23 feb 2017

PONT AVEN Y CONCARNEAU (ARTE E HISTORIA)




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Henry Bacon

    
          Un precioso día de julio de 1864, una diligencia que hacía el trayecto de Concarneau a Quimper (donde se encontraba la estación de ferrocarril), iba Henry Bacon, pintor americano, asentado en Paris.
 


      La diligencia tenía parada en Pont Aven, y fue esta parada, la que cambió la vida de este precioso pueblo que limita con el rio Aven, Henry quedó tan hechizado por lo autentico de este lugar, donde la naturaleza, los molinos, el rio y todo lo que veía a su alrededor, formaba parte de un maravilloso cuadro viviente. Tanto es así que nada más llegar a Paris, habló a sus amigos artistas, de tan idílico lugar. Pont Aven se convirtió en lugar de inspiración para un sin fin de pintores, que buscaban en lo sencillo, en lo autentico y en la naturaleza la inspiración necesaria, para poder sacar todo el talento, arte y genialidad que llevaban dentro.


  
        
    Desde Henry a Gauguin, muchos son los pintores que pasaron por esta especie de escuela al aire libre, hoy en día la pequeña población esta completamente entrega al arte, las galerías están en todas y cada una de las calles más comerciales, donde puedes encontrar todo tipo de pinturas, esculturas y arte de lo más diverso. Impresionismo, realismo, abstracto, cubismo y un sin fin de estilos, que hacen de un paseo por esta pequeña ciudad, una visita a un museo de arte, comercial eso sí, pero arte al fin y al cabo.

 
              Debo decir en mi contra, que no se me pegó nada, yo pasee, respire e intente absorber toda la magia que rodea esta población, desde el embarcadero, al camino del bosque de los amantes, pasando por el paseo de Xavier-Grall, que te conducen de una orilla a otra por puentecitos escondidos, junto a los lavaderos y molinos, vestigio de un pasado rural y encantador.

  

              En fin que volví a la auto con una depresión de caballo, me quería quedar allí, recorrer una y otra vez las laderas del río, sentarme en su puerto, recorrer los senderos, una y otra vez, esperando esa musa, que haga de mi una pintora de provecho y observar como el arte fluye a mi alredor al igual que el río que lo acompaña.

  
              Unos meses después, doy fé que las musas estaban de vacaciones y yo frustrada como una mona y es que, ni reboso arte, ni pinto (las paredes y las uñas, sí) ni escribo, ni nada, mira que soy negada.
  

              Menos mal que mis depresiones duran lo gusto, en lo que descubro cualquier otra cosa que llame mi atención y es que, en cuanto llegue a Corcaneu, se me pasaron todos los males ( si soy una veleta, en un día de ventisca y feliz que me hace).


              Esta ciudad era allá en la alta edad media una pequeña isla, a la cual se podía acceder cuando la marea bajaba y desde la que se dominaba la pequeña bahía, lugar indicado para protegerse de las invasiones, es por ello que terminó por convertirse en un guarnición militar, rodeada de murallas, a la cual sólo puede accederse por un punto.

      

 Por supuesto la ciudad se
ha desarrollado a lo largo de la bahía y sigue siendo un puerto pesquero importante, pero ha quedado una pequeña parte de historia, construida en piedra gris, que te lleva a sentirte pirata, que yo no ando ya para ser princesa, pero pirata de pata de palo y parche en el ojo, que estoy para pocos trotes.

          


  Los cañones, las puertas de la fortaleza , la casa del gobernador y los restos de la iglesia Saint Guénolé, te alejan de la realidad y trasforman todo lo que hay alrededor, enfocando al turista en forma de tiendas de suvenier, pero no le quitan ni un ápice de belleza a este coqueto lugar.


 
         Sigo persiguiendo musas, pero las jodias son más rápidas y listas que yo, si consigo pescar alguna, lo notaréis (lo mismo hasta aprendo a escribir en condiciones), por que ha día de hoy sigo siendo desastrosa y sin remedio.

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19 feb 2017

CARNAC, TIERRA DE MAGIA Y MISTERIOS


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Resultado de imagen de carnac francia      Al viajar se aprende michísima historia, desde las pirámides a los rascacielos de New york. Todos han llegado a nuestros días con un razonamiento capaz de explicar el como, el cuando y el porque de su construcción, pero en Carnac, la historia es un autentico enigma, mucho nos cuentan sobre estas construcciones megalíticas, pero ¿Cuánto de verdad ahí en ello?

Resultado de imagen de carnac al añochecer       Entre leyendas y conjeturas, lo único que queda es lo impresionante que resulta ver a lo largo de cientos de metros las filas de megalitos, dispuestas de tal forma que van desde las más altas (algunas, hasta siete metros) a las más pequeñas, perdurando desde el neolítico, hasta nuestros días, llenos de enigmas y misterios.

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       Carnac, no sólo son minhires, también son playas de arenas blancas y una especie de microclima, ya que es la zona que cuenta con más días de sol de toda la Bretaña.


Resultado de imagen de quimperle       El mapa turístico que teníamos nos llevaba a Quimperle, con el dibujo de un francés pintando un cuadro, yo que me pirrio por la pintura (A veces hasta me creo que pinto y todo) lo marqué como visita indispensable, como iba a imaginar yo que este pequeño pueblo dispuesto en una cuesta interminable, era mono, pero no había ni olido el óleo.


       Que digo yo señores de turismo, el dibujito del pintor se hace en su sitio y no donde le nazca a uno, que puede llevar a error y eso un día de lluvia ininterrumpida y unas calles con un desnivel del 30 % como mínimo (quizás exagere) por no hablar de la adherencia de las mismas o de mis zapatillas, que no es cuestión de herir sensibilidades, puede ser peligroso, que no es que el pueblecito no merezca una visita, tiene la «iglesia abacial Sainte-Croix», la mar de mona y un arco romano muy echo polvo, además de un pequeño mercado monísimo, pero no hay artistas, no hay cuadros, no hay pintores, ni galerías, en fin que después de resbalar en no se cuantas ocasiones, con el peligro que eso conllevaba para mis reblandecidos glúteos, de terminar mojaditos hasta la ropa interior y de ver los tres monumentos dignos de mencionar, decidimos seguir nuestro camino en busca del dichoso pueblo de pintores, donde el arte rebosa allí por donde vas, con la única esperanza de ver si se me pega algo, que ya no recuerdo la ultima vez que mi musa me hizo una visita.


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Claro está que lo mismo la pobre musa vino vio el panorama y salió corriendo por que lo mio no tiene remedio alguno.



16 feb 2017

DE VANNES A AURAY

              
       Cuando comenzamos nuestro viaje, nos dimos cuenta de como  han cambiado las cosas, en el tema de la seguridad, años llevamos pasando por Francia, para recorrer ciudades y países de Europa y nunca habíamos vista nada igual.

        No había centro comercial que no tuviera seguridad revisando bolsos y mochilas o militares patrullando por los pueblos turísticos (incluso los más pequeños) y como no, en las ciudades, armados y con el dedo en el gatillo, la verdad es que al principio te acojonas un poco, sobre todo yo, con la suerte que tengo, entre la alergia (todo el día estornudando) y lo patosa que soy, se me cae una lata o me sale un ¡achis! y me llevo un tiro de Rambo. Bromas a parte, aunque ponían cara de pocos amigos, (ellos estaban metidos en su papel) no molestaban a nadie, sólo observaban y terminó convirtiéndose en algo familiar, aunque es inevitable sentir algo de tristeza, por saber que hay una amenaza constante, a gente que vive tranquila su día a día.
           

      Siguiendo con nuestra ruta llegamos a Vannes (Puerto del golfo de Mornihan) un lugar mágico.
                     
    Yo pensaba que no se podía superar la belleza de lo ya visitado, me equivocaba y de que manera, si un pueblo es bonito el siguiente más, esta ciudad medieval es un sueño, tanto por sus murallas y su centro, como por su historia. La ciudad fue fundada por los romanos tras su victoria sobre los vénetos en el 56 aC. Por el ejército de Julio César.


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      Accedimos por un puente de piedra, la muralla estaba rodeada por unos jardines preciosos, llenos de flores, todo muy Disney, pero es que cruzas el arco de la puerta y te encuentras unas casas medievales con sus estructuras en madera de diferentes colores que hacen la delicia de propios y extrañas.     




      Después de embriagarnos de tanta historia y belleza, terminamos la tarde paseando por el puerto, contemplando un atardecer que invitaba al más puro romanticismo. Yo casi me escoño viva por mirar alelaita el paisaje y no ver el escalón gigante que bajaba a la zona más cercana a los barcos.

      
      Los días vuelan cuando estas de vacaciones y todavía nos quedaba mucho por ver, cuando llegamos a Auray, debo decir que no me pareció para tanto, pero claro es que el área de autocaravanas, estaba algo alejado del casco histórico.
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   Con el plano en la mano y empeñada en superar a Dora la Exploradora, termine metiéndome en una residencia de ancianos, en vez de bajar hacía el puente que cruza el río y te lleva al casco antiguo, pero que sería un viaje sin mis Jaimitadas.



  

      En lo alto del pequeño puente, decimos inmortalizar el pueblo que se veía al otro lado, y un italiano encantador y negado para la fotografía decidió ayudarnos el resultado es visible y no por que el pobre no lo intentara, hasta en tres ocasiones, pero no había manera, mi Lucero, intento indicarlo, pero el hombre estaba resuelto a demostrar su arte y nosotros nos lo estábamos pasando también que no quisimos desanimarlo, la foto más salvable es la que os enseño y el Italiano que llevado dos cámaras al cuello, terminó algo rebotado, ante la impotencia de no poder demostrar todo su arte.
Al menos se intuye que somos nosotros y es que está visto que en este viaje y el reportaje fotográfico, es al menos tan desastroso como yo.

12 feb 2017

LA BRETAÑA FRANCESA Y SU ENCANTO

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              Cuando planeo el viaje, además de trazar recorridos, buscar lo más llamativo o pintoresco, he informarme sobre gastronomía y costumbres, siempre busco relatos de gente que los ha visitado, lo que han sacado de positivo o negativo, sus recomendaciones, vivencias y advertencias y quitando imprevistos o mala fortuna, el viaje suele resultar bien.
               

              De la ciudad de Verner (Nantes) nos dirigimos hacía La Roche Bernard, Un pequeño pero acogedor pueblo, a orillas del río de La Vilaine, el cual da un encanto especial a este pueblecillo de casas de piedras y callejones sorprendentes llenos de curiosidades.
                   


              Con el atardecer, las imágenes más bellas se producen gracias a ese intercambio de luces que saca los matices más escondidos durante las horas centrales, haciendo que un simple paseo sea toda una experiencia. Empezamos con los artesanos que exponen sus obras concienzudamente trabajadas, para disfrute de los visitantes, que en esta época del año, son demasiados, atraídos por el buen tiempo, para practicar todo tipo de deportes acuáticos y pasear por las riveras y caminos entre una vegetación viva y colorida que se muestra más irresistible que nunca a todo tipo de insectos, por no hablar del río, que aunque en apariencia tranquilo, tiene prisa por llegar al océano, consiguiendo ese dulce balanceo de los veleros en el antiguo puerto.

              Para nuestra sorpresa nos comentaron que había un festival de música, está era una de las razones, por las que el camping estaba a lleno y tuvimos que acampar en un parking detrás de la iglesia. ¡Sí! todavía nos quedaban ganas de que nos tocaran las campanas. ¡Mira que nos gusta una juerga!.


          
  Con la caída del sol, la música comenzó a llenar todos los recovecos del pueblo, casi desértico, ya que estaban todos en la explanada del concierto, donde los puestos de bebidas, comida y crepes estaban a rebosar, disfrutando de una cena bien cargadita en calorías y vino de la tierra, para aguantar el bailoteo, entre las risas y el griterio de un publico entregado, daba igual la niña o el abuelo, todos querían formar parte de aquella divertida y maravillosa noche de verano.
              Son estás las cosas que más me gustan de mi casita móvil (autocaravana) viajar de un lado a otro, donde un día te sorprende un atasco y otro un concierto, disfrutar no sólo de los lugares, si no de sus gentes, mezclarte con ellos, para sacar a mejor esencia de un lugar, son las personas las que hacen que algo sea más bello y especial.
              Entre los campanazos de la noche anterior, el vinillo y el bailoteo, caímos como benditos en un sueño profundo y reparador, si hubo campanas yo no las oí, ni siquiera a los que embriagados por la fiesta, intentaban volver a sus casas.
              A la mañana siguiente, con muchas ganas de seguir descubriendo nuevos pueblos y paisajes de esta bretaña francesa tan cautivadora, pusimos rumbo a un pueblo de cuento de hadas «Rochefort en Terre», la verdad es que era de ensueño, un lugar donde esperas que aparezca dragones, mazmorras y señores con armaduras subidos a sus caballos, entre las murallas del antiguo castillo donde la conservación de estos viejos tesoros en piedra hacen las delicias de los más aventureros y soñadores.
 
                


 

         
   En este caso prefiero mostrar a contar, es imposible hacer llegar tanta belleza, sólo a través de las palabras y la verdad que los franceses cuidan de sus edificios y su historia con mucho orgullo y eso se nota, lo mantienen todo impoluto, impecable y lleno de flores que hacen realzar más si cabe tanta belleza.





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               La verdad es que mis fotos muy buenas no son, pero ya sabéis que soy "Desastrosa y sin remedio"

JUICIO LEVE DE FALTAS

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