3 feb 2024

¡AY MADRE!

 


Mi madre es una mujer peculiar y me quedo corta. Yo la he dejado cinco minutos de reloj en la puerta de una tienda y cuando he salido le estaba contando a una señora con todo lujo de detalles nuestra vida.

Lo malo no es que le vaya contando a la gente nuestra vida, lo preocupante es que la acababa de conocer y más preocupante aún, es que yo tenga sus genes. Solo hay que leer este blog para darse cuenta de ello.

Suena el teléfono y miro la pantalla a ver quién perturba mi paz. Veo que es mi madre y pienso: «Algo le ha pasado que ya hemos hablado dos veces esta mañana».


—¿Qué te pasa?

—La tele no se ve, me dice que no tiene señal de antena.

—¿Le has hecho algo?

—No que le voy hacer… —Me contesta mi madre como si fuera inocente.

—¿Seguro, madre? —Vuelvo a preguntar.

—Bueno…, he trasteado un poquito. Pero empezó ella diciendo eso que te acabo de leer.

—¡Voy para ya!

Me pongo el abrigo, cruzo la calle que nos separa y pienso para mis adentros: «¿Porque no me habré ido a vivir más lejos? Y me respondo: Porque no me gusta conducir y me iba a pasar todo el día en la carretera»

Llego al portal de mi madre y el telefonillo no funciona, le doy una y otra y hasta diez veces, que me digo: «—Nena no seas burra que te lo cargas». Y justo en ese momento se me enciende la bombillita. Cojo el móvil y llamo a mi santa madre.

—¡Mama, abre! Que tu telefonillo no funciona.

—Si estaba bien esta mañana.

—Estaba, pero ya no lo está.

Madre que se empeña en abrir desde su casa, yo que la vuelvo a llamar para que baje y así hasta que consigo que lo entienda. Baja las escaleras y le pregunto:

—¿Tenéis luz? —Aprieto el interruptor y no se enciende la lámpara del techo.

—¡AAaaa! Pues no. Espera que te cuente. —Y me hecho las manos a la cabeza. —Mi vecina y yo hemos bajado el diferencial porque la luz de la escalera se quedaba encendida.

—¿Y no podías haber bajado solo el interruptor del alumbrado? Si quitáis el general, os quedáis sin telefonillo, sin el repetidor de antena y sin cualquier otra cosa que esté conectada.

—Era por no malgastar energía.

—Ahorrar, vais ahorrar de lo lindo porque no va a funcionar nada.

Madre que sube el diferencial del portal y yo que subo a echar un vistazo a la televisión, no vaya a ser que tenga que hacer dos viajes. Móvil que me suena e hija que llama desesperada.

—¿Qué te pasa? —Le peguntó mientras trasteo en la configuración del televisor.

—¡Mama! Dame la receta del arroz blanco en olla exprés que si no, no me da tiempo de comer antes de irme al trabajo.

Comienzo a darle la receta mientras y veo que mi madre tiene la antena en analógico.

—¡Mama! ¿Has puesto la antena en analógico? —Le dijo, mientras Beatriz hecha el ajo y el laurel para rehogar el arroz.

—¡Si, claro! —Me dice ella muy dispuesta. —Para que veas que no soy tan torpe como crees. Han dicho en la televisión que van a dejar de emitir y yo ya lo he cambiado para adelantarme

Hija que interrumpe: —¡Mama! Que ya le he echado el arroz y lo he rehogado, ¿cuánta agua tengo que echar?

—¡El doble hija! —Y me vuelvo hacía mi madre. —Mama, cambian a digital, el analógico es que desaparece. Te dije que no hacía falta que lo tocaras.

—Ya, pero como se ha ido la antena…, he pensado, esto va a ser el apagón digital.

Hija que insiste al otro lado de la línea: —¡Mama! ¿cómo se cierra la olla! Que no puedo.

—Pon el botón hacía la izquierda.

—La tuya o la mía.

—Si estas delante de la olla, en el de las dos.

—¡Oye, nena! Te voy a enseñar los retales que te dije que te tenías que llevar. —Dice mi madre, mientras Beatriz sigue histérica intentado cerrar la olla.

—Espera mamá, que Beatriz tiene crisis culinaria. —Le digo a mi madre y habló con mi hija. —¿La has puesto en salida de vapor?

—Sí, pero se ha quedado pillada, la he cerrado a lo bestía y creo que va a explotar.

—¿Cómo que va a explotar? — Preguntó, mientras mi madre se empeña en enseñarme unos retales de Maricastaña.

—¿Cuál te gusta? —Me dice, mientras la niña está dando bocinazos al otro lado de la línea.

—¿Quieres que vaya en un momento y lo arregle? —Le peguntó a mi hija y mi madre saca otro retal más. —Pero, ¿Cuántos retales has comprado?

—Tú tía que me los ha dado.

—Y no me extraña, con lo feos que son.

—¡Mamá! ¿Qué hago? —Grita mi hija al otro lado del teléfono.

—Apagar el fuego, intentar abrirla y mientras tanto corro para allá. —Salgo pitando por la puerta. —Mamá otro día vengo y me enseñas más.

—No, ya no te enseño más, que dices que son feos.

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Ni me molesto en contestar que veo que me toca llamar a los bomberos porque la olla de la niña explota en cualquier momento.

—¡Ya estoy saliendo! —Le digo a mi hija que sigue al otro lado del teléfono.


—Ya no hace falta mamá. He conseguido abrirla y cerrarla bien. Voy a freír los huevos.

—¿Seguro? —Preguntó expectante.

—Sí, mami, que te pones de los nervios en seguida. Si yo lo tenía controlado, solo quería la receta.

Dieciocho veces le he dado la receta del arroz blanco y las dieciocho veces, me ha hecho lo mismo. Cuelgo el teléfono y me vuelvo a casa con el corazón a mil por hora, que cualquier día me da algo.

31 ene 2024

MANOS LIBRES


Que los robos están aumentando no es un secreto, están a la orden del día y todos los estamos sufriendo en mayor o menor medida. Cosa distinta es lo quieran reflejar en las estadísticas y como no les viene bien

Teléfono que suena y madre que está al otro lado de la línea.

¡Hija, me han robado el monedero!

¡No me fastidies! ¿Estás bien? ¿Te han hecho algo?

No, si no me he enterado, además solo llevaba veinte euros y el DNI. Lo único, el trastorno de tener que renovarlo.

Sí, a mí me pasó lo mismo, pero antes de renovarlo tienes que poner la denuncia.

¿Y para qué?

¿Para qué va a ser? Para evitarte problemas si alguien lo utiliza de forma fraudulenta. He escuchado en la tele que hay toda una mafia que hace virguerías con nuestros DNI.

Madre que hiperventila por que se ahoga en un vaso de agua y eso de poner la denuncia le suena complicado. Le explico donde tiene que ir y le hago el itinerario para que no se pierda por el camino.

Una hora más tarde, me llama.

Hija, que ya he llegado a la comisaría. He preguntado a una señora muy maja y me ha acompañado

Madre que de carrerilla me lo cuenta todo con pelos y señales. Hay momentos en los que me preguntó; ¿en qué momento respira? Y cuando termina, sin darme opción a decir a nada, tampoco lo haría porque la condenada va siempre con el teléfono en manos libres.Me suelta:

—¡Te dejo que hablas mucho! No vaya a ser que me llamen. Luego te llamo.

No os lo voy a negar. Me da mucho coraje, pero es mi madre y me aguanto porque la quiero. 

Un par de horas más tarde, teléfono que suena y al otro lado mi madre:

Hija que estoy con el policía y que me pregunta; ¿qué dónde me han robado?

Madre, si yo no iba contigo.

Ya, pero, ¿cómo se llama la calle esa?

¿Qué calle? Dame más pistas que Vallecas es muy grande.

—¡La del médico, que hay que explicártelo todo!

Fuentidueña. Respondo mirando al cielo en busca de ayuda divina. ¿Algo más?

Sí y la calle esa que va a Congosto.

¿Cuál de todas ellas?

—¡Hija, por la que voy todos los días! Que hoy estás espesita y no te enteras.

Yo respiro hondo, muy hondo y me pregunto eso de: ¿Por qué a mí? Pero como soy buena hija, me limito a recitar de carrerilla todas las posibles calles del barrio, por las que mi santa madre haya podido pasar, hasta que me dice que ya son suficientes para que el policía se haga cargo del trayecto en el que le han sustraído el monedero.

¿Lo ha oído usted? Le oigo a mi madre decirle al policía.

Qué pienso para mis adentros. ¿Cómo no te va a oír, si tienes puesto el manos libres? Te ha oído él y toda la comisaría.

Se despide y un minuto más tarde me vuelve a llamar.

¡Hija! ¿Tú no sabrás mi número de teléfono?

¡Hay mi madre! Que estará pensando el pobre agente que le está tomando declaración, pagaría solo por saberlo.

¿Cómo no lo iba a saber si ahora mismito me ha aparecido en la pantalla?

¡Qué casualidad! Me dice entusiasmada. Pues dímelo que este hombre me lo pide.

¿Algo más? Le digo con resignación.

Y la oigo repetirlo. El policía dijo que no con cierto pesar y mi madre por fin, firmó su denuncia y me dejó tranquila hasta que llego a casa para avisarme de que ya lo había hecho y contarme con todo lujo de detalles, lo que le había pasado. ¡Cómo si yo no hubiera participado de aquel memorable momento!

 

19 ene 2024

AMENAZAS Y UN CALVARIO

 

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Superada la gripe y viendo que mi vida sigue siendo un auténtico caos. Hay veces en las que miro al cielo y me pregunto: ¿Por qué a mí?

La verdad es que nadie me contesta y si lo hicieran, lo más probable es que me diera un parraque.

¿A qué viene este repentino optimismo? (Es una pregunta irónica)


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A la vuelta de Manuela la del bombo. Hace más de veinticinco años que irrumpió en nuestras vidas, como un elefante en una cacharrería. Pocos vecinos se salvaron de sus desaires, insultos y hasta agresiones. La mujer es de armas tomar y traía por la calle de la amargura a todo bicho viviente.


Una pasada de frenada, la obligo a tener que dejarnos por un tiempo, tiempo en el que su encantador exmarido ocupo su lugar en el vecindario. La tranquilidad y el descanso inundó nuestras vidas, y pensamos que, aquello, podía ser lo más parecido al paraíso.

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Pero, parece que las personas buenas, son requeridas antes para irse, haya a donde sea que van las almas cuando abandonan nuestro mundo. Diez años más tarde de que nos dejara, con piel de cordero y aspecto ausente, Manuela se incorporó de nuevo a nuestro día a día. 

Algunas como yo, pensamos que había cambiado y que merecía una oportunidad. Nos equivocamos. Poco a poco, comenzó a mostrarse tal y como la conocimos años atrás, y ahora vuelve a estar desatada. Solo espero, que en esta etapa nos ahorremos los striptis. Aquel tanga rojo y sus socorridos pechos eran usados como arma arrojadiza contra hombres, mujeres, he incluso ancianos. Nunca entendimos, que daño pretendía hacer con semejantes exhibiciones. Puede que la primera vez nos sorprendiera su perversa moral, pero con los años, nos acostumbrados y al final, podías ver a Manuela perseguir a la gente en ropa interior y ni inmutarte. Eso sí, mas me vale entrenar que la jodía, además de mala leche, mira que es rápida. 

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También espero que cueste menos detenerla. Había que ver, la desesperación de aquellos fornidos policías que ya no sabían ni de dónde cogerla para meterla en el coche patrulla. Hasta siete llegamos a contabilizar en sus buenos momentos.

Algún súper poder tenía que tener, porque una mujer de apenas metro cincuenta y cinco, que no llegara a los cincuenta kilos, repartía que daba gusto.

Ahora, algo más desmejorada (al menos físicamente), la ha vuelto a tomar conmigo y tras unos meses de gritarme desde el otro lado del patio, ayer vino a amenazarme.

—¡No me abras que voy a matarte! —Me grito, mientras aporreaba mi puerta.

Que pensé para mis adentros: —¡Ésta, está desentrenada! Para que llama, si no quiere que abra. Claro, que si me avisa de que me va a matar, tampoco iba a ser tan tonta como para abrirla.


Cuando terminó de desahogarse, no me quedó otra que poner una denuncia. La primera vez en mi vida y sin salir de casa. ¿Es o no es de 
récord?


El policía me preguntó, ¿si pensaba que realmente podría ejecutar sus amenazas? o ¿era algo que solía decir y luego quedaba en aguas de borrajas?

Solo tuve que dar su nombre y DNI para que vieran sus antecedentes penales. Me hicieron pasar inmediatamente (tampoco es que hubiera nadie esperando) y hasta me ofrecieron escolta policial. Algo, que yo decline. Sólo le faltaba a Manuela, ver a la policía en el patio para venirse arriba y liarla con más gana, que tener público, siempre le gustó.


Por la noche debieron informarle de la denuncia, porque mi amiga me dijo que, a eso de las nueve, andaba dando gritos jardín para arriba, jardín para abajo.


No quise presté atención, con una dosis al día voy más que sobrada. Eso sí, está mañana a las siete en punto, para que no me relajara, metía una nota de su puño y letra por debajo de la puerta. En ella, me volvía a avisar (hay que ver que considerada) de que en cuanto se duchara, me iba a denunciar por acoso y eso, eso sí que me ha indignado. Creía que, para acosar a alguien, había que llamar por teléfono, ir a buscarle a su casa, dejarle notitas, arañarle la puerta o insultarle cada vez que a una le venga en gana. Básicamente, lo que ella hace conmigo.


Aunque, después de imaginarme esa conversación entre el policía y Manuela, me he quedado más tranquila:


—Mi vecina me acosa.

—¿Cómo lo hace? ¿Qué le dice?

—Nada, no responde cuando la insulto o amenazo ¿Se lo puede usted creer?

—No, pero sigamos. ¿La llama por teléfono? ¿Le manda mensajes? ¿Cartas?

—Ni uno, me tiene bloqueada.

—¿La persigue, va a su casa?

—¡Ni que se le ocurra!

—¿Seguro que le acosa?

—¡Sí! Tiene fijación conmigo.

Bromas aparte, a Manuela no hay que menospreciarla, puede que le falte algún tornillo, quizás todos. Pero se conoce los juzgados y la ley como la palma de su mano y eso, eso siempre resulta una desventaja para una novata como yo.

En fin, Manuela ha vuelto a tocar el bombo y como diría mi abuela: —¡Qué Dios nos pille confesaos!

 

 

 

 

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29 dic 2023

GRIPE A


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Este año, la Navidad se presentaba algo más tranquila que la del año pasado. En aquel momento, a nuestra mesa se sentaron dos parejas de recién divorciados, dos cubanos (Madre e hijo) recién llegados de Rusia, que habían huido de la guerra, mi familia y mi madre. ¿Qué podía salir mal…?

Pues la verdad es que nada. La velada resulto de lo más agradable, nadie se tiró los trastos a la cabeza y eso que, mi indiscreta madre, hizo algunos comentarios en los que hubiéramos agradecido que nos tragara la tierra.

Esta Navidad la situación había mejorado, una de las ex-parejas ha vuelto a ser pareja, no sé, si por no aguantar los comentarios jocosos de mi santa madre o por amor, que también se puede dar el caso. La madre cubana de mi nuera se ha echado un novio argentino que es un encanto y todo apuntaba a una cena de lo más agradable.

Mi casa empieza a parecer la ONU, sólo nos faltan los cascos azules, que, andando mi madre por medio, no nos hubieran venido nada mal. Aunque dudo mucho, que ni ellos pudieran frenarla.

Superadas la nochebuena y la Navidad con éxito y con una nevera llena de sobras, comencé la semana con algo de malestar que achaqué a los empachos por comer demás. ¡Infeliz! No lo vi venir, y eso que mi tía María no había dejaba de toser durante toda la cena, mientras aseguraba haber dado negativo en la prueba del Covid. La pobre no está en su mejor momento, seis meses tosiendo, hace que al final desconectes y es justo cuando una baja la guardia, cuando se lía parda. Tres bajas, ha causado la puñetera, mi nuera cubana, su novio argentino y yo. Que dicho así parece un chiste, pero no señores, es la gripe A, que está pasando por nuestros cuerpos como una apisonadora y nos está dejando hechos unos zorros.

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¿Cómo en un cuerpecillo como el de mí tía, que apenas llega al metro y medio de estatura, puede almacenar tanto virus? Es algo a lo que nadie consigue darle explicación, ni siquiera su hija que es cirujana.

A mí, no me tocó la lotería (tampoco echo y sería raro) no, a mí me ha tocado la gripe A (Que para está, tampoco tenía boletos, si nos vamos a poner tiquismiquis).

En fin, que estoy en racha, tengo la cabeza como un bombo, llevo cuatro días comiendo sobras, la fiebre me está matando y para colmo de males, mi sistema digestivo ha petado. En un primer momento, pensé que sería un empacho por comer tanta sobra, pero puede que sea por el jarabe para la tos que guardaba en la nevera. Pensé, que lo había comprado el año pasado, pero según mi chico, caducó en 2019 y al parecer no le pasa como a los vinos, que mejora con los con los años. 

¡El tiempo pasa volando! Y lo único que me reconforta, es que ya solo me queda ir a mejor. Algo bueno me tiene que pasar en el próximo año y espero poder contarlo.


¡FELIZ AÑO A TODOS!



22 dic 2023

CARTERISTAS Y OTRAS DESGRACIAS

 

IMAGEN DE Flickr


Tras la lotería de Navidad, (enhorabuena a los afortunados, ya os digo que no es mi caso) comienza ese periodo de tiempo, en el que los buenos sentimientos brotan por doquier, la gente se vuelve más amable, se recauda dinero para las ONGS y se intenta ser mejor persona.

Pero yo, yo soy Odry y los desastres se ciernen sobre mí como un agujero negro.

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Todo comenzó el martes a las ocho de la tarde. Estaba comprando el regalo para el amigo invisible, que somos ciento y la madre, (nunca mejor dicho, que mi madre vale por dos) y en menos que canta un gallo me roban el monedero del abrigo. Lo sé, porque me acababa de guardarlo allí. 

Como me lo quitaron cuando iba a pasar por caja, anulé la tarjeta en menos de dos minutos.


El problema no es que te roben, al fin y al cabo, apenas llevaba unos céntimos de euro, el problema es el papeleo: poner la denuncia, renovar el DNI, la tarjeta sanitaria, el carnet de conducir, el abono transporte, etc…

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En cuanto llego a casa me pongo manos a la obra con el ordenador y leo que se puede poner la denuncia por internet y que tan solo se va a comisaría a firmarla para ahorrar tiempo. ¡Infeliz…! A veces parezco boba y me lo creo todo.

Tramito la denuncia y a la mañana siguiente a primera hora, me presento en la comisaría dispuesta a firmar mi denuncia. Ni siquiera me dejaron entrar en comisaría. En la misma puerta me explicaron que se les había caído el equipo y no podían tramitar nada. Llamo esa misma tarde, para ahorrarme el metro y la caminata y lo mismo. El equipo funcionaba a ratitos (viva el primer mundo). Como no me garantizan que se pudiera tramitar, decidí no arriesgar, que ya estaba en racha y dejarlo para el día siguiente. Por la mañana, el equipo seguía sin querer arrancar al cien por cien y me indican que llame por la tarde a ver si hay más suerte.

¡Suerte! Como se notaba que no sabían con quién estaban hablando. Aun así, llamo por la tarde y me dicen que internet va a pedales. Decido arriesgar, a peor no puedo ir ¿o, si?

Me presento y la denuncia no aparece, con lo cual hay que tramitarla de nuevo. Le cuento mi historia y me dice, que mejor lo ponemos como perdida. Me niego porque no es verdad y yo soy responsable de lo que ponga en esa denuncia.

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Comienza a escribir y veo que lo hace con dos dedos. Respiro hondo y me resigno, total, pongo una denuncia por internet que no aparece, cuando la voy a firmar se cae el equipo y cuando consigo que me atiendan, solo puede utilizar dos dedos y poco entusiasmo…

O el karma me está poniendo a prueba o hay alguien haya arriba que la tiene conmigo y mira que intento ser buena pero no hay manera, algo debo de estar haciendo mal.


—¿Dónde ocurrió? —Me pregunta el policía.

—En el centro comercial de La Gavia

—Pondremos en la calle si no sabe la dirección.

Le doy la dirección y le digo que fue dentro de Cortefiel, pasa otro compañero y pregunta por el caso, a lo que él contesta.

—Un hurto en Stradivarius.

Es en momentos como esos en los que o te ríes o te pones a llorar. Yo no pude por menos que soltar una carcajada, total, que más me podía pasar.

—No dudo que, en Stradivarius, alguien haya sufrido algún hurto, pero lo mío fue en Cortefiel si no le importa. —Le dije, mientras él seguía concentrado en el teclado.

Al final, en la denuncia consta “pérdida o sustracción”. Imagino que así no les fastidiamos las estadísticas, porque según me comentó el policía, sale por defecto y no se puede cambiar.

Conclusión: Cuidar de vuestras carteras y bolsos, porque, aunque el espíritu de la Navidad nos embargue a las personas de bien, siempre habrá alguien que ejerza de Grinch y quiera aguarnos la fiesta.

¡Feliz Navidad!

18 dic 2023

RODA DE BARA Y UNA INFLUENCER FRUSTADA

 

El calentamiento global nos hizo cambiar nuestros planes. Nada más cruzar la frontera, cambiamos nuestra visita a Girona por unos días en la playa.


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En esta ocasión escogimos Roda de Bara, una pequeña población costera poco masificada en la que se encuentra un área a pocos metros de la playa. Todo un paraíso que, como no podía ser de otra manera, estaba lleno por ser domingo. En espera de que algunos visitantes fueran dejando plazas libres, nos quedamos a pasar la noche en el parking que había a unos metros de la playa.


Deviantart
Si yo fuera una influencer, mis comentarios hablarían de los maravillosos paseos por la playa, de los deliciosos baños en el Mediterráneo y del dulce sonido del mar en su incesante balanceo, pero soy Odry y siempre hay algo que falla. En este caso fue el tren, lass vías pasaban entre el parking y la playa. Lo que hacía inhabitable escuchar el traqueteo y los pitidos. Nuestro paraíso hacía aguas, pero nosotros aguantamos como jabatos.


Resistimos una noche, fue tiempo más que suficiente para sacar lo peor de mí. Entre bocinazo y bocinazo, yo imagina mil y una formas de torturar al infame maquinista que lo hacía sonar sin parar, no le bastaba con un solo pitido, no, él tenía que insistir e insistir como si la gente fuera sorda.


A la mañana siguiente, con la cabeza como un bombo por la falta de sueño, nos instalamos en el área dispuestos a descansar por fin, ilusos…


flickr
 Si hubiera sido influencer, estaría en un hotel de cinco estrellas haciéndome selfis como loca. Pero como no lo soy, mi Lucero y yo, nos conformamos con aparcar entre unos pinos, donde a los sonidos del tren se les sumaban los pajarillos y una autovía que había pegadita a uno de los laterales del área.


Nos instalamos en el lugar más alejado dispuestos a disfrutar de unos relajantes días. Tres autocaravanas había en el área, cada una en un rincón, tres, y entra una cuarta que se sitúa justo a nuestro ladito. No nos importaba tener vecinos, pero, ¿de verdad no había otro lugar entre las cincuenta plazas vacantes que había?


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Atónitos, fuimos testigos de un despliegue de acampada sin precedentes. Hasta el canario viajaba con ellos, que no es que tuviéramos nada en contra de Piolín, que cantaba como si lo estuvieran degollando. Lo que nos intrigaba, era saber cómo demonios conseguían que el pobre pajarillo sobreviviera al ajetreo de la autocaravana durante el viaje.

Aunque, después de oírlo cantar todo el puñetero día, nuestra perspectiva cambió por completo. Aquellos dos no viajaban con el canario por amor, no, viajaban con él, para ver si con un poco de suerte, en alguna curva se atizaba contra los barrotes en la cocorota y no lo contaba.

Aquello no fue lo único que llamó mi atención, y es que como no conseguía concentrarme en mi novela, se convirtieron en mi distracción. Pazguata me quedé, cuando vi sacar las hamacas y colocar sobre ellas, unos tapetitos de croché en tono beis a juego con las rallas de la colchoneta. La mesa no podía ser menos y solo le faltó el bikini para el canario. Aquellos dos, tenían que ser dos psicópatas y mi imaginación se puso a trabajar sin poder evitarlo, cuando ella se colocó en el pelo un pañuelillo y el se subió los pantalocintos de algodón por encima de la cintura apretando bien el cordel.

Pensé que irían a la playa, pero en realidad, aquellos dos se preparaban para una limpieza general. Fue algo hipnótico, no podía quitar ojo al impresionante despliegue de productos de limpieza y utensilios que sacaron de la bodega del vehículo. ¡Ríete tú de mister Proper! Con el trapo en la mano se pusieron a frotar su flamante autocaravana, recién sacada del concesionario. Le daban con tanto brío, que temí por el esmaltado de la pintura. Él, en lo alto de una escalera, que con un terreno tan inestable y pedregoso, ya eran ganas de correr riesgos con lo reluciente que estaba; ella, por los bajos dejándose las rodillas en el intento. Hasta los tapacubos terminaron relucientes.

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Ganitas me dieron de pedirles que frotaran un poco la nuestra. Que no es, que quisiera echarle morro, sino por proteger al planeta. Al paso que abrillantaban aquellos dos, iban a tener problemas hasta los satélites de la NASA por deslumbramientos. 

Al final, no les dije nada. Mi lucero me lo impidió. Me dijo que nada de hacerme amiguitos raros, que para rarita ya estoy yo.

Pensé en limpiar yo también, pero más que un trapo y jabón, iba a necesitar una buena lija de las de 200 de grano, para desincrustar algunos de los churretes de nuestra pobre auto.

Un par de días más tarde, descubrimos que no eran raros, sino diferentes y con pesar les dijimos adiós a nuestros adorados vecinos, a su canario, al pito del tren y la autovía con más tráfico del mundo que recuerdo.

Si yo fuera influencer mi siguiente destino sería el paraíso, pero soy Odry, desastrosa y sin remedio.

JUICIO LEVE DE FALTAS

  VECTOR PORTAL Como ya os conté, Manuela tuvo un brote y, en plan chungo, me dejo claro que no era su vecina favorita y que, en cuanto me d...