacía disfrutar como a una enana, en una tienda de chuches. Si, soy una zampona y quería probarlo todo, incluidas aquellos platos que pudieran parecer repugnantes a la vista, que una nunca sabe donde puede encontrar un placer oculto.



            Ramen, sobas y Udones aparte, aquello no era serio, 
los platos andaban como la falsa moneda, que de mano en mano va y ninguno se la queda, eso por no hablar de un refresco, por lo visto riquísimo, que se hacía con sake y que había probado algún amigo viajero de mi Lucero. Pero del cual no recordaba el nombre. En algún momento, vio pasar a la camarera con un baso de liquido verdoso y decidió que era aquello. La camarera nos miraba raro. No hablaba Ingles y mi sobrino se dio cuenta de que era china, por un gesto que nos hizo, para indicarnos un número, así que la hablo en chino, pero ni aún así, terminaron por levantarse y preguntar al matrimonio japonés que había recibido el líquido verdoso. Con la amabilidad que les caracteriza, se lo dijeron y pidieron uno. Había que ver como rulaba el dichoso refresco, cual litrona en horas bajas por calentorra, aquello estaba malo de narices y todos, excepto mi Lucero llegamos a la conclusión de que era sal de frutas japonesa.




            Y de vuelta al metro, ese del que nos habían hablado, bueno mejor dicho acojonado por complicado, no lo resultó, todas las estaciones tenían letreros en japonés e ingles, con lo cual era sencillo, otra cosa era a la hora de entrar en alguna de las estaciones donde el metro, el tren o el mono rail concluyen a la vez. Esas si que son para echarse a temblar. Entre miles de personas que van de acá para allá uno se queda atontao, intenta averiguar, cual de todos los pasillos, si arriba o abajo, donde empieza el tren y donde el metro, pero incluso en estas, siempre había alguien, trabajador, viajero o curioso que nos echaba un cable, con una maravillosa sonrisa en los labios y esforzándose en hacerlo lo más fácil posible, e incluso intentando practicar español, por lo visto les atrae nuestra cultura, tanto como a nosotros la suya y hay más gente de lo que yo pudiera imaginar, que intenta aprenderla, sobre todo en Tokio.

          

  Los japoneses personas tranquilas y poco habladoras en los trasportes públicos, nos miraban atónitos, y es que 8 españoles venidos arriba por la emoción y disfrutando debía de ser todo un espectáculo para esta gente, sólo espero que no perturbáramos su paz o sus sueños, ya que parece ser este lugar el sustituto ideal a sus maravillosos futones, durmiendo esnucaitos, más que a pierna suelta, pero descansando como angelitos.



            El contraste lo podías ver en el cruce de Shibuya, es aquí donde los fines de semana, los japoneses más jóvenes, dan rienda suelta a su imaginación, y cuando cae la noche, aquellas personas tan serias y correctas, pasan a ser divertidos personajes de comics, manga, o lolitas aniñadas de rostros angelicales, sin miedo al ridículo o el que dirán, tribus de lo más variopintas se mezclan en una especie de desfile interminable, donde los fashion victime, pasean junto a las mujeres vestidas con los kimonos más clásicos, en un cruce ya famoso, y que por mucha gente que haya, no hay ni choques, ni contacto, como si todos estuvieran programados para ello, eso sí, siempre sin perder la sonrisa y sin mirar a los ojos en señal de respeto.
                                      

            Cuando el pasado es capaz de convivir con el futuro, dejando que los avances, no hagan olvidar de donde venimos, resulta una mezcla tan deliciosa, que una se plantea, por que el ser humano no es lo suficientemente inteligente, como para ir recogiendo a lo largo del camino aquello que nos hace mejores personas, por que la modernidad nos hace olvidar lo verdaderamente importante, y nos conformamos con vienes materiales, que lejos de saciarnos, nos hacen desear más.


                                                       

JUICIO LEVE DE FALTAS

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