28 may 2020

RABAT EN UN DÍA


Llegamos con retraso a nuestro nuevo destino, serían cerca de las tres. A pesar de la hora, Rabat estaba en pleno bullicio y como toda gran ciudad que se precie, con un tráfico endemoniadamente caótico.


Aparcamos nuestras casitas móviles, en un lugar tranquilo muy cercano al centro. Y vuelta a la carrera. Subiendo y bajando de taxis, que a todo nos decían que sí, pero que luego resultaba que no. Y una vez montamos en el último, terminamos diciendo eso, de siga a ese vehículo. El taxista que iba en cabeza, le había prometido a David dejarnos en la misma puerta del restaurante, un cachondo mental, omitió decirnos que era día de mercadillo y era imposible pasar.


Nos dejó en la entrada del mismo, un maravilloso lugar para las compras que, a esas horas estaba repleto de gente. Entrar en él, fue toda una aventura. La ola humana te absorbía y mecía a su merced, llevándote de una tienda a otra. Cual cosmopolitas experimentados, conseguimos salir airosos de aquella marea. Cruzamos aquel mercado a toda velocidad. Ni James Bond, en sus mejores tiempos y eso que éramos diecisiete. No se perdió ni uno. Yo lo achaco a nuestros jugos gástricos y papilas gustativas, mucho más efectivas de lo que pudiéramos sospechar.




 
El lugar elegido, estaba escondido entre angostos pasillos, sumidos en la oscuridad, más propio de un pasadizo secreto, que a una calle transitada. Menos mal, que David tiene buen sentido de la orientación, porque si de mi dependieran, estos pobres, se hubieran muerto de hambre.  


No deja de resultarme curioso, ver como la luz natural, fluye iluminando el interior desde lo más alto, puro contraste con su entrada, casi secreta. El lugar decorado con celosías que determinaban los espacios, formaban marcos perfectos para los cuadros, que adornaban sus paredes, mostraban escenas cotidianas de su cultura, lugares emblemáticos y retratos de mujeres cubriéndose la cara, con telas de llamativos colores.




Quién me iba a decir a mí, que tan ofensivo me resultaba, ver a las mujeres con sus rostros prácticamente cubiertos, que meses después, una pandemia iba a conseguir igualarnos a todos. Hombres y mujeres tras unas mascarillas que, tan sólo dejan ver nuestros ojos. Tiene que venir un virus a recordarnos que todos somos iguales, con indiferencia de nuestro sexo, religión, posición social o ideología política. ¡Manda huevos!



Volvamos al viaje que me pierdo. No se le puede achacar al hambre, lo mucho que pudimos disfrutar de la comida. Y vuelta a sumergirnos en el centro de aquel mar humano, para volver sobre nuestros pasos y seguir el plan dispuesto.

                  

El guía, nos esperaba pacientemente al pie del monumento a visitar. La Torre de Hassan II, la necrópolis de Chellah y el mausoleo del rey Mohamed V, abuelo del rey actual. Anécdotas he historias, un millón de fotos y vuelta a nuestras autos.



Nos dirigimos hacía la Kasbah de los Oudayas. Aparcamos frente a las preciosas murallas que la envuelven como a un valioso regalo. Atravesamos las imponentes puertas de las murallas y recorrimos sus calles escarpadas. Las pequeñas casitas pintadas de blanco, marcaban el camino que llevaba directo al mirador, abriendo la pequeña Kasbah hacía el océano, cuya imagen ofrecía un lienzo infinito que, en aquellos momentos, mostraba un increíble y preciosa puestas de sol.

                


Con la noche, nos retiramos a un pequeño camping, al cual llegamos atravesando la feria junta a la que estaba. A diferencia de lo que ocurre en España, allí las ferias no son molestas. La música brilla por su ausencia y los feriantes no gritan lo de la muñeca chochona. Así que, algunos caímos como un tronco, hasta la mañana siguiente. Mientras David arrastraba por el mal camino a Paco, Paz y Toño, que lejos de ver el peligro, se dejaron convencer por un puñado de caracoles o garbanzos, porque estos condenaos se lo comen todo a cualquier hora. No contentos con tan deliciosos manjares, decidieron terminar la jornada montando en los coches choques.


A muchos nos cuesta dejar el niño que llevamos dentro, al margen de ciertos momentos, sobre todo cuando en el ambiente la magia invita a vivirlo todo con esa misma ilusión.

Como diría San Agustín.

El mundo es un libro y aquellos que no viajan sólo leen una página.

6 may 2020

ESAUIRA Y LA NOCHE DEL PALINKA



El sol brillaba con la misma fuerza, con la que el fresquito viento, evitaba su mágico poder y nos tenía arreciitos de frío.


Había que ver ese castañeteo de dientes, con algún que otro rechinar, para acompasar la melodía. Mientras Hassan, nuestro guía, nos llevaba a través de sus envolventes historias por la entrada de la fortificación de la luminosa medina, hasta el centro de su corazón. A diferencia de otras ciudades marroquíes, no forma un laberinto, sino una construcción ordenada. En la cual, y sin proponérselo tuvieron que ver los romanos, no porque la construyeran, si no, por qué el encargado de hacerlo, se basó en sus conocimientos a la hora de diseñarla.


Esauira es una ciudad, el viento reina unos doscientos cincuenta días al año y sus construcciones combinan todas las arquitecturas de los navegantes que transitaron por ella. Portugueses, franceses y por supuesto bereberes dejaron su sello en tan idílico lugar. Preciosas casas blancas, rodeadas de fortificaciones, desde las que disfrutar de un maravilloso horizonte azul, te lleva a sentirte como un pirata.

                 

Uno de los pueblos de pescadores más importantes de la costa atlántica marroquí, donde compaginan lo tradicional de sus pequeñas barcas y pesqueros, con las nuevas formas de ocio. Disfrutando del centro de windsurf más famoso de Marruecos y de los más diversos festivales de música. La cultura, tiene una parte muy importante en esta pequeña ciudad, donde todos tienen cabida y se respira prosperidad.


Comimos en un restaurante del puerto, donde llegan las barcazas con sus capturas, alegrando los paladares de propios y extraños.


Sole, Toño y yo, fuimos a buscar al señor de los dulces que nos había ofrecido en el puerto y al cual nos había resistido, tan sólo unos minutos antes, por eso de no poder más. A poco que dimos unos pasos, hasta la terraza donde paramos a tomar cafés y zumos, nos pudo la tentación, tanto que, apuntito de comprar una magdalena de la felicidad estuvimos, si no hubiera sido por la sensatez de Sole.

-          La próxima vez no vienes con nosotros. – Le decíamos muy indignados Toño y yo, que andábamos planeado trastadas.

-          ¡No veis que me cierran el chiringuito! – Decía ella, desde la coherencia de una persona responsable

-          ¡Es una experiencia más del viaje! – Explicábamos desde una irracionalidad propia de personas a las que le ha dado mucho el sol en la cabeza, para seguir intentando convencerla con frases tan elocuentes como. - ¡Verás que risa! La ponemos en la mesa en pequeños trozos y haber pica.

-          Era lo único que nos faltaba, para terminar todos entre rejas, dejaos de risas, que bastante cachondeo estáis teniendo a mi cosa y vamos, que no hago vida de vosotros.


A duras penas y refunfuñando como críos, nos dimos por vencidos. Hasta que llegamos al grupo y lo contamos en busca de la solidaridad de nuestros perturbados amigos, que no tardaron en mostrarnos su apoyó. Si señores, ganó por mayoría la inconsciencia, pero el hombre ya no estaba y no era cuestión de complicarse la vida buscando a un vendedor de risas. Bastante nos reímos tan sólo con pensarlo.



Por la tarde volvimos a recorrer calles en busca de aquellos rincones que nos habían mostrado por la mañana, pero que a pesar de que la medina no estaba desordenada. Los desordenados éramos nosotros que, no dábamos pie con bola y eso sin probar las dichosas magdalenas, no me imagino cual hubiera sido el resultado en el caso contrario. Por supuesto no perdimos el tiempo, lo aprovechamos para ultimar algunas compras. A pesar de los días que llevamos practicando tan didáctica actividad, es un vicio difícil de ignorar cuando te tientan haya por donde vas.



De nuevo otro precioso atardecer, anunciando que había que retirarse en busca de un nuevo lugar para descansar y reponer fuerzas. Aunque entre visitas, comilonas y sobremesas eternas, más que reponer, apurábamos las que nos quedaban.



David había encontrado un lugar de ensueño entre tierras de arboledas. Lo inexplicable es que la encontrara. Este hombre no deja de sorprendernos, es como las lagartijas se mete por cualquier resquicio, para husmear y al final de tanto buscar, consigue encontrar lugares como el camping en el que pernoctamos aquella noche. Apartado de todo, en medio de un campo intransitable, con unos caminos de tierra imposibles y alejados de cualquier tipo de población. Vamos, lo que viene siendo “un oasis” en toda regla.


Cena al aire libre y Palinka para todos, ríete tú de las magdalenas de la risa marroquíes. No me preguntéis de qué demonios está hecho semejante brebaje. Te quema el esófago a la misma velocidad que baja por él. A poco que nos despistábamos, Mª José, Tomas y Mari José, nos atizan aquel brebaje, como remedio para todos nuestros males. No sé, si porque realmente tenía propiedades curativas o tan sólo intentaban deshacerse de aquel licor, que no entiendo, como dejaron pasar por la aduana. Así que, en pos de no sé, qué familiar agregado de tierras húngaras, donde por lo visto se fabrica de forma artesanal (Lo que viene siendo en la cocina o bañera de uno) es costumbre de beber.

    
Mucho tiene que sufrir esa pobre gente, para preparar semejante pócima que a diferencia de Asterix y Ovelix, estos se lo atizan al contrincante y ya te digo yo que no necesitan ni sacar las armas. Los puñeteros nos lo vendían como digestivo (Que no puedo por menos que preguntarme, como son las digestiones en su pueblo) El dichoso licor, lo funde todo, hasta los jugos gástricos, quizás sea ese si secreto, fundir los órganos vitales por los que transita.



               
De ¿cómo conseguimos llegar a la cama? Es un auténtico misterio, que he desistido en investigar, no me deben quedar muchas neuronas después de la ingesta del Palinka. Eso sí, dormimos como niños chicos, aunque tampoco tiene mucho misterio, lo raro hubiera sido mantenerse en pie…



Archivo:Velázquez - El Triunfo de Baco o Los Borrachos (Museo del ...

13 abr 2020

UNAS CABRAS TREPADORAS, UNA BRISA HURACANADA Y UN PULPO DE RECHUPETE.





En nuestro pintoresco recorrido, las cabras pastan en las ramas de los árboles de Argán y la gente se mueve de un pueblo a otro, montado en sus animales y transportando mercancías en carros tirados por burros y algún que otro vehículo original del siglo pasado que, debería formar parte de algún museo, pero que, a esta gente le da la vida.


Paramos en un punto de la carretera que va de Marrakech a Esauira, donde tiene su sede, una cooperativa de mujeres que elaboran aceite de Argán y un sinfín de derivados, desde mermeladas hasta jabones. La imaginación de estas mujeres no tiene rival. Todo ello, se hace de una forma muy rudimentaria, desde quitar la cascara al fruto, hasta la extracción del aceite con molinillos de piedra, siguiendo las directrices de un pasado, que no quiere dejar paso al desarrollo, para que muchas mujeres puedan tener una oportunidad.


Justo enfrentito mismo, apareció ante nosotros una especie de almacén. Con un amplio expositor de objetos de barro al aire libre. Era como poner panales de miel, frente a la nariz de un oso. Verlo y correr en buscar de curiosidades, fue todo uno y en mi contra diré, que probablemente fui la peor.

 No lo pude evitar y embriagada por los sabores que rondaban mi inconsciencia, compré un tallín. Consciente de su escaso aprovechamiento, ocupando un lugar del que no dispongo, para generar un recuerdo del que nunca me querer deshacer. Puro autoengaño, innato en el ser humano del que yo no pude o no quise escapar.



 Cual Marco Polo en busca de tesoros, me adentre en la enorme nave que escondía muebles, baúles, estanterías, he incluso mesitas. A la cual más polvorienta, envejecida, he incluso aparentemente carcomidas. Aquellas antigüedades, merecían mejor destino y alguna tenía que salvar. Hubiera sido una irresponsabilidad por mi parte no hacerlo.



Mi Lucero me miró y no necesitó más, se echó las manos a la cabeza y creo que hasta le vi sudar, al verme pasear entre aquellas reliquias. Se distrajo un segundo hablando con David y no fue consciente del peligro. Para cuando pudo reaccionar, yo andaba suspirando por un par de muebles que me tenían loca. Una especie de armario blanco, con las puertas labradas en varios colores que lo hacía perfecto para cualquier rincón y un pequeño baúl de madera oscura tallado y pintado en tonos etnicos.


Mi chico contuvo la respiración, cuando Manuel, amablemente me ofreció su casita-móvil, para cargar aquel mueble blanco, que en la mía no entraba, ni desmantelándolo. Pero tuve que descartarlo, demasiada locura, incluso para mí. Opte por el pequeño baúl y mi pobre lucero respiro, hasta volver a conseguir su color natural. Si es que la criaturita, no gana para disgustos.

David esperaba paciente, por saber si pujaba o no, y mi lucero se adelantó diciendo:

- Regatea. Regatea por tu padre, antes de que se arrepienta, que nos toca cargar el armario y eso pesa un quintal.  

David, ágil cual gacelilla perseguida por león. No tardó ni cinco minutos en conseguir un precio bastante razonable, mientras mi lucero, me echaba. Con dos razonamientos, la primera no cambiara de opinión, la segunda, no fastidiara el regateo.

Más feliz que el emoticono sonriente del whatsapp, iba yo con mi baúl. Vuelta a la carretera, para llegar a las magníficas playas de Esauira.

Mientras preparaba algo de comer. Mi Lucero inspeccionaba la zona. Al entrar le pregunté, si hacía mucho aire y el muy cachondo me dijo – Un poco de brisa.

¡Un poco de brisa, condenao! - Pensé para mis adentros una hora y media después - ¿Pues cómo son los vendavales en su pueblo? Si hasta los camellos de la playa estaban semienterrados. El muy pedorro me dejo salir en bañador y pareo.

Que al solecito se estaba bien, me decía el guasón . Que me dije yo para mis adentros. "Será con un forro polar, no en paños menores". No es de extrañar que nuestro paseo durara lo justo para llegar a la playa y volvernos. Salí como la presentadora de Supervivientes y volví como la bruja Lola. Usando el pareo de bata-manta, para evitar que la arena me dejara cicatriz. Había que ver, con que mala leche la lanzaba el viento. Menuda exfoliación, a poco me desintegra.

Iba yo explicando a mi queridísimo Lucero, las siete diferencias entre brisa y huracán, cuando nos interceptó Sole. La cual, ante las inclemencias del tiempo, se había hecho fuerte en su auto y estaba disfrutando, junto a mis consuegris putativos, de unos dulces marroquíes, cafés y licores. Aunque la ventisca estaba muy bien, no pudimos rechazar tan extraordinaria invitación.

Después de tantos días, empiezo a pensar que llevan la destilería incorporada en la auto, si no, no es explicable. Entre juegos, historias y trucos de magia, pasamos la siesta, hasta que decidimos irnos al parking designado para pernoctar aquella noche y pasear por las calles más curiosas de la ciudad.

Enamorarse de un lugar así, no tiene mérito alguno. Es un pueblo abierto y multicultural, lo que le hace estar a la vanguardia de un país que se aferra a la tradición. La cultura, música y arte, se expande a lo largo de sus calles, haciendo de este pueblo pesquero un precioso lienzo en sí mismo.


Paseamos entre sus calles, hasta que las luces comenzaron a apagarse y buscamos un lugar donde cenar. Encontramos un restaurante escondido tras unos arcos, en el que nos recibieron con las manos abiertas y eso que yo juraría que estaban a punto de cerrar.

Allí pudimos probar unos tallines de pulpo que tenía que mencionar, porque nunca había comido nada igual y estaba de rechupete.

Terminaron dando un pequeño concierto, con los problemas técnicos de la improvisación que, lo hizo más divertido si cabe. Dadas las circunstancias, agradecí el agotamiento de los allí presentes, antes de que me volvieran a pedir alguno de mis grandes éxitos, de los cuales no tengo a bien recordar ninguna letra. 

JUICIO LEVE DE FALTAS

  VECTOR PORTAL Como ya os conté, Manuela tuvo un brote y, en plan chungo, me dejo claro que no era su vecina favorita y que, en cuanto me d...