2 abr 2023

AOJAR (CUANDO EL ODIO TRASPASA LA MIRADA) CAPÍTULO 9

   Este post, forma parte de la publicación por capítulos de un libro que ya está publicado. Quizás me repita, pero sigue habiendo gente que me dice que es demasiado largo. 

   Hay relatos breves y novelas de 350 páginas. Está es una de esas novelas y yo lo he dejado claro desde el primer capítulo publicado. Quizás, este no sea el lugar apropiado para hacerlo, pero mi intención no es otra que reglar mi trabajo a las personas que tienen a bien visitar esta blog y si alguna lo considera oportuno, criticarlo abiertamente, sin censura.


 


9. CAPÍTULO

L

ys se despertó temblando, aterrada por la última imagen de su sueño. Miró a su alrededor desconcertada. Le invadía una terrible sensación de angustia. Tardó unos segundos en reconocer su dormitorio.

El sueño parecía tan real….

Se incorporó y miró la hora en el despertador. Eran las seis y media. Se apartó el pelo de la cara y soltó el aire de forma contenida. Con la desagradable sensación que le había dejado la pesadilla, iba a ser imposible dormirse de nuevo.

Se levantó de la cama y organizó la ropa que se iba a poner. Tenía que ir al baño y se lo pensó dos veces. Tan solo pasar por la puerta, hacía que su corazón se acelerara, su estómago se contrajera y se le pusiera todo el vello de punta.  

Se encontraba tan incómoda que, una vez realizadas las funciones propias de aquel habitáculo, decidió sacar de allí todas sus cremas, cepillos y maquillaje. Prefería arreglarse en el espejo del pasillo, a pesar de que la luz fuera pésima. La tranquilizaba saber que tenía la puerta de la calle a un palmo de distancia.

Se arregló como pudo y salió pitando de la casa. Llegaría un poco antes a la oficina, así podía ir organizando el trabajo y aprovechar para mandar los currículums que tenía preparados. Cambiar de trabajo, más que una opción, se había convertido en una necesidad.

Podía ser una paranoica, pero no era estúpida. Veía lo que estaba pasando y prefería dejarlo antes de que los despidieran a todos. La reestructuración, tan solo sería la antesala del fin de la empresa. Podría resultar muy histriónico quedarse hasta el final, pero ella nunca había presumido de ser valiente.

Cuando llegó a la oficina, las luces no estaban encendidas. Lys se fue directamente a buscar a Tasio o a su compañero Paco.

La salita estaba vacía y Lys se entretuvo buscándolos por los monitores. Intentaba localizar a cualquiera de los dos para salir a buscarlos.

Sintió un repelús y se estremeció. Le daba algo de grima ver la oficina sumergida en aquella especie de penumbra tenebrosa. Apenas se podía intuir lo que había en cada sala con aquellas cámaras de infrarrojos.

«¿Cómo podrían pasarse noche tras noche observando aquellos monitores?» Reflexionó Lys, dispuesta a no volver a quejarse de su trabajo.

Le pareció ver un reflejo en uno de los monitores y agudizó la vista. Debía ser la sala de juntas por la mesa alargada. No encontró nada y se pasó a otro monitor. En la pantalla se podían observar varios pasillos. Estaban algo más iluminados por las luces de emergencias.

El guardia debía ir a buen paso y ella no conseguía discernir nada con la poca definición de la pantalla. Volvió a revisar uno por uno todos los monitores de la sala.

Comenzaba a pensar que no había nadie en el edificio y eso no le gustaba nada. Tampoco sería tan descabellado que, con la reestructuración, hubieran quitado la seguridad nocturna.

 Hubo algo que llamó su atención y se acercó un poco, para determinar a qué sala pertenecía aquel monitor. Había algo moviéndose, apenas se apreciaba, pero Lys hubiera jurado que había una silla balanceándose.

«Como aparezca una calavera me da un infarto». Pensó Lys, sin poder apartar la vista de la pantalla. Estaba llena de pequeños granillos grises y era prácticamente imposible distinguir la silla.

Tan absorta estaba en intentar averiguarlo que….

—¿Me buscaba?

A Lys, la inesperada presencia del guardia le pilló por sorpresa. No pudo evitar soltar un exabrupto. El pobre hombre la miró desconcertado y se apresuró a disculparse. No esperaba aquella reacción de la joven y se sintió algo culpable por haberla asustado.

Lys se llevó la mano al pecho, en un absurdo intento de que el corazón no se la fuera a salir.

El guardia se preocupó por ella. No llevaba mucho tiempo en la empresa y cargarse a uno de sus trabajadores, dejaría en el aire la renovación de su contrato.

Lys tardó unos segundos en poder hablar, le costaba respirar y su voz sonaba entrecortada.

—No ha sido culpa suya. —Consiguió decir. —Estaba tan absorta buscándole a través de los monitores que….

No pensaba decir nada más. Con un guarda de seguridad que pensara que estaba como una regadera, era más que suficiente.

Mientras el guardia hablaba con su compañero por el walkie, Lys volvió a mirar al monitor. Al comprobar que nada se movía, respiró más aliviada. Las chiribitas de las pantallas y la sugestión fruto de los últimos días, podrían haberla jugado una mala pasada.

Intentó entablar una conversación con el joven. Después del grito, el pobre chico no se atrevía ni a mirarla. Para romper el hielo, Lys le recordó la cara que había puesto al oírla y los dos se echaron a reír.

Una vez se encendieron todas las luces. Lys le dio las gracias y se despidió de él. Dejó las cosas en su oficina y se fue directa a por una taza de té. Pasó por delante de la sala en la que había visto mecerse la silla. Se preguntó: «¿por qué no lo dejaba estar?». Su vida ya tenía alicientes de sobra, como para andar buscando más.

Entró en la sala y observó con atención. Realmente no sabía lo que buscaba. Respiró profundamente y movió su cabeza. Aquello no estaba bien. Era absurdo buscar razones a sus desvaríos, lejos de dejarla más tranquila, tan solo conseguirían asustarla más.

Andaba calentando el agua para el té, cuando miró la hora en el reloj de la pared.

 —¡Ostras! —Exclamó alarmada. En apenas unos minutos, comenzarían a llegar sus compañeros a la oficina. Con tanta tontería, se le había pasado el tiempo y no había hecho nada de lo que había planeado.

Se fue a su despacho y se puso a trabajar como loca. Mandó un par de currículums y repasó los correos recibidos. Entre ellos, un par de respuestas a los currículums enviados días atrás. La emplazaban a mantener una entrevista personal para tratar sus perspectivas laborales y salariales.

Aquellos mensajes, le habría nuevas expectativas y se sintió halagada por la premura en que habían contestado a su petición.

Carmen entró en la oficina pletórica de felicidad. Lys la miró con admiración, pareciera que nada la afectaba. En aquella ocasión, manifestaba haber quedado con el hombre de sus sueños. Esto solía ocurrir una vez al mes, más o menos. A Lys, lo que le preocupaba es que perdiera la perspectiva por completo. La había visto hacer auténticas locuras por hombres que no se lo merecían.

—¡Vaya, vaya! ¿Y cómo es ese caballero andante?

—Es abogado, alto, guapo y es el directivo de una empresa. Me tiene Loca.

—¡Me alegro mucho! ¿Hace mucho tiempo que lo conoces?

—Bueno….

—Asegúrate que no es un vende burras. Hay mucho psicópata suelto, recuerda el último.

—¡No era un psicópata! Tenía gustos sexuales raritos.

—¡Te propuso atarte y darte de latigazos!

—¡Le iba el sado! Desde que sacaron “Cincuenta sombras de Grey”, mucha gente se ha lanzado a investigar nuevas formas de sexualidad.

—¡Si, claro! Cuando tu pareja te revienta a latigazos, lo llamamos sado y entonces, ¿cómo llamamos a los que te dan una paliza?

—¡Maltratadores! ¿Cómo les vas a llamar? Una cosa no tiene que ver con la otra.

—Eso lo dirás tú, si te dejan el trasero como un tomate reventón, para mí, es una agresión. Te cuenten lo que te cuenten.

—¡Jolín como vienes hoy! ¿Es que no te ha llamado Mario?

—Sí, me ha llamado y estuvimos hablando un buen rato, pero no desvíes el tema. Me preocupo por ti y no quiero que te vuelvan a hacer daño. Tú ya sabes por donde voy.

—¡Si, mama! No tienes de qué preocuparte, no soy tan cortita cómo crees.

—No creo que seas cortita, es más, eres una mujer muy inteligente, pero demasiado confiada. Hay mucho sinvergüenza por el mundo y tú pareces tener un imán para atraerlos.

—Dejemos lo mío que al final me lo gafas. ¿Seguro que estás bien? Tienes rímel en la mejilla.

—¡No me fastidies! —Sacó un espejito del primer cajón.

«Voy a tener que poner alguna lamparita en el pasillo». Pensó mientras se restregaba con un clínex las rayas negras de su mejilla.

—Se me ha fundido la luz del baño y he tenido que maquillarme en el espejo del pasillo. Hoy compraré un par de bombillas. —Mintió Lys, para evitar dar explicaciones.

—¡Haré, como que me lo creo! Pero te conozco como si te hubiera parido y esos ojitos tristes, me dicen que algo más anda rondando en tu cabeza.

Lys sonrió. La puñetera era más perceptiva de lo que parecía.

 

Tras lo ocurrido en la ducha, Lys había estado buscando en internet casos parecidos al suyo. En un principio, pensó olvidarse del tema y no removerlo, pero tenía miedo a que se repitiera y esperaba encontrar algún tipo de amuleto o similar que sirviera para alejar cualquier ente o espíritu.

Había leído mucho al respecto, aunque la mayoría de las historias le resultaban inverosímiles, casi tanto o más que la suya. No podía haber tanta gente loca por el mundo, algo de verdad tendría que haber en aquellos relatos.

 Encontró una historia que le llamó la atención, en ella hablaban de una tienda de esoterismo en la que vendía amuletos y cosas por el estilo. La buscó en internet y tomó nota de la dirección.

«Si comprando algunos cachivaches, evitara que se repitiera, valdría la pena intentarlo» Se dijo a sí misma.

Al salir de la oficina se fue directamente a la tienda. Aunque una vez allí, comenzó a sentir serias dudas sobre qué hacer. No estaba segura de querer contarlo, la tomarían por lo que no era.

Paso hasta en tres ocasiones por la puerta de la tienda. Se detenía e intentaba ver lo que había dentro, pero en cuanto la dependienta miraba, ella seguía su camino.

Sentía miedo, pero más miedo le daba volver a su casa, respiró profundamente y decidió dejarlo.

Aquello era una estupidez. Un amuleto no resolvería sus problemas, nadie lo haría.

—¿Por qué no entras? Así podrás verlo mejor.

Lys se dio la vuelta y se encontró con la mujer a la que había visto organizando la tienda. Se quedó pensativa, no sabía qué hacer y la mujer prosiguió.

—No te voy a cobrar nada por mirar. —Y la hizo un gesto con la mano a modo de invitación.

Lys volvió sobre sus pasos y entró en el pequeño establecimiento. Había un sinfín de objetos, pero ninguno tenía nada que ver con lo que había visto en las películas, ni patas de conejo ni botes de cristal con animales conservados en formol. Allí, solo había: piedras, tarot, infusiones, aceites, inciensos y algún que otro atrapa sueños.

Ante el contrariado rostro de Lys, la mujer comentó:

—Parece que no era lo que esperabas. Mucha gente viene buscando alas de murciélago o rabo de lagartijas, pero nosotros no estamos a favor del maltrato animal.

Lys asintió con la cabeza, pero no se atrevió a decir nada. Siguió mirando a su alrededor en busca de algo bueno para lo suyo.

—¿Si no encuentras nada, puedo echarte las cartas?

—¿Cuánto cuesta?

—¡Nada! La primera consulta es gratuita.

Lys se encogió de hombros y se sentó en el lugar indicado por la mujer. La mesita tenía una especie de paño negro, le defraudó no ver una bola de cristal y encontrar solo una baraja de cartas gastada sobre la mesa.

—¿Es la primera vez que te echan las cartas? 

Lys movió la cabeza afirmativamente y la mujer se puso a barajar. Le hizo cortar la baraja en varios montones y le pidió que eligiera uno. Lys siguió los pasos que le indicaba y espero el veredicto.

La mujer fue colocando las cartas y su rostro se tornó serio. Lys respiró con resignación. Pensó que formaría parte de la representación. Imaginó, que le pondría las cosas muy feas para que se comprara un sinfín de amuletos y esencias que limpiaran su aura o cosas por el estilo.

—Veo mucho dolor en tú infancia, aparece una niña y una mujer. Las dos murieron, pero de alguna manera sigues vinculada a ellas.

Lys asintió inconscientemente. Tanto la muerte de su hermana, como la de su madre, habían marcado su vida.

— El colgado, me indica que no estás en el mejor de los momentos, aunque no compartes ese sufrimiento con los demás; el Loco, indica que prefieres huir, a afrontar los problemas; el ocho de espadas, indica que lo tendrás que hacer, aunque no quieras, es la única forma de solucionarlos; el Diablo, nos habla de la traición y la esclavitud. Está situada en el centro, con lo cual, indica que te sientes atrapada. Parece que no sabes cómo terminar con tú pareja, también, parece que alguien cercano a ti va a traicionarte. Deberás estar alerta, porque la traición viene por lados diferentes. Por último, tenemos a la Papisa, me dice que le ocultas algo a los que te rodean.

—¿No ve nada bueno? —Interrumpió Lys algo molesta.

Aquella sesión estaba resultando muy desagradable. La mujer, parecía seguir los pasos de un guion y estaba haciendo justo lo que ella había supuesto que haría.

La mujer sacó tres nuevas cartas y las puso sobre la mesa. A decir por su cara, no debían ser mejores.

Se pasó un rato estudiándolas y Lys se removió impaciente en la silla.

—La emperatriz junto a la papisa, me indica lo perceptiva que eres. A pesar de ello, no podrás evitar lo que está escrito. Ten mucho cuidado, a tú alrededor pueden ocurrir graves accidentes.

—¿Lo dice por la muerte? —Lys señaló la carta.

 —No solo por la muerte, esta carta puede indicar trasformación, pero junto a la torre…

—¡Claro, claro! Y ahora viene esa parte, en la que usted me ofrece un montón de amuletos que me protegerán para que no muera. ¿No?

—Veo que eres un poco escéptica. —Le dijo con una sonrisa. —Lo entiendo, mi negocio consiste en vender. Aunque debo decirte, que nunca he engañado a nadie. Si quieres hacerte con algún amuleto, estaré encantada de ayudarte, pero, ningún amuleto podría evitar lo que he visto en esas cartas. Eso, solo puedes cambiarlo tú.

—Ya me quedo más tranquila. ¿No ve nada más?

—Desprendes mucha energía, quizás por ello, alguien haya intentado aojarte.

—¿Aojarme? ¿Qué demonios es eso?

—Significa malograr o desgraciar a una persona. Lo que comúnmente entendemos como “mal de ojo”. A veces por odio, a veces por celos, e incluso, por miedo. Según las cartas podría haber sido la anciana.

—No era su nieta preferida. ¿Se puede quitar?

La mujer asintió con la cabeza.

—¿Cuánto me costaría la broma?

—Cincuenta euros.

—¡Madre mía! ¿Eso lo arreglaría todo? —La mujer, negó con la cabeza. —¡Claro! Eso costaría más dinero. ¿No?

—Creo que no me has entendido, pueden haberte aojado, pero eso no significa que te afecte.

—No lo entiendo. Puede ser más precisa.

—Hay cosas que yo no puedo arreglar o evitar. Tendrás que canalizar adecuadamente tú energía. Creo que has heredado el don de tú abuela.

—Yo no he hecho daño a nadie en mi vida y menos, he tenido envidia o celos de nadie. —Le contestó Lys molesta.

—No he dicho que lo hagas a propósito. Creo que sabes de lo que estoy hablando.

—No tengo ni idea, pero mejor dejarlo.

La mujer, se levantó de la silla y buscó dentro de un cesto de mimbre lleno de ramilletes. Luego se dirigió al mostrador y cogió una de las piedras.

—Este ramillete está hecho con plantas como la lavanda, romero, ruda y alguna más. Debes utilizarlo a modo de incienso para limpiar de malas energías y esto…. —Deposito una piedra en la mesa. —Es un ojo de tigre, protege contra las malas energías. Nada es infalible, pero te puede ayudar.

—¿Cuánto es? —Preguntó Lys obviando sus palabras. Como marketing no estaba mal, pero le resultaba poco creíble.

—La piedra son tres euros, el ramillete te lo regalo. Además, te dejo este panfleto, quizás te sirva.

Lys lo guardó y se despidió, dándole las gracias.


1 abr 2023

AOJAR (CUANDO EL ODIO TRASPASA LA MIRADA) CAPÍTULO 8

 

Este es un capítulo de una novela que voy publicando los fines de semana. Lo vuelvo a explicar para todos aquellos que piensan que es demasiado largo...



8. CAPÍTULO

C

uando llegaron las cinco, Lys no sabía qué hacer. No quería volver a su casa. No le gustaba nada la idea de estar allí sola y pensó acercarse al gimnasio. Un par de horas haciendo algo de ejercicio no le vendría mal. Después cenaría con Carmen y llegaría lo suficientemente agotada, como para acostarse y no enterarse de nada.

Tan solo tendría que coger la bolsa de deportes y meter la muda y el secador.

Al salir del metro, se acercó al supermercado y compró algo para dejar en la oficina. Las tristes galletas que había encontrado en la salita estaban bastante rancias.

Caminaba despacio, como si no quisiera llegar nunca. En realidad, no quería llegar. Hubiera dado lo que fuera por tener algún lugar a donde ir. Incluso, había barajado la posibilidad de pasar esas tres noches en la habitación de algún hotel, pero Mario aportaba lo justo a la cuenta común y con su sueldo no se lo podía permitir.

Tarde o temprano tendría que entrar. No era la primera vez que se quedaba sola y probablemente no sería la última. No iba a solucionar nada huyendo del problema. Aunque, no fuera lo mismo la teoría que la práctica.

Comenzó a lloviznar y Lys maldijo su suerte. No llevaba paraguas y el abrigo de lana, no tardaría en empaparse.

Al cruzar la calle, el fuerte pitido de un claxon, le hizo pegar un brinco y subirse a la acera. Estaba tan absorta en sus pensamientos, que no se dio cuenta del vehículo que venía por su izquierda.

Al pasar, el hombre se lo recriminó a gritos, pero ella no fue capaz de reaccionar. Notaba su corazón latiendo con fuerza y era consciente de que aquello acababa de empezar.

«No podía seguir así». Se dijo, mientras miraba en todas direcciones antes de volver cruzar.

Con el susto en el cuerpo, siguió su camino y torció a la derecha para meterse en su calle. Escuchó el sonido de unos pasos tras ella y no pudo evitar prestarle atención.

No quería mirar atrás y parecer una paranoica, pero ya no se fiaba de nada ni de nadie. Al llegar al portal, fingió que buscaba las llaves. En realidad, lo único que quería, era saber quién caminaba tras ella.

Reparó en la figura de un hombre al principio de la calle, pero llevaba una capucha y no pudo distinguir los rasgos de su rostro.

Abrió la puerta y entró en el portal. Buscó rápidamente el interruptor y corrió escaleras arriba. Al cruzar por el descansillo del primer piso, escuchó la puerta del portal. Pensó que aquel tipo había corrido mucho para alcanzarla.

En la segunda planta, con el corazón a punto de salirle por la boca, se paró un segundo. La idea de entrar en su casa, la heló la sangre, era como si tuviera que elegir entre susto o muerte. ¿Cómo evaluar la opción más peligrosa? ¿Qué sería mejor, ser atacada por un extraño o por algo a lo que ni siquiera podía nombrar?

Aceleró ligeramente el paso y su perseguidor hizo lo mismo, algo que no le pareció normal.

«¿Por qué no habré cogido el ascensor?». Razonó a punto de echar el hígado por la boca.

Entre los sustos, la carrera y la angustia que sentía en aquellos momentos, su perseguidor no iba a necesitar mucho para acabar con ella, un simple soplido, sería más que suficiente.

Cuando llegó a su descansillo, le faltaba el aire y se sentía morir. Estaba tan nerviosa que no acertaba a meter la llave en la cerradura. Incluso, llegó a pensar que se había equivocado de planta.

Percibió como los pasos se acercaban. Intentó meter la llave de nuevo. Sus manos temblorosas hicieron que el llavero cayera al suelo y se agachó rápidamente a recogerlo. Escuchó como cruzaba el descansillo de la planta inferior. Unos segundos serían suficiente para que la alcanzara.

—¡Entra por Dios, entra! —Dijo en voz bajita, ante la desesperación de ver que la llave no penetraba en la cerradura.

Pensó en correr escaleras arriba, pero lo descartó. Era una idea pésima, allí no tendría ninguna salida.

Se sujetó la mano derecha con la izquierda y consiguió meter la llave. Justo en ese momento, el tipo de la capucha aparecía por la escalera en dirección a ella.

Se metió corriendo y cerró la puerta tras de sí. Se quedó apoyada en ella, intentado evitar que el intruso pudiera entrar. Se tapó la boca con la mano para poder escuchar lo que estaba haciendo aquel tipo.

Percibió como los pasos cruzaban el descansillo y seguían su camino al piso de arriba. Unos segundos después, escuchaba cómo cerraban la puerta del cuarto piso.

Soltó todo el aire retenido en sus pulmones y dejó caer la bolsa de la compra en el suelo.

«¿Qué estaba haciendo?». Reflexionó, mientras miraba a su alrededor.

La casa estaba sumida en la penumbra. Ni siquiera había dado al interruptor para que el vecino no viera la luz.

«¡Otra idea absurda! —Pensó al darse cuenta de que la había visto entrar. —Será la falta de oxígeno en el cerebro».

Sin moverse de la puerta, estiró la mano y apretó el interruptor. No estaba segura de que era lo que esperaba, pero seguía inmóvil sin separarse de la puerta. Observó con atención cada rincón de aquel pasillo.

No la gustaba aquel silencio, era como sentir la calma chicha que precede a la tempestad. La resultó tremendamente triste, no sentirse segura ni dentro ni fuera.

Cerró los ojos unos segundos, intentó concentrarse en su respiración, está ser hizo más fluida y acompasada. Cogió la bolsa de la compra que tenía a sus pies y la dejó en la cocina con el abrigo aun puesto. Recogió todo lo que necesitaba del dormitorio y salió disparada en dirección al gimnasio.

Cuando salió de la ducha del gimnasio, se encontró un mensaje en su móvil. Carmen cancelaba la cena. Al parecer, le había surgido un imprevisto.

Lys se imaginó lo que le habría surgido, pero lo entendió y no le dijo nada.

Cuando volvió a su casa, parecía que hubiera llegado de la guerra. Si alguien quisiera perseguirla, no pensaba poner la menor resistencia. Estaba tan exhausta, que apenas podía arrastrar sus piernas. Dos clases seguidas de Fitness y spinning habían sido un error.

Llevaba un par de semanas sin aparecer por el gimnasio y le iban a salir agujetas hasta en las pestañas.

Soltó la bolsa en la entrada y sacó la ropa sucia. Se preparó la cena y comió en silencio. Tenía todos sus sentidos en alerta. Ni siquiera se había atrevido a encender la televisión.

Miró sus manos temblorosas, iban a ser las tres noches más largas de su vida. Escuchó un ruido que venía del piso de arriba. Los vecinos estaban discutiendo y casi agradeció poder escucharlos, aunque eso la convirtiera en una cotilla.

Cogió el mando y puso el televisor. Las noticias no eran buenas. Rusia amenazaba con invadir Ucrania. La cosa parecía seria a pesar de que Putin negaba la invasión. Los países europeos no creían en su palabra y comenzaban a posicionarse en uno u otro bando. El mundo se había vuelto loco, tanto o más que ella.

Entró en el baño y dejó la puerta abierta. Retiró la cortina de plástico para comprobar que no hubiera nada detrás. Mientras se lavaba los dientes se mantuvo en alerta. Sabía que no podría evitar que volviera a pasar, pero, por lo menos, lo vería venir.

De vez en cuando, paraba de cepillarse los dientes. Escuchando atentamente cualquier rumor: el sonido de las cañerías, las cisternas adyacentes, las voces de sus vecinos... Cuando sentía la seguridad de que todo estaba bien, volvía a lo que estaba haciendo.

Andaba poniéndose el pijama, cuando el teléfono comenzó a sonar. Se alegró al escuchar la voz de Mario, aunque después de oírlo unos minutos, la ilusión se fue desvaneciendo. Tan solo hablaba de trabajo, ni un “te echo de menos o te quiero”.

Colgó con la sensación agridulce del que sabe que algo no anda bien, pero tiene que disimular para que no termine peor. Estaba tan agotada, que ni siquiera Mario le quitaría el sueño esa noche.

 

El martes, tuvo que aguantar la ironía de Carmen. Se había molestado por no poder acompañarla a la hora de comer. Le acusaba de estar resentida por no haber cenado juntas la noche anterior.

«¿Cómo podía ser tan retorcida?» Pensó Lys, al verla salir de su despacho sin querer escucharla. A veces se comportaba como una niña pequeña.

Aquella tarde, tenían una reunión importante y ella, tenía que terminar el dosier con los puntos a tratar antes de las cuatro.

Se pasó toda la mañana pegada al ordenador. De vez en cuando, miraba el reloj y se desesperaba al ver como el tiempo corría más que ella. Era una situación tremendamente frustante. Le recordaba las pesadillas en las que, por mucho que corriera, no conseguía avanzar.

El documento que le había hecho llegar Laura, estaba plagado de errores y ella no los podía dejar pasar. Aquel dosier era muy importante para la imagen de la empresa. Lys, no quería que pensaran que trataban con unos ineptos.

No había ni una página bien redactada. Era un auténtico calvario de cuatrocientos folios. Laura parecía ignorar intencionadamente lo pactado en el precontrato. Había hecho una auténtica chapuza.

 Miró el sándwich que había sacado de la máquina. Se moría de hambre, pero si paraba no conseguiría entregarlo a tiempo. Estaba tan estresada que, a pesar del frio, a punto estuvo de abrir la ventana de su despacho para que entrara el aire que a ella le faltaba.

Respiró hondo e intentó seguir, pero después de cinco horas, comenzaba a ver borroso. Como si tuviera una telilla en los ojos que no la dejara fijar la vista. Sacó un pequeño espejo que tenía en la cajonera de su escritorio para mirarse en él.

Al verse, se quedó horrorizada, tenía los ojos inyectados en sangre. La piel de su rostro se había vuelto prácticamente gris y los labios blanquecinos. Tenía el mismo aspecto que su abuela el día que la incineraron.

Cerró los ojos un momento, intentando calmar el escozor. Estaba tan agobiada que probablemente llevaba sin pestañear las últimas tres horas. ¿Cómo nos los iba a tener rojos? Lo raro es que no se la hubieran caído.

No la vio venir. Laura entró en su despacho y se puso a gritarla, al verla apoyada contra el respaldo de la butaca.

—¿Lo has terminado?

Lys abrió los ojos y negó con la cabeza, lo que provocó que Laura se encolerizara más.

—¡Te he dicho que es urgente! ¿Se puede saber qué haces durmiendo? ¿Te crees que esto es un juego? ¡El puesto de mucha gente depende de ese informe! ¡Eres una irresponsable! No es momento para siestas. Hay que trabajar, o estaremos todos en la puñetera calle antes de lo que te imaginas.

—¡No estoy durmiendo! Solo necesitaba….

Laura no la dejó terminar, levantó su mano y siguió gritando, mientras Lys la observaba en silencio, como si no se lo pudiera creer.

—¿Te crees que soy estúpida? ¡Lo he visto con mis propios ojos! ¡Esto no va a quedar así! Ahora mismo voy a subir al despacho del director general. Tiene que saber que, si este informe no llega, será única y exclusivamente por tu culpa.

Fue como una revelación. Lys comprendió lo que Laura estaba haciendo. Ella sabía perfectamente que su trabajo era una basura, e iba a utilizarlo para echarle toda la culpa a ella.

Carmen tenía razón, al final siempre se salía con la suya. Era una malísima persona, pero debía reconocerle una inteligencia innata como estratega.

Intentó calmarla y explicarla lo que había ocurrido.

—Tan solo estaba descansando la vista, no he parado desde que me lo diste, ni siquiera he comido.

Ni un segundo, tardó Lys en darse cuenta de que su suerte estaba echada. Laura era una mujer rencorosa. No iba a dejar pasar la oportunidad de deshacerse de ella y mucho menos, después del enfrentamiento que habían tenido días atrás.

—¿Y crees que a mí me importa? Si no estuvieras perdiendo el tiempo ya estaría terminado. Estoy cansada de tus excusas. No te involucras en el trabajo y yo necesito a alguien que esté dispuesto a darlo todo. Tú eres una incompetente y está vez, todo el mundo se dará cuenta de ello.

Lys miró al cielo en busca de ayuda divina, pero lo único que vio fue un desconchón en el techo.

Lys estaba a punto de reventar, su cabeza era un polvorín: el hartazgo, la rabia, la incompetencia y la migraña, se mezclaron peligrosamente. Toda la tensión acumulada en las últimas semanas, estaba a punto de estallar. Aquella bruja la quería contra las cuerdas. No solo pensaba pedir su cabeza, quería hundirla para que no pudiera encontrar otro empleo y explotó.

—¿Qué tú estás cansada? —Preguntó Lys casi en un susurro, aunque con la suficiente profundidad, como para que Laura se diera cuenta de que no era una pregunta de cortesía. —¿Qué no me involucro? ¿Incompetente? —Continuó hablando, mientras movía la cabeza negativamente. —¡Yo!

Lys se levantó de la silla y se dirigió hasta donde se encontraba Laura colocándose frente a ella. Laura la ignoró deliberadamente. El tintineo en su móvil, anunciaba un mensaje y bajo la mirada para leerlo.

 Lys se lo quito de las manos y lo dejó sobre la mesa. Laura la miró, como si no pudiera creerlo.

—¡Mírame! —Laura seguía mirando su móvil y parecía no reaccionar. —¡¡Qué me mires!! —Grito y Laura se sobresaltó. —Llevo dos años haciendo tu trabajo y el mío. ¡¡Dos años!! En los que me has tratado como a una mierda. Aquí solo hay una inútil y esa, mi querida compañera, eres tú. Toda la oficina sabe que, de no haberte tirado al jefe, ahora mismo estarías en la calle. Le tienes cogido por los huevos y por eso no te hecha a pesar de tu ineptitud. Llegas la última y te vas la primera, lo único que haces es pavonearte por la oficina jodiéndole la vida a todo el que se cruza en tu camino. Este informe no tiene ni pies ni cabeza, le faltan datos y le sobran faltas de ortografía. Por si no fuera suficiente, está plagado de palabras incomprensibles que te has inventado y que tan solo para una analfabeta como tú, podrían tener algún significado. Estoy cansada de tus amenazas. ¡Pide mi cabeza si tienes huevos! Porque estoy deseando ver tu cara, cuando te manden a la mierda.

—Esto te va a costar algo más que tu puesto de trabajo. Pienso hundirte tanto, que jamás te volverán a contratar. Vas a terminar de patitas en la calle y no podrás hacer otra cosa que no sea limpiar la mierda que otros dejen. Porque eso es lo que tú eres, un saco de basura.

—¿Tú crees? —Le respondió con una sonrisa malévola Lys.

Laura la miró y dudó en contestarla. Acababa de ver una cara de Lys, que no esperaba.

 —Tu problema es que nunca me has valorado ni a mí ni a ningún compañero. Te has aprovechado de tus amistades, creyéndote un ser superior y menospreciando nuestro trabajo. Yo no quería entrar en guerras, pero te aseguro que si alguien va a limpiar mierda no voy a ser yo.

Lys ya no medía sus palabras, le daban igual las consecuencias y no iba a parar.

—¡Es un farol! Estás mintiendo ¡¡Mientes, mientes!!

Laura estaba histérica, durante años se había creído inmune, pero al escuchar a Lys, comenzó a dudar. ¿De qué narices estaba hablando? ¿Qué sabía Lys, que ella ignoraba? Algo tenía que haber pasado y ella se había quedado fuera. ¿Estaban jugando con ella? No, eso no podía ser.

—¿Eso crees? ¿Cuántas amantes tiene Jorge? ¿Estás segura de ser la única? ¿Cuánto tiempo crees que tardara en cansarse de ti? En el fondo me das pena. Te lo has jugado todo a una carta y ni siquiera sabes si va de farol.

—¡Yo no tengo miedo! No vas a conseguir lo que te propones. No tengo dudas. Lo sé todo. Tan solo eres una miserable que quiere sembrar la discordia, dividirnos para salirte con la tuya.

—¡Tú misma! Me conoces, nunca te he mentido. Cuando caigas en picado te acordarás de lo que hoy te he dicho.

Laura la miró con la cara desencajada. Siempre había tenido la sartén por el mango. Lys había conseguido desestabilizarla y parecía disfrutar con ello. Reculó como pudo, no quería que aquella discusión llegara a los oídos de Jorge. Se suponía que todo era un secreto. No podía arriesgarse a caer en ninguna trampa. Lys podía olerse algo, pero no tenía ni idea de lo que estaba pasando y no sería ella, quien la pusiera sobre la pista.

—Creo que esta discusión no nos va llevar a ningún sitio. Tenemos media hora para arreglarlo. Las dos nos hemos excedido y hemos dicho cosas de las que estoy segura, estamos arrepentidas. Voy a pasar por alto cómo me has quitado el móvil de las manos. Puede, que te haya presionado demasiado y por ello; te perdono. Espero que no se vuelva a repetir, porque una amenaza más y me encargaré personalmente de ti. ¿Lo entiendes? —Terminó con una falsa sonrisa.

—¡La que no lo entiende eres tú! Ya no hay marcha atrás. Esto se acaba aquí. Voy a entregar tu informe. ¿No está tan bien redactado…? Pues que todo el mundo tenga conocimiento del “por qué” han fracasado unas negociaciones imprescindibles para la buena marcha de la empresa. Puede que a Jorge le de igual, pero, ¿y al resto del consejo…? Me va a encantar ver la cara del socio mayoritario cuando se entere lo que andas tramando. —La cara de Laura, se descompuso y Lys supo que había dado con la tecla. Al menos, era lo que pensaba en aquellos momentos. —Lo has dejado para el último momento a propósito, querías vengarte y quitarme del medio. ¡No podías dejarlo pasar! ¿Verdad?

Laura se quedó en silencio. Estaba descolocada por completo y Lys, no pensaba dejarla que volviera a tratarla de aquella manera. No trabajaba para ella y no era su jefa.

Lys se acercó a su escritorio y cogió un montón de carpetas con documentación. Laura la miraba sin saber qué hacer. Comenzó a balbucear excusas. Lys no atendió a sus razonamientos y siguió caminando. Laura le pidió perdón mientras salía por la puerta del despacho.

La gente las miraba sin entender muy bien qué era lo que estaba pasando. Nunca habían visto a Lys tan seria. Laura la perseguía suplicándola algo, mientras Lys hacía oídos sordos.

Lys se dirigió a las escaleras para no tener que esperar al ascensor. No pensaba parar, iba a llegar hasta el final. ¿No quería dejar las cosas claras?, pues iban a quedar cristalinas. Aquella situación no podía seguir prolongándose en el tiempo ya se había sacrificado más de lo que nadie haría por ella.

Laura pasó por delante de ella y consiguió pararla en lo alto de la escalera. No dejaba de repetirle que se parara a hablar y Lys la contestó con ironía.

—¿Ahora quieres hablar? Creía que me ibas a hundir. ¿Cómo eran tus palabras? ¡Espera ya las tengo! Estabas harta de mi incompetencia. ¡Ja! Cómo si tú supieras lo que es eso. —Le dijo Lys gritando para que todo el mundo le pudiera escuchar.

—¡Me he pasado y te pido perdón! ¡Por favor! No saquemos las cosas de quicio y hablemos como personas civilizadas.

—¿Me lo estás diciendo en serio? Has sido de todo, menos civilizada. Has atropellado a todo el que se te ha puesto por delante y eso se acabó. Deberías haberlo pensado antes. Te has metido con la persona equivocada. ¡Has metido la pata y no sabes hasta donde! ¡Déjame pasar!

Laura intentó quitarle las carpetas y Lys apartó su mano con rabia. Al ver que no podía convencerla, Laura la amenazó.

—¡No vas a pasar! Vete por dónde has venido o me veré obligada a…—Se quedó callada y Lys la dijo desafiante.

—¿A qué?

—¡¡No me provoques Lys!!

—Voy a pasar con o sin tu permiso.

Lys intentó bordearla y Laura la empujó con todas sus fuerzas. Lys no lo pudo evitar, intentó agarrarse a la barandilla de metal, pero no pudo. Perdió el equilibrio y cayó de espaldas, sintiendo como los escalones se iban clavando en su cuerpo a medida que iba rodando escaleras abajo. Su cabeza se golpeó con fuerza a la altura de la nuca y su cuerpo quedó tendido en el suelo entre cientos de folios esturreados que comenzaban a mancharse de sangre.

Lys no podía moverse, vio como Laura se acercaba a ella sonriendo....

26 mar 2023

DÍA MUNDIAL DEL TEATRO (27 de marzo)


Mañana es el día mundial del teatro y no podía dejar pasar esta oportunidad sin dedicarle un post.


Tenía ocho años, la primera vez que mis padres me llevaron. Era uno de esos teatros de alfombra roja y palcos de madera muy bien decorados. Recuerdo sentarme en las butacas aterciopeladas de color rojo y ver como la luz desaparecía y en el escenario se recogía el telón que daría paso a la magia.


 Desde ese día, mi amor por el teatro ha sido incondicional. No voy tanto como me gustaría, pero aprovecho cuando puedo, aunque siempre quiera más.


La última obra que vi hace dos semanas, fue La discreta enamora, de Lope de Vega, en el teatro Karpas. Es uno de mis teatros favoritos, aunque en él, no encontrareis alfombra roja, ni palcos decorados. Aquí, se respira una atmosfera que te lleva a vivir un maravilloso sueño. Uno se acomoda como si estuviera en el salón de su casa y espera que los actores obren su magia.


Si no consiguierais entradas para esta obra, hay otra en cartelera que también merece la pena, Melocotón en almíbar, de Miguel Mihura, si pasáis o vivís en Madrid, no podéis perder esta oportunidad. Os aseguro que no os dejará indiferentes.


Por supuesto, hay teatros más grandes y obras igual o quizás, más divertidas como La cena de los idiotas o Toc toc, que van a reponer próximamente. También están los musicales, el último que vi, fue el de Queen, We will rock you. Si eres amante de su música no te lo puedes perder.


Me dicen que hago post demasiado largos, cuando leen mi novela. Creo que todavía no se han dado cuenta de que la estoy publicando, así que, no me quiero exceder demasiado, con lo cual, tendréis que descubrir el resto de cartelera, que es casi infinita por vosotros mismos.



Feliz día mundial del teatro.

25 mar 2023

AOJAR (CUANDO EL ODIO TRASPASA LA MIRADA) CAPÍTULO 7

 


7. CAPÍTULO

E

staba recogiendo sus cosas del escritorio, le faltaban diez minutos para salir. Era viernes y la semana había sido algo intensa en la oficina. El ambiente era cada vez más desagradable y Lys tan solo quería olvidarse de todo aquel fin de semana.

Tenía planes para arreglar las cosas con Mario. La situación había mejorado algo, pero seguía existiendo una calma tensa entre ellos. Por esa razón, Lys había planificado una velada romántica. Prepararle su cena favorita y sentarse tranquilamente con una copa de vino a resolver sus diferencias.

No tenía ningún sentido enzarzarse en una lucha de egos. Se querían y estaban perdiendo un tiempo precioso que jamás volvería.

Sin embargo, no resultó como lo había previsto. Lejos de aunar posturas, terminaron discutiendo. Mario no la entendía o no la quería entender.  Seguía insistiendo en que era culpa suya.

«¿Por qué demonios era tan importante adjudicar la culpa a uno u otro? ¿Qué ganaba el vencedor? Al fin y al cabo, el daño ya estaba hecho». Pensaba Lys, completamente defraudada por aquella actitud.

No conseguía entender lo que ella sentía. Daba igual que le hablara de amor, convivencia o comprensión. Mario sacaba de contesto cada una de sus palabras para retorcerlas y tergiversarlas.

—¡No te das cuenta! Me paso la vida viajando de un lado para otro. Comiendo en restaurantes del tres al cuarto y cuando llego a mi casa, quiero descansar. Si me pasara todo el día sentado en una silla como tú, quizás tuviera las mismas ganas de estar de fiesta todo el día. ¡No puedo seguir así, no soy feliz!

Lys no sabía qué responder. Ella trabajaba más y nunca se había quejado. Lamentó haber mencionado, lo frustrante que era para ella, ver como siempre estaba disponible para sus amigos y compañeros. Nunca le había oído quejarse de ir al fútbol todas las semanas, liga, champions, selección… Todo le resultaba de lo más apetecible y no se saltaba ni una fiesta. Si ganaban, lo tenían que celebrar, si perdía, tenían que olvidarse bebiendo y lamentando el arbitraje.

Él perdió los nervios y comenzó a decirle cosas tremendamente hirientes. Sabía cómo hacerla daño.

Al final se hizo el silencio. Lejos de arreglarlo, lo habían empeorado.

Lys se fue a la habitación. Tenía que salir a dar un paseo. Necesitaba tomar el aire o terminaría explotando. Se pondría a gritarle todo lo que llevaba acumulado en los dos últimos años y él la trataría como si fuera una loca.

Si él quería quedarse en casa, estaba en su derecho, pero ella no tenía por qué enterrarse en vida.

Al verla vestirse, Mario decidió acompañarla. Los celos eran más fuertes que su orgullo. Lys a punto estuvo de pedirle que la dejara en paz. Pero no dijo nada. Quizás, fuera de esa maldita casa, consiguieran olvidarse de aquella tensa discusión.

La cena fue un auténtico fracaso. Los restaurantes estaban llenos y terminaron tapeando en la barra del primer bar donde encontraron sitio.

Lys intentaba mostrarse amable y divertida, pero Mario no se lo puso nada fácil. Seguía mohíno y no dejaba de quejarse por todo: las croquetas de jamón, sosas; la tortilla de patata, salada; los calamares, duros y el vino, el vino tan peleón como él.

Lys pidió su segunda copa. Prefería emborracharse a escucharlo. Había salido a pasárselo bien y pensaba hacerlo de una u otra forma.

—¡Hay que ver lo que tarda el camarero! ¡Esto es una mierda! Así no se organizan las …

Lys no le dejó terminar la frase. Lo había intentado todo: charlar, recordar anécdotas divertidas, hacer algún plan para el verano; incluso, había llegado a preguntarle por cómo iba su equipo de fútbol en la liga. Pero ni eso, había conseguido que se relajara.

Intentó respirar hondo y no pensar en nada. Necesitaba evadirse de aquel momento tan frustrante. Lejos de parar ante su silencio, volvió a la carga. Comentó, que, si tuviera las mismas ganas de sexo que de salir, su relación sería otra.

Lys reventó.

—¡Vete! —Le dijo, señalando la puerta. —Tan solo quería estar un rato contigo. Si tanto te disgusta, no haber venido. Si no lo hacemos, es porque nunca estas en casa y cuando estás, has bebido tanto que no te tienes en pie. Pienso disfrutar por mucho que te empeñes en fastidiarme. Eres un egoísta y, conociéndote, vas a seguir incordiándome hasta que me rinda. ¿Verdad? Pues no lo voy a hacer. Me voy a quedar y después me voy a ir a tomar una copa contigo o sin ti.

Se giró hacía la barra y llamó al camarero para pedirle la otra copa de vino. Estaba dispuesta a cumplir su palabra, aunque se pasara toda la noche sentada en un banco frente a su casa.

Mario no se fue, pero se mostró serio durante toda la noche. Quería que Lys se sintiera mal y lo consiguió. Se pasaron todo el camino de vuelta sin dirigirse la palabra. Al llegar, se acostaron dándose la espalda el uno al otro.

Lys se sintió terriblemente defraudada. Se había portado de forma despreciable y comenzaba a estar cansada de intentarlo.

No durmió mucho aquella noche. Tuvo varias pesadillas y a las ocho de la mañana se levantó.

Desayunó en la barra de la cocina y reflexionó sobre lo ocurrido la noche anterior. Cogió su taza de té caliente y miró por la ventana. A pesar de ser una mañana bastante fría, el sol lucía e invitaba a salir a la calle. Decidió arreglarse e irse de compras. Hacía mucho tiempo que no se compraba nada. El teletrabajo, había cambiado sus trajes por el chándal o el pijama.

Planeó todo el fin de semana. Cogió el móvil y mandó unos mensajes a sus amigas por si se animaba. Podrían tomar el vermut y comer de tapas.

Sabía que Mario tenía entradas para el fútbol. El Madrid jugaba a las siete de la tarde y llegaría a las tantas. Eso, si llegaba.

 

Pasaban las nueve de la noche cuando llegó a casa. Llevaba un par de bolsas con ropa. Había sido un día agotador, pero había merecido la pena. No había pensado en nada y se había reído muchísimo con su amiga de la facultad.

Al día siguiente, quedó con Carmen. Esa mujer tenía toda la vida social que a ella le faltaba. Los domingos solía quedar para tomar el vermut. La cosa se fue alargando y terminaron en casa de Ángela cenando.

Fue el mejor fin de semana de los dos últimos años. Se sintió tan bien, que se propuso hacerlo más a menudo. Siempre estaba pendiente de los planes de Mario, como si ella no tuviera derecho a tener los suyos propios. Lo que más la molestaba, es que había tenido que ser precisamente él, quien la abriera los ojos sobre su dependencia.

Llegó a casa y se preparó el pijama para darse una ducha. Dejó toda la ropa en el cesto de la colada. La bombilla fluctuó ligeramente y Lys fue en busca de su móvil por si se apagaba. Ya había tenido algún susto y no quería repetir la última experiencia. Se puso música en el móvil y se metió en la ducha.

Estaba enjabonándose el cabello, cuando la bombilla volvió a fluctuar y Lys sintió un escalofrió que la hizo estremecerse. Tuvo la sensación de que algo helado había tocado su piel. Abrió el grifo de agua caliente y dejó que el agua corriera sobre su cuerpo un buen rato. En la calle estaban a menos dos grados. Era normal que se quedara helada mientras se jabonaba.

Estaba concienciada con el medio ambiente, pero tampoco era necesario coger una pulmonía.

Cogió la crema suavizante. No quería parecer una leona al día siguiente. Tuvo que emplearse a conciencia para desenredar un mechón de su cabello. Algo muy frio volvió a rozar su hombro izquierdo. Lys levantó la cabeza y se recogió el pelo en una especie de coleta.

La canción terminó y comenzó a sonar un adagio terriblemente triste. No le gustó, pero no era plan de salir llena de jabón a cambiarlo.

 La cortina se movió y Lys se puso en alerta. Pensó que podía haber entrado Mario en el baño. Por un momento, le vino a la mente la imagen de psicosis.

Retiró la cortina de la ducha de un tirón. La puerta estaba cerrada. Comprobó que todo estaba tal y como ella lo había dejado. Respiró hondo y siguió cepillándose el cabello. Se estaba sugestionando de nuevo. Allí no había nadie.

Volvió a bajar la cabeza, para seguir desenredando el pelo. Apenas había comenzado, cuando sintió como una mano recorría su espalda de abajo arriba por el medio de su columna vertebral.

La impresión, le hizo gritar despavorida y pegarse a la pared de la ducha. Miró aterrada a su alrededor, respirando entrecortadamente. No iba a ser capaz de soportar aquello ni un minuto más.

¿Qué estaba pasando? ¿Quién intentaba atormentarla de aquella manera? Tenía las preguntas, pero le aterraba hacer frente a las respuestas.

Se quedó quieta, esperando que ocurriera algo más. No sabía qué hacer. Estaba llena de jabón y con el pelo chorreando suavizante. Intentó tranquilizarse un poco, cuanto antes terminara de ducharse, antes podría salir de allí. Abrió de nuevo el grifo de agua caliente, se estaba quedando helada de frío y no paraba de tiritar.

A pesar del agua caliente, su cuerpo no reaccionaba. Se apartó un mechón de pelo de la cara y el suavizante entró en sus ojos. Levantó la cara en dirección a la alcachofa de la ducha, para que el agua pudiera limpiarlo. Le escocía mucho y apenas podía abrirlos.

Desesperada por no poder ver lo que sucedía a su alrededor, notó como algo rozaba su cuello. Retiro su melena y la sujeto intentando hacer un moño. Con la otra mano, tocó la parte del cuello donde había tenido la desagradable sensación, no fuera a ser que la quedara algún pelillo suelto.

El frio le llegó por su lado derecho. Noto un cosquilleo en su abdomen que fue subiendo hacia a su cuello rápidamente. Algo que no podía ver, se enroscaba en él y comenzó a sentir la presión. Lys se quedó petrificada. Tenía todo su pelo paralizado y, aun así, podía sentir como la presión iba aumentando por momentos. Se echó mano al cuello, en un desesperado intento de quitarse de encima aquella presión que la ahogaba.

No encontró nada, pero aquella presión se fue intensificando hasta el punto de no dejarla respirar. Quería huir, pero la fuerza que la sujetaba era más fuerte y la arrinconó contra la pared de la ducha.

El pelo le cubrió la cara, mientras el agua caía sobre ella. La presión en su garganta resultaba insoportable y notaba como la asfixia iba mermando sus fuerzas. Inútilmente, se golpeó con fuerza, en un desesperado intento de liberarse de aquello que la estaba estrangulando. No consiguió nada y se preparó para el final.

Su cuerpo se contraía una y otra vez, ante la falta de aire. Absurdamente intentó escapar hacía un lado, lejos de conseguirlo, termino bajo el chorro de agua que penetró a través de sus fosas nasales. Con cada bocanada, notaba como sus pulmones se encharcaban de agua. Aterrada intentaba buscar algo a lo que aferrarse para escapar.

Su cuerpo comenzó a convulsionar. Por un instante, sintió que la fuerza aflojaba y comenzó a toser atropelladamente al intentar respirar. Las piernas le temblaban y su cuerpo se agitaba incontroladamente bajo aquellos espasmos.

El final se acercaba para ella, si no le asfixiaba la fuerza, se ahogaría bajo el agua de la ducha. Sintió como el suelo desaparecía bajo sus pies. En un estado de semi-inconsciencia, quedó sujeta en el aire por el cuello. No pudo luchar, no la quedaban fuerzas.

Pensó en aquella extraña sensación de vacío que tuviera días atrás. Cuando su estómago le avisó de que algo terrible estaba por suceder. Nunca imaginó, que fuera a morir de aquella manera…

En un último intento de supervivencia, hizo un movimiento brusco. Arremetiendo con su cabeza hacia delante, cómo si intentara partirle la crisma al maldito “ente” que la estaba estrangulando. Su cabeza no encontró nada en su camino, pero sintió que la fuerza aflojaba y aprovechó el momento para liberarse.

Sintió como sus pulmones volvían a llenarse de aire. Tosió fuertemente, mientras se tocaba la garganta. Estaba asustada y miró a su alrededor, en busca del causante de su asfixia. No podía creer lo que la estaba pasando.

No encontró nada y derrotada por la situación, se dejó caer hasta el interior de la bañera. Hubiera salido corriendo, pero sus piernas a penas la mantenían en pie y tuvo miedo de resbalar. Hundida en el fondo de la bañera, se abrazó a sí misma y se quedó en silencio, mientras el agua corría sobre su cuerpo.

Seguía sintiendo la sensación de aquellos dedos apretando con fuerza su cuello e intentó masajearlo, como si con ello pudiera borrar lo sucedido.

Poco a poco se fue recomponiendo. Cerró el grifo e intentó ponerse en pie. Salió despacio de la bañera, su cuerpo seguía sufriendo convulsiones repentinas y tenía miedo de caer. Nunca podría olvidar lo que acababa de suceder. Aquella casa estaba maldita o quizás, la maldita era ella. Todo resultaba tan espeluznante, que Lys tan solo quería gritar y gritar para que alguien la salvara de las garras de su destino.

Se colocó el batín y limpió el espejo. La volvió a ver junto a la bañera. La miraba curiosa, con aquellos grandes ojos y una especie de sonrisa que no terminaba de definir. No hizo nada, pero Lys se asustó. Salió del baño como alma perseguida por el diablo y se chocó con Mario que acababa de llegar.

Ante el inesperado encuentro, Lys comenzó a gritar desesperadamente. Tardó unos segundos en darse cuenta de quién era.

Mario se quedó pálido. No es que las cosas estuvieran muy bien, pero tampoco era como para ponerse a gritar.

Cuando ambos consiguieron calmarse. Lys le explicó que no lo esperaban que se había llevado un susto de muerte.

Avergonzada por lo que acababa de suceder, se dirigió a su dormitorio. Allí pudo comprobar frente al espejo las marcas de su cuello. Todo lo que había ocurrido, por mucho que le costara creerlo, había sido real. Tan real como los surcos enrojecidos de su piel.

 

Cuando el despertador comenzó a sonar, a Lys la dieron ganas de lanzarlo contra Mario. Entre el susto del baño y sus ronquidos, apenas había podido dormir unas horas. Al darse la vuelta en la cama, se dio cuenta de que ya se había ido.

De pronto, recordó que había salido de viaje y quiso morirse. Tendría que pasar tres o cuatro noches sola en aquella casa.

Llegó quince minutos antes a la oficina. Se fue al baño a lavarse la cara y maquillarse un poco. Su baño se había convertido en el pasaje del terror e intentaba entrar lo menos posible. Pasó por la salita a tomarse un té y buscó en los armarios algún bollo o galleta para acompañar. Apenas había podido desayunar.  

La oficina estaba desierta y Lys lo agradecía.

«Un poco de paz para variar». Pensó, mientras le daba un buen sorbo a su bebida.

Había preparado unos curriculums para mandar y aprovechó que no había nadie para hacerlo. No le apetecía dar explicaciones.

Según se acercaban las ocho, comenzaron a llegar sus compañeros. Lys se apresuró a guardar su pendrive. Cogió el montón de papeles que tenía sobre su escritorio y comenzó a trabajar sobre ellos.

Serían las diez, cuando Laura hizo su entrada estelar en la oficina. Entrando a semejantes horas, no le extrañaba a Lys que su departamento estuviera en boca de toda la empresa.

Lys escuchó pacientemente la misma retahíla de la semana anterior. A ese paso, se lo terminaría memorizando.

¿Cómo alguien que no daba un palo al agua? Se veía capacitada para darle clases sobre cómo organizar el tiempo. Aquella mujer, tenía la cara más dura que el hormigón. Podría sacar de sus casillas al mismísimo buda, pero Lys no estaba allí. Había desconectado nada más verla entrar por la puerta. La veía gesticular y hacer ademanes en dirección a las carpetas, pero no le prestaba atención. Estaba concentrada en respirar para mantener el control.

Salió del despacho y Lys volvió a conectar con la realidad, al ver entrar a Carmen en su despacho. Era lunes y por lo visto tocaba chino.

Carmen la preguntó si se encontraba bien. Lys le comentó que estaba un poco cansada.

—¡Eso es la falta de costumbre! Necesitas entrenamiento. ¿Te apetece salir hoy?

—¿En lunes?

—Es el mejor día de la semana. —Y la guiñó un ojo.

A Lys le pareció buena idea. Cualquier cosa, era mejor que volver sola a “la casa de los espíritus”.  

Carmen sospechó que los problemas con Mario iban más allá de unos simples desacuerdos. A pesar de llevar cuello alto, pudo observar bajo las orejas, unas marcas a ambos lados del cuello de su amiga. Ella lo tenía claro, pero no sabía cómo enfocarlo para que Lys no se sintiera incomoda.

—¡Tienes que dejar a Mario!

—¿Por qué iba a dejarlo?

—Porque es un sieso al que solo le importa el fútbol y sus amigos. No iba a decirte nada, pero creo que se está pasando y tú deberías hacer algo, antes de que sea demasiado tarde.

—¿De qué hablas?

—Puedes negarlo, pero deberías maquillar mejor esos moratones. El jersey no llega tan arriba.

—¿Piensas que me maltrata?

Carmen guardó silencio, no quería herirla, pero tampoco estaba dispuesta a mentir.

—Me resbalé en la ducha y me agarré a la cortina, esta se rompió y soy tan pato que termine enrollada en ella. ¡Casi me ahogo! Lo pasé fatal.

—¡Vaya! La típica caída en la ducha.  ¡Qué original!


23 mar 2023

¡DICHOSO TELÉFONO!



Teléfono fijo que suena en el salón y corro por las escaleras para cogerlo. Cualquier día llego, pero sin dientes. Puede que mi Lucero arrancara el cable de teléfono de la habitación, pero yo lo rematé quitando la barandilla de la escalera. Como si a esta casa de locos le faltaran emociones fuertes.

Consigo llegar antes de que cuelguen y al otro lado de la línea, mi santa madre dispuesta a ponerme fina por algo que ni siquiera he hecho.

—¿Se puede saber qué demonios estás haciendo que no me coges el teléfono?

—¡Mama! Que estaba arriba y casi me mato por las escaleras para llegar a tiempo.

—¡No me refiero a este, sino al móvil!

Que pienso yo, lo de matarme por las escaleras… ¿Lo habrá escuchado y me ignora o está tan metida en su papel de madre ofendida que lo ha pasado por alto? Me quedaré con la segunda, aunque estoy segura que es la primera opción.

—Mama, el móvil no ha sonado.

—¡¡Que sí ha sonado!! Si hasta oía el puuuu, puuu, puuu.

Yo miro a las alturas, en busca de paciencia y de alguna idea que calme a mi santa madre que está que fuma en pipa.

—¡Mamá, que no! Que no ha sonado. Que lo acabo de mirar y no tengo ninguna llamada perdida.

—¡Pues cámbialo! Que ese móvil es una birria.

—¡¡Mamá que lo he cambiado!! ¿No será qué has llamado a otro?

Para que te quiero contar, madre que se cabrea y me pega un bocinazo.

—¡¡Me estás llamando tonta??

—¡No, mama! Si lo mismo es la cobertura. —Digo para apaciguarla, que casi es peor el remedio que la enfermedad, porque ella sigue a lo suyo.

—¡Pues estate quieta! Porque yo habló con todo el mundo y no tengo problemas.

Que pienso yo para mis adentros. Eso sí que es verdad. Yo la he dejado en la puerta de correos y cuando he vuelto, me ha presentado a una desconocida, como si fuera amiga suya de toda la vida.

—¡Mamá! Que ahora estamos hablado por el fijo. Me refería a la llamada de móvil.

—¡Espera que me llaman al móvil!

Es en esos momentos, cuando me quiero morir. Mi madre es capaz de tenerme media hora esperando, para no perder baza. Acto seguido la escucho.

—¡No! Yo no te he llamado... ¡Uff! Pues habrá sido sin querer… Espera que cuelgo a tu hermana y me cuentas eso de tu suegra.


—Te vas a reír —Me dice descojonada de la risa. — Que no te he llamado a ti, que he llamado a tu hermana. —Y la muy puñetera, antes de que le pueda decir un par de cositas, remata diciendo. —Te dejó que tendrás cosas que hacer.

Sí que tengo que hacer. Quitar el teléfono fijo, para no matarme…

20 mar 2023

AOJAR (CUANDO EL ODIO TRASPASA LA MIRADA) CAPÍTULO 6


6. CAPÍTULO

C

ada lunes ocurría lo mismo. Pareciera que no descansaran, ni en fin de semana.

Nada más llegar, le comentaron que alguien había tenido acceso a la lista negra de los despidos. Por supuesto, nadie podía afirmar quien había sido el iluminado. Tan solo, juraban y perjuraban que la fuente era de lo más fiable, ya que lo había filtrado alguien de arriba.

Lys no estaba muy segura de sí se referían al jefe o al santísimo. En realidad, le importaba un bledo de donde procediera, porque estaba segura de que sería una burda mentira.

Eso sí, en los corrillos ya se hacían apuestas. Los más osados, daban por hecho “quién o quiénes” terminarían siendo los elegidos para abandonar la empresa. Abriendo una guerra sin cuartel entre los departamentos que estaban dispuestos a demostrar su valor dentro de la empresa.

La reestructuración, estaba en marcha y los despidos serían inminentes. Anunciaban como si estuviera llegando el apocalipsis.

Carmen no era ajena a tanto trajín. Iba y venía con noticias de un lado para otro. Si la noticia se había filtrado para hacerlos trabajar, habían pinchado en hueso. El cotilleo era más fuerte que el miedo a perder el puesto de trabajo.

Lys, en cambio, lo tenía claro. Llegado el momento, daba igual lo que pudieran hacer o decir. Una vez tomada la decisión, todos estarían igual de fastidiados: los que se iban, porque se quedaban sin trabajo; los que se quedaban, porque trabajarían el doble por el mismo sueldo. Lo mejor que podía hacer, era ir buscando otro trabajo, resultaría más fácil estando en activo.

—¿No estás preocupada? —Le dijo Carmen a Lys, al escuchar a Silvia que su nombre estaba en la lista.

—Si te soy sincera, no. Algo me dice que esa lista es pura ficción y estoy un poco harta de ese tipo de tejemanejes. Si me despiden, buscaré otro trabajo y listo. Me niego a seguir viviendo con miedo. Tengo problemas más importantes en los que pensar. ¡Créeme!

—¿Sigues con insomnio?

—No soy un lirón, pero algo duermo.

—¿Entonces?

Lys tuvo dudas, sobre si contarlo o no. No la gustaba hablar de su vida personal.

—Últimamente, noto a Mario muy distante.  Sé que he estado muy agobiada con el trabajo y, creo que le he descuidado tanto que… —Lys, no pudo terminar la frase.

—¿Te ha puesto los cuernos?

—¡No seas bruta! ¡Claro que no! Que yo sepa, pero no pasamos mucho tiempo juntos. Cada vez que hago planes, a él le surge algo, cuando no es el fútbol, es el trabajo o los amigos.

—¡Te ha puesto los cuernos! —Dijo afirmando con la cabeza

—¡Qué no!

—¿Has hablado con él?

—¿Cuándo? Si nunca está en casa. Ya ni siquiera practicamos sexo. ¿Qué será cuando llevemos diez años?

—¿Que te habrás echado un amante? Porque digo yo, que algún día abrirás los ojos y te darás cuenta de que te ha puesto los cuernos. —Lys se echó a reír ante la ocurrencia.

—¡Que no me ha puesto los cuernos, cansina!

—Soy práctica. Cuando un tío no te busca en la cama, es que las cosas están peor de lo que una se imagina.

 

Lys no iba a ceder. Mario se había pasado y no pensaba dejarle que siguiera jugando con ella y con sus sentimientos. Hizo planes con Carmen y una amiga de facultad, con la que mantenía contacto. No iba a quedarse en casa esperando a que él se diera cuenta de lo mal que lo estaba haciendo. Le daría dosis extra de su propia medicina.

 

El intrépido ritmo de trabajo, hacía que el tiempo volara. Estaba organizando su agenda, cuando se dio cuenta de que aquel miércoles tenía sesión con Ángel. Miró la hora en el móvil y soltó un exabrupto. Cogió el abrigo y salió pitando. Tan solo tenía quince minutos para llegar.

Llegó corriendo a la consulta y según entraba por la puerta, el anterior paciente salía.

«¡Por los pelos! Pensó, mientras se quitaba el abrigo y se disponía a entrar.

Ángel solía comenzar con las típicas preguntas de cortesía. Ayudaba a romper el hierro y Lys se lo agradecía. Ella nunca sabía por dónde empezar, era como ir al ginecólogo, no sabía si primero tenía que contarle los síntomas o directamente quitarse las bragas para la exploración.

Hablaron de trabajo y Lys le puso al día sobre los problemas de la empresa. Algo poco novedoso, si se tenía en cuenta la situación del mundo en aquellos momentos. La nueva ola de Covid, estaba dando al traste con la expectativa de volver a la normalidad y muchos empresarios comenzaban a rendirse.

—¿Te angustia la situación? Hay gente a la que la incertidumbre, le puede causar cuadros severos de estrés.

—Me importa, pero no me preocupa.

—Es una respuesta un poco ambigua ¿No crees?

—¡Entiendo! No me preocupa quedarme sin trabajo, aunque, como todo el mundo, tengo facturas que pagar. Esta, sin ir más lejos. Confío en mi capacidad de trabajo, además, tengo contacto con muchas empresas y en alguna ocasión, me han ofrecido algún que otro puesto. Ahora sería cuestión de tocar todas las puertas y esperar a ver si suena la flauta. Lo peor de mi trabajo, no es la inseguridad, es una compañera que se ha empeñado en fastidiarme.

—¿Es tu jefa?

—No, tenemos el mismo puesto, pero ella cree que va a heredar la empresa y quiere que yo la cubra sus carencias. Cosa que he hecho, pero ya no puedo más y ella no lo acepta.

—En resumen, te hace la vida imposible.

—¡Exacto!

—¿Por eso quieres dejarlo?

—En parte sí. No quiero terminar metida en una guerra de egos, no es mi estilo. Sé lo que soy capaz de hacer y ella no me va a convertir en un monstruo, por mucho que se lo proponga.

—¿Por qué te iba a convertir en un monstruo? ¿Tienes mal carácter? Quiero decir ¿Te cuesta controlarte? Porque, por lo poco que he visto, creo que tú problema es el inverso. Pareces estar siempre midiendo tus palabras.

—¡Exacto! Puedo controlar mis palabras y mis actos, pero, hay otras cosas que no puedo controlar.

—¡Me mata la curiosidad! ¿Qué es lo que no puedes controlar?

—No la puedo controlar a ella.

—¿Quién es ella?

—Alguien que siempre pensé que me protegía

—¿Protegerte? No termino de entenderte.

—De alguna manera, ella forma parte de mí, aunque parezca imposible. Dicen que es normal en las gemelas.

—¿Tienes una hermana gemela?

Lys negó con la cabeza y cogió aire. Sabía lo que vendría acto seguido.

—Ella murió, cuando tenía seis años. Un desafortunado accidente. A partir de ese momento, sentí que me faltaba algo y cuando todo iba mal… 

Lys se quedó con la mirada perdida en algún punto. Ángel esperó paciente a que encontrara la forma de seguir, pero Lys, parecía no reaccionar.

—¡Lys! ¿Qué pasaba cuándo las cosas iban mal? —Preguntó Ángel lleno de curiosidad, ante el cariz que estaba tomando el asunto.

—¿Crees en esa conexión entre gemelos? ¿Que uno pueda sentir el sufrimiento del otro y viceversa?

—Creo que no está demostrado, pero parece que el vínculo que puede haber entre ellos es muy fuerte. Aunque no sé, cómo puede estar afectándote su pérdida.

—Su pérdida me dejó vacía y me convertí en una auténtica superviviente. No era difícil sufrir accidentes en mi casa.

—¿Lo dices por la pérdida de tus padres?

—¡Claro! Dos desdichados accidentes. En el mismo sitio, pero en meses diferentes. Soy la única superviviente. A veces me he preguntado: ¿por qué? Sé la respuesta, pero….

 —¿Piensas que es culpa tuya?

—En parte. Yo sufrí tanto que llegué a desearlo….

—Perder a alguien, cuando te has enfadado con él, suele generar ese sentimiento de culpa. Ocurre más de lo que te imaginas.

—No es la primera vez que me lo dicen, pero, cuando te ocurre algo tan traumático… ¿Cómo estar segura? ¿Y sí volviera a suceder? Yo no quiero hacer daño a nadie, por muy mal que me caiga.

—Y el hecho de que estés aquí, así lo demuestra.

—Gracias, pero eso no me consuela. A veces, tengo la sensación de que me persigue… —Lys se dio cuenta de que no debía seguir. No era el momento.

—¿Quién te persigue?

«¡Su alma!» Pensó, pero no lo dijo en voz alta.

—Lo que usted ha denominado “sensación de culpa”. —Mintió para evitar seguir hablando del tema.

—¿Qué les paso a tus padres?

—Murieron. —Dijo de forma tajante Lys.

—¡Entiendo! No vas a hablar del tema. ¿Puedes contarme, algún episodio que me ayude a entender lo que dices?

—Claro que sí. No estoy tan loca como parece, pero es que no son cosas importantes. ¡Son chorradas!

—Y, sin embargo, están muy presentes en tú vida ¿No? La mayoría de los traumas que tenemos de adultos, se han generado en nuestra infancia. Las fobias y manías, tienen el mejor caldo de cultivo en ese periodo de tiempo.

Lys respiró con resignación. Pensó en lo infantil que le resultaría a Ángel su relato. Aun así, retrocedió en el tiempo, hurgando en sus recuerdos. Se encontró en el salón de unos amigos de su padre. Sentada en un sofá de eskay marrón con el respaldo en capitoné sujeto por botones del mismo color. Tenía ante sí, una mesita de café, convertida por un día, en mesa de comer para los más pequeños de la casa.

Su amigo Raúl, quería jugar y Lys, no le hacía caso. Estaba hambrienta y esperaba su plato de sopa impaciente.

Los padres charlaban en la mesa del comedor. Su madre iba sirviendo los platos. La sopa humeaba y les dijo que soplaran para no quemarse.

Raúl seguía jugando. De vez en cuando, le pellizcaba por debajo del brazo. Lys protestaba muy enfadada, pero él no la dejaba en paz. Quería regañarlo, pegarlo, quitárselo de encima; pero no podía o la castigarían.

 La dio una patada y Lys se revolvió. Estaba tan rabiosa que, al mirar su plato, deseo con todas sus fuerzas que explotará.

El plato estalló en mil pedazos y Raúl comenzó a llorar. La sopa lo había quemado. Lys miró a su padre, temía su reacción. Nadie la regañó, todos estaban centrador en atender a Raúl.

Lys miró a Ángel. Esperaba alguna reacción. Él se limitó a hacer un gesto con su mano para que continuara.

—Esa fue, la primera vez que la vi. Obviamente, ahora sé que no fui la causante. La sopa estaba ardiendo y el cambio de temperatura, hizo que el plato se desintegrara. Pura física, que me hizo ganar el apodo de “Bruja”.

—¿Eso te molestaba? —Lys negó con la cabeza. —¿Hubo algo más?

—Estábamos en clase de matemáticas y yo me balanceaba en mi silla mientras escuchaba al profesor. Este se dio la vuelta y al verme balancear, montó en cólera regañándome a gritos.

—¡No eres consciente del daño que te puedes hacer! —Me decía fuera de sí. —¿Y si te caes hacia atrás? —Seguía gritando. —¡Podrías desnucarte y entonces yo sería el responsable! ¿Te das cuenta?

El profesor se iba poniendo rojo a medida que se acercaba y me asusté. En un momento dado, se volvió a su butaca y comenzó a balancearse bruscamente. No paraba de hacer aspavientos, en un absurdo intento de ridiculizarme.

Estaba avergonzada, todos los compañeros me miraban.

—¡Ojalá se caiga! —Dije en voz bajita, llorando a moco tendido.

El profesor cogió impulso y las patas traseras de la silla se resbalaron hacía adelante, mientras él era incapaz de mantener el equilibrio. Durante unas milésimas de segundo, aleteo con sus manos intentando no caerse hacia atrás. Al final, la ley de la gravedad fue más fuerte que su impulso y terminó chocando contra la pared. Comenzó a sangrar por la brecha que se hizo en la cabeza y tuvieron que llevarle al hospital.

Al castigo de escribir quinientas veces “No me balancearé nunca en la silla”, se le sumó la acusación de mis compañeros de ser una bruja.

Lys se quedó en silencio, esperaba algún comentario jocoso. Ángel no dijo nada y ella siguió.

—Aquella fue la segunda vez que la vi. Nadie quería jugar conmigo y yo corría sola por el patio, como si ella estuviera persiguiéndome.

—¿Una amiga imaginaria?

—Puede.

—Entiendo. ¿Por eso, ahora te controlas tanto? —Lys volvió al afirmar con la cabeza. —¿No te ha vuelto a pasar?

—Bueno, hubo otras experiencias. Con diez años me acusaron de pinchar un balón con la mente. Las chicas queríamos jugar al escondite y los chicos al fútbol. Lo dije de broma, pero ocurrió. Hubiera pasado de cualquier manera, jugaban entre escombros. Lo raro es que el balón no se hubiera reventado antes.

—¿También la viste entonces?

—No recuerdo. Sé que no reventé el plato ni tiré al profesor de la silla ni hice nada de lo que me han querido culpar, pero… —Se paró y cogió aire. —Ella siempre aparecía…

—¿Forma parte de tus pesadillas? —Lys negó de nuevo.

—¿Qué sueñas exactamente?

—Casi siempre estoy en la cama o en mi casa. Veo todo lo que hay a mi alrededor, escucho los ruidos propios de la casa a esas horas. Como si hubiera alguien trasteando por ella. Intento moverme, pero mi cuerpo no responde, está completamente paralizado. Después, siento que hay alguien a mi lado. Puedo escuchar su respiración, incluso, siento el aire cálido de su aliento. A veces creo que es Mario, mi pareja, pero cuando tomo consciencia de la realidad, él no está en casa... —Contuvo el aliento unos segundos, cómo si lo estuviera reviviendo. —Entro en pánico. Intento moverme, hablar, preguntarle quien es, qué es lo que quiere de mí, pero, no consigo emitir ningún sonido. Al final, termino por romperme. La desesperación se apodera de mí y quiero morir. No sé cuánto tiempo estoy así. Imagino que hasta que me duermo dentro del sueño o algún ruido me despierta. Tardo un buen rato en tomar consciencia de la situación. No consigo distinguir, si forma parte del sueño o es real y eso me aterra.

—Puede que te ayude saber, que este tipo de pesadillas pueden darse en alguna de las fases del cambio del sueño. Tu mente puede despertarse, mientras tu cuerpo este en fase “Mor”. De ahí, que tomes consciencia de donde te encuentras, pero no puedas interactuar. En realidad, tu cuerpo sigue dormido, por decirlo de alguna manera.  Otra posible explicación, menos científica, puede indicar miedo. El miedo a no poder reaccionar; de ahí que sientas esa parálisis que tanta angustia te produce.

—¿Y qué puedo hacer?

—Vas a tener que trabajar esa obsesión por el control. Lo estás llevando al límite y puedes llegar a convertirte en una prisionera de ti misma. No se trata de volverse loco, haciendo o diciendo todo lo que se le pase por la cabeza; eso suele tener consecuencias y te haría sentir peor. Una primera pauta, sería poder expresar tus opiniones tal y como a ti te gustaría que te las manifestaran. ¿Me entiendes?

Lys asintió con la cabeza.

Salió de la consulta con un sabor agridulce. Las pautas eran buenas, pero ella no había sido del todo sincera. Aquellas historias infantiles, tapaban los episodios más escabrosos de su vida…

                              


JUICIO LEVE DE FALTAS

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