14 jun 2020

ASILAH, LAS CUEVAS DE HÉRCULES Y UNA CUMBRE MORTAL.



Llegamos a Asilah, pasadas las 12:00. Un precioso pueblecito pesquero azul y blanco, que formo parte del territorio español al Norte de África.

                     

Nos adentramos en su medina, donde un lugareño se ofreció como guía y David más por corazón que, por sus posibles conocimientos, le dejó que nos fuera contando algunas curiosidades de esta celebre ciudad. Las paredes blancas de sus calles, son usadas como lienzos, por artistas locales. En las obras, no faltan, ni los mensajes, ni el color. Un magnifico museo al aire libre, lleno de imaginación y talento. Del espacio, donde la humana no consigue llegar, es la naturaleza la que se encarga de ensalzar está preciosa localidad, bañada por un océano infinito que hace de este, un lugar perfecto para soñar.





Comimos en una terraza pescado de la zona y disfrutamos de una tarde libre en la playa. Una playa medio vacía, donde los chicos juegan al futbol y las chicas pasean o se bañan prácticamente vestidas.


Después de un último paseo al atardecer, para no perdernos ninguno de los matices, que proporciona la caída del sol al atardecer, preparamos una cena. El Palinka volvió a salir de paseo, con la esperanza de no retornar la botella a España y es que llevar está botella en la bodega es más peligroso que bebérsela. Así que el reto de fundirla no llegó a consumarse, algo de lo más normal, si se tenía en cuenta los efectos secundarios que produce tan endiablado brebaje radioactivo en nuestros metabolismos.




                  

El viaje va llegando a su fin, apenas quedan lugares que visitar de un recorrido que me ha descubierto un país diferente al que tenía en mi cabeza. A lo largo del mismo, nos hemos acercado más a las personas que a los monumentos y eso es lo que ha conseguido que el recorrido sea más impactante si cabe.

              

  En una jornada en la que primaba el descanso, visitamos las cuevas de Hércules, que reciben este nombre porque según el mito, este las habitaba. Un hombre se ofreció como guía y aunque al principio no estuvimos, muy por la labor. Una vez entramos en la primera cueva, totalmente desaconsejada por él, que a punto estuvo de darse calamacos contra la roca, ante nuestro empeño por entrar. Nos siguió pacientemente, por aquel bazar de los horrores tan bario pinto.

              

Después, nos adentramos en la auténtica y es allí, donde nos mostró todos los recovecos y curiosidad de la misma. Demostrando su buen hacer y conocimiento de la gruta. Conseguimos esas fotos, por las que todo el mundo se adentra en el lugar y salimos más contentos que unas pascuas y muy agradecidos a su santa paciencia.

                        

Unos días después de terminar el viaje, lo encontramos en un reportaje de madrileños por el mundo, el mundo es un pañuelo y tan sólo viajando se puede llegar a descubrir.

            

Comimos frente al mar, en un bar al que le pedimos mesas y sillas a cambio de hacer algo de gasto, sacamos de nuevo más viandas y finalizamos el día pasando la tarde en el Cabo Espartel. Dando un precioso paseo alrededor de la costa, a través de caminos para llegar al punto en el que el Mediterráneo y el Atlántico se unen.

            

En nuestro camino, encontramos un grupo de perturbados, que bajaba por una montaña imposible en sandalias y es que al parecer guiris locos hay en todos los laos.

              

Por la tarde llegamos a Tanger. El camping, muy cercano a la zona más céntrica de la ciudad, estaba en lo alto de una preciosa montaña llena de vegetación. De como llegamos arriba, sólo puedo decir, que creo en los milagros. Es la única opción factible. En la subida con una pendiente de 45º y me quedo corta a falta de porta ángulos, para poder demostrarlo. Una de las Auto-caravanas se quedó en mitad de la cuesta y el resto tuvimos que parar. La pendiente y el peso de nuestras casitasmoviles hizo el resto.

                              Caer rocas letrero Vector | Vectores de dominio público


Cada vez que intentaba arrancar, la auto retrocedía, en vez de avanzar. Obligando al resto de la comitiva a realizar la misma operación, hasta que no hubo espacio por donde escapar. Entre la tensión y los nervios, los motores echaban humo y las ruedas intentaban aferrarse a un asfalto, que más que un simple caucho, necesitaba un equipo completo de escalada.

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Todo el viaje paso ante nuestros ojos, pensando que este no podía ser el fin. Habíamos conseguido algo muy complicado, que sólo en excepciones se puede dar y es conseguir una cohesión de grupo prácticamente fundido en uno sólo. Sin dimes, ni diretes, sin malos royos, sin críticas, ni quejas. Una unión homogénea, entre personas que se admiran y quieren. Sin celos, ni recelos, desde aquellos que se conocían desde hacía años, hasta los que como nosotros aparecimos en busca de un grifo y quedamos enganchados de esta pequeña gran familia, como su hubiéramos crecido juntos.

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Cuando la tragedia se cernía, ante la falta de espacio para maniobrar y aquella casitamovil perdiendo la batalla de la pendiente, intentaba aferrarse a lo que sus ruedas no podían, mientras su motor rujía a punto de explotar y los frenos echaban humo al límite de sus posibilidades, desesperados por perder la batalla. El milagro se obró y con un ligero avance, más similar a los primeros pasitos de un bebe, que aún vehículo a motor. De forma torpe y lenta consiguió llegar hasta un lugar, algo menos inclinado, donde el motor pudo recobrar algo de fuerza y conseguido llegar hasta lo más alto de la montaña, que nos había sorprendido, en una trampa mortal

El resto esperó a que llegara hasta lo más alto, para iniciar el ascenso y por fin encumbrar la montaña del nuestro último destino en Marruecos y que a punto estuvo de jodernos un bonito final.

  
                               

28 may 2020

RABAT EN UN DÍA


Llegamos con retraso a nuestro nuevo destino, serían cerca de las tres. A pesar de la hora, Rabat estaba en pleno bullicio y como toda gran ciudad que se precie, con un tráfico endemoniadamente caótico.


Aparcamos nuestras casitas móviles, en un lugar tranquilo muy cercano al centro. Y vuelta a la carrera. Subiendo y bajando de taxis, que a todo nos decían que sí, pero que luego resultaba que no. Y una vez montamos en el último, terminamos diciendo eso, de siga a ese vehículo. El taxista que iba en cabeza, le había prometido a David dejarnos en la misma puerta del restaurante, un cachondo mental, omitió decirnos que era día de mercadillo y era imposible pasar.


Nos dejó en la entrada del mismo, un maravilloso lugar para las compras que, a esas horas estaba repleto de gente. Entrar en él, fue toda una aventura. La ola humana te absorbía y mecía a su merced, llevándote de una tienda a otra. Cual cosmopolitas experimentados, conseguimos salir airosos de aquella marea. Cruzamos aquel mercado a toda velocidad. Ni James Bond, en sus mejores tiempos y eso que éramos diecisiete. No se perdió ni uno. Yo lo achaco a nuestros jugos gástricos y papilas gustativas, mucho más efectivas de lo que pudiéramos sospechar.




 
El lugar elegido, estaba escondido entre angostos pasillos, sumidos en la oscuridad, más propio de un pasadizo secreto, que a una calle transitada. Menos mal, que David tiene buen sentido de la orientación, porque si de mi dependieran, estos pobres, se hubieran muerto de hambre.  


No deja de resultarme curioso, ver como la luz natural, fluye iluminando el interior desde lo más alto, puro contraste con su entrada, casi secreta. El lugar decorado con celosías que determinaban los espacios, formaban marcos perfectos para los cuadros, que adornaban sus paredes, mostraban escenas cotidianas de su cultura, lugares emblemáticos y retratos de mujeres cubriéndose la cara, con telas de llamativos colores.




Quién me iba a decir a mí, que tan ofensivo me resultaba, ver a las mujeres con sus rostros prácticamente cubiertos, que meses después, una pandemia iba a conseguir igualarnos a todos. Hombres y mujeres tras unas mascarillas que, tan sólo dejan ver nuestros ojos. Tiene que venir un virus a recordarnos que todos somos iguales, con indiferencia de nuestro sexo, religión, posición social o ideología política. ¡Manda huevos!



Volvamos al viaje que me pierdo. No se le puede achacar al hambre, lo mucho que pudimos disfrutar de la comida. Y vuelta a sumergirnos en el centro de aquel mar humano, para volver sobre nuestros pasos y seguir el plan dispuesto.

                  

El guía, nos esperaba pacientemente al pie del monumento a visitar. La Torre de Hassan II, la necrópolis de Chellah y el mausoleo del rey Mohamed V, abuelo del rey actual. Anécdotas he historias, un millón de fotos y vuelta a nuestras autos.



Nos dirigimos hacía la Kasbah de los Oudayas. Aparcamos frente a las preciosas murallas que la envuelven como a un valioso regalo. Atravesamos las imponentes puertas de las murallas y recorrimos sus calles escarpadas. Las pequeñas casitas pintadas de blanco, marcaban el camino que llevaba directo al mirador, abriendo la pequeña Kasbah hacía el océano, cuya imagen ofrecía un lienzo infinito que, en aquellos momentos, mostraba un increíble y preciosa puestas de sol.

                


Con la noche, nos retiramos a un pequeño camping, al cual llegamos atravesando la feria junta a la que estaba. A diferencia de lo que ocurre en España, allí las ferias no son molestas. La música brilla por su ausencia y los feriantes no gritan lo de la muñeca chochona. Así que, algunos caímos como un tronco, hasta la mañana siguiente. Mientras David arrastraba por el mal camino a Paco, Paz y Toño, que lejos de ver el peligro, se dejaron convencer por un puñado de caracoles o garbanzos, porque estos condenaos se lo comen todo a cualquier hora. No contentos con tan deliciosos manjares, decidieron terminar la jornada montando en los coches choques.


A muchos nos cuesta dejar el niño que llevamos dentro, al margen de ciertos momentos, sobre todo cuando en el ambiente la magia invita a vivirlo todo con esa misma ilusión.

Como diría San Agustín.

El mundo es un libro y aquellos que no viajan sólo leen una página.

6 may 2020

ESAUIRA Y LA NOCHE DEL PALINKA



El sol brillaba con la misma fuerza, con la que el fresquito viento, evitaba su mágico poder y nos tenía arreciitos de frío.


Había que ver ese castañeteo de dientes, con algún que otro rechinar, para acompasar la melodía. Mientras Hassan, nuestro guía, nos llevaba a través de sus envolventes historias por la entrada de la fortificación de la luminosa medina, hasta el centro de su corazón. A diferencia de otras ciudades marroquíes, no forma un laberinto, sino una construcción ordenada. En la cual, y sin proponérselo tuvieron que ver los romanos, no porque la construyeran, si no, por qué el encargado de hacerlo, se basó en sus conocimientos a la hora de diseñarla.


Esauira es una ciudad, el viento reina unos doscientos cincuenta días al año y sus construcciones combinan todas las arquitecturas de los navegantes que transitaron por ella. Portugueses, franceses y por supuesto bereberes dejaron su sello en tan idílico lugar. Preciosas casas blancas, rodeadas de fortificaciones, desde las que disfrutar de un maravilloso horizonte azul, te lleva a sentirte como un pirata.

                 

Uno de los pueblos de pescadores más importantes de la costa atlántica marroquí, donde compaginan lo tradicional de sus pequeñas barcas y pesqueros, con las nuevas formas de ocio. Disfrutando del centro de windsurf más famoso de Marruecos y de los más diversos festivales de música. La cultura, tiene una parte muy importante en esta pequeña ciudad, donde todos tienen cabida y se respira prosperidad.


Comimos en un restaurante del puerto, donde llegan las barcazas con sus capturas, alegrando los paladares de propios y extraños.


Sole, Toño y yo, fuimos a buscar al señor de los dulces que nos había ofrecido en el puerto y al cual nos había resistido, tan sólo unos minutos antes, por eso de no poder más. A poco que dimos unos pasos, hasta la terraza donde paramos a tomar cafés y zumos, nos pudo la tentación, tanto que, apuntito de comprar una magdalena de la felicidad estuvimos, si no hubiera sido por la sensatez de Sole.

-          La próxima vez no vienes con nosotros. – Le decíamos muy indignados Toño y yo, que andábamos planeado trastadas.

-          ¡No veis que me cierran el chiringuito! – Decía ella, desde la coherencia de una persona responsable

-          ¡Es una experiencia más del viaje! – Explicábamos desde una irracionalidad propia de personas a las que le ha dado mucho el sol en la cabeza, para seguir intentando convencerla con frases tan elocuentes como. - ¡Verás que risa! La ponemos en la mesa en pequeños trozos y haber pica.

-          Era lo único que nos faltaba, para terminar todos entre rejas, dejaos de risas, que bastante cachondeo estáis teniendo a mi cosa y vamos, que no hago vida de vosotros.


A duras penas y refunfuñando como críos, nos dimos por vencidos. Hasta que llegamos al grupo y lo contamos en busca de la solidaridad de nuestros perturbados amigos, que no tardaron en mostrarnos su apoyó. Si señores, ganó por mayoría la inconsciencia, pero el hombre ya no estaba y no era cuestión de complicarse la vida buscando a un vendedor de risas. Bastante nos reímos tan sólo con pensarlo.



Por la tarde volvimos a recorrer calles en busca de aquellos rincones que nos habían mostrado por la mañana, pero que a pesar de que la medina no estaba desordenada. Los desordenados éramos nosotros que, no dábamos pie con bola y eso sin probar las dichosas magdalenas, no me imagino cual hubiera sido el resultado en el caso contrario. Por supuesto no perdimos el tiempo, lo aprovechamos para ultimar algunas compras. A pesar de los días que llevamos practicando tan didáctica actividad, es un vicio difícil de ignorar cuando te tientan haya por donde vas.



De nuevo otro precioso atardecer, anunciando que había que retirarse en busca de un nuevo lugar para descansar y reponer fuerzas. Aunque entre visitas, comilonas y sobremesas eternas, más que reponer, apurábamos las que nos quedaban.



David había encontrado un lugar de ensueño entre tierras de arboledas. Lo inexplicable es que la encontrara. Este hombre no deja de sorprendernos, es como las lagartijas se mete por cualquier resquicio, para husmear y al final de tanto buscar, consigue encontrar lugares como el camping en el que pernoctamos aquella noche. Apartado de todo, en medio de un campo intransitable, con unos caminos de tierra imposibles y alejados de cualquier tipo de población. Vamos, lo que viene siendo “un oasis” en toda regla.


Cena al aire libre y Palinka para todos, ríete tú de las magdalenas de la risa marroquíes. No me preguntéis de qué demonios está hecho semejante brebaje. Te quema el esófago a la misma velocidad que baja por él. A poco que nos despistábamos, Mª José, Tomas y Mari José, nos atizan aquel brebaje, como remedio para todos nuestros males. No sé, si porque realmente tenía propiedades curativas o tan sólo intentaban deshacerse de aquel licor, que no entiendo, como dejaron pasar por la aduana. Así que, en pos de no sé, qué familiar agregado de tierras húngaras, donde por lo visto se fabrica de forma artesanal (Lo que viene siendo en la cocina o bañera de uno) es costumbre de beber.

    
Mucho tiene que sufrir esa pobre gente, para preparar semejante pócima que a diferencia de Asterix y Ovelix, estos se lo atizan al contrincante y ya te digo yo que no necesitan ni sacar las armas. Los puñeteros nos lo vendían como digestivo (Que no puedo por menos que preguntarme, como son las digestiones en su pueblo) El dichoso licor, lo funde todo, hasta los jugos gástricos, quizás sea ese si secreto, fundir los órganos vitales por los que transita.



               
De ¿cómo conseguimos llegar a la cama? Es un auténtico misterio, que he desistido en investigar, no me deben quedar muchas neuronas después de la ingesta del Palinka. Eso sí, dormimos como niños chicos, aunque tampoco tiene mucho misterio, lo raro hubiera sido mantenerse en pie…



Archivo:Velázquez - El Triunfo de Baco o Los Borrachos (Museo del ...

JUICIO LEVE DE FALTAS

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